¿Qué podemos encontrar en la historia adventista acerca de la postura de Elena de White sobre la ordenación de la mujer? Si bien no abordó el tema como tal en sus escritos, por lo que no prohibió ni favoreció de un modo explícito la ordenación de la mujer, ¿podemos descubrir alguna actitud favorable estudiando sus acciones? Este articulo examinará las afirmaciones que se han formulado basándose en ciertos documentos y eventos históricos en un esfuerzo por ver si esta autora apoyaba la ordenación de las damas como pastoras o ancianas. Hacia el final del trabajo se presentarán algunas declaraciones clave de Elena de White sobre el papel de la mujer en la obra de la evangelización.

Elena de White, ¿fue ordenada al ministerio?

No se ha encontrado ningún registro de que Elena de White haya sido ordenada por manos humanas. Sin embargo, desde 1871 hasta que murió, diferentes organizaciones de la iglesia le otorgaron diversas credenciales. El certificado que utilizó decía: “Pastor ordenado”. Aún se encuentran en nuestro poder varias de sus credenciales que se remontan a mediados de 1880. Por otro lado, en la credencial expedida en 1885 casi está borrada la palabra “ordenado”. Incluso en el certificado de 1887, el siguiente que tenemos, no lo está.

¿Fue ordenada en un periodo intermedio? Algunos sostuvieron que sí. Pero este tema lo define ella misma. En 1909, Elena de White completó un formulario para los archivos de la Asociación General, titulado: “Biographical Information Blank” [Hoja de información biográfica]. En el renglón del punto 19, que pregunta: “Si es ordenado, indique cuándo, dónde y por quién”, ella sencillamente puso una X. Esta es la misma respuesta que le dio al punto 26, que pregunta: “Si se volvió a casar, indique la fecha y con quién”. De este modo, indicó que ella nunca se volvió a casar, y que tampoco nunca había sido ordenada. No negaba que Dios la hubiera elegido y dotado para una labor, pero estaba indicando que nunca había sido objeto de una ceremonia de ordenación.[1]

No se tenía esta categoría de credencial para este ministerio. Se utilizaban las licencias impresas y se entregaba la credencial sin realizar ceremonia de ordenación alguna.

¿Por qué es que algunas de sus credenciales dicen: Ordained Minister [Pastor ordenado]? El hecho de que el vocablo “ordenado” se hubiera tachado en algunas ocasiones indica la dificultad de darle credenciales a un profeta. La iglesia no contaba con una categoría de credenciales para este tipo de ministerio. Por lo tanto, utilizaba las licencias que tenía impresas, otorgándole el tipo de credencial más importante sin realizar ninguna ceremonia de ordenación. En realidad, el profeta no necesita que se le concedan credenciales humanas. Elena de White trabajó a lo largo de veinticinco años antes de 1871, sin tener este tipo de licencia.

La autorización para las mujeres en el ministerio

Hubo cierta cantidad de damas que recibieron licencias ministeriales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día hacia fines del siglo XIX y principios del siglo XX. En su mayor parte, estas damas eran esposas de pastores ordenados, y muchas de ellas se enrolaban en una actividad parecida a la labor de la instructora bíblica. Algunas de las excepciones fueron Minnie Sype, Lulu Wightman y, aparentemente, Ellen Lane, quien se desempeñó como evangelista pública. Hasta la fecha no tengo ninguna evidencia de que haya habido damas a cargo de iglesias. Es posible que una investigación posterior arroje luz sobre este aspecto.

Recientemente, algunos han sugerido que las circunstancias por las que se conceden licencias a damas como ministros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día implican que también se las debiera ordenar. El argumento, en pocas palabras, es el siguiente:

En 1878 se produjeron dos eventos de importancia: la Iglesia concedió licencias para que las damas sirvieran como ministros, y también invitó a que se sometiera a examen a quienes habían de recibir la licencia, porque se entendía que la credencial ponía a la mujer en camino a la ordenación. Elena de White tomó parte activa en el examen que calificaba a los candidatos a recibir licencia ministerial, y algunas de estas personas eran mujeres. Poco después que la iglesia comenzó a otorgar estas licencias, se consideró la posibilidad de ordenar a las damas. Aunque la propuesta no se adoptó, la Sra. de White no se opuso a esta iniciativa. Más bien, sugirió que se ordenara a la mujer a los ministerios eclesiásticos y recibiese su salario de los diezmos.

En esta perspectiva aparecen varias inexactitudes. La primera, Ellen Lañe recibió por primera vez una licencia no en 1878, sino en 1875, cuando también recibió la suya la hermana Roby Tuttle.[2] Con todo, éstas no fueron las primeras damas en recibir la licencia ministerial. Este honor parece pertenecer a Sarah A. H. Lindsey, quien recibió su licencia de la Asociación de Nueva York y Pensilvania el 9 de agosto de 1871 [3] Por esta razón, la licencia de estas damas no puede demostrar que la iglesia pensase por ese tiempo que la entrega de una credencial conducía a la ordenación. El voto por el que se invitaba a un examen antes de otorgar una licencia a una persona, se produjo siete años después de que aquella primera dama había recibido su credencial ministerial, y el tema de la ordenación de la mujer no fue considerado hasta 1881, diez años después del primer otorgamiento de una licencia a una dama.

En segundo lugar, no hay evidencia absoluta de que Elena de White hubiese tomado parte activa en el examen de candidatos, hombres o mujeres, para recibir una licencia. La afirmación de que ella cumplió esta labor se fundamentó en un par de evidencias: 1) la Sra. de White asistió a algunas reuniones de junta de algunos campos en los que se otorgó licencia ministerial,[4] y 2) escribió el siguiente comentario durante su estada en una reunión campestre de Oregón: “Ayer ni siquiera pude sentarme, puesto que tengo mucho que escribir, atender diferentes casos con solicitudes de licencias, hablaren público, mostrar la falta de idoneidad de diferentes personas para enseñar a otros la verdad, todo lo cual era demasiado para mis fuerzas”.[5]

Esta frase no dice que ella haya tomado parte en el examen o, como se ha afirmado, que había recomendado que no se otorgase licencias aciertos candidatos. La declaración meramente enumera actividades que había estado realizando y no establece un vínculo entre “encontrarse” con diversos candidatos y “mostrar la falta de idoneidad” de ciertas personas para enseñar la verdad. La falta de conexión entre esos dos elementos queda demostrada por la interposición entre las dos frases de otro elemento: “Hablar en público”. Por otra parte, aquí no se percibe ninguna pista de que alguno de los candidatos sea femenino.

Si la labor de Elena de White de “mostrar la falta de idoneidad de diversas personas para que puedan enseñar a otros la verdad”, no estaba en el contexto del otorgamiento de una licencia, ¿en cuál se lo podría ubicar? Una posible pista aparece más tarde en el mismo párrafo, donde ella describe su sermón de la noche anterior: “aquí me referí a la genuina santificación y a su falsificación que es tan común”.[6] ¿Acaso estaba contraatacando una falsa doctrina que se hubiera enseñado allí y habla mostrado la falta de idoneidad de quienes la estaban enseñando? No lo sabemos con certeza. Pero va más allá de los hechos afirmar que la Sra. de White, en este contexto, recomendó que ciertos candidatos no recibieran su licencia ministerial.

La tercera inexactitud se manifiesta al afirmar que la Iglesia consideró la ordenación de la mujer poco después de que comenzó a entregar licencias a las damas, Indicando que la licencia ponía a una dama en el sendero a la ordenación. Ya hemos demostrado anteriormente que no fueron tres años (1878-1881), período que correspondería, aproximadamente, al tiempo entre el otorgamiento de una licencia y la ordenación al ministerio adventista, sino que en realidad fueron diez años los que separaron el otorgamiento de una licencia a una dama y el momento cuando se comenzó a considerar la ordenación de mujeres al ministerio evangélico. Además, los eventos que rodearon esa consideración necesitan alguna explicación adicional.

La comisión que trabajó en la sesión de la Asociación General en 1881 introdujo la siguiente consideración:

“Resuelto. Que las damas que posean las calificaciones necesarias para desempeñarse en ese cargo, puedan, con total propiedad, ser apartadas por ordenación a la obra del ministerio cristiano”.[7]

Luego de una discusión en la que hablaron ocho delegados, la resolución se transfirió a la Asociación General.[8] La transferencia a una comisión es una forma de proporcionar un estudio más cuidadoso a un tema acerca del que la mayoría tiene dudas. Este recurso también funcionó a veces como un medio de atender un tema que no debiera pasar, sin que se haya votado en su contra. Aunque las sesiones de la Asociación General se realizaron anualmente hasta 1889 (cuando comenzaron a realizarse cada dos años), ni la comisión, ni ningún otro sector volvió a abordar el tema hasta hace unos pocos años. Aparentemente, la idea de ordenar damas contaba con muy poco apoyo en la iglesia en esa época. Pero, ¿Elena de White aprobaba esta ordenación?

El silencio de Elena de White

La Sra. de White no estuvo presente en la sesión de la Asociación General de 1881. De todos modos, ella leyó el informe de los acuerdos tomados en la Review unas pocas semanas después, o escuchó acerca de ellos de labios de su hijo William C. White, pero no tenemos ninguna información acerca de que hubiese tomado posición a favor o en contra de la ordenación de la mujer. Los sectores que hoy proponen la ordenación, niegan que su silencio signifique una aprobación a la forma como se abordó el asunto. Dicen, a la luz del estímulo que transmitió a la mujer para que participase en la obra de la iglesia y su responsabilidad en advertir a la iglesia contra el error, que ese silencio a lo menos, debiera ser considerado como permisivo.

Sin embargo, el silencio de Elena de White, no favorece ni prohíbe la ordenación de la mujer. Pero si lo favoreciera, ¿por qué no habló cuando la iglesia se distanció del tema de la ordenación de la mujer? Bien pudo haber considerado que el asunto no era importante. Y si consideró que la iglesia no debía ordenar a la mujer, pudo haber optado por no hacer ningún comentario sobre la resolución, sencillamente, porque no se lo necesitaba. La corrección no era necesaria porque la iglesia no estaba por ordenar a las damas.

Unos pocos años después Elena de White adoptó un curso de acción similar al enfrentar la crisis provocada por el panteísmo. En relación con esta crisis, que surgió cuando el Dr. John Harvey Kellogg publicó el libro Living Temple, ella escribió que: “Por el tiempo cuando se publicó Living Temple, pasaron delante de mí, durante la noche, símbolos que indicaban que algún peligro se avecinaba, y que debía prepararme para él poniendo por escrito las cosas que Dios me había revelado acerca de los principios fundamentales de nuestra fe. Se me envió un ejemplar de Living Temple, pero quedó en mi biblioteca sin que lo leyera. Por la luz que me dio el Señor, supe que algunas de las opciones propiciadas en el libro no llevaban la aprobación de Dios y que era una trampa que el enemigo había preparado para los últimos días. Pensé que eso sería ciertamente discernido y que no sería necesario que yo dijera nada en cuanto a él”.[9]

Es evidente que la Sra. de White no hubiera dicho nada si los dirigentes hubiesen discernido el peligro de los conceptos que se encontraban en Living Temple y hubieran actuado contra él. Sin embargo, su silencio no significó un respaldo al panteísmo. Elena de White habló sólo cuando resultó evidente que el error ganaba terreno.

Encomendada a protestar contra la injusticia

Si negar la ordenación a la mujer fuera —como algunos afirman actualmente— arbitrario, injusto y opresivo, supongamos que Elena de White habría hablado al respecto. Ella afirmó: “Se me encomendó que no descuidara ni pasase por alto a los que están en el error. Se me recomendó especialmente que protestara contra cualquier arbitrariedad o actitud altanera hacia los ministros del evangelio por parte de los que tienen autoridad oficial. Aunque la tarea no resulta agradable, debo reprobar al opresor, y reclamar la justicia. Debo presentar la necesidad de mantener la justicia y la equidad en todas nuestras instituciones”.[10]

Las damas que pudieron haber sido afectadas por la resolución de 1881 hubiesen podido recibir la licencia de ministros del evangelio, pero los oficiales de la iglesia no consideraron adecuado permitir la ordenación de las damas. La Sra. de White habló vigorosamente en favor de que a las damas que se desempeñaban en el ministerio se les pagara un salario justo que se podría deducir del diezmo;[11] habló de la importancia de proporcionar un sostén para los pastores;[12] protestó contra el injusto tratamiento que se dio a los pastores negros;[13] pero no dijo nada cuando la Asociación General declinó ordenar a las damas que habían recibido una licencia ministerial. Evidentemente, ella no consideró que esta medida fuera “arbitraria”, “injusta”, ni que fuese un asunto de “justicia y equidad”.

Nuevamente se debe tener cuidado para no fundamentar demasiados elementos sobre la base del silencio. Con todo, el silencio de la Sra. de White sobre el tema de la ordenación no debe llevar a pensar que ella apoyó o influyó para que las damas sean ordenadas al ministerio pastoral.

El aspecto final que debemos examinares el que sostiene que Elena de White apeló para que se ordenara a la mujer y que se le pagase de los diezmos. Ya hemos examinado los pasajes que se han utilizado para decir que la Sra. de White favoreció la idea de ordenar a las damas al ministerio evangélico y descubrimos que no hay tal cosa. Sin embargo, debemos reconocer que la Sra. de White invitó a las damas para que se integraran a un ministerio personal activo, y que apoyó que se les pagase su salario del diezmo a quienes se hubiesen dedicado íntegramente a esta tarea, “aunque las manos de la ordenación no les hayan sido impuestas”.[14] Pero no hay base en sus escritos ni en la historia adventista para decir que ella apoyó la ordenación de la mujer al ministerio evangélico.

Aunque no hay indicios de que hubiera invitado a mujeres para que se desempeñasen como ancianos o pastores ordenados, ella presentó un espectro amplio para el servicio de la mujer en la obra de Dios.

El punto de vista de la Sra. de White

¿Cuál fue el enfoque de Elena de White acerca del ministerio de la mujer? Aunque no hay indicios de que hubiera invitado a mujeres para que se desempeñasen como ancianos o pastores ordenados, ella presentó un espectro amplio para el servicio de la mujer en la obra de Dios. Elena de White consideró que la mujer podría realizar una gran tarea para Cristo en la evangelización personal, llevando el mensaje para este tiempo a los hogares y las familias. Ella reconoció y señaló las importantes contribuciones que podían hacer en las diferentes responsabilidades directivas de la iglesia.

Por ejemplo, la Sra. de White favoreció la idea de que se ofreciera preparación para las damas en nuestros colegios. Hablando de Avondale, el nuevo colegio que se habla abierto en Australia, dijo: “El señor quiere que el colegio sea también un lugar donde se obtenga preparación en los trabajos femeninos”. Luego de enumerar ciertas disciplinas domésticas y educativas que debieran dictarse, añadió: “Las alumnas deben estar en condiciones de ocupar cualquier puesto que se les ofrezca: directoras, maestras de escuela sabática, obreras bíblicas. Deben prepararse para enseñar en las escuelas para niños”.[15]

Ella describió la importante misión que debía cumplir la mujer: “Las esposas, las madres y las obreras jóvenes tienen una misión admirable. Si así lo desean, pueden ejercer a su alrededor una influencia para el bien. Pueden dar testimonio en favor de la sencillez de la verdad siendo modestas en el vestir y comportándose discretamente. Así pueden hacer brillar su luz delante de todos para que otros puedan ver sus buenas obras y glorificar a su Padre que está en los cielos. Una mujer verdaderamente convertida ejercerá una poderosa influencia transformadora en favor del bien. Puede ayudar a su esposo en su trabajo y al mismo tiempo estimular y ser una bendición para él. Cuando la voluntad y la conducta se sujetan al Espíritu de Dios, no hay límite para el bien que puede realizarse”.[16]

Si bien aquí la Sra. de White pone énfasis en el ministerio del esposo y de la esposa, también incluye a la mujer soltera (“las obreras jóvenes”). No se designa el tipo de tarea, pero podría incluir las diferentes líneas de trabajo que hemos señalado anteriormente. Elena de White dice que con modestia y propiedad, con la voluntad divina, las damas pueden lograr que su luz ejerza una influencia ilimitada para el bien.

El ministerio personal

En Testimonies for the Church, tomo 6, Elena de White publicó un artículo titulado: “Las mujeres como obreras evangélicas”. Muy probablemente, este escrito representa de un modo adecuado su perspectiva acerca de la mujer como obrera evangélica. En esta porción ella pone énfasis en la importancia de la obra pastoral en favor de los demás, luego escribió de la obra que la mujer debe hacer, y después de hablar de lo que ellas deben ser, dijo: “El Señor tiene una obra tanto para las mujeres como para los hombres. Ellas pueden hacer una buena obra para Dios si quieren aprender primero en la escuela de Cristo la preciosa e importantísima lección de la mansedumbre. No sólo deben llevar el nombre de Cristo, sino poseer su Espíritu. Deben andar como él anduvo, purificando su alma de todo lo que contamina. Entonces podrán beneficiar a otros presentando la suma suficiencia de Jesús.

“Las mujeres pueden ocupar su puesto en la obra en esta crisis, y el Señor obrará por su medio. Si las compenetra un sentimiento de su deber, y trabajan bajo la influencia del Espíritu de Dios, tendrán el dominio propio requerido para este tiempo. El Salvador hará reflejar sobre estas mujeres abnegadas la luz de su rostro. Y esto les dará un poder que excederá al de los hombres. Ellas pueden hacer en las familias una obra que los hombres no pueden hacer, una obra que llega a la vida íntima. Pueden acercarse al corazón de aquellas personas a quienes los hombres no pueden alcanzar. Se necesita su labor.

“Una necesidad directa queda suplida por la obra de las mujeres que se han entregado al Señor y están tratando de ayudar a las personas menesterosas y heridas por el pecado. Se ha de realizar una obra de evangelización personal. Las mujeres que se hacen cargo de esta obra llevan el Evangelio a los hogares de la gente por los caminos y vallados. Leen y explican la Palabra a las familias, orando con ellas, cuidando a los enfermos y aliviando sus necesidades temporales. Presentan a las familias y a sus miembros individuales la influencia purificadora y transformadora de la verdad”.[17]

Es evidente que la esencia del mandato para las damas era que ellas debían hacer una obra personal en favor de sus familias y de otras mujeres. Si lo hacían con el espíritu adecuado, bajo la influencia de Cristo, “la luz de su semblante… les dará un poder que excederá el de los hombres… La labor de ellas es necesaria”.

Esta necesidad sigue siendo evidente. Aunque algunos sostienen que esta necesidad es una razón por la que se debiera ordenar a la mujer, la Sra. de White ve a las mujeres realizando este ministerio sin hacer ninguna referencia a que debieran efectuarlo como ancianas o pastoras ordenadas. La Sra. de White afirmó que este ministerio, efectuado adecuadamente, puede exhibir un poder superior al de los hombres. Es una obra noble, una labor necesaria. Al definir la obra de la mujer de este modo, no estaba menoscabándola.[18]

Estas declaraciones aparecen en muchos lugares en los escritos de la Sra. de White.[19] Su punto de vista es coherente: si bien no reclamó que las damas fueran ordenadas como pastoras o ancianas, las urgió a una participación vigorosa, especialmente en el ministerio personal.

El enfoque de Elena de White con respecto al ministerio de la mujer no requiere un cambio de la estructura o la política de la iglesia; sin embargo, su aplicación revolucionaría la praxis de la iglesia. Habría un gran aumento de la labor personal, de los obreros de tiempo completo, de los de tiempo parcial y de los obreros voluntarios. Si la obra se realizara en el espíritu de Jesús, la mujer podría demostrar un poder mayor que el del hombre. Habría una explosión en la cantidad de personas ganadas para Cristo y de su verdad transmitida a través del ministerio delicado, misericordioso de la mujer. Habría sanidad en las relaciones familiares, en la medida en que mujeres obreras piadosas invitasen a sus esposos a reflejar el liderazgo abnegado de Cristo en su propia relación con sus respectivas esposas, y las damas honraran ese liderazgo como si fuese el de Cristo. De este modo, las familias serían fortalecidas, y la iglesia comenzaría a recorrer un camino que le mostraría a un mundo convulsionado y lleno de familias heridas y rotas la diferencia que existe cuando se practica el señorío de Jesús.

Sobre el autor: William Fagal es el director del Centro White en la Universidad Andrews. Berrien Springs. Michigan, Estados Unidos.


Referencias

[1] Arthur L White, “Ellen G. White, the Person”, Spectrum 4, 2 (Primavera, 1972), pág. 7. La Hoja de información biográfica se encuentra en el archivo de la oficina del White Estate en Washington, D.C. Una fotocopia está en el archivo 701 de documentos en el Centro de Investigaciones White de la Universidad Andrews.

[2] Review & Herald, 26 de agosto de 1875, pág. 63.

[3] Review & Herald, 12 de septiembre de 1871, pág. 102.

[4] Por ejemplo, véase Review & Herald, 12 de junio de 1879, pág. 190

[5] Manuscrito liberado 1215, pág. 1 (Carta 32a, 14 de junio de 1880

[6] Ibíd. Evidentemente, éste era un problema que afectaba a la Iglesia en su totalidad. Al año siguiente la Sra. de White publicó un folleto de 82 páginas titulado Bible Sanctification: A contrast of the True and False Theories (Battle Creek, Michigan, Steam Press, 1881). Esta fue la edición conjunta de una serie de artículos publicados en la Review & Herald entre el 18 de enero y el 3 de mayo de 1881. El hecho de que apareciera en la forma de folleto en el mismo arto en que se habla publicado en la Review, indica la importancia que tenía para la Iglesia. Bible Sanctification, más tarde se volvió a publicar como The Sanctified Life (Washington, D.C., Review & Herald, 1937). Esta obra se editó en castellano con el título La edificación del carácter.

[7]  Review & Herald, 20 de diciembre de 1881, pág. 392

[8] lbíd.

[9]  Elena de White, Mensajes selectos (Publicaciones Interamericanas, Mountain View, 1966), 1.1, págs. 236,237.

[10] Review & Herald, 26 de julio de 1906, pág. 8; (véase también Mensajes selectos, t. 1, pág. 37).

[11] Elena de White, El evangelismo, (Buenos Aires, 1975), págs. 359, 360; véase también las páginas 358 y 359, con respecto a percibir

un salario adecuado.

[12] Ibíd.

[13] Testimonies for the Church, t. 9, pág. 223 (Manuscrito 129,1902).

[14] 14 Manuscrito liberado 330, pág. 1 (Manuscrito 43a de 1898). Véase también Obreros evangélicos, págs. 467, 468.15

[15] El evangelismo, págs. 347,348.

[16] Ibíd., págs. 341,342.

[17] Joyas de los testimonios, t. 2, págs. 404,405.

[18] Ella advirtió a otros con respecto a ese peligro: “Los adventistas del séptimo día no deben de ninguna manera despreciar la obra de la mujer”, El evangelismo, pág. 360.

[19] Véase, por ejemplo, Servicio cristiano, págs. 35 a 39; El evangelismo, págs. 336, 337; 339 a 349; 358 a 360; Obreros evangélicos, págs. 467, 468; Ministerio de la bondad y Counsels on Health. Elena de White también Invitó a que las mujeres se enrolen en la obra médico misionera, algunas como doctoras, otras como enfermeras y otras como no profesionales.