¿Es correcto desear ser un obrero de exito? San Pablo le recomendó a Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15). Esta es una recomendación a huir de la mediocridad, a ser un obrero responsable, irreprensible, que hace las cosas bien hechas; en otras palabras, a ser un obrero de éxito.

Elena G. de White, en el libro Servicio Cristiano, puntualiza Io siguiente: “En cualquier ramo de trabajo, el verdadero éxito no es resultado de la casualidad ni del destino. Es el desarrollo de las providencias de Dios, la recompensa de la fe y de la discreción, de la virtud y de la perseverancia… Dios da las oportunidades; el éxito depende del uso que se haga de ellas… Si confían en Dios los obreros para obtener gracia y fortaleza, alcanzaran éxito… Cuando Dios prepara el camino para la realización de cierta obra, y da seguridad de éxito, el instrumento escogido debe hacer cuanto está en su poder para obtener el resultado prometido. Se Ie dará éxito en proporción al entusiasmo y la perseverancia con que haga la obra… El éxito no depende tanto del talento como de la energía y de la buena voluntad” (Servicio Cristiano, pags. 319, 324, 326). En estos parrafos es clara la enseñanza de que el obrero debe aspirar a tener éxito por medio de las cualidades positivas y de la entrega completa a Dios.

¿En qué consiste el éxito? Estribara en escalar posiciones en la administración?, En obtener grandes resultados numéricos? En tener buen nombre y buena fama?

En la Biblia se mencionan dos hombres que inequívocamente tuvieron éxito según Dios. De Juan el Bautista el mismo Jesús dijo: “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista”. En el Antiguo Testamento encontramos que Dios mismo dijo de Job: “¿.No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?” (Job 2: 3). Lo extraño en ambos casos es que Dios y Cristo los consideraran grandes y de éxito cuando uno estaba arruinado y el otro muerto. Segura-mente ante los ojos humanos tanto Job como Juan había fracasado; pero para Dios habían logrado el más alto grado de éxito. ¿Cual fue la razón de ello? Porque ambos habían puesto enteramente su confianza en Dios, habían cumplido con fidelidad la misión que el Señor les había encomendado y jamás pusieron en duda los planes de Dios para sus vidas.

Juan nunca traspaso los estrechos límites de Palestina. Pero Dios tenía una misión que el debía cumplir en un tiempo determinado, en un lugar determinado y con un mensaje determinado. Juan cumplió cabalmente la misión que le fue encomendada. Sabia cual era su lugar. No trato de exaltarse a sí mismo. Cuando llego Cristo, inmediatamente Ie dio el honor y el lugar que Ie correspondían y anuncio con sinceridad y nobleza que “a él conviene crecer y a mi menguar”. A medida que menguaba para los ojos humanos, crecía a la vista de Dios.

A menudo encontramos obreros frustrados por Io que creen es falta de éxito. Uno de ellos podría decir: “Casi todos mis companeros han ‘ascendido’; son directores de departamentos, presidentes o gerentes, y yo sigo siendo ‘un simple pastor’ “. Otras veces, buenos pastores manifiestan su ansiedad por pasar de una vez a la rama administrativa, que según ellos es la demostración de “haber tenido éxito”. Por cierto que si el Señor llama a alguien a desempenarse como administrador, debe poner todo de su parte para ser un administrador de éxito. Pero si el Señor mantiene a otro en el pastorado, es porque desea que tenga éxito en el pastorado.

Otra idea peregrina es que si alguien “tuvo éxito” y fue nombrado administrador, debe seguir indefinidamente en linea ascendente “escalando posiciones” para ser considerado un obrero de éxito. Incluso algunas juntas “inventan cargos” para los que no fueron reelegidos porque no se los puede “degradar o rebajar”. Creo sinceramente que jamás nadie debe sentirse rebajado por trabajar en la obra pastoral, que es la obra básica a la cual es llamado un pastor. Un nombramiento administrativo es de carácter absolutamente temporal y transitorio. Una vez cubierto el periodo, si los hermanos creen conveniente llamar a otra persona, Io natural es volver a la normalidad, es decir a la obra pastoral. Alguno dudaría que San Pablo fue un obrero de éxito? Sin embargo jamás ocupo un cargo administrativo, siempre fue pastor y evangelista.

Cuando el pastor Arturo Daniells, uno de los más brillantes líderes de la iglesia, cumplió 21 años como presidente de la Asociación General, fue reemplazado y se Io nombro para organizar la Asociacion Ministerial. En lugar de pensar que había sido “degradado” se puso a trabajar con un empeño asombroso y realizo una obra gigantesca casi hasta el ultimo día de su vida.

¿Se siente frustrado? Cree que está realizando una tarea muy humilde? Escuche lo que dice la inspiración: “En la suerte más humilde puede hallarse verdadera excelencia. Las tareas más comunes, realizadas con una fidelidad impregnada de amor, son hermosas a la vista de Dios” (Id. pag. 326).

Las Divisiones Interamericana y Sudamericana tienen aproximadamente dos mil pastores y obreros evangélicos. Estos abnegados obreros tienen a su cargo casi un millón de miembros; un promedio de 500 miembros por obrero evangélico. Además descansa sobre ellos la responsabilidad de evangelizar 360 millones de personas. Tienen que velar por todo el programa denominacional en sus respectivas iglesias. Cada pastor debe ser un administrador, predicador, instructor bíblico, visitador, maestro, consejero, financista, teólogo, líder, promotor… y además de eso, esposo y padre. Es esta una obra poco importante? El Señor lo hace responsable de que su feligresía se encuentre “sin mancha ni arruga”, que sus miembros “representen el carácter de Cristo”, que el Evangelio se conozca hasta el ultimo rincón de su distrito. Es esta una obra de poca trascendencia?

La obra en la cual el Señor lo puso es importante y alii el Señor lo invita a triunfar. Allí puede elevarse a los más altos niveles de excelencia y tener un éxito clamoroso ante los ojos del Señor. Cuando era un joven alumno del Colegio de Chile, uno de los empleados más modestos era el jefe de la Carpintería. Sin embargo influyo decisivamente en mi vida y me ayudo a tomar la decisión de dedicarme al ministerio. Sé que influyo en la vida de muchos otros jóvenes. Probablemente nadie lo recuerda, pero yo creo que en el cielo será galardonado como un obrero de éxito. Seguramente a obreros como estos se refería el espíritu de profecía al decir: “Los más humildes obreros, en colaboración con Cristo, pueden tocar cuerdas cuyas vibraciones han de oírse hasta los confines de la tierra, y han de oirse en forma de melodías por los siglos de la eternidad” (Id., pág. 318, 319).

Cuando usted, querido compañero, lea estas líneas, tal vez esté trabajando en el distrito más lejano de su campo, a lo mejor en la selva o en la montana. Tal vez sea pastor de una pequeña iglesia, o maestro de una modesta escuela, o colportor en una alejada y pobre aldea.

Pero el Señor lo llamo a ese lugar. El tiene una misión para usted. El espera que realice su labor con dedicación, consagración y amor. Tal vez nadie ve ni aprecia sus esfuerzos, pero hay UNO que si los ve y los aquilata. Allí donde esta, donde el Señor Io puso, el Io llama para que trabaje de tal manera que obtenga ÉXITO y que se pueda decir de usted: “Buen siervo y fiel… entra en el gozo de tu Señor”.

“Cuando nos entregamos completa-mente a Dios y en nuestra obra seguimos sus instrucciones, el mismo se hace responsable de su realización. Él no quiere que conjeturemos en cuanto al éxito de nuestros sinceros esfuerzos. Nunca debemos pensar en el fracaso. Hemos de cooperar con Alguien que no conoce el fracaso” (Id., pág. 323).