Duda. Esta es la palabra que mejor describe el sentimiento que experimenté al fin de un año de trabajo. Estaba en los comienzos de mi ministerio y había hecho planes extraordinarios para mi distrito. Ese había sido un año de mucho esfuerzo, muchos eventos y actividades. Si bien las personas elogiaban mi desempeño, me sentía frustrado. Quería bautizar más personas.
Entonces, afloró la duda: “¿Debo conformarme con ser un pastor mediocre? ¿Perderé prestigio ante mi iglesia y mis líderes? ¿Realmente fui llamado por Dios para el ministerio?” Con el pasar del tiempo, Dios me ayudó a comprender que el éxito en el ministerio pastoral no es medido por las estadísticas. No estoy en contra de las estadísticas de la iglesia. Pero creo que debemos usarlas como las usa la Biblia. En el ministerio de Cristo y de los apóstoles, con frecuencia vemos el uso de números para describir la acción divina, el avance del Reino y el crecimiento de la iglesia. Esta es la verdadera utilidad de las estadísticas en el ministerio: demostrar lo que Dios ha hecho por su iglesia.
No obstante, ni en los evangelios ni en el libro de los Hechos encontrará alguna mención de números para determinar el éxito o el fracaso de Jesús o de los apóstoles. Es decir, bíblicamente, el ministerio pastoral no puede ser evaluado por números, pues ellos no siempre revelan la condición espiritual de la iglesia o la fidelidad del pastor en el cumplimiento de su deber.
Al instruir a los doce discípulos, Jesús los previno: “Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies” (Mat. 10:14). La falta de resultados numéricos no es señalada como fracaso de los discípulos. Una multitud de cinco mil hombres, además de las mujeres y los niños, fue alimentada por Jesús. Veinticuatro horas después, solo doce continuaban siguiéndolo. Esto no es prueba de que Jesús fracaso en ese momento.
De esta manera, ¿en qué consiste el éxito en el ministerio pastoral? Creo que encontramos la respuesta en la declaración de Pablo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Tim. 4:7). Esta es una declaración increíble, considerando que fue escrita en la celda de una prisión después de que todos en Asia lo había abandonado (vers. 16). Poquísimos eran los que le daban apoyo, pero aun así afirmó confiado: “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia” (2 Tim. 4:8). ¿En qué se puede basar el éxito de Pablo? Obediencia al llamado es la respuesta. Esta es la medida de un pastor de éxito: obediencia al llamado a proclamar el Reino de Dios y preparar a la iglesia para el encuentro con el Señor. En algunas situaciones, se alcanzarán a multitudes; en otros casos, habrá rechazo y desprecio. Pero, si está cumpliendo fielmente su ministerio, el portavoz será considerado victorioso.
Amigo, aprende a lidiar con las estadísticas usadas en nuestra estructura eclesiástica. Te ayudarán a mantenerte enfocado en el programa de la iglesia e integrado al cuerpo general de obreros. Pero, no pienses que determinan tu éxito o tu fracaso. Recuerda que Jonás predicó, y una multitud aceptó su mensaje. Por otro lado, todos los que escucharon la predicación de Isaías rechazaron el mensaje de Dios. Numéricamente, Jonás fue un éxito, a los ojos de Dios, pero todo lleva a creer que Isaías tuvo un ministerio superior.
Lo que importa es que tu llamado esté enraizado en una profunda relación con Dios y obediencia a su Palabra. Como declaró el escritor Oswald Chambers, en su libro My Utmost for His Highest, “la plena abundancia de la vida no está […] en ver progresar la obra de Dios, sino en el conocimiento perfecto de Dios y en la misma comunión que Jesús tuvo con él”.
Sobre el autor: Secretario ministerial asociado de la División Sudamericana.