¿Qué ocurre cuando los líderes y los liderados trabajan en conjunto, comandados por el Espíritu?

“Es fácil encontrar un ejército de millares, ¡pero cuán difícil es hallar a un general!”, reza un proverbio chino. Encontrar un líder espiritual genuino en la iglesia cristiana, alguien con visión e integridad, no es fácil. Líderes con valores y actitudes cristianas son el tesoro más valioso de la iglesia; y Dios mismo está involucrado en el proceso de su educación y su desarrollo. A pesar de esto, incluso líderes poderosos, si no tienen a quiénes liderar, son como generales sin ejército; lo que puede conducir a consecuencias lamentables. Sin una relación auténtica entre líderes y liderados, no puede existir un desarrollo espiritual en la iglesia.

La vida y el ministerio de Nehemías nos ofrecen algunos criterios sobre el liderazgo auténtico, que tanto requieren todas las generaciones de la comunidad cristiana. Pero, ¿qué hizo que Nehemías fuera un gran líder? ¿Qué lo ayudó a superar todos los trastornos y los desafíos y a concentrarse en liderar al pueblo con el fin de conquistar los objetivos establecidos por Dios? ¿Qué relación existió entre él y el pueblo de Israel? ¿Cómo podría esa relación inspirarnos hoy? Para responder, analizaremos a Nehemías como líder espiritual.

Lecciones del liderazgo de Nehemías

Nehemías tenía visión (Neh. 1:3-11). Al ser copero del rey de la nación más poderosa de su época, Nehemías desarrollaba un trabajo seguro y protegido; él no necesitaba ningún tipo de conmoción en su vida. Podría haber orado por el éxito de Jerusalén y el remanente que permanecía en ella, sin comprometerse personalmente. A pesar de eso, él fue un hombre de visión y de acción, que se atrevió a pedir el permiso del rey para reconstruir el Templo. Se dispuso a persuadir al remanente sobre la necesidad de cumplir esa noble y gloriosa tarea. Hoy, necesitamos pastores que sean lo suficientemente audaces como para avanzar con la visión de convencer al pueblo de Dios de la inevitable transformación espiritual.

Nehemías no fue presuntuoso. “No declaré a hombre alguno lo que Dios había puesto en mi corazón que hiciese en Jerusalén” (Neh. 2:12). Como el israelita más influyente de su tiempo, podría haberse gloriado de su rango o de su visión original; pero no lo hizo. Dejó que los hechos hablaran por sí mismos. Hoy, los pastores tienen que exaltar a Cristo y esconder su propia visión hasta el tiempo indicado. No debiéramos demostrar orgullo delante de la iglesia, evitando provocar la animosidad de quienes no apreciaban los caminos de Dios. Dejemos que nuestras acciones hablen por nosotros. Permitamos que la visión sea confirmada por la aprobación de Dios, no por nuestros argumentos, por convincentes que sean.

Estaba motivado para la tarea. “El pueblo tuvo ánimo para trabajar” (Neh. 4:6), porque Nehemías era una fuerza motivadora. Él tenía un sueño, y trabajaba a fin de transmitir su celo por la reconstrucción. Sin motivación, pastores, profesores y administradores no serán capaces de compartir la visión y convertirla en realidad. La fuerza impulsora, dirigida hacia el cumplimiento de algo, ayudará a superar los obstáculos en el camino.

Nehemías tenía una fe extraordinaria. “Nuestro Dios peleará por nosotros” (Neh. 4:20), era la motivación de Nehemías durante los momentos más difíciles, cuando sus enemigos amenazaban con destruir el trabajo de la reconstrucción. Esa era una demostración extraordinaria de fe, a pesar de la oposición y las serias dificultades. Los pastores necesitan fe para cumplir la visión. La fe dice: “Dios siempre está con nosotros”, aun si las circunstancias nos dicen lo contrario.

  • Nehemías era persistente, y nunca se daba por vencido. Cuando los enemigos amenazaban, cuando su vida estaba en peligro, Nehemías no se daba por vencido; se limitaba a orar (Neh. 6:9). En instancias de ataques violentos por parte de enemigos, la victoria espiritual solo será posible cuando oremos con fe. En sus luchas ministeriales, los pastores necesitan tener la misma mentalidad de Nehemías: perseverar, orar y nunca rendirse.
  • Nehemías amaba al pueblo de Dios. Jamás los explotó materialmente (Neh. 5:14, 15); incluso, sacrificó sus derechos con el fin de servir de ejemplo al rebaño. Jamás tomó nada que perteneciera al pueblo; por el contrario, compartía su tiempo y sus recursos. No podemos valernos de la iglesia para suplir nuestras necesidades, como si fuese su obligación suplirlas. Dios proveerá a nuestras necesidades, pues somos sus siervos.
  • Nehemías delegaba responsabilidades. Identificaba a las personas con dedicación e integridad, y compartía las tareas con ellos (Neh. 7:1, 2). Ese tipo de liderazgo facilitaba el trabajo, porque todos estaban comprometidos. Creer que podemos cumplir con la misión por nosotros mismos, en el mejor de los casos es arriesgado y, en el peor, imposible. Parece ser el camino más fácil, pero quita valor a la iglesia. Al compartir, existe fuerza, unidad y compromiso.
  • Nehemías valoró la Palabra de Dios más allá de su propia comprensión o de las expectativas del pueblo (Neh. 8:8, 18). Su confianza en la Palabra escrita le causó diversas luchas y oposición, pero él insistía en que la reforma debía estar basada en la Revelación de Dios (Neh. 13). En el último capítulo de Nehemías, la reforma del Templo, de la modalidad del casamiento, de la reorganización de los diezmos y del culto se basó exclusivamente en la Palabra de Dios. El verdadero reavivamiento espiritual no puede ocurrir cuando confiamos en la fuerza humana; solo la Palabra tiene el poder y la autoridad para transformar y fortalecer a la comunidad del pueblo de Dios, y llevarlo a cumplir sus propósitos y su voluntad.
  • Nehemías persistía en la oración. Él oraba por el perdón de Dios, por sus gloriosos poder y gracia, para sí mismo y por la valentía que necesitaba. También oró a favor del pueblo. La oración intercesora tiene poder para transformar y fortalecer a la comunidad de Dios (Neh. 9). La oración mueve el trabajo por el Señor. Los pastores deben orar no solo por sí mismos y su familia, sino también por el pueblo de Dios, a fin de alcanzar la visión de Cristo. Como dijo Oswald Chambers, “La oración no nos prepara para el mayor trabajo; la oración es el mayor trabajo”.[1]
  • Nehemías fue extraordinariamente celoso. El celo de Nehemías ¿tenía propósitos específicos? Sí: mantener la causa de Dios como prioridad (Neh. 10:39; 13:10, 11), y mantener la pureza del pueblo de Dios (Neh. 13:25). Todos estos aspectos fueron valiosos e indispensables al momento de establecer un culto apropiado. No existe adoración fuera de la verdad divina. Hoy, los pastores deben enseñar que el celo por la santidad en Cristo es una condición necesaria para dar a Dios el loor apropiado. La casa de Dios, el día de Dios y el pueblo de Dios son santos, y no podemos darnos el lujo de ser negligentes, con su santidad, en nuestros cultos y en nuestro testimonio.
  • Nehemías trabajó con extranjeros. Como reformador, Nehemías trabajó con los de adentro y los de afuera del pueblo. El extranjero tenía su relevancia en su liderazgo y en su ministerio; como resultado, el extranjero comprendía que esta tarea había sido realizada con la ayuda de Dios (Neh. 6:16).

Nehemías fue un hombre de Dios, en un sentido integral. Plenamente dedicado a Dios, comprometido absolutamente con la misión de Dios.

Él retrata el perfil del líder espiritual perfecto. Transformado por la gracia de Dios, fue capaz de guiar a otros a experimentar la misma transformación. Dondequiera que surge un líder transformado, la respuesta del pueblo no será inferior.

Lecciones de la experiencia del pueblo

  • El pueblo de Dios tuvo muy buena voluntad y motivación para construir el templo del Señor (Neh. 2:17, 18; 4:6). En todo lugar, el clamor y el compromiso eran singulares: “Vamos a reconstruir”. La respuesta de la iglesia depende de la motivación de su pastor. El resultado fue asombroso. El pueblo confiaba en Nehemías y oía lo que él les hablaba (Neh. 5:12, 13). Aunque era un líder joven, no fue mirado con menosprecio. “Haremos como dices”: esta expresión del pueblo se basaba sobre el hecho de que sabían que Dios era quien dirigía todo, no el hombre. Las personas que no confían en sus respectivos líderes tienen la tendencia a dispersarse, como un rebaño sin pastor; y esto los conduce al desastre espiritual. Israel amaba la Ley de Dios (Neh. 8:1), y obedeció sus palabras. No existe ningún tipo de desarrollo sin obediencia a Dios.
  • El pueblo de Dios fue generoso. “No abandonaremos la casa de nuestro Dios” (Neh. 10:39), fue la respuesta al llamado de su guía espiritual. Si los líderes viven conforme a los estándares de la Palabra, el pueblo seguirá su ejemplo. El resultado será el crecimiento espiritual, la fidelidad en la mayordomía, la participación activa en la testificación y en la adoración; además de un apoyo incondicional hacia la iglesia. Líderes firmes consiguen una respuesta fiel de sus liderados.
  • Israel comprendió que la reconstrucción del muro de Jerusalén era una misión hacia los gentiles (Neh. 6:16). El impacto de esa sagrada tarea tuvo consecuencias de largo alcance, muchas de las cuales solo serán reveladas en la eternidad. Al estar conscientes de su influencia espiritual, y con humildad y pureza de corazón, actuarán para glorificar a Dios. La única manera de glorificarlo es mostrando al mundo que somos diferentes; y encontrar medios para formar un equipo de pastores, profesores, administradores y el resto de los miembros. Ningún líder puede dejar de lado el trabajo en equipo.

Fuerza espiritual y sinergia

El éxito espiritual no solo depende de una poderosa visión y del poder del líder espiritual, sino también de la relación entre los líderes y el pueblo de Dios. Ese equipo sinérgico es vital para el crecimiento espiritual. Por otro lado, el trabajo en equipo requiere de pastores, profesores, evangelistas y administradores que se vacíen de sus intereses personales, del orgullo y de la ganancia material. El trabajo en equipo requiere que los líderes estén motivados por la visión, el sacrificio, la fe, las creencias; la oración, que busca el poder de Dios. Que sean perseverantes y resueltos. Solo así los líderes de la iglesia inspirarán y estimularán, en el pueblo de Dios, el entusiasmo y la confianza, la obediencia de la Palabra, la generosidad, la pureza y la humildad.

Este vínculo sagrado dará un testimonio poderoso sobre la influencia de un Cristo vivo sobre los líderes. Sin embargo, este lazo es imposible de lograr sin la comprensión adecuada de cómo se ejercita la autoridad. Elena de White escribió: “Nehemías había traído un mandato real que requería a los habitantes que cooperasen con él en la reedificación de los muros de la ciudad; pero no confiaba en el ejercicio de la autoridad y procuró, más bien, ganar la confianza y simpatía del pueblo, porque sabía que la unión de los corazones, tanto como la de las manos, era esencial para la gran obra que lo aguardaba” (Profetas y reyes, p. 470).

La esencia del ministerio pastoral exitoso es una iglesia fructífera: involucra la confianza del pastor en Dios, y su disposición para cooperar y motivar al pueblo, hasta que se alcance la verdadera unión de los corazones. Cuando los líderes espirituales y el pueblo trabajan juntos, el resultado es la fuerza espiritual y un impacto positivo, que favorece el Reino de Dios. Esta unión espiritual se convierte en un testimonio influyente y es una de las calificaciones esenciales para la vida eterna.

Sobre el autor: Profesor de Religión y Filosofía en la University of the Southern Caribbean, Trinidad y Tobago.


Referencias

[1] http://www.tentmaker org/Quotes/prayerquotes.htm