Homenaje a Walter Schubert al cumplirse el 75ª aniversario de su llegada a la Argentina en 1914.

Aunque no tuve la fortuna de trabajar con Walter Schubert en sus campañas, la influencia de su liderazgo y la dinámica de su técnica produjeron gran impacto en mi vida. En el año 1939, cuando él era presidente de la Asociación Bonaerense, visitó el hogar de mis padres, en Lomas de Zamora, Buenos Aires, Argentina. Entonces el pastor W. Schubert tendría unos 43 años de edad. Era alto, delgado, de porte y maneras distinguidas. Vestía el sombrero de un diplomático y llevaba un bastón en su mano derecha. Con su acento pronunciadamente alemán, y sin poder disimular su tartamudeo, se dirigió a mi padre, en su comercio de telas y ropa confeccionada. Impresionado éste por la noble figura del visitante, lo escuchó con interés.

Yo era un joven de 17 años de edad y mi unión a la Iglesia Adventista del Séptimo Día provocó una aguda crisis de identidad. Después de diez años la tensión se suavizó cuando mi hermana Angela, ahora de Dorado, se unió a la iglesia. La visita de Schubert a nuestro hogar no cambió a mi padre, pero sí robusteció en mí la decisión de avanzar con el Señor a pesar de las dificultades.

Si hemos de ser consecuentes con la verdad histórica tendremos que admitir en Walter Schubert a uno de los evangelistas más arriesgados y comprometidos. Su nombre debería pasar a la posteridad junto a los de J. L. Shuler, Carlyle B. Haynes, W. W. Simpson[1], G. Vandeman, E. E. Cleveland, R. A. Anderson, Fordyce Detamore, D. Hammerly Dupuy[2],

Alcides Campolonngo[3], Geraldo de Oliveira, Enoch de Oliveira, Gustavo Storch[4] y otros pioneros, puesto que Schubert tenía como ellos la idea chispeante de innovador y la fascinación de una personalidad vigorosa y distinta. Estoy convencido de que su personalidad extravagante, más que su metodología, ha ejercido una influencia profunda en el programa evangelizador de toda una generación de obreros exitosos.[5]

Al tratar de analizar aspectos parciales del ministerio de W. Schubert, particularmente más cercanos a su vocación evangelizadora, nos colocamos en la ruta de un hombre encendido del fervor evangelizador, que además de haber sido un evangelista singular fue, por su personalidad y la circunstancia histórica en la cual le tocó actuar, un punto de transición entre dos épocas.[6]  Así como nosotros lo visualizamos, Schubert, por la providencia de Dios, llegó a ser protagonista, quizá no el único, pero sí la llama que encendió el fuego para un nuevo y vibrante evangelismo, y el punto de partida de la gran explosión adventista en América del Sur.[7]

Un padre que sabía inspirar

Walter Schubert nació en Bremen, Alemania, en 1896, y era el mayor de cuatro hermanos. Su padre, George W. Schubert,[8] pastor metodista, enfrentó la verdad del sábado mientras lela su Biblia. Asombrado por el descubrimiento se preguntó: “¿Por qué observamos el domingo cuando las Sagradas Escrituras hablan claramente del sábado?”.

Semanas más tarde, en una posada de la comarca, encontró el libro Bible Readings for the Home Gírele. La lectura de esta obra robusteció su convicción de que el sábado bíblico era el día del Señor. Allí mismo tomó la decisión de ser fiel a Dios; renunció a su pastorado metodista y se unió a la Iglesia Adventista del Séptimo Día y a su ministerio. Después de servir en las filas de los colportores y en el pastorado, en 1903 llegó a ser el presidente de la Asociación Adventista de Rhemish y Prusia. En un período de gran tensión espiritual, dramatizada por la catástrofe de la Primera Guerra Mundial, se lo nombró presidente de la Unión Adventista del Centro de Europa. En 1926 fue nombrado secretario consultor de la Asociación General con asiento en Washington, D. C., y en 1934 la iglesia lo designó presidente de la División de Europa Central.[9]

Fue a los pies de un padre saturado de fervor misionero y una madre piadosa y tierna donde Schubert captó el llamamiento divino para la misión.[10] Entonces nació en él el deseo de ir al Africa, pero, por razones que calificaremos de providenciales, se embarcó hacia el “continente de las oportunidades”, América del Sur. A Schubert no lo envió la iglesia, ni una junta votó su nombramiento, ni una institución pagó su pasaje, pero la misma fuerza divina que hizo sonar su clarín en Pentecostés, lo llevó al escenario de sus agonías, de sus innovaciones, de sus contradicciones y de sus victorias.[11]

Encuentra esposa en Chile

El pastor Schubert, el protagonista de nuestro ensayo, llegó a la Argentina en algún momento del año 1914. Ya han pasado 75 años desde aquel día hasta el momento en que escribimos este reconocimiento.[12] En noviembre del siguiente año estuvo en Chile y en 1921 contrajo matrimonio con Amera Balada. La historia de la familia Balada está vinculada con los comienzos de nuestra obra en el bello país andino. Y, según las fuentes que hemos investigado, todo ocurrió así. Fred William Bishop junto con Thomas Davis fueron los primeros colportores adventistas en llegar a Chile.[13] Mientras Bishop estudiaba en el entonces Colegio de Healdsburg, ahora Pacific Union College, escuchó un sermón de E. de White. En su mensaje, la hermana White hizo un dramático llamamiento para que los jóvenes estudiantes se incorporaran al programa misionero de la iglesia y fueran a los campos lejanos para dar testimonio en favor del Evangelio.[14] Aceptando el desafío, Bishop y Davis decidieron ir a Chile. El viaje en barco hasta el puerto de Valparaíso duró cincuenta y cuatro días. Cuando arribaron, ni bien habían abandonado el barco, empezaron a vender Biblias y libros a las personas que hablaban inglés. Para dar el mensaje a los que hablaban español, elegían versículos de la Biblia y pedían al transeúnte elegido que les hiciera el favor de leerlo en español. Así recorrieron el país de norte a sur y, finalmente, Bishop aventuró un viaje a las Malvinas donde sembró la primera semilla del adventismo en esas remotas islas. Como resultado de todo ese trabajo de valerosa siembra, la familia Balada aceptó el mensaje y uno de sus miembros, Amera, llegó a ser la esposa de Walter Schubert.[15] La boda se efectuó el 7 de marzo de 1921 y, a lo largo de muchos años de vida matrimonial, Amera fue para Walter una fuente de inspiración y de fortaleza. De esa unión nació una hija, Dorita, que vive en California y está casada con el Dr. Wesley Bullen

Tres episodios dramáticos

En una escuela rural de Seguí, Entre Ríos, Argentina, en 1916, Schubert inició su ministerio docente. ¿Cómo llegó allí? Mientras Schubert transitaba por una de las polvorientas calles de un pueblo norteño, sin dinero, con hambre y sin amigos, le pareció oír una voz que le decía: “Ve al correo que allí hay una carta para ti…” Aunque no conocía a nadie que pudiera interesarse en él, fue a la oficina de correos. Allí había una carta con un cheque por treinta y cinco pesos argentinos y una promesa de trabajo. La carta estaba firmada por Ernesto Roscher, un agricultor adventista de Crespo, Entre Ríos, Argentina.[16] Conmovido por esa evidencia del amor divino, Schubert buscó un lugar solitario para arrodillarse y, derramó lágrimas, elevó su voz en plegaria y dijo a Dios: “¡Gracias, Señor!” Siguió enseñando en la escuela de Seguí hasta 1918. Luego, por cuarenta y seis años hasta su jubilación en 1962, sirvió a la iglesia como maestro, oficinista, departamental, tesorero, presidente de asociación, secretario ministerial de división y finalmente como asociado ministerial de la Asociación General. A lo largo de cuarenta y seis años “pocas veces me he sentido sano”, escribió Schubert.[17] Avanzó con confianza en el Señor mientras en silencio hacia frente a las alternativas de su enfermedad.

Hubo tres momentos críticos en la vida de Schubert que desencadenaron los momentos sobresalientes en su ministerio. La primera crisis culminó en 1923, cuando algunos coetáneos pensaron que Schubert carecía de las condiciones personales para hacer evangelismo público. ¿Cómo podía una persona tartamuda hacer frente a la demanda evangelizadora? Por esta razón, hasta el año 1923, Schubert se desempeñó como maestro de escuela, oficinista y departamental a nivel de Asociación.[18] En el mismo año la iglesia lo llamó para ser departamental de la Unión Austral, con sede en Florida, Buenos Aires, Argentina, pero el presidente de la Asociación, queriendo retener a su hombre, le ofreció, aunque con resistencia, trabajo pastoral en la Iglesia de Valparaíso. Schubert aceptó con regocijo ya que consideraba que el pastorado era la puerta de la oportunidad para hacer la obra de evangelización con la cual habla soñado.[19] Cuando la noticia fue conocida algunos menearon la cabeza y dijeron: “Será un fracaso”. Sin embargo, los resultados indicaron lo contrario. Con persistencia, apoyado en la voluntad de hierro y en la continua oración, su defectuosa comunicación, en lugar de ser un impedimento, se transformó en un atractivo para los oyentes. Su personalidad distinta cautivó a su auditorio y en tres años de ardua labor el número de miembros de la iglesia de Valparaíso se triplicó. Antes, como ahora, la escasez de dinero hacía más difícil la tarea evangelizadora, pero siempre hubo líderes y hermanos que se arriesgaron y facilitaron los recursos indispensables para que se proclamara el Evangelio. Y así, la primera crisis culminó en victoria.[20]

En la segunda crisis, una mujer extraordinaria, llena de fe y comprometida con el Señor, salvó al predicador. Schubert fue “tentado a tomar ventaja en ofertas de trabajo fuera de la denominación y así librarse de las presiones económicas, y de la angustia de un evangelizado. Una mañana se dispuso a escribir su renuncia. Cuando la terminó se dispuso a entregarla, pero mientras iba saliendo, se interpuso su buena esposa Amera. Abriendo sus brazos e impidiendo su salida, le dijo: “No te dejaré salir hasta que me prometas que no abandonarás el ministerio. Yo me casé con un ministro y quiero que ese hombre llamado Walter Schubert continúe siendo un ministro de Dios”. Conmovido por las lágrimas de su esposa, Walter renovó su promesa de lealtad al Señor. Una buena mujer puede motivar a un hombre para el servicio a Dios, como también una carente de fe y confianza puede conducirlo al fracaso.[21]

Los que hemos tenido la buena suerte de ser testigos de los episodios que dieron origen a la tercera, y quizá más fructífera crisis, sabemos que Dios continúa al timón de su iglesia. El escenario de esa crisis fue el congreso cuadrienal de la Unión Austral convocado en 1946. Walter Schubert, entonces con una vasta experiencia administrativa y con treinta años de servicios en la División Sudamericana, era un candidato potencial para ocupar la presidencia de esa provincia eclesiástica. Pero, contra toda lógica, los hermanos eligieron presidente al pastor Alfredo Aeschlimann,[22] quien, aunque tenía una experiencia administrativa limitada, gozaba del respeto de todos. La sabiduría de esa elección se demostró en la habilidad y la madurez administrativa de Aeschlimann al conducir la unión con particular eficiencia al buscar los objetivos denominacionales.

Como pueden imaginarse, el chasco y la frustración de Schubert fueron amargos y los resultados difíciles de entender en ese momento, pero Dios tenía un plan mejor. Una puerta se había cerrado para siempre, pero Dios había abierto otra y por ella ingresó.

Schubert para vivir los últimos años de su ministerio en la romántica aventura de la evangelización. Durante treinta años habla deseado hacer la obra evangelizadora sin retaceos ni impedimentos, pero los hermanos intentaron hacer de él un administrador. En verdad fueron años de aprendizaje duro, aunque la experiencia ganada fue fructífera. Ahora estaba esperando, aunque no acabadamente, para hacer de la proclamación evangelizadora la tarea exclusiva de su vida. Los años 1946-1948 marcaron el punto de transición; el final de una era y el comienzo de una nueva experiencia en la vida de Schubert.[23] En este año, Schubert pasó a ser el evangelista de la División Sudamericana.

Una revolución en la metodología

El escritor católico Robert Wood señaló una vez el punto débil de la evangelización adventista. Afirmó que los adventistas encontraron mucha oposición en América Latina porque fueron abiertamente anticatólicos.[24] Confiesa cándidamente que, sin embargo, “los adventistas del séptimo día se encuentran en todas partes de la América Latina… Son tan activos como grupo misionero, que las tres cuartas partes de ellos están fuera de los Estados Unidos”. Al concluir hace esta observación: “Si su enfoque fuera más positivo y diplomático sin duda obtendrían aun mayor éxito”. Eso es lo que Schubert quiso implementar. Puede discutirse si alcanzó esos objetivos o no, pero lo que nadie podrá negar es que tuvo la intención de presentar el Evangelio desde una perspectiva diplomática, positiva y atractiva. Schubert avanzó enormemente en la dirección correcta. Logró dos grandes objetivos: Abandonó el enfoque protestante de los ministros norteamericanos, técnica que demostró ser insuficiente o inadecuada, e introdujo una metodología más armónica con el temperamento y con la cultura a la cual dirigía su mensaje.

El pastor Schubert narraba un incidente histórico que demuestra la importancia de escuchar y evaluar las opiniones de los hermanos laicos. Mientras él realizaba una campaña de evangelización en la Iglesia de Palermo, en la ciudad de Buenos Aires, la hermana F. Longhi le dio un consejo que apresuró un cambio metodológico.[25] Esta hermana habla logrado traer a las reuniones a varios de sus familiares, pero al día siguiente fueron a la iglesia católica a confesarse por temor de haber cometido un pecado mortal. La hermana Longhi dijo a Schubert que sus familiares hablan estado durante todo el tiempo de la predicación temblando de miedo, especialmente cuando se los invitó a dar ofrenda, cantar y orar.[26] Entonces, hizo la siguiente acotación: “¿Por qué insiste en hacer que los asistentes a sus reuniones oren, canten y den ofrendas cuando en realidad se los ha invitado para oír un tema religioso? Usted debiera dar las conferencias como lo hacen los profesores de la universidad, y si necesita dinero pídalo a los hermanos en la iglesia”. Aquella noche, Schubert se desveló. Por la mañana citó a la junta directiva de la Asociación para realizar una consulta especial. Les explicó lo ocurrido con la hermana Longhi. El pastor Hammerly Dupuy apoyó ampliamente la innovación y la junta votó que se hiciera un intento piloto. Se alquiló un teatro con capacidad para 400 personas. El resultado fue sorprendente, y originó una nueva dimensión evangelizadora desconocida hasta entonces.[27] Pronto los pastores de Argentina y Uruguay siguieron su ejemplo y como consecuencia el número de conversos aumentó considerablemente.

De esta manera llegamos al final de este ensayo cuya finalidad fundamental es recordar a un hombre que vivió en un tiempo difícil para la evangelización, pero se arriesgó en la romántica aventura evangelizadora y ganó. Su ejemplo es como un grito que desafía a los ministros para que lo imiten en estos días de incertidumbre y conflicto.[28]

En el horizonte de cada ser humano hay objetivos terrenales correctos y legítimos que merecen el intento de ser alcanzados, pero para el creyente, consagrado y leal, hay una pasión que no debe menguar, es la pasión por la salvación de las almas.[29] La obra del evangelizador estará en su cénit si nuestra mirada está fija en nuestro Señor. La metodología de Schubert no fue perfecta, su personalidad no fue perfecta, pero su pasión por las almas sí lo fue y eso significa mucho. En su compromiso con el Eterno, Schubert demostró que los creyentes en el Señor pueden avanzar y triunfar aún cuando la conquista parece imposible. El pastor Schubert se dejó arrastrar por su ideal misionero y Dios le dio la victoria.[30]


Referencias

[1] Véase Howard B. Weeks, Adventist Evangelism in the Twentieth Century (Review and Herald, 1969), pág. 19.

[2] Daniel Hammerly Dupuy (1907-1972), doctor honoris causa de la Universidad Andrews, 1970, fue un pensador agudo, un escritor prolífico, un arqueólogo, un antropólogo y un evangelizador de nota. La Universidad Adventista de la Unión Incaica, con sede en Ñaña, Perú, lo honró en forma póstuma y hoy la biblioteca de la universidad lleva su nombre

[3] Alcides Campolongo fue por 30 años el evangelizador de la ciudad de San Pablo, Brasil. Es el locutor de nuestros programas radiofónicos y televisivos. Ha bautizado más de 10.000 preciosas almas, y realizó alrededor de 500 casamientos. Su personalidad amable, realzada por su sonora voz y su cautivante sonrisa, además de su amor por la iglesia, le dieron una posición de privilegio como evangelizador.

[4] Geraldo de Oliveira, Enoch de Oliveira y Gustavo Storch hicieron contribuciones positivas y crearon motivaciones profundas en la evangelización pública. Los frutos se ven en la pujanza de la Iglesia Adventista del Brasil.

[5] Carta del Dr. Rubén Pereyra a Salim Japas, 2 de mayo de 1974.

[6] Enoch de Oliveira, South América, the Adventist Message and the Method (monografía presentada como requisito académico en la Universidad Andrews, mayo de 1967), pág. 21.

[7] Carta del Dr. Joel Sarli a Salim Japas, 11 de mayo de 1976.

[8] George W. Schubert (1869-1943), nació en Potsdam, Alemania, en el año 1869 y murió en 1943.

[9] Véase, Don Neufeld, ed., The Seventh-Day Adventist Encyclopedia (Washington, Review and Herald, 1976), págs. 248, 249.

[10] El manuscrito inédito de Walter E. Murray, ex vicepresidente de la Asociación General y ex presidente de la DSA, en posesión del autor, indica que cuando Walter Schubert llegó a la edad de 14 años su padre mantuvo un diálogo con él. En esa ocasión se le ofreció a Walter la oportunidad de elegir la iglesia a la cual quería pertenecer. Walter prefirió la adventista. El bautismo de Walter, junto con otros quince conversos, se efectuó en secreto en un edificio de cuatro pisos. Los catecúmenos y los pocos testigos prometieron mantener en secreto lo que habla acontecido, porque las así llamadas “sectas” podían predicar pero les estaba absolutamente prohibido administrar los sacramentos.

[11] Carta de Walter Schubert a Salim Japas, 15 de abril de 1974

[12] El documento de Walter E. Murray, que ya hemos mencionado, informa que cuando estalló la Primera Guerra Mundial (1914-1918), los padres de Walter, ante el peligro de que su hijo fuera incorporado a las filas del ejército, decidieron enviarlo fuera del país, a Sudamérica, con un agricultor adventista de origen alemán que viajaba a Argentina. Después de tres años de duro trabajo en la cosecha de maní, Walter fue despedido por causa, en gran medida, de una incompatibilidad temperamental con el dueño de la plantación (véase además la carta de Walter Schubert a Salim Japas del 6 de marzo de 1975).

[13] Fred William Bishop. Las fechas asignadas a él fueron proporcionadas por Guillermina Bishop de Vyhmeister, hija de Fred, en carta del 10 de mayo de 1974, dirigida a Salim Japas.

[14] Véase “This Cuesthader Adventist”. SDA Encyclopedia, págs. 225 a 228.

[15] ibíd., pág. 100.

[16] Walter E. Murray, op. cit., pág. 4.

[17] Carta de Walter Schubert a Salim Japas, 29 de abril de 1974.

[18] Carta de Walter Schubert a Salim Japas, 15 de abril de 1974.

[19] El manuscrito de Walter E. Murray, citado varias veces en nuestro trabajo, indica que cuando Walter Schubert era niño presenció un debate público entre su padre y varios pastores luteranos. Aunque a los niños les estaba prohibido asistir, Walter logró burlar la vigilancia familiar. En el salón público Walter aplaudió a su padre hasta el cansancio y luego pasó ai frente para saludarlo cuando el debate había concluido en favor de los adventistas.

[20] ibid., pág. 6.

[21] Véase Walter Schubert, My Spiritual High Andes (Review and Herald, 24 de julio de 1958), pág. 14.

[22] Alfredo Aeschlimann nació en Chile en 1904. Era descendiente de suizos. Se bautizó en la Iglesia Adventista del Colegio de Chillán en 1923. De su matrimonio nacieron dos hijos, Lucy y Carlos Edy. Este último se desarrolló como obrero de gran eficiencia en el área de la evangelización. Carlos E. fue evangelista de la Asociación Bonaerense y de la Unión Austral hasta 1965. Desde esa fecha en adelante se constituyó en el generador de un avance evangelizador significativo en la División Interamericana, actuando primero como evangelista de la Unión Mexicana, y luego como secretario ministerial y evangelista de la División. En 1985 pasó a ocupar la posición de secretario ministerial asociado de la Asociación General y encargado del plan “Cosecha 90”. Don Alfredo Aeschlimann, su padre, después de un exitoso trabajo como administrador de la Unión Austral, en 1955 pasó a Cuba donde enseñó y dirigió el departamento de teología del Colegio de las Antillas. En momentos difíciles para la iglesia, asumió la presidencia de la institución. Más tarde pasó a ser presidente de la Unión Mexicana, culminando su ministerio de 50 años de servicio como secretario ministerial de la División Interamericana. El y su esposa, María Dolores, viven ahora en Coral Gables, Florida, Estados Unidos.

[23] Enoch de Oliveira, op. cit., pág. 21.

[24] Robert Wood, Missionary Crisis and Challenge in Latin America (Saint Louis, Herder Book Co., 1964), pág. 62.

[25] Carta de Walter Schubert a Salim Japas del 27 de marzo de 1974. Aunque no se nos da la fecha del incidente referido, podemos afirmar que tuvo que haber ocurrido entre los años 1937 y 1939.

[26] ibid.

[27] Aquellos que tuvimos ocasión de escuchar a Walter Schubert en más de una oportunidad, sabemos que sus mensajes eran profundamente inspiradores. Con el tiempo, logró atraer públicos numerosos. Entre sus campañas de mayor éxito pueden mencionarse las de Quito (Ecuador), Manaos (Brasil), Habana (Cuba) y Milán (Italia), entre otras.

[28] Véase The Ministry, abril de 1960, pág. 15.

[29] Salim Japas, Fuego de Dios en la evangelización, pág. 3.

[30] Walter Schubert durmió en elSeñor, plácidamente, en su casa de Loma Linda, California, el 28 de octubre de 1980.