La detección y el tratamiento a tiempo de síntomas físicos han reducido drásticamente la fatalidad de algunas enfermedades.

Muchas personas se hacen una revisión anual para detectar posibles problemas de salud. La cita anual con el recaudador de impuestos da a la familia la oportunidad de revisar sus finanzas. Los poseedores de automóviles se aseguran de que el médico de su vehículo revise el pulso, la presión y la respiración del mismo a intervalos regulares. Los cristianos utilizan los reavivamientos y las consagraciones para evaluar su progreso espiritual. Pero al matrimonio, que está tan relacionado con nuestra felicidad, se le permite naufragar por años sin examinarlo ni renovarlo.

Juan, de 41 años, y María, de 38, padres de cuatro hijos, vinieron a verme después de quince años de matrimonio. Ambos tenían educación universitaria. Juan trabajaba como ejecutivo y María como ama de casa. María tenía un trastorno en la visión que la dejaría ciega en pocos años, y su esposo se mostraba realmente preocupado por esa condición. Pero el problema que amenazaba su matrimonio era de mayor duración aun y representaba una amenaza más seria para su relación.

Juan pasaba dos o tres noches por semana fuera de su hogar atendiendo citas sociales o de negocios relacionadas con su trabajo. Los fines de semana también salía mientras María permanecía en el hogar. Estaba ocupado con numerosas actividades que le quitaban todo el domingo, y pasaba largas horas jugando al golf con sus amigos.

En los comienzos del matrimonio, María había adoptado la actitud de “ser una dulce esposa y permitirle seguir adelante”. Pero su frustración aumentó cuando los niños la ataron y Juan continuó disfrutando de numerosas actividades placenteras fuera del hogar. Su frase tantas veces repetida: “Ve, querido, no me molesta”, se transformó en una realidad. Poco a poco dejó de preocuparse para no sentirse herida. En el momento en que llegaron para pedir consejo ella podía afirmar con honestidad que le quedaba muy poco amor. Cuán diferente hubiera sido la situación si Juan y María hubiesen examinado periódicamente la salud de su relación.

Muchos de nosotros conocemos sólo vagamente los principios básicos necesarios para el bienestar de nuestro matrimonio. No somos capaces de reconocer el comienzo del deterioro ni podemos prevenir las situaciones maritales que pueden convertirse eventualmente en montañas. Y si las advertimos, con frecuencia ignoramos las grietas que se están desarrollando y las necesidades emocionales insatisfechas siempre que es posible.

Pero todo eso puede cambiar si usted y su esposa revisan la salud de su matrimonio con los once puntos que presentamos a continuación. He aquí algunas sugerencias para que la experiencia pueda ser más significativa:

  1. Escoja un momento del día y de la semana que sea tranquilo, cuando ninguno de los dos esté de mal humor.

2.    Invite al Espíritu Santo para que agudice la percepción y suavice las reacciones de ambos.

3.    Busque un lugar donde puedan sentarse juntos y compartir una hora sin ser interrumpidos.

4.    Túrnense para leer las preguntas y las explicaciones el uno al otro.

5.    Tómense de la mano mientras uno de ustedes lee las preguntas por segunda vez. Respondan con un apretón de mano, o coloquen un tilde ante cada pregunta que crean que necesita atención en su matrimonio.

6.    Traten de enfocar lo que está pasando entre ustedes y no con uno de ustedes.

7.    Es saludable admitir algunos defectos ante nuestro compañero para inspirar esperanza en la posibilidad de un cambio. Sin embargo, usted conoce mejor a su cónyuge y debe decidir si la confesión de alguna falta puede impresionarlo y hacerle más daño que bien.

8.    Después de la segunda lectura discutan las preguntas que revelan la necesidad de un cambio en la relación. Algunos cambios pueden realizarse al establecer prioridades acerca de cómo deben utilizarse el tiempo y el dinero, planeando apartar parte de ambos para un propósito especial. Pueden lograrse mejoras en las actitudes que habitualmente dañan el matrimonio con a) una decisión mutua de hacer cambios específicos, b) oración diaria, c) prestar atención al progreso del cambio, y d) la prontitud para recompensar aun el más pequeño paso en la dirección correcta.

9. Si los problemas están demasiado arraigados para tratarlos de esta manera, busque ayuda profesional. (Una indicación podría ser la existencia de hostilidades que imposibilitarán hacer juntos el cuestionario). Los consejeros matrimoniales deberían consultarse con tanta prontitud como los consejeros médicos y legales.

Once puntos para el examen de la salud matrimonial

  1. ¿Recibe su cónyuge más “caricias” que “golpes”?

Para comprender lo que queremos decir, acaricie su brazo con la punta de los dedos como si fuera una pluma y luego golpéelo con los nudillos. La caricia representa la atmósfera que pueden crear las palabras positivas. El golpe representa la herida o la irritación que producen las palabras negativas. (Luego díganse el uno al otro lo que creen que están recibiendo en su experiencia actual).

La esposa que regularmente escucha más declaraciones positivas que negativas puede recibir algunas frases negativas de vez en cuando. Las pequeñas atenciones, los numerosos incidentes pequeños y las simples cortesías de la vida, hacen la suma de la felicidad; de igual manera la ausencia de palabras amables, alentadoras y afectivas, y de pequeñas cortesías ayuda para formar el cúmulo de desdichas de la vida.

2.    ¿Comparten la mayoría del tiempo libre?

Muchas parejas comparten las tareas de la casa y otras actividades necesarias, y ese compartir les proporciona mutua identificación. Pero, ¿qué sucede con el tiempo libre? ¿Cómo lo divide usted entre su esposa y sus amigos? Si la mayoría de los momentos de recreación los pasa solo o en compañía de otros fuera de su cónyuge, el deseo de estar juntos está perdiendo su atractivo.

3.    ¿Pasan por lo menos tres horas seguidas juntos cada dos semanas, o salen juntos por lo menos un fin de semana cada tres meses?

Las ocupaciones pueden sofocar la significativa posibilidad de estar juntos y la interminable necesidad de hacer cosas puede ser una manera de escapar a la cercanía del otro. Debe planearse el estar juntos; si se lo hace regularmente puede dar aún mayores satisfacciones a la pareja que anhela ese momento y luego lo recuerda.

Planee un fin de semana ocasional “apartado de todo” en una atmósfera de luna de miel. Pocos nos damos cuenta de cuánto nos controla e inhibe el teléfono, las ocupaciones diarias, y el advertir constantemente la presencia de los niños.

Cristo reconoció la vinculación entre las relaciones y el descanso cuando aconsejó a sus discípulos: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer” (Mar. 6: 31).

4.    ¿Por lo general arreglan los conflictos sin amargura y de mutuo acuerdo?

Sería un milagro increíble que dos seres inteligentes que viven juntos nunca tuvieran un desacuerdo. Los matrimonios que tienen serias diferencias pero las niegan están solamente ocultando y dilatando el problema. ¿Tiene usted reglas básicas para manejar las diferencias de tal manera que queden buenos sentimientos en cada uno después de la discusión? He aquí algunas ayudas:

*Nunca utilice la fuerza física.

*No utilice apelativos. Expresiones como “estúpida” o “tarado” no ayudan a ninguno de los dos.

*Aténgase al tema. El recordar los errores cometidos en el pasado oscurece el punto principal en discusión.

*No aplique “golpes bajos”. El íntimo conocimiento mutuo puede poner las áreas vulnerables de uno u otro bajo discusión. Su enojo lo tentará a recordar algún hecho vergonzoso o doloroso para utilizarlo como arma en su esfuerzo por ganar. No lo haga.

Satanás siempre está dispuesto a sacar partido de las discrepancias que pueden surgir. Al incitar los rasgos de carácter objetables y hereditarios del esposo o la esposa, tratará de alejar a los cristianos que han unido sus vidas con el solemne pacto del matrimonio ante Dios.

5.    ¿Hay un balance satisfactorio entre el trabajo que realiza en su casa y el que realiza fuera de ella?

¿Está satisfecha con la forma en la que su cónyuge comparte el trabajo? La cantidad de trabajo que hace en el hogar, ¿tiene en cuenta lo que su esposo hace fuera del hogar? Una división de las actividades del hogar por la mitad no dará resultado ni es deseable. Pero la participación en las tareas del hogar, aunque sea limitada, podrá demostrar a su cónyuge su interés y compañerismo. Lo importante no es cuánto hace cada uno, sino cómo se sienten con la división de las tareas. ¿Cómo pueden el esposo y la esposa dividir los intereses de la vida del hogar y aún tener una firme y amorosa influencia el uno sobre el otro? Deberían tener el mismo interés en todo lo que está relacionado con las tareas del hogar.

6.    En su relación, ¿se juega con el dinero, el sexo, el empleo, etc.?

En el matrimonio, el sexo y el dinero son tópicos de continua discusión. Sin embargo, las causas de esas discusiones son generalmente más profundas. “El” controla el dinero y “ella” el sexo. (La igualdad de los sexos en la actualidad aumenta la posibilidad de invertir lo que controla cada uno.) ¿Utiliza usted el dinero, el sexo, o las horas de trabajo para expresar enojo, venganza, necesidad de controlar, u otros sentimientos disfrazados? El amor no tiene envidia. Si usted ama a alguien creerá en él y anhelará lo mejor para él.

7.    ¿Los satisface mutuamente la expresión física del sexo?

No hay una frecuencia establecida para la actividad sexual de la pareja. ¿Están ambos satisfechos y felices con lo que hacen y con la frecuencia en que lo hacen? Si no es así, ¿por qué no?

8.    ¿ Está uno de los dos entreteniéndose peligrosamente con otra persona?

Muchos deslices comienzan inocentemente. Uno de los cónyuges comenzará a pasar un poquito más de tiempo, y bromear con un poquito más de chispa, con alguien del sexo opuesto. Un lugar habitual para esa situación es el trabajo. La cantidad de tiempo que se pasa y la agradable conversación con un amigo tienden a aumentar casi inconscientemente y sientan las bases para una futura relación. Aunque una relación tal puede parecer divertida, debe ser cortada en flor por quienes consideran seriamente su matrimonio.

9.    ¿Se siente querido, amado y apreciado? Otra pregunta aún más importante: ¿Su compañero se siente querido, amado y apreciado?

En la unión de dos vidas, cada uno debe proporcionar la felicidad al otro. La necesidad de sentirse querido, amado y apreciado es natural y saludable. Si esa necesidad no se satisface (y el aislamiento de los familiares que suele ocurrir con las familias modernas impone una grave carga a los cónyuges), el vacío puede ser llenado de manera inapropiada: comiendo demasiado, con una relación extramarital para halagar el ego, con demandas irrazonables del cónyuge, y otras cosas por el estilo. Una respuesta satisfactoria a esta pregunta puede depender de las respuestas “correctas” a las otras diez.

10.    ¿ Falta algo en su relación que usted cree que es necesario?

Algunas veces un cónyuge siente que algo que necesita falta en la relación. Él o ella pueden tratar de vivir con la necesidad insatisfecha alternando los deseos o sepultando las frustraciones bajo una montaña de trabajo. Ambas soluciones pueden significar la disminución de la satisfacción para ambos. Si uno necesita más afecto, y el otro está tratando de aprender a ser más afectivo, el cónyuge que necesita el afecto puede tratar de reducir su necesidad y encontrarse con su compañero a mitad de camino. Lanzarse a demostrar afecto puede ser una experiencia nueva y riesgosa. Si este es un problema en su matrimonio, ¿está usted dispuesto a probar?

11.    ¿Está haciendo todo lo posible para tener un matrimonio feliz?

Los pastores y los consejeros algunas veces encuentran que una pareja con problemas matrimoniales de larga duración han abandonado sus intentos por mejorar el matrimonio -como en el caso de Juan y María. Uno o ambos pueden resignarse a una relación desdichada e insatisfactoria. Es muy difícil cambiar esa actitud, pero es necesario. Ambos cónyuges deben desear el cambio. En todos los matrimonios de éxito ambos cónyuges tratan de mantener la relación viva y en aumento.

Si ustedes repasan estas once preguntas juntos por lo menos una vez al año, podrán cubrir las grietas antes que se transformen en abismos. Sus esfuerzos podrán dar como resultado una reconsagración para un matrimonio placentero y en desarrollo.

Los hombres y las mujeres pueden alcanzar el ideal que Dios tiene para ellos si toman a Cristo como su ayudador. Lo que la sabiduría humana no puede hacer, puede cumplirlo la gracia de Dios en favor de quienes se entregan con amorosa confianza.

Si ambos toman a Cristo como su ayudador podrán alcanzar el ideal de Dios para sus vidas. Entréguense a él con amorosa confianza y su gracia hará lo que está fuera del alcance de la sabiduría humana.

Sobre el autor: Reger C. Smith, es profesor adjunto de trabajo social en la Universidad Andrews, Estados Unidos.