Con gran satisfacción percibimos en las filas de nuestra denominación la conciencia creciente de la necesidad de hacer una obra más cabal al establecer en la verdad a los nuevos creyentes. No basta que les ayudemos a conocer sus diarias necesidades devocionales de manera que progresen como cristianos recién nacidos en la vida espiritual; también deben sentirse felices en nuestra compañía y deben crecer para convertirse en creyentes útiles. Leemos en las páginas de un libro muy valioso publicado hace poco:

“Debemos decir con énfasis que la situación actual es seria. Hemos recibido muchos conversos. Pero dentro de diez años, ¿serán más fuertes nuestras iglesias? ¿Serán esos conversos hombres y mujeres de estatura cristiana? ¿Estarán colaborando en las tareas del reino? O ellos, como muchos de sus predecesores, ¿nos habrán dejado para volverse a los ‘flacos y pobres rudimentos’ del mundo (Gál 4:9)? ¿Podemos fundar a nuestros conversos en el carácter cristiano? ¿Podemos conservarlos para nuestra organización eclesiástica, para el servicio cristiano, para la actividad en el reino? ¿Podemos cerrar el agujero en el fondo de la bolsa? Es este un asunto de trascendental importancia y que debe ser tratado inmediatamente.”—Arturo C. Archibald, “Establishing the Converts” pág. 18.

“‘El que prende almas, es sabio’ (Prov. 11:30); y nosotros somos más que heraldos de buenas nuevas; queremos prender almas. Como ministros, somos pastores y maestros con responsabilidades de supervigilancia, desarrollo y preparación. La pregunta no es sencillamente: ‘¿Ganasteis al hombre?’ Igualmente, importante es esta otra: ‘¿Conservasteis al hombre?’”— Id., págs. 17, 18.

En el mismo libro se nos presenta con respecto a la iglesia en general una situación que a menudo pasamos por alto en la iglesia:

“Miles de nuestros reclutas nos abandonaron en los últimos años porque el concepto de la vida cristiana que les ofrecíamos era demasiado pequeño, demasiado estrecho y restringido para mantener su interés. Sólo una gran tarea puede mantener a los grandes hombres aferrados a un gran discipulado. Los hombres no permanecerán leales a una institución o a un sistema de vida, a menos que vean en ellos algo significativo o que tenga un propósito suficientemente grande como para llevar tras sí toda su alma.”—Id., pág. 32.

El mismo autor nos impulsa a reflexionar con la declaración que aparece en su libro, en la página 37:

“Sería sumamente bueno que cada pastor y cada iglesia se detuviera para interrogarse: ‘Si Dios nos diera cien conversos el próximo año, ¿qué haríamos con ellos y por ellos?’ Temo que nuestro primer pensamiento se haya concentrado en conseguir que se unan a nuestra iglesia. Necesitamos algo más que evangelismo porque esta gente que viene a nosotros como fruto de nuestros esfuerzos evangélicos, tiene ciertas demandas justificadas sobre nosotros.

La responsabilidad es de todos

Se pueden ocupar horas enteras analizando las debilidades de este aspecto de nuestra obra evangélica, pero haríamos mejor si dedicáramos nuestro tiempo a hacer algo constructivo. La responsabilidad de nuestros nuevos conversos recae sobre cada adventista, y no sobre el evangelista solamente. Tampoco es ésta la obra exclusiva del pastor o de la instructora bíblica. No es ésta tampoco la responsabilidad de los departamentos de nuestra organización, porque por la misma naturaleza de la situación, esta obra no debiera ser clasificada como uno de los tantos proyectos que se promueven en la iglesia. Los dirigentes debieran preparar a toda la feligresía para que haga su parte.

La disminución de nuestras pérdidas en número de miembros debiera pesar sobre los hombros de los obreros que realizan los primeros contactos con esas almas recién convertidas. Pablo declara: “Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; que en Cristo Jesús yo os engendré por el Evangelio”. (1 Cor. 4:15.) Estos son los hijos espirituales del obrero evangélico. Necesitan nutrición cuidadosa. Para sentir la responsabilidad de esta paternidad espiritual, los obreros necesitan una nueva visión del amor y la devoción de su Maestro. Depositar su deber sobre otros obreros que no pueden ayudar a los nuevos conversos como pueden hacerlo los padres espirituales, es un método que no va a dar resultados. Podemos tratar de resolver el problema organizando grupos especiales con el propósito de cuidar y ayudar a los nuevos conversos, y debemos hacerlo por causa del aumento siempre creciente de nuestra obra evangélica; pero el evangelista, el pastor y la instructora bíblica deben conservar aún la responsabilidad de padres espirituales. Ninguna obra, por más atractiva que sea, debiera impulsarnos a abandonar a estas almas en manos de los demás. Dios nos responsabilizará en primer lugar por estos corderos de su rebaño.

La necesidad de un programa espiritual

El autor del libro previamente citado, que podríamos recomendar a cada obrero evangélico, pone énfasis en la gran necesidad de un programa educacional bajo el auspicio de la iglesia después que se ha dado la bienvenida a los nuevos creyentes. Deben convertirse en ganadores de almas, pero primeramente deben aprender cómo vivir la vida cristiana antes de impartir el mensaje a su familia y vecindario. Pues la actividad solamente no los mantendrá unidos a su nueva fe; necesitan estar bien fundados en su vida devocional, no en las verdades doctrinales solamente. No hay oportunidad mejor para esto que nuestro bien organizado programa de la escuela sabática. Estos nuevos creyentes necesitan ser nutridos de la Palabra, y debiera confiárselos a maestros espirituales y ganadores de almas. Estos conceptos podrían aplicarse a los niños y los jóvenes también. Por lo tanto debiéramos seleccionar los distintos aspectos de la lección a fin de presentar los principales en el tiempo de que disponemos.

La reunión de oración debiera ser uno de los elementos más importantes en el plan educacional del pastor con respecto a los nuevos conversos. Una serie breve pero bien organizada de estudios bíblicos será fascinante para ellos. No desearán perder ninguno de los estudios de la serie. Al comienzo de su experiencia espiritual, debiera llevárselos a la clase de maestros de la escuela sabática. Pero antes de que ellos mismos comiencen a enseñar, debiera enseñárseles a hacerlo. La celebración de cursos educativos sobre temas como éstos: “Cómo dar estudios bíblicos,” “El arte de colportar,” prepararán mejor al converso.

Tal vez más importante que ningún otro aspecto de, 1a experiencia del nuevo converso es el lugar que ocupará en la vida social de la iglesia. Algunos podrían pensar que sus necesidades sociales debieran preceder a las devocionales, pero aunque ocupen un lugar muy importante en su crecimiento, sólo le siguen. Una persona verdaderamente convertida se interesa más en recibir instrucción con respecto a la Biblia para ayudar a salvar a sus familiares y amigos, que en introducirse en una atmósfera social. Pero aunque sus necesidades sociales no ocupen el primer lugar en su pensamiento, se las debiera tomar en cuenta. Nos vemos en el caso de tener que mencionar aquí que en algunas de nuestras iglesias los programas sociales se desarrollan a menudo entre grupos reducidos. Será difícil convencer a estas personas bien intencionadas en cuanto a la gravedad de la situación, pero el problema ciertamente necesita solución. Debiéramos, por eso mismo, visitar a los que no están muy adaptados socialmente. Nuestras juntas de actividades sociales debieran responsabilizarse por el desarrollo de los que necesitan más en este sentido, como ser los tímidos, tal vez.

A menudo los nuevos conversos han sido separados de sus antiguas relaciones. Necesitan ahora un incentivo para el celo. Desde el principio debiera relacionárselos con un buen ganador de almas, alguien que haya tenido larga experiencia en la obra en favor del Maestro. Debieran amoldarse los caracteres de tal manera que existiera una estima mutua. Se necesita una persona de buen juicio para que sea un buen guía. Se necesita tener en mente que el programa de actividad misionera semanal debiera ser realizado de acuerdo con un plan bien trazado, y que el tiempo dedicado al servicio debiera aumentar gradualmente. Es mejor detenerse cuando el interés es vivo aún, y el nuevo obrero no se ha cansado completamente. Este tipo de actividades no debiera limitarse a solicitar algo de la gente. Es bueno introducir alguna variedad en las empresas misioneras.

Ayuda de un amigo consagrado a la oración

El nuevo converso será un niño en la verdad por algún tiempo. Seguramente afrontará circunstancias deprimentes durante las cuales necesitará una mano amable y firme que lo conduzca hacia adelante. Su amigo, su guardián bien probado—llamémoslo así, —sabrá cuándo proporcionarle consejo y cuándo orar por él. Crecerá mejor cuando se dé cuenta de que se lo ama y sienta la seguridad de la confianza cristiana. Si en un momento en que no se ha mantenido en guardia tropieza en la senda de la consagración, su amigo debiera orar por él mientras pasa por esa situación deprimente. Muchos de nuestros creyentes pierden pie porque no están acostumbrados a las tretas del mundo ni a la presión y los insultos de sus parientes no adventistas. ¡Cuántos se habrían salvado de apartarse completamente de nosotros, si hubieran tenido a su lado más ayudantes llenos de comprensión! La preparación de estos ayudadores debiera ser una de las actividades más importantes de cada pastor y obrero evangélico.

Cuando alguna alma tentada sea vencida por Satanás, que los que son de índole espiritual apliquen la lección del Maestro: “La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará, hasta que saque a victoria el juicio.” (Mat. 12:20.) Lo más rápido es separar de la iglesia al transgresor; pero la actitud inspirada en el amor consiste en ganarlo de nuevo para el Señor. Al principio puede ser en forma ocasional se abandone por completo a sus antiguos malos hábitos, pero debemos proseguir en el espíritu de Cristo para ayudarle a ganar la completa victoria hasta que se hayan empleado todos los medios tendientes a este fin. Tales experiencias traerán a la iglesia nuevo poder espiritual.

El hecho de separar un miembro de la iglesia es siempre deprimente para los fieles. Todos debiéramos tratar de descubrir métodos para poner fin a estas aparentes apostasías que ponen en evidencia en forma demasiado vivida nuestra obra evangélica apresurada e incompleta. Sería bueno que nuestros obreros consideraran con oración los incidentes por los cuales pasaron los apóstoles durante los primeros días de la iglesia cristiana. Allí descubriremos los verdaderos métodos que nos ayudarán a mantener en la fe a los conversos de la actualidad.

Aceptemos el desafío de Cristo de que cada uno de nosotros es llamado a trabajar para la ganancia de almas. Al estudiar la Palabra de Dios y las lecciones descollantes del espíritu de profecía, comprenderemos que la iglesia debe “llevar mucho fruto.” El fruto de nuestra obra evangélica será más duradero, porque Dios se propone que “vuestro fruto permanezca.” (Juan 15:8, 16.)

El evangelismo siempre ha requerido que la obra se prosiga después de concluido el ciclo de conferencias. Los obreros de la actualidad pueden aprender lecciones valiosas de los incidentes que vivieron los apóstoles.

La preocupación de Pablo por los nuevos creyentes en la iglesia cristiana primitiva

1. Pablo predicó, enseñó, confirmó, exhorto, ordenó ancianos y encomendó los creyentes al Señor. (Hech. 14:21, 22; Tito 1:5.)

2. “Volvamos a visitar a los hermanos por todas las ciudades, . . . cómo están.” (Hech. 15:36.)

3. “Que cumplamos lo que falta a vuestra fe.” (1 Tes. 3:10.)

4. “Para que sean confirmados vuestros corazones en santidad.” (Vers. 13.)

5. “A confirmaros y exhortaros en vuestra fe.” (Vers. 2.)

6. “A reconocer vuestra fe, no sea que os haya tentado el tentador.” (Vers. 5.)

7. “No sea que… nuestro trabajo haya sido en vano.” (Vers. 5.)

8. “Amonestando a todo hombre, y enseñando en toda sabiduría.” (Col. 1:28.)

9. El propósito de Pablo: la perfección en Cristo de todo ser humano. (Vers. 28; Gal- 4:19.)

10. El hecho de estar arraigados y fundados en amor es una señal de la madurez cristiana. (Efe. 3: 4-19.)

11. La razón del apóstol para las visitas personales: para impartir algún don espiritual- (Rom. 1:11; 1 Cor. 12.)

12. Prepara a los creyentes para “la defensa y confirmación del Evangelio.” (Fil. 1:1-11-)

13. Los nuevos creyentes crecen al desear “la leche espiritual.” (1 Ped. 2:1, 2.)

14. Juntar de nuevo los conversos en la verdad presente. (2 Ped. 1:12.)

15. Pablo solucionó las dificultades de la iglesia que tendían a desalentar a los conversos. (2 Cor. 13:6, 9, 10.)

16. Reconoció su responsabilidad paternal para con las iglesias recién organizadas. (1 Tes. 2:1-18; 1 Cor. 4:15.)

17. La oración constante y el cuidado por la juventud en su fe. (I Tes. 1; Rom. 1.)

18. Listo para morir por la grey. (2 Cor.7:3,12.)

Sobre el autor: Secretaria adjunta de la Asociación Ministerial del Asoc. General.