El testimonio de un pastor jubilado estimula tanto a jubilados como a pastores activos.
Doy gracias al Señor, porque me ha cuidado y me ha librado de morir en manos de ladrones.
Hace aproximadamente cinco años, cuando pastoreaba un distrito de Guayaquil, en horas de la mañana iba a ungir a una enferma. Al caminar una cuadra, más o menos, fui asaltado por tres hombres que con cuchillo en mano me tiraron al suelo y me dijeron: “Si hablas te matamos”.
Considerando el peligro en que me encontraba, no dije nada. Sólo pensaba en Jesús.
Una vez que me robaron, un hombre, a quien nunca había visto, abrió la ventana de su casa y dijo en voz alta: “¡No le hagan ningún daño!” Al oír esto los ladrones, me dejaron.
Luego, procedí a cumplir mi deber como pastor. Volví a mi casa. Y lo primero que hice fue dar gracias al Señor por su protección, y allí, de rodillas, le entregué mi vida para que la dirigiera plenamente y me diera la oportunidad de ganar muchas almas para El.
Esta gracia me ha sido concedida. Hoy sigo colaborando en la obra de Dios como capellán de la Clínica Adventista de Quito. Con el poder del Espíritu Santo he llevado a las aguas bautismales a 110 almas durante los cuatro años de jubilado.
Que este testimonio anime a mis colegas que se han jubilado a seguir ganando muchas almas para que Jesús venga pronto a buscarnos.
*El pastor Carlos Avendaño, pastor jubilado, dirigió una serie de conferencias durante la campaña metropolitana de Quito, que se realizó en 1987. Durante ese año, por la gracia de Dios, ganó 50 almas. (¡Y ya hace cuatro años que está jubilado!)
Sobre el autor: Carlos Avendaño es pastor jubilado y se desempeña como capellán en la clínica adventista de Quito, Ecuador.