No lo recuerda, pero veinte años atrás contrató algunos alumnos para hacer un trabajo en su casa.
Al finalizar el trabajo, conversamos, y me dijo que Dios podría llamarme para el ministerio. Hasta entonces, nunca había pensado en el tema; pero sus palabras hicieron que inicie el proceso”.
Esta declaración que escuché de un pastor me sorprendió. Y veo reafirmar algo en lo que he creído hace mucho tiempo: algunos de nosotros dejamos de reclutar jóvenes para el ministerio por causa de la errónea creencia de que ese llamado es tan místico, íntimo y altamente personal, que nunca deberíamos interferir en esa experiencia.
El hecho es que un genuino llamado no puede quedar limitado al sentido de propósito de Dios según la visión de un solo individuo. Hay otros factores incluidos: En primer lugar, junto con la impresión, o invitación, del Espíritu está la dotación de dones espirituales para el cumplimiento de la tarea. Luego, sigue la convicción dada a la iglesia, por el Espíritu, de que el potencial candidato debe desarrollar un ministerio específico. Si esos factores estuvieran ausentes, aun un deseo sincero no constituye un llamado genuino.
Los tres elementos son esenciales: Llamado de Dios al individuo, capacitación operada por el Espíritu Santo, además de los talentos y habilidades naturales (aun cuando sean desarrollados dentro de un genuino llamado), y reconocimiento y reafirmación de la obra del Espíritu por parte de la iglesia.
Por lo tanto, como pastor, tengo el significativo privilegio y la responsabilidad de buscar, descubrir y reconocer el potencial de otros. En lugar de apagar la llama, puedo diseminarla.
Jesús invitó personalmente a cada uno de los doce, excepto a Judas. Algunas personas subestiman, o engañosamente confunden, el llamado general al discipulado, extendido a todos los creyentes, con un llamado específico al ministerio evangélico. Muchos otros no imaginan lo que pueden realizar; de modo que nunca se preparan.
Buscar y reclutar era el método de Cristo de conseguir obreros. El joven rico (Luc. 18:18-23) rechazó la misma invitación que fue aceptada por Andrés, Pedro, Santiago y Juan. Cuando expresa confianza en la habilidad de alguien, puede motivar la repuesta de él o puede llevarlo a retroceder, como el joven rico.
Para desarrollar pastores, más importante que las capacidades innatas es la buena voluntad para aprender (discipulado). El tiempo pasado con Jesús es más productivo que un análisis teológico o exegético de su Persona o de sus enseñanzas.
El mito de que ya se nace líder perpetúa la mediocridad. De la misma forma, los líderes no se hacen a sí mismos; no son creados de la nada. Son desarrollados por otros líderes.
Los potenciales pastores aprenden mejor asociándose con dirigentes piadosos, como pastores, profesores y ancianos locales. Por esa razón, el desarrollo interior forma parte esencial del ministerio. El reclutamiento no puede iniciarse inmediatamente. Al descubrir a alguien promisorio, sugiérale considerar la posibilidad de convertirse en pastor. Nuestras congregaciones tienen un importante papel que desempeñar en el desarrollo de esos potenciales ministros. Al valorar y buscar la cooperación de ellos, el pastor también los inspirará y los llevará a pensar en la carrera ministerial.
No imagine que conoce todo el potencial de esa persona. Crea que el Espíritu Santo puede transformar las perspectivas más improbables en grandes posibilidades. Las iglesias cristianas tienen prohibido utilizar criterios socioeconómicos y étnicos al considerar las posibilidades de que alguien sirva a la causa de Dios (Gál. 3:26-28). El llamado de Cristo a la mujer samaritana quebró barreras genéricas, sociales y raciales, a fin de hacer de ella la primera evangelista (Juan 4:1-42).
Cada pastor tiene el privilegio de servir como observador de talentos, animando a las familias a descubrir que Dios puede usar a sus hijos en el ministerio pastoral. La escuela y la iglesia deberían trabajar juntas con el objetivo de reducir los conflictos de expectativa entre el proceso de reclutamiento y educación, y el de ingreso en el campo de trabajo. La cultura de su iglesia influenciará grandemente en el pensamiento de un joven con intenciones de entrar en el ministerio. Predique acerca del compromiso con la misión de Cristo; extienda las oportunidades para nuevas aventuras; apoye el crecimiento activo y el discipulado; exprese alegría al escuchar y hablar acerca de la Palabra de Dios, al igual que la recompensa de conducir personas al Reino de Dios.
Sobre el autor: Secretario Ministerial de la Asociación General de la IASD.