En una entrevista con Max Phillips el científico Ehrlich habla de la catástrofe mundial venidera.

El experto en población Paul R. Ehrlich no cree que el mundo, tal como lo conocemos, pueda durar otros veinte años. Ve en el futuro guerras y hambrunas que barrerán el globo, aniquilando, tal vez, la vida de este planeta.

Para averiguar más acerca del Dr. Ehrlich y sus escalofriantes predicciones leí su libro The Population Bomb (La Explosión Demográfica). Luego lo entrevisté en su laboratorio de la Universidad de Stanford, donde es profesor de biología y director de estudios graduados para el departamento de ciencias biológicas. Su especialidad es biología de la población.

Lo encontré afable y con la mejor disposición para colaborar —y de aspecto sorprendentemente joven no obstante sus diez años de experiencia como científico investigador y profesor en Stanford.

¿Qué es lo que lo induce a pensar que existe una crisis de población?

Bien, estamos cerca de agotar nuestras fuentes de alimento, y estamos destruyendo los sistemas ecológicos del planeta que nos mantiene con vida. Con el promedio actual, duplicamos la población del mundo cada treinta y cinco años. Esto significa que todos los medios que hemos creado para la provisión de alimentos, atención médica, autopistas, edificios, etc., deben ser duplicados en los próximos treinta y cinco años si pretendemos mantener a la humanidad en el nivel actual de existencia o, más bien diría, de miseria. Cada cosa debería ser duplicada en los próximos treinta y cinco años para quedar a nivel. Y quedar a nivel significa que en alguna parte del mundo entre mil y dos mil millones de personas padecerán desnutrición y tal vez unos diez millones por año mueran de hambre.

He oído que en los Estados Unidos ha decrecido el promedio de nacimientos. ¿Es cierto eso?

Verdadero y falso. Este año el promedio de nacimientos ha fluctuado junto a una cifra permanentemente baja de cerca del diecisiete por mil. Lo que no se menciona es que el promedio de muertes es de alrededor del nueve por mil y la población está aún creciendo al promedio que duplicará el tamaño de nuestra población cada setenta y cinco años más o menos. Las mujeres nacidas entre 1948 y 1955, en la explosión de nacimientos posterior a la Segunda Guerra, están entrando en los años en que pueden procrear. Las mujeres que nacieron en 1948 cumplirán veintiún años este año, y están en el comienzo de sus años más productivos. De modo que sabemos que el promedio de nacimientos experimentará un cambio dramático. Pero aun con nuestro promedio permanentemente bajo, la población crece todavía a un ritmo catastrófico —se duplica cada setenta y cinco años.

En su libro dice: “La batalla para alimentar a toda la humanidad ha terminado. En la década del 70 el mundo padecerá hambre —cientos de millones de personas morirán de inanición a pesar de cualquier programa acelerado que se inicie ahora mismo”. ¿No le parece que esto es un poco pesimista?

Es cierto que es pesimista, pero también es real. Fracasamos en alimentar a la gente que tenemos ahora. En la actualidad hay en el mundo más gente con hambre que bien alimentada. Contamos con un desafortunado nivel de muerte por hambre en el mundo, incluyendo algunos lugares de los Estados Unidos. Cuando usted cae en la cuenta de que la población crece a un promedio de 70 millones de personas cada año, nosotros debemos hallar alguna forma de alimentarlas. El estado de miseria aumentará muy rápidamente en los próximos pocos años. Ya estamos en malas condiciones, y todavía agravamos más y más el problema con cada año que pasa; por eso, si bien es cierto que me muestro pesimista y lúgubre en cuanto a la situación, también soy realista.

¿Cuándo se interesó primeramente en el estudio de la crisis de la población?

En 1949, cuando era estudiante de primer año en la Universidad de Pennsylvania, leí un libro escrito por William Vogt, recientemente fallecido, titulado Road to Survival (Camino a la Supervivencia). Yo iba en camino de convertirme en biólogo, de manera que el problema me interesaba cada vez más. Cuando llegué a Stanford hace diez años, comencé dando conferencias en mis clases sobre el asunto. Entonces el alumnado se enteró y me pidió que hablara. De algún modo empecé dando más y más charlas hasta que el Commonwealth Club y un cierto número de gente de la radio y la TV se interesaron, y de pronto me di cuenta de que en vez de ser un biólogo de tiempo completo era un propagandista de tiempo parcial.

En su libro leí sobre la crisis de la población en la India con sus enormes masas de humanidad que lucha. Eso me llevó a pensar que los estadounidenses con su opulenta sociedad no están preparados para comprender los peligros inminentes.

Si bien están en mejor condición que los habitantes de la India, no creo que los “americanos” se den cuenta de cuán vinculados estamos con el resto del mundo. Utilizamos algo así como la mitad de la materia prima que se consume cada año sobre la faz de la tierra. Nos fiamos tremendamente de las importaciones para mantener nuestro nivel ordinario de abundancia. Cuando la gente comience a sentir hambre y esos otros países sufran hambre y guerras y desaparezca su estabilidad política, tendremos bastantes problemas para conseguir lo que necesitamos.

No tiene más que mirar la prensa diaria para ver toda clase de comentarios sobre supercarreteras atestadas, escuelas repletas, cárceles llenas, medios inadecuados para que actúe la justicia, sistemas de desagües cloacales inefectivos, contaminación del aire, y así por el estilo —síntomas todos de la explosión de la población. Demasiada gente ahora, y mucha más cada año.

¿Podemos producir atender a la gente que más alimentos para se agrega?

Hay algunas cosas que podemos hacer, por lo menos temporariamente, para aumentar nuestras provisiones alimentarias, pero con toda nuestra tecnología agrícola no podemos ni de lejos atender las necesidades de la gente que existe en la actualidad, para no mencionar las multitudes que aparecerán en el futuro. La ciencia no conoce una forma de incrementar en forma espectacular nuestras provisiones de alimentos. De hecho muchas de las cosas que estamos haciendo en realidad están mermando la cantidad de alimentos.

¿No podríamos bombear el agua del Misisipí y otros ríos hacia zonas desérticas e irrigarlas para crear nuevas fuentes de recursos?

Con la posible excepción de algunas zonas de Siberia donde resulta muy difícil, casi todas las tierras que pueden ser cultivadas económicamente ya lo están siendo. A costa de un tremendo esfuerzo, si redujésemos a la mitad nuestro nivel de vida y empleáramos ese dinero para bombear agua e irrigar y cultivar en Nevada y Utah, podríamos probablemente lograr un aumento de los recursos alimentarios como para alimentar durante un año a la gente que se sumara a la población mundial. Después de diez o veinte años de extraordinario esfuerzo, la gente de este país estaría en condiciones de producir suficiente alimento como para atender a la población del mundo que se agrega —no a la población total, sino a la que se agrega cada año— durante dos o tres años.

Pero eso no sería conveniente, ¿no es cierto?

Evidentemente no. Si nos demanda veinte años el atender las necesidades del incremento de la población de sólo tres años, estaríamos retrasados todo el tiempo. Cada tres años una cantidad de habitantes equivalente a la de EE. UU. se agrega al mundo, donde la mayoría de la gente en realidad no está bien alimentada ahora mismo.

¿Pero por qué hablamos de alimentar a la población que se agrega cuando no podemos hacerlo con la que existe actualmente?

Debiéramos aumentar al doble nuestra producción de alimentos para que cada uno en el mundo pudiera tener una dieta que se asemejara a la de los estadounidenses. Debiéramos duplicar la producción mundial de alimentos —no la producción de EE. UU. sino la producción mundial. De modo que no tiene sentido hablar de tratar de mantenerse al paso con el rapidísimo crecimiento de la población mundial.

¿Qué hay en cuanto a realizar “cosechas” en el mar?

Si detuviéramos de inmediato todo lo que está contaminando el mar —el enorme diluvio de pesticidas, aguas servidas y otros agentes contaminadores procedentes de nuestros ríos que van a dar al mar y que convierten a éste en un desierto biológico— y si contásemos con una perfecta cooperación internacional —de manera que todos los países cesaran en sus intentos de apoderarse de todo lo que fuere en la puja por despoblar al mar— entonces posiblemente podríamos obtener del mar más del doble de nuestra producción de proteína. Si disfrutáramos de condiciones absolutamente perfectas y si todas las personas se transformaran en santas y tomaran solamente la parte que les corresponde, entonces podríamos arreglárnoslas para alimentar a un pequeño sector del que se agrega a la población humana.

Pero aún cuando duplicáramos nuestro aprovechamiento del mar y la población se mantuviera estable, todavía eso no sería suficiente para proporcionarle a cada uno una dieta como la que tienen los estadounidenses. En otras palabras, aún bajo condiciones ideales el mar no podría alimentar al mundo. Y desde luego que no gozamos de condiciones ideales. De hecho, el tipo de explotación y contaminación con que cuenta en el presente, hace pensar a la mayoría de los biólogos que en el futuro se conseguirá menos del mar en lugar de más. No hay esperanzas del mar.

¿Qué hay en cuanto a la creación de alimentos sintéticos?

Anoche me lo pasé hablando con un bioquímico sobre ese mismo problema. No hay señales de que en los próximos diez, veinte o treinta años podamos hacer algo sustancial con los alimentos sintéticos. Aún cuando realizáramos el trabajo científico necesario para hallar exactamente cómo producir alimentos sintéticos, todavía tendríamos serias limitaciones energéticas y materiales acerca de cuánto podríamos producir, y ten- riamos serios problemas para persuadir a la gente a que coma lo que hemos producido. Pero en el tiempo de que disponemos no tenemos ninguna esperanza de resolver este problema con alimentos sintéticos.

Entonces, ¿cuál diría Ud., doctor, que es la mejor solución?

El promedio de nacimientos es fantásticamente más alto que el de muertes. Desde que hemos reducido artificialmente el promedio de muertes mediante nuestros programas de control de decesos —exportando medicamentos occidentales hacia los países subdesarrollados—, sucederá una de dos cosas: o hallaremos la forma de disminuir el promedio de nacimientos para igualarlo con el de muertes, o el promedio de muertes automáticamente aumentará por la acción del hambre, las plagas o la guerra termonuclear.

A menos que nos pongamos a la tarea inmediatamente, con planes extraordinarios para hacer descender el promedio de nacimientos, sabemos que el promedio de muertes aumentará. Pero no veo muestras de ningún programa basado en hechos reales para hacer que disminuya el promedio de nacimientos, así que pienso que nos encaminamos a un dramático ascenso en el promedio de muertes o quizá a un ascenso final en ese mismo promedio.

¿Por qué no se puede reducir el promedio de nacimientos?

Se podría lograr, si hubiera un enorme esfuerzo mundial para cambiar la actitud de las personas y poner al alcance de la gente los medios para que puedan limitar sus familias, no precisamente al nivel del número de hijos que pueden criar personalmente para que lleguen a ser adultos sanos y felices, sino también de acuerdo al nivel del número de hijos que producirá una población que la sociedad pueda soportar.

Esto, en primera instancia, es un asunto de cambio de las actitudes humanas. La India, por ejemplo, desde 1951 tiene un programa para el control de la población. Cuando se inició, la población era de alrededor de 330.000.000 de habitantes. Después de 17 años de estar funcionando el programa del control de la natalidad la población ahora anda por los 540.000.000.

Aún cuando los habitantes de la India limitan el tamaño de sus familias al número de hijos que desean, desean demasiado. Quieren tener un promedio de cuatro y medio hijos por familia. Es demasiado para que lo soporte el país. O equilibramos la población humana con los muy limitados recursos de nuestro planeta o habremos perdido la batalla. Y pienso que no estamos logrando el equilibrio.

¿Cuánto puede durar el mundo con el presente promedio de crecimiento de la población?

Las estimaciones varían entre 1975 y 1984 acerca del tiempo en que se producirá el fin. Esos datos se basan en el punto donde el crecimiento de la población excede la dieta mínima disponible procedente de la producción alimenticia.

Si hubiésemos tenido años muy prósperos, si hubiésemos logrado un éxito extraordinario en nuestros intentos por distribuir una nueva clase de trigo de alto rendimiento, como también variedades de arroz, el fin podría ser pospuesto hasta 1985 o 1990. Por otro lado si los insectos atacan a esas variedades de alto rendimiento y el tiempo se torna malo podríamos experimentar hambres masivas a principio de la década del 70. Nadie puede adivinarlo.

Lo principal que hay que entender es que la producción de alimentos no puede guardar el paso con el crecimiento de la población que estamos contemplando. En algún momento de un futuro muy cercano vamos a experimentar hambres masivas. Junto con esto fácilmente podrían desarrollarse plagas mundiales. Los virus circularán en las enormes poblaciones debilitadas y de allí, gracias al transporte rápido, serán llevados a todo el mundo. Nosotros podríamos tener aún virus salidos de nuestros laboratorios biológicos donde los hombres de ciencia pueden ahora incubar gérmenes contra los cuales no habría resistencia. Si la China activa aún más su política contra Rusia y la India, y si América del Sur llega a ser comunista, podríamos tener una guerra termonuclear que en un santiamén produciría el control de la población.

¿Prevé Vd. las hambres masivas y tal vez la guerra nuclear como algo inevitable?

Pienso que es inevitable un alza en el promedio de muertes. Es difícil imaginar a cuánto puede llegar, pero temo que tiendo a ser muy pesimista.

¿Cómo le parece a Ud. que el mundo llegará a su fin?

Además de matar una enorme cantidad de gente, una guerra termonuclear deterioraría grandemente el ambiente, cosa que ya sucede ahora. Las explosiones termonucleares dejarían grandes cantidades de desechos radiactivos en el aire. Eso modificaría el clima. Gigantescas tormentas ígneas tenderían a agotar la provisión de oxígeno en la atmósfera y a esparcir más desechos en el aire. La contaminación del aire esterilizaría el suelo, que se desgastaría yendo a parar al mar donde terminaría con la vida en el océano. Aún cuando la explosión de la bomba y su radiación inmediata no matará enseguida a todo individuo, los resultados posteriores de la guerra termonuclear podrían fácilmente terminar con nuestras especies.

En su libro Ud. también bosqueja otras formas en que el planeta se está deteriorando: Contaminación de los océanos, contaminación de los ríos y lagos (la muerte del lago Erie por ejemplo), contaminación de la atmósfera, ruina de la tierra. Parece que el mundo se está deteriorando con rapidez.

Así es, exactamente. Nos hallamos ahora en el punto en que, si tenemos alguna esperanza de salvar a la humanidad y al mundo hemos de tomar medidas inmediatas y drásticas en todos los frentes. Debemos comenzar a hacer todo lo necesario en este momento a fin de que podamos tener una posibilidad decente en la lucha. Pero aún esto no garantiza la salvación.

¿Piensa Ud. que la humanidad se puede salvar a si misma?

Pienso que hay una oportunidad, pero sería necio que confiara demasiado en la humanidad y en su ciencia. Hay una seria probabilidad de que la humanidad se encuentre en el comienzo de su crisis final. Pienso que si no tomamos medidas drásticas ahora tendremos inevitablemente una catástrofe global sin precedentes.

¿Está Ud. en desacuerdo con la filosofía del siglo XIX que postulaba que el progreso es inevitable?

No comparto la idea de que lo que tenemos ahora es progreso. Una situación en la que cada vez más gente está cada vez más hambrienta y viviendo en condiciones cada vez peores bajo la amenaza de la catástrofe, no es progreso.

Creo que el progreso no consiste en tener cada vez más gente indiferente a las condiciones en las cuales vive. Se puede ver bien claro que actualmente nos hallamos en una tendencia muy retrógrada. Esa tendencia es en gran medida culpable de la falsa fe que lleva a pensar que el hombre siempre será capaz de mejorarse por sí y que el hombre es eternamente apto para producir una vida mejor para cualquier cantidad de gente. Durante los últimos diez años en el mundo ha sucedido exactamente lo opuesto. La suerte del individuo humano se ha ido empeorando cada vez más. En los últimos diez años la gente ha ido progresivamente teniendo menos que comer. Ya hemos advertido que la ciencia es incapaz de mantener el número actual de habitantes en una eterna condición de progreso.

Nosotros los adventistas del séptimo día creemos en una segunda venida literal de Cristo como solución divina al problema; no obstante esto no excluye que unamos nuestras fuerzas con las de otros en el mejoramiento de la humanidad en toda forma posible hasta que se produzca la salvación divina.

Como ustedes saben, yo no soy adventista del séptimo día y no quisiera valerme de un argumento teológico. Todo lo que puedo decir como hombre de ciencia es que, en cierto sentido, la idea de que el mundo va a tener fin en las próximas décadas en ninguna manera me resulta absurda. Para mí es una posibilidad muy real. Me gustaría pensar que Dios quiere que siempre su voluntad obre para que haya mejores condiciones para todos los hombres, independientemente de si va a producirse o no una segunda venida de Cristo.