Una reflexión sobre el uso de la hermenéutica filosófica en la interpretación bíblica

Amedida que el tiempo pasa, surgen nuevos desafíos para la interpretación de las Sagradas Escrituras. El método histórico-crítico marcó el amanecer de la exégesis bíblica en la Modernidad. Mientras se distanciaba de los ideales hermenéuticos de la Reforma protestante, se desarrollaba como un sistema hermenéutico en el que no había lugar para lo sobrenatural. Consecuentemente, se transformó en un sistema inadecuado, teniendo en vista la naturaleza singular de la Biblia, especialmente desde la perspectiva adventista.

Sin embargo, los nuevos aires de la Posmodernidad, principalmente en la posguerra, trajeron consigo nuevos conceptos hermenéuticos que, por medio de la filosofía del lenguaje, impactaron irreversiblemente tanto las ciencias literarias como las ciencias humanas en general. La hermenéutica bíblica no quedó ilesa. Han surgido nuevos métodos de interpretación, como el estructuralismo, el deconstructivismo, el reader-response, y las hermenéuticas contextuales de la liberación y del feminismo.

Aunque por medio de esos nuevos métodos se haya, positivamente, superado la ilusoria realización del conocimiento totalmente objetivo prometido por el método histórico, se pasó al otro extremo, al de la autonomía histórica del texto. La consecuencia inevitable de esto fue el surgimiento del indeterminismo del significado en la interpretación bíblica y el retorno a un tipo de eiségesis como la defendía, por ejemplo, José Croatto, en América Latina.

Entre los principales filósofos del lenguaje de esa nueva corriente están el alemán Hans-Greorg Gadamer. Aunque no haya tratado específicamente acerca de textos bíblicos, los principios de su hermenéutica filosófica han sido ampliamente utilizados por exégetas bíblicos, especialmente los defensores de las nuevas hermenéuticas contextuales, aunque eso ocurra de manera inconsciente.

¿Cómo deberían reaccionar los pastores ante esos nuevos abordajes hermenéuticos? Las reacciones pueden ir del aislamiento a la total asimilación. Sin embargo, ambas opciones no parecen saludables. Por esta razón, este artículo propone que el mejor camino es, en primer lugar, entender esta nueva realidad hermenéutica y, en segundo lugar, intentar extraer de ella oportunidades de diálogo y de crecimiento.

Pilares de la hermenéutica posmoderna

Como ilustración, aquí exploramos tres conceptos elaborados en la obra de Gadamer que son fundamentales para las nuevas hermenéuticas contextuales: preconcepto, tradición y fusión de horizontes. En primer lugar, en relación con el preconcepto, el autor afirma que “los preconceptos de un individuo, mucho más que sus juicios, constituyen la realidad histórica de su ser”.[1] No los ve de manera negativa, como hacía el historicismo clásico. Al contrario, además de ser imposibles de dejar de lado, son los que hacen posible el entendimiento. De hecho, para Gadamer, “preconcepto no se refiere a algo que debe ser neutralizado o dejado de lado, sino algo de lo que no podemos abstenernos y que, por su parte, se transforma en la propia condición de posibilidad de cualquier pretensión a la ‘verdad’ en ciencia”.[2]

El segundo concepto que debe ser considerado es la tradición.

Por tradición, el autor entiende lo que tiene validez sin necesidad de fundamentación. La relación entre tradición y costumbre es elucidada cuando él afirma que “las costumbres son adoptadas libremente, pero no son creadas ni fundadas en su validez por un libre discernimiento”.[3] Por lo tanto, ya que su validez no necesita fundamentos racionales, la tradición está determinada de manera espontánea. De acuerdo con Gadamer, “nos encontramos siempre inmersos en la tradición; y esa no es una inserción objetiva, como si lo que la tradición nos dice pudiera ser pensado como extraño o ajeno”.[4] Su crítica al Modernismo también se da aquí por el hecho de que la ciencia de su época reivindicaba libertad total no solo de los preconceptos, sino también de estar presa de cualquier tradición. A esto llama recepción o reflexión ingenua. Custodio Almeida destaca: “La tradición es lenguaje y este es un verdadero tú y, mientras el tú le sirve de referencia al yo, habla por sí mismo. […] Nadie puede proyectar una mirada completamente exterior al lenguaje o a la tradición; de allí la razón por la que el ideal de la Ilustración de superar los condicionamientos históricos es algo irrealizable”.[5]

En este sentido, el propio Iluminismo era una tradición, aunque no lo reconociera. Sus autores eran espontáneamente influenciados, y de ahí, según Gadamer, no podían huir. Ellos estaban inmersos inconscientemente en su propia tradición.

Por último, se destaca aquí el concepto de fusión de horizontes. Antes de Gadamer, el término fue utilizado por Friedrich Nietzsche y Edmund Husserl, al referirse a determinado punto de vista o perspectiva.[6] Chris Lawn enfatiza que, en Gadamer, “fusión de horizontes” es básicamente una inspiración; “nunca puede ser totalmente obtenida o finalmente completada”.[7] Es incompleta porque tener un horizonte es tener una perspectiva del mundo, y en este caso, la propia naturaleza humana es inacabada y siempre en construcción. Por otro lado, el horizonte del texto que está en el pasado no es fijo, está siempre abierto a nuevas posibilidades. La “fusión de horizontes”, como interacción entre el presente y el pasado, ocurre a partir del juego de preguntas y respuestas; juego cuyas posibilidades siempre están abiertas, pues, en palabras de Gadamer, “la conversación auténtica jamás es aquella que nos gustaría mantener […] en general, es más correcto decir que desembocamos, y hasta que nos enredamos, en una conversación”.[8]

Para el autor, “horizonte es el ámbito de visión que abarca y encierra todo lo que puede ser visto a partir de determinado punto”.[9] En el sentido hermenéutico, tener horizontes  “significa no estar limitado a lo que hay más próximo, sino poder ver más allá de eso”;[10] y expandir el horizonte “quiere decir siempre aprender a ver más allá de lo que está próximo y muy próximo, no para abstraerse de esto sino, precisamente, para verlo mejor, en un todo más amplio y con criterios más justos”.[11] Gadamer concluye que la tradición es el lugar en el que la “fusión de horizontes” siempre ocurre, donde pasado y presente se encuentran.

En este sentido, el “entendimiento es siempre la fusión de los horizontes”.[12] Tal “fusión de horizontes” se da cuando el texto (pasado) y el lector (presente) entran en contacto. Una vez más, el comentario de Lawn es útil: “El pensamiento aquí es un horizonte que puede ser colocado en contacto con otro horizonte. En lugar de obliterar al otro, ocurre un proceso de fusión”.[13] El resultado es el entendimiento del texto. Habiendo discutido brevemente esos tres conceptos, nos resta considerar de qué manera pueden ser perjudiciales o útiles para una hermenéutica bíblica.

Contribuciones y limitaciones

Gadamer tiene razón, al afirmar categóricamente la existencia, la influencia y la importancia de los preconceptos para el entendimiento de un texto. Principalmente, cuando son vistos como “terreno común” entre el intérprete y el mundo del texto. La noción del preconcepto enfatiza el papel del lector en el proceso hermenéutico, que el historicismo negaba o no valoraba. El texto bíblico se dirige a cada persona exactamente donde ella está, en su propia cultura, en su ambiente y en su época. Sin embargo, cada uno debe evaluar, en la medida de lo posible, sus propios preconceptos. Estos necesitan ser analizados críticamente; necesitan ser cuestionados por el texto en el hilo conductor de la distancia temporal o la historia efectual.

A pesar de esto, los criterios para tal crítica no son ofrecidos adecuadamente por Gadamer. Es verdad que la distancia temporal es una óptima herramienta para evaluar la línea interpretativa, los aciertos y las equivocaciones de quien interpretó el texto antes, pero todavía no sirve como criterio para separar falsos preconceptos de los legítimos. Claude Geffré concuerda con eso, al afirmar que “la hermenéutica de Gadamer fracasa al ofrecer criterio para el discernimiento de las conciencias falsa y auténtica”.[14]

En segundo lugar, se debe tomar en consideración la pertinencia del concepto gadameriano de tradición. Por medio de esa concepción, el autor alerta sobre la “recepción ingenua”; la idea de que el investigador puede suspenderse arriba del propio mundo en el que está inserto. De esa manera, el mito de la neutralidad es desenmascarado, haciéndolo tomar conciencia al intérprete de su propia finitud, inherente como ser histórico. Solamente esa conciencia hermenéutica permitirá al intérprete realizar un trabajo adecuado en su interpretación.

Sin embargo, hay peligro en exagerar la importancia de la tradición propuesta por Gadamer. De hecho, todos están insertos en una tradición que ejerce profunda influencia en la percepción que cada persona tiene del mundo. A pesar de eso, es difícil concebir que la aceptación ciega de la tradición nos acabe llevando al conservadurismo o al relativismo, ya que todas las tradiciones pueden aprehender el significado correcto al mismo tiempo. Lo mejor sería aceptar las influencias de esta sobre el pensamiento del investigador, en lugar de aseverar que este no tiene condiciones para superarla o rechazarla. Teniendo esto en vista, mejor sería afirmar que la tradición siempre será el punto de partida, pero no siempre el punto de llegada. La carretera podrá presentar curvas nuevas y, cuando sea necesario, el viajante abrirá su propio camino.

En tercer lugar, se debe considerar el concepto de “fusión de horizontes” y su pertinencia para la práctica hermenéutica en textos sagrados. La imagen de la “fusión de horizontes” denota que la interacción entre el pasado (horizonte del texto) y el presente (horizonte del lector) produce un nuevo significado que tiene validez actual en el ambiente en que la fusión ocurre, a saber, la tradición. Sin embargo, tal idea conduce, inevitablemente, a un indeterminismo de significado.

Desde el punto de vista de este artículo, sería mejor restringir esa fusión a la aplicación personal de un texto como reflexión, y no a su significado. En otras palabras, aunque el significado de un texto permanezca siendo el mismo a lo largo del tiempo, la relevancia y las aplicaciones devocionales, en el caso de los textos sagrados, pueden cambiar dependiendo del horizonte individual del lector. En ese sentido, la fusión puede y debe verificarse.

Conclusión

En términos generales, la teoría hermenéutica de Gadamer ofrece herramientas útiles para entender el proceso interpretativo. El gran beneficio de la obra del autor fue haber destacado el papel del lector en la interpretación, que desde el historicismo iluminista venía siendo negado. Gadamer también destacó la influencia de la tradición, lo que previene al investigador de una recepción ingenua de la propia interpretación. Con la idea de “fusión de horizontes”, Gadamer trajo a luz la importancia de la perspectiva personal en el proceso hermenéutico.

Sin embargo, hay serias limitaciones en su teoría que necesitan ser mencionadas aquí, aunque sea brevemente. Una de las críticas más equilibradas de la obra del filósofo alemán fue realizada por Grant Osborne, en su obra A Espiral Hermenéutics [El espiral hermenéutico].[15] Sus principales observaciones están mencionadas a continuación: 1) No es muy clara la manera en que Gadamer evita la interpretación subjetiva. Él propone algunos controles: la historia efectual, la tradición y el horizonte del texto. Sin embargo, “no hay criterios claros para evitar el subjetivismo”.[16] 2) Gadamer no desarrolla un método para distinguir la verdadera de la falsa interpre- tación; es decir, no hay criterios para que se perciban los entendimientos inadecuados. 3) Él tiene una opinión no crítica de la función del lector en la interpretación; por eso, es difícil ver cómo evitar la polivalencia de significados y, consecuentemente, la anarquía hermenéutica. 4) Gadamer da a la tradición una función no crítica en el acto de llegar a la comprensión. 5) Por fin, y más importante, el resultado de su trabajo lleva inevitablemente a un cambio radical en la definición de verdad, ya que esta sería diferente, dependiendo de la tradición que la desarrolle.

Siendo así, sin duda alguna, los pastores deben ser conscientes de las nuevas tendencias hermenéuticas que no impactan meramente la manera en que las personas interpretan la Biblia, sino también la propia realidad, incluyendo aspectos relacionales y comportamentales en los ámbitos eclesiástico y personal. Sin embargo, más allá del conocer, es necesario adquirir la habilidad de dialogar con esas nuevas tendencias sin caer en el asilamiento ni en la asimilación. En este sentido, la eficacia del diálogo será fundamental para que se mantenga el equilibrio entre identidad y relevancia, de manera que se capacite a la iglesia para cumplir su misión.

Sobre el autor: profesor de Teología en la Facultad Adventista de Bahia, Rep. del Brasil


Referencias

[1] Hans-Georg Gadamer, Verdade e Método (Petrópolis, Río de Janeiro: Vozes, 2007), t. 1, p. 368.

[2] Jean Carlo de Carvalho Costa, “Hans-Georg Gadamer: Notas introdutórias à hermenêutica filosófica contemporânea”, Fragmentos de Cultura, t. 14, Nº 5, p. 902.

[3] Hans-Georg Gadamer, ibíd., p. 372.

[4] Ibíd., p. 374.

[5] Custódio Luís Silva de Almeida, Hans-Georg Flickinger y Luiz Rohden, Hermenêutica Filosófica: Nas Trilhas de Hans-Georg Gadamer (Porto Alegre, Río Grande do Sul: EDIPUCRS, 2000), p. 200.

[6] Chris Lawn, Compreender Gadamer (Petrópolis, Río de Janeiro: Vozes, 2010), p. 192.

[7] Ibíd., p. 92

[8] Hans-Georg Gadamer, ibíd., p. 497.

[9] Ibíd., p. 399.

[10] Ibíd., p. 400.

[11] Ibíd., p. 403.

[12] Ibíd., p. 306.

[13] Chris Lawn, ibíd., p. 92.

[14] Claude Geffré, Como Fazer Teologia Hoje: Hermenêutica Teológica (San Pablo, SP: Paulinas, 1989), p. 34.

[15] Grant R. Osborne, A Espiral Hermenêutica: Uma Nova Abordagem à Interpretação Bíblica (San Pablo, SP: Vida Nova, 2009), pp. 602-606.

[16] Ibíd., p. 605.