En julio de 1973, y como parte de la programación del Año de la Juventud, se realizó en Morales, Perú, un campamento, dirigido por el presidente y el director del Depto. de Jóvenes de la Misión del Oriente Peruano.

Entre las personas que asistieron, estaba la profesora Martha R. de Razzeto, quien expresó así sus impresiones del campamento y la experiencia vivida en él: “Agradezco a Dios por haberme permitido estar aquí estos días. Sin duda fueron los más felices que he vivido.

“Varias actitudes y acontecimientos me impactaron positivamente, habiéndome llevado a hacer mi decisión de dejar el mundo y seguir a Cristo.

“Lo más emocionante fue el bautismo. Fue una inspiración para mí ver cuántos hay que deciden entregarse a Cristo, y he hecho la decisión de pasar también por esa experiencia feliz.

“Admiré también la facilidad que tienen los adventistas de conversar con Dios a través de la oración, no con discursos memorizados sino expresando con palabras propias el sentir de cada uno. He aprendido a comunicarme con Dios como con un amigo.

“Me di inmediatamente cuenta de la confraternidad que existe entre los adventistas. Ellos nos brindaron amistad, confianza, cariño y ayuda espiritual. De hoy en adelante trataré de proceder de la misma manera con otros.

“Los himnos cantados durante el campamento me han inspirado gozo y felicidad. He gozado oyéndolos cantar y cantándolos.

“Agradezco a Dios y a aquellas personas con quienes compartí momentos de tal alegría e inspiración que servirán de pautas para mi vida futura”.

1974, ¡ES HORA DE COSECHAR! ¿Qué pasaría si todas nuestras actividades en colegios, sanatorios, oficinas, iglesias, campamentos, estuvieran impregnados de ese espíritu contagioso de fe, esperanza y amor por la verdad? Ciertamente, ganaríamos tantas o más almas que las que llegan al redil a través de los planes de evangelización.

La principal herramienta para la cosecha de almas, es el testimonio viviente de creer, amar y compartir la verdad que profesamos. Probémoslo en 1974.