Frente al éxodo cada vez mayor de obreros que van los Estados Unidos, creo que será de utilidad decir algo acerca de la idea de la Hna. White sobre este particular. Escribió al respecto en 1892, cuando se estableció la obra en Australia y se fundó el Colegio en Melbourne. Dice ella: “No será posible proporcionar obreros de los Estados Unidos para satisfacer las muchas necesidades. Los obreros deben ser preparados en estos campos, para que puedan encargarse de la obra y avanzar como portadores de luz hacia los lugares tenebrosos de estos países.

No muchos pueden ir a los Estados Unidos para obtener una educación; y aun cuando pudieran ir, no sería lo mejor para ellos, o para el adelantamiento de la obra. El Señor quiere que se establezcan colegios en este país para educar a los obreros, para darle carácter a la obra de la verdad presente en estos nuevos campos y para avivar el interés entre los incrédulos.

Puesto que se está por establecer un colegio aquí, ciertamente no es prudente enviar alumnos a un costo tan grande a los Estados Unidos. La obra debe hacerse aquí. Este es un país misionero, y toda persona que sea tenida por digna de recibir la educación que dan nuestros colegios norteamericanos, debiera obtener su educación aquí mismo, en el país donde desarrollarán sus actividades futuras” (Fundamentals of Christian Education, págs. 203, 204).

Sin embargo, aunque no me opongo a la idea que tienen algunos de realizar estudios técnicos y de perfeccionamiento específico, conforme a las necesidades y cuando la organización misma lo recomienda, creo que estamos dando demasiado énfasis a las cosas materiales y a los títulos.

Aunque la preparación y una educación esmerada sean necesarias, “nunca debemos olvidar que si la iglesia ha de alcanzar el grado de su elevada vocación, -sus profesores [y podríamos decir profesores y obreros] deben tener otras calificaciones, además de los grados académicos. Los hombres y las mujeres a quienes se les ha confiado la enseñanza en la iglesia remanente deben estar convertidos. Deben comprender el significado de una entrega completa a Dios. Deben estar llenos del Espíritu Santo. Sus vidas deben revelar los frutos del Espíritu. Su personalidad debe revelar a Cristo —su bondad, paciencia, alegría y valor. Su conducta debe ser ejemplar, y aun evitar la apariencia del mal. Su influencia debe crear confianza en la Palabra de Dios, en los escritos del espíritu de profecía, en la iglesia, en los dirigentes del movimiento” (Review and Herald, 19-5-60).

Esta es, colaboradores en la obra, la gran necesidad, que puede ser satisfecha sin tener que acudir al gran país del norte. Lo esencial es adquirir una preparación adecuada en nuestros colegios, un alto grado de espiritualidad, una comprensión del trabajo a realizarse, y después, salir al campo de acción confiando en las providencias divinas. Veamos lo que dice el espíritu de profecía acerca de una preparación más elevada para el servicio: “La medida de capacidad o saber es de importancia mucho menor que el espíritu con que os dediquéis a la obra. Lo que el ministerio necesita no son grandes hombres ni sabios; no son predicadores elocuentes. Dios llama a hombres que se entreguen a él para ser imbuidos de su Espíritu. La causa de Cristo y la humanidad requieren hombres santificados, abnegados, que puedan salir del campamento y llevar el oprobio, hombres que sean fuertes y valientes, idóneos para empresas dignas, y que hagan un pacto con Dios con sacrificio” (Obreros Evangélicos, págs. 64, 65).

Estamos presenciando los últimos estertores de un mundo rebelde, a punto de sucumbir para dar lugar a un mundo perfecto donde habitará la justicia. No tenemos tiempo para correr detrás de los negocios, las ganancias, las aventuras, las comodidades y las satisfacciones personales. Tenemos a nuestro alrededor a las almas heridas, desanimadas, inseguras, sin rumbo cierto, desoladas, insatisfechas, a la espera de un día mejor. Y Dios nos confió un mensaje de esperanza. Tenemos las buenas nuevas de un Redentor, el bálsamo para el alma angustiada, el remedio para la conciencia acusadora, la vida para los condenados a muerte. Oh, Señor, concédenos la preparación adecuada para tu servicio.

Sobre el autor: Presidente de la Unión Brasileña del Este