Siete principios de liderazgo pastoral que un administrador de Unión espera de sus pastores.

Soy el presidente de una pequeña Unión. Hace unas pocas décadas, la Asociación General aprobó disolver las dos asociaciones existentes y crear una organización simplificada, con una sola unidad administrativa. Esto ha funcionado bien. Como resultado, la Unión, de variadas formas, también funciona como una Asociación, y tengo la clase de relación directa con los pastores en las iglesias locales, que la mayoría de los presidentes de uniones no puede tener. Es una parte de mis tareas que realmente disfruto.

Tiendo a ser exigente con otras personas. Pero, al mismo tiempo, trato de ayudar a crear una atmósfera en la que las personas experimenten amplia libertad para ser “ellas mismas”, fomentando una cálida relación entre colegas en nuestro ministerio colectivo.

Los siguientes siete principios son de tremenda importancia para mí. Mientras espero que los pastores en mi campo vean este artículo y concuerden que es así, en realidad, como nosotros trabajamos juntos, confío en que también pueda ser de alguna utilidad para otros.

El pastor debe ser un líder

A menudo, hablamos acerca de líderes de iglesia y pastores locales como si estas fueran dos clases principales de obreros de iglesia que están totalmente separadas. Verdaderamente, la gente que administra una Asociación o una Unión tiene asignado un liderazgo específico. Pero, los pastores en las iglesias son líderes por derecho propio. Deseo que los pastores asuman un rol de liderazgo en sus iglesias. Deben liderar por ejemplo. Deben liderar planificando y lanzando una visión para sus miembros. Hoy en día, raramente se puede hablar acerca de liderazgo sin definirlo como un liderazgo de servicio. Concuerdo plenamente, no porque es políticamente correcto decirlo sino porque cualquier tipo de participación en la obra de nuestro Señor debe estar inspirada por el ejemplo del gran Siervo de todos. Pero, al mismo tiempo, creo que esto no milita en contra de la idea de que un líder debe tener un cierto grado de ambición. Los líderes de éxito deben desear ser líderes y disfrutar del hecho de que lo son. Si no es así, pronto cesaran de inspirar a la gente a la que son llamados a liderar.

El pastor debe crecer

Seguramente usted ha escuchado la historia de dos personas que solicitaron un trabajo. Cuando la que tenía veinte años de experiencia se quejó de que el empleador había escogido al otro solicitante que tenía solo tres años de experiencia, el empleador le dijo al hombre que se jactaba de sus veinte años de experiencia: “Usted no tiene veinte años de experiencia, sino solo un año, repetido veinte veces”. Esta es una verdad desafortunada acerca de muchas personas, incluyendo algunos pastores. Puede ser que tengan un considerable número de años de servicio a sus espaldas, pero esto no necesariamente los transforma en gente madura, experimentada.

Yo espero que los pastores crezcan tanto en personalidad como en espiritualidad. Esta clase de crecimiento no sucede automáticamente. Los pastores deben alimentar intencionalmente sus propias almas. También deben tener la capacidad de analizarse críticamente en forma regular, y de determinar dónde necesitan mejorar y crecer. También espero que los pastores crezcan profesionalmente. Por supuesto, esta expectativa presupone que los pastores son estimulados para tener al alcance oportunidades de crecimiento profesional y que sus organizaciones empleadoras proveerán las oportunidades de aprendizaje.

El pastor debe ser un agente de cambio

Una iglesia que no cambia con los tiempos y con la cultura siempre cambiante a la cual testifica, pronto no será más que un museo, visitado ocasionalmente por algunas personas con algún interés histórico o nostálgico. La iglesia debe hablar a la gente del siglo XXI. Debe permanecer leal al mensaje que proclama, pero también debe buscar constantemente métodos mejores y más persuasivos de proclamar ese mensaje en un contexto progresivamente secular y pos-moderno. Una iglesia local no puede cumplir su misión, y dejará de atraer y cautivar a la generación joven, si no está dispuesta a actualizarse continuamente en sus esfuerzos por proveer un hogar verdaderamente espiritual para las personas a las que busca ministrar. Para muchos, los cambios no se hacen fácilmente, y hasta la modificación más ligera puede verse como una amenaza. Los pastores  deben ser agentes de cambio por excelencia. Deben estar comprometidos con el cambio, pero también deben aprender cómo hacerlo y a qué tempo (velocidad) efectuar el cambio. Nuestra Unión ha adoptado una estrategia a largo plazo para el crecimiento, en números y en espiritualidad. Todos los estratos de la iglesia deben ser capaces de contribuir. Espero que los pastores mantengan esta estrategia general en mente mientras buscan guiar a sus iglesias a darle mayor relevancia a sus miembros y, en particular, a los que conforman el grupo marginado de la iglesia o a aquellos que todavía están buscando un techo de satisfacción espiritual sobre sus cabezas.

El pastor debe ser leal

La necesidad de lealtad parece obvia. Sin embargo, es tan importante, que debe estar delineada como un punto separado. La lealtad a la que me refiero no es una obediencia ciega, no crítica, de la crédula y servil Edad Media. Siempre tiene que haber lugar para el diálogo, las diferencias de opinión, o hasta un grado de independencia. Sin embargo, la iglesia pierde su credibilidad si sus líderes buscan sus propias agendas privadas más bien que una común.

Los pastores deben ser leales al cargo que han recibido y aceptado en su ordenación. Deben ser leales a las enseñanzas de la Biblia como son comprendidas por la iglesia que los emplea. Deben argumentar, dialogar, criticar y, a veces, hasta pueden estar enojados con su iglesia y aquellos que se encuentran en posiciones de liderazgo en un nivel “más alto”; sin embargo, deben tener una lealtad fundamental a la organización que los ha llamado, entrenado y que les paga. Yo espero esta clase básica de lealtad de los pastores, una lealtad específica no solamente a la organización a la que sirven sino también a sus colegas pastores y administradores de asociaciones.

El pastor debe ser genuino

Los pastores que no disfrutan de lo que hacen, y que no disfrutan de la vida en general, podrían no durar en sus trabajos. Me doy cuenta de que las personas difieren y que no todos nosotros tenemos el mismo sentido del humor o manejamos de la misma forma nuestras emociones, gozos y frustraciones. A algunos les resulta más fácil relativizar las cosas que a otros. Esto es normal y justo. Pero todos nosotros debemos funcionar con transparencia e integridad; la gente a nuestro alrededor debe poder comprendernos a medida que nos presentamos. Los miembros ya no esperan que sus pastores sean perfectos, si alguna vez lo hicieron. Los pastores no debieran tener temor de mostrar su vulnerabilidad de tanto en tanto. Mostrar vulnerabilidad demuestra que el pastor es tanto humano como creíble. Yo espero que los pastores demuestren quiénes son y que no vivan llevando una máscara. Espero que los pastores, en mi Unión, sientan que pueden ser abiertos conmigo y que no necesitan jugar el rol de pretender que son alguien o algo que no son.

El pastor debe ser equilibrado

La diversidad teológica (también entre los pastores) es una realidad en la vida de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Ya sea que nos guste o no, no todos nosotros, incluyendo a los pastores, sostenemos exactamente la misma posición en cada tópico bíblico y teológico. Algunos se desvían un poquito en una dirección y otros en otra dirección. Esto no significa que “todo vale”. Los pastores que no se sienten cómodos con los dogmas centrales de la visión adventista de la fe cristiana tienen un problema que no se puede dejar pasar. Pero, dentro de estos parámetros, debiera existir cierta libertad. Sin embargo, los pastores deben ser los líderes y pastores del rebaño de todos los miembros, y ser cuidadosos de no posicionarse como los defensores de una corriente de pensamiento en particular. No deben esconder sus opiniones o permanecer silenciosos acerca de sus creencias, pero debieran presentarse siempre comprensivos y respetuosos de aquellos que difieren con sus puntos de vista.

Espero equilibrio no solamente en la forma en que los pastores se manejan con la teología sino también en su actitud general hacia la vida y el trabajo. Espero que los pastores trabajen más de cuarenta horas por semana. Tendrán que trabajar en horarios irregulares y algunas veces tendrán que ir más allá del llamado al servicio. Pero no debieran sentir culpa si dedican el debido tiempo al estudio, las aficiones y la vida familiar, o cuando sucede que tienen una semana ocasional en la que son menos productivos. Sería bueno si pudiéramos reducir el número de trabajadores compulsivos en nuestro medio.

El pastor debe ser una persona de fe

No me siento muy impresionado con las personas que son exageradamente piadosas y sienten que deben mostrar su santidad en cada frase que pronuncian. Pero, de alguna manera debe ser visible nuestra motivación más profunda. De algún modo la gente debe ver que el pastor es una persona de fe. Si esto no se deja ver, existe un problema.

La duda, sin embargo, puede ser parte de la vida de fe. Reconozco que muchos pastores luchan con serios embates periódicos. Esto es aceptable, siempre que intenten enfrentar sus dudas en una forma responsable. Reconozco que los pastores necesitan poder hablar acerca de sus dudas, sin temor de perder su trabajo o suposición. Pero, el pastor debe saber cuándo hablar, en qué circunstancias y a quién. Ser abierto con las dudas personales puede, en realidad, en algunas instancias, animar a alguno que se encuentra plagado por la duda en forma semejante. Pero también puede confundir a otros si un pastor comparte dudas con miembros que no son capaces de manejar esto.

Con o sin duda, espero que los pastores vivan su fe cristiana adventista de tal manera que atraiga a otros y haga que los miembros de iglesia sientan que su pastor es un líder espiritual que merece confianza y que guiará a la iglesia a niveles más altos de experiencia cristiana.

Por supuesto, todavía espero otras cosas. Espero algunas habilidades administrativas. Espero que el pastor predique sermones decentes. Y podría añadir más. Pero las siete expectativas citadas más arriba son las más relevantes. ¿Espero demasiado de mis pastores? No creo que sea así. Seguiré manteniendo estas expectativas en tanto admita que ellos esperan todo lo mencionado también de mí.

Sobre el autor: Presidente de la Unión Holandesa.