El ritmo sensual de los bailes modernos los hace totalmente inadecuados para el culto

Envista del concepto occidental moderno acerca del baile (la danza), resulta difícil imaginar la adoración a Dios por medio de esa práctica. Por otra parte, por más paradójico que parezca, las Escrituras tienen varios ejemplos de gente que alabó a Dios por medio de la danza. Entre las 28 referencias bíblicas a ésta, dos se destacan: Primera, la manifestación de adoración colectiva dirigida por María poco después de cruzar el Mar Rojo. “Tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas” (Éxo. 15:20). Segunda: la adoración individual del rey David, que expresó su alegría y su gratitud al Señor porque el arca del pacto había arribado por fin, desde Obed-Edom, a Jerusalén.

Cuando la Biblia afirma que “David danzaba con todas sus fuerzas delante de Jehová, y estaba David vestido con un efod de lino” (2 Sam. 6:14), se refiere al entusiasmo con que el Rey adoraba al Señor en esa ocasión.

Una de las más importantes pruebas bíblicas de que la danza era un componente cultural de la adoración es la invitación del salmista, que dos veces insta a los fieles a alabar al Señor por medio de esta externalización del gozo (Sal. 149:3; 150:4).

El testimonio de la gramática

En algunas versiones de la Biblia en idiomas extranjeros (no en castellano), la palabra “danza” ha sido reemplazada por “flauta”. Esta sustitución de “danza” por “flauta” proviene de una exégesis tendenciosa, obra de algunos que pretenden rebatir el hecho de que David recomendó la danza como medio de adoración. Por otro lado, la traducción correcta de la palabra hebrea mahol y de su correspondiente griega korós[1] ratifica el hecho bíblico de que la “danza” se usó en muchas ocasiones como expresión de alabanza a Dios.

El término mahol proviene del verbo hül, que significa “dar vueltas” o “moverse en círculos” El sentido que conlleva esa raíz gramatical incluye las emociones y las actitudes asociadas con el movimiento.[2] Por esa razón, el verdadero significado de mahol es danza; una danza que significa alegría, en contraste con el luto (Sal. 30:11; Lam. 5:15); y las alegrías que vendrán con las futuras bendiciones de Dios (Jer. 31:4, 13). Por lo tanto, cuando el salmista se refiere a esa palabra en los salmos 149:3 y 150:4, está pensando en la danza como una forma aceptable de alabanza a Dios.

Otra palabra derivada del verbo hül, muy usada en las Escrituras, y que también significa danza, es meholá, que no difiere semánticamente de mahol. Expresa júbilo y la celebración de una victoria militar (Éxo. 15:20; Juec. 11:34; 1 Sam. 18:6). También se refiere a una danza puramente religiosa (Éxo. 32:19; Juec. 21:21).

Religioso versus profano

Fundamentados en la innegable referencia bíblica a la danza como una de las formas de adoración, algunos argumentan que los bailes modernos, tal como se los practica en el mundo occidental, tienen base bíblica y, por lo tanto, la iglesia no los debería prohibir. Para contestar a ese argumento, es necesario que analicemos la diferencia que existe entre la danza religiosa o litúrgica y la profana, ambas mencionadas por las Escrituras. Un análisis minucioso de las referencias bíblicas al respecto revela que las danzas israelitas consideradas apropiadas eran de naturaleza litúrgica, e iban acompañadas de himnos de alabanza a Dios. Solamente participaban en ellas grupos de personas del mismo sexo, y sin la más mínima connotación sensual.[3]

Las danzas aceptables eran una “celebración social de acontecimientos especiales, tales como una victoria militar, una fiesta religiosa o una reunión familiar. Eran procesionales, envolventes y llegaban al éxtasis; en ellas participaban mujeres y niños, que danzaban por separado”.[4] Al referirse a la diferencia que hay entre la danza religiosa y la profana, el Diccionario bíblico adventista afirma que “la danza bíblica tiene muy poca similitud con el baile social de la moderna civilización occidental. […]. No existen evidencias de contacto físico entre los sexos”.[5]

En dos oportunidades, la Biblia refiere que hubo gente implicada en danzas inadecuadas: en ocasión de la adoración idolátrica del becerro de oro por parte de los israelitas (Éxo. 32:19), y cuando la hija de Herodías danzó para complacer al rey Herodes y a sus invitados en el banquete que culminó con la decapitación de Juan Bautista (Mat. 14:6; 6:22). Aunque es posible que los judíos hayan continuado con sus danzas en los días de Cristo, no existe evidencia alguna en el Nuevo Testamento de que la Iglesia Cristiana haya proseguido con esa costumbre. Algunos sugieren que el hecho de que la iglesia haya roto con esa tradición se debió a que la costumbre había degenerado en los días de Jesús.[6]

El peligro de la sensualidad

En contraste con las danzas litúrgicas de los tiempos bíblicos, los bailes modernos occidentales se llevan a cabo de acuerdo con el ritmo sensual de la música profana, ajena a la recomendación del apóstol Pablo a los filipenses: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil. 4:8).

Por lo tanto, no cuesta mucho llegar a la conclusión de que los bailes de hoy no guardan ninguna semejanza con las danzas litúrgicas mencionadas por la Palabra de Dios, pero sí con los bailes profanos y sensuales practicados por los hijos de Israel cuando adoraron al becerro de oro, y a la danza de la hija de Herodías en presencia de Herodes. Al leer superficialmente la Palabra de Dios, los que defienden la posición de admitir los bailes modernos en la iglesia argumentan que se trata sólo de una recreación social inocente, una simple manifestación de alegría. Para ellos, los que rechazan esta opinión son fanáticos.

En contraste con ese punto de vista, debemos reconocer que los bailes occidentales de hoy son uno de los mayores estímulos de la sensualidad. Aunque no se practiquen relaciones sexuales explícitas en su transcurso, los que participan en ellos se entregan a una sensualidad mental (Mat. 15:19, 20), claramente desaprobada por Jesús: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mire a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mat. 5:17, 18)[7] Otro asunto relacionado con el baile tiene que ver con la postura de algunas personas que reconocen que no existe relación alguna entre los bailes modernos y las danzas litúrgicas de la Biblia y, sin embargo, están dispuestos a aceptar esos bailes -y no ven peligro alguno en ellos-, siempre y cuando los practiquen personas casadas. “Aunque esas prácticas parezcan inocentes a primera vista, son los primeros pasos rumbo a estilos más avanzados de baile, que eventualmente incluirán a los matrimonios en grupos de gente dedicada a bailar”.[8]

El cristiano tiene que reconocer que la práctica de adorar a Dios por medio de la danza dejó de existir hace ya mucho tiempo, y que un principio elemental en la comprensión de estos temas es que se deben interpretar las Escrituras teniendo en cuenta la época y el lugar. Además, hoy existen muchas otras formas de adoración, como así también recreaciones que están más de acuerdo con los principios bíblicos relativos a la conducta que la excitación y la sensualidad promovidos por los bailes modernos.

Sobre el autor: Doctor en Ministerio. Pastor en la Asociación Paulista del Sur, Rep. del Brasil.


Referencias

[1] The Analytical Greek Lexicon [Diccionario griego analítico] (Harper y Hnos., publicistas, sin fecha), p. 437.

[2] R. Laird, Gleason L. Archer Jr., E. Bruce, K. Waltke, Diccionário Internacional de Teología do Antigo Testamento (Sao Paulo, SP: Sociedade Religiosa Ediles Vida Nova, 1998), pp. 437-440.

[3] Alberto R. Timm, “A danesa na Biblia”, Sinais dos Tempos (noviembre de 1997).

[4] Samuele Bacchiocchi, “La danza en la Biblia”, Diálogo Universitario, t. 12, N° 3, p. 25.

[5] Diccionario bíblico adventista (Buenos Aires: ACES, 1995), Art. “Danza”

[6] Alberto Timm, Ibíd.

[7] Ibíd.

[8] Ibíd.