Tal vez como nunca en el pasado, se necesitan los métodos de evangelización bien elaborados bajo la suprema dirección divina. Es posible que antes los planteamientos fueran más sencillos. Existía un método directo de evangelización y las gentes eran atraídas, con movidas y convertidas a Jesucristo. Las cosas han cambiado al respecto. Hoy, el individuo se ha potenciado mucho frente a la sociedad; las corrientes de opinión son muy liberales en su búsqueda del placer, y la fe se discute y es rechazada considerándola un anacrónico recurso de la debilidad humana.

Esta situación dificulta la labor evangélica, y exige más y más del evangelista que aspire a convocar a las gentes para ofrecerles su mensaje de esperanza. Por ello cobra hoy especial vigencia el consejo de la pluma inspirada: “Se concebirán nuevos medios para alcanzar los corazones” (El evangelismo, pág. 81).

¿El mejor método? ¡El que triunfa!

No es que el fin justifique los medios, sino que la garantía de un método procede de su eficacia para llevar las gentes a Jesús. Alguien criticó a Moody y sus métodos de evangelización. Este respondió: “A mí tampoco me gustan demasiado. ¿Qué método emplea Ud.?”, preguntó. “Ninguno”, respondió su crítico. Entonces Moody le dijo: “Bien, pues entonces prefiero mi forma de hacerlo, que la suya de no hacerlo”.

Es hermosa la lección del poeta Antonio Machado: “Caminante, no hay camino; se hace camino al andar”. Es decir, lo que se aprende se aprende haciéndolo.

E. G. de White afirma: “Se necesitan hombres… que, bajo la dirección de Dios… puedan inventar… nuevos métodos para despertar el interés de los miembros de la iglesia y para alcanzar a los hombres y las mujeres de este mundo” (ibid., págs. 81, 82).

Todo método de evangelización debe justificarse en base a las condiciones siguientes:

Su marco circunstancial

1. Debe armonizar con el lugar. Si bien el mensaje debe ser el mismo para “toda nación, tribu, lengua y pueblo”, no debiera serlo la forma de presentarlo. Es lo que podríamos definir como la “circunstancialidad” del mensaje. E. G. de White escribe: “La manera en la cual se presenta la verdad, a menudo tiene mucho que hacer en la determinación de si será aceptada o rechazada” (ibid., pág. 127).

El método para presentar el mensaje debe estar determinado por el lugar y, por lo tanto, por la idiosincrasia de la gente. Detalles tales como el nivel cultural, la mentalidad (conservadora o progresista), la economía, el clima, el tipo de ciudad donde se desea realizar la campaña, la ideología religiosa predominante, etc. Todo eso, y mucho más, debe ser tomado en cuenta al programar una campaña.

2. Debe armonizar con la personalidad del evangelista. Sabemos bien que cada evangelista debe ser muy cuidadoso en la elección del método a seguir, y en su tino de captar y aplicar los métodos practicados por otros evangelistas. La personalidad del evangelista debe determinar qué tipo de evangelización desea hacer. Cuanto mejor sea la simbiosis evangelista/método, mayores ocasiones de éxito tendrá. En síntesis podríamos decir lo siguiente: El método no debe dominar al predicador (sí el mensaje); ni éste debe ponerse por encima de cualquier método que se le ofrezca. “Mantened los ojos fijos en Cristo. No fijéis vuestra atención en algún pastor favorito, copiando su ejemplo e imitando sus gestos; en suma, llegando a ser su sombra. No coloque ningún hombre su molde sobre vosotros” (ibíd., pág. 457).

3. Debe armonizar con los objetivos. El método para evangelizar también debe tomar en cuenta los objetivos propuestos. El esfuerzo e inversión deberá ser proporcional al tamaño de la ciudad, a la duración de la campaña, y a que ésta sea realizada en “nuevo territorio” o en una ciudad donde la obra ya esté establecida. Cuanto más concreto sea el objetivo que nos proponemos alcanzar mayor será la motivación que garantice la realidad de esos objetivos. Hemos comprobado que la evangelización en nuevos territorios motiva fuertemente, no sólo al equipo que realiza la campaña sino a todas las iglesias de la Unión. Siempre han respondido generosamente cuando se les ha solicitado apoyo económico o humano (cediendo a sus pastores).

Un método para una misión

La evangelización en nuevos territorios se gesta en base a los siguientes imperativos:

1. La dinámica evangelizadora de las Sagradas Escrituras. Cuando el Maestro dijo: “…hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8) nos concedió una misión conteniendo elementos dinámicos y universales en la predicación del Evangelio. Enseñamos que “…será predicado este evangelio del reino en todo el mundo…” pero, con frecuencia, permanecemos confinados a las iglesias que ya tenemos. “Hasta lo último de la tierra” es una invitación a extenderse a conquistar nuevas ciudades para Cristo, a sacudirnos el espíritu de comodidad al medio y a las circunstancias. San Pablo, el gran evangelista, tenía una máxima que lo impulsó a una dinámica espectacular: “…me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno” (Rom. 15:20). La predicación en nuevos territorios no debería ser nunca una opción, sino una necesidad fundamental de la misión de la iglesia de Jesucristo.

2. La voz del espíritu de profecía. Son muchas las citas que la Sra. de White escribió señalando la conveniencia y la necesidad de alcanzar aquellos lugares donde todavía no hemos entrado con el Evangelio. “Día y noche me parece oír esta declaración: Avanzad; añadid nuevo territorio; entrad en nuevos lugares… y presentad el último mensaje de amonestación al mundo. No hay tiempo que perder” (El evangelismo, pág. 49). El mismo Dios que dijo “id por todo el mundo”, dice ahora: “Avanzad”. Y nos anima para que no temamos hacer esa obra, porque “los lugares donde la verdad no ha sido proclamada son los mejores para trabajar” (ibíd., pág. 19).

Elena G. de White amonesta seriamente a los dirigentes de la obra al respecto: “Pregunto a los encargados de nuestra obra: ¿Por qué se omiten tantos lugares? Considerad los pueblos y las ciudades que aún no se han trabajado… Los ángeles del cielo están esperando que los instrumentos humanos entren en los lugares donde todavía no se ha dado testimonio en favor de la verdad presente” (ibíd., págs. 48, 49). Cuando leí “los pastores están revoloteando sobre las iglesias que conocen la verdad, mientras miles de personas perecen sin Cristo” (ibíd., pág. 280), comprendí hacia dónde tenía que dirigir mi ministerio: hacia las 22 provincias españolas que no conocían aún el Evangelio.

Campañas en nuevos territorios

1. Acciones previas. Hay muchas cosas que preparar cuando pretendemos realizar una campaña en un “territorio nuevo”: Se debe buscar un salón para la nueva iglesia, un salón grande para el Plan de Cinco Días para Dejar de Fumar, una vivienda para los miembros del equipo. Se necesita preparar la publicidad (encuestas, carteles y folletos). Realizar gestiones ante los medios de comunicación para contar con una difusión adecuada, etc. Es una etapa de adaptación y de conocimiento de la ciudad. Para evitar los prejuicios religiosos (en España son todavía muy fuertes), eludimos presentarnos como adventistas. Con esto tratamos de seguir el consejo inspirado: “Debemos obtener los edificios silenciosamente sin definir todo lo que intentamos hacer. Debemos usar gran sabiduría en lo que decimos, no sea que nuestro camino resulte obstaculizado” (ibíd., pág. 60). Cuán importante es la prudencia para realizar la obra de evangelización, cuando ésta se lleva a cabo en un lugar donde no somos conocidos en absoluto.

2. El Plan de Cinco Días para Dejar de Fumar. Se realiza unas diez semanas antes de empezar la campaña. Es una de las acciones más importantes para preparar y motivar al público que deberá asistir a las conferencias. Para este plan elegimos el mayor salón público de la ciudad (siempre gratuito), para poder alcanzar al mayor número posible de personas. Hemos observado que el programa antitabáquico es muy útil para vencer la desconfianza que las personas sienten hacia todo lo desconocido. Los hogares se abren a los miembros del equipo, con gran satisfacción por parte de quienes se sienten beneficiados por el programa. De otro modo sería muy difícil el acceso a esos mismos hogares.

3. La visitación. El promedio de asistencia al curso antitabáquico en nuestras campañas es de 800 a 1.000 personas, lo que significa un número similar de hogares y de familias. La visitación es, en mi opinión, la etapa más importante de la campaña; incluso más que la de las conferencias. Hemos comprobado que, cuando se realiza bien esta labor, interesando a la gente en las siguientes partes de nuestro programa, el resultado final está prácticamente asegurado. Dicha visitación se realiza con revistas (Viva mejor, Centinela, Vida Feliz), y con diversos cursos que guían, progresivamente, hacia el curso bíblico. Paralelamente, los siete miembros del equipo realizan una encuesta pública (200 a 300 hogares) que anuncia y prepara el segundo Plan de Cinco Días para Dejar de Fumar y las conferencias.

Con esta labor, que dura nueve semanas aproximadamente, se crea un fichero que vendrá a ser el corazón de la campaña.

La campaña de evangelización

1. Una semana decisiva. Es la primera semana de la campaña propiamente dicha. Si el primer Plan de Cinco Días para Dejar de Fumar lo realizamos al fin del mes de octubre, el segundo tendrá lugar en la tercera de enero. Si el primer plan se lleva a cabo en un salón público, el segundo se realizará en el salón-iglesia preparado al respecto. Si el primero fue aislado de cualquier otra actividad pública, el segundo será seguido por toda la programación que completa la campaña de evangelización (conferencias, cursos de salud y hogar, investigación bíblica, etc.). Paralelamente al segundo, el equipo realiza la entrega individual de una invitación a las conferencias que continuarán seguidamente. Es el público que se “añadirá” cuando, al terminar el plan antitabáquico, disminuya la asistencia.

2. Superar los prejuicios. Esto sólo podemos conseguirlo con una temática cuidadosamente escogida, capaz de atraer por el interés general de su contenido. ¡Cuánto debe orar el equipo para que el Señor ayude a evitar cualquier error que favorezca la acción opositora de Satanás! La gente debe ver en nosotros a personas amigas, verdaderamente interesadas en sus problemas personales y familiares. Después escucharán las palabras del Evangelio sin reticencias. Dice Elena G. de White: “Al trabajar en un campo nuevo, no creáis que es vuestro deber decir en seguida a la gente: Somos adventistas del séptimo día; creemos que el séptimo día es el día de reposo; no creemos en la inmortalidad del alma. Esto levantaría a menudo una formidable barrera entre vosotros y aquellos a quienes quisierais alcanzar” (El evangelismo, págs. 149, 150).

3. Duración de la campaña. Cuando no se cuenta con la base firme de una iglesia ya establecida, debe ejercerse especial cuidado para no precipitarse con la decisión de quienes han de ser sus “miembros fundadores”, y a la vez, las columnas de la naciente iglesia. Esto no se consigue en un corto período. Probablemente dependa también del lugar. En nuestras campañas empleamos nueve meses, que alcanzan, desde la llegada del equipo, hasta la organización de la nueva iglesia.

Cada miembro del equipo se desplaza con su familia y sus hijos. Gracias a la duración de la campaña, pueden asistir un curso completo del colegio.

La campaña de evangelización se utiliza también como un curso teórico/práctico de aprendizaje para los tres “aspirantes al ministerio” que participan, y de reciclaje para los tres veteranos que forman equipo con ellos.

Resumen

El método de evangelización utilizado debe estar condicionado por su “circunstancialidad” de acuerdo con el lugar, la personalidad del evangelista y los objetivos que nos proponemos alcanzar. La evangelización en nuevos territorios es estimulada por las Sagradas Escrituras y por el espíritu de profecía.

Este tipo de evangelización requiere especial preparación y cuidado. Es la práctica del consejo divino: “Sed pues prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Trabajar en nuevos territorios es más que una opción; es una orden divina que debemos obedecer ineludiblemente. El Señor dijo: “Yo estoy con vosotros” (Mat. 28: 20).