Para alcanzar a las nuevas generaciones, necesitamos algo más, aparte de las interminables estrategias.

De acuerdo con la Biblia, tenemos la obligación de predicar “a griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios” (Rom. 1:14); proclamar el evangelio eterno “a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6). Esa obligación incluye a los posmodernos. Pero ¿quiénes son? ¿En qué creen? ¿Cómo podemos, como adventistas, alcanzarlos?

El término “pos” significa “después”; y “moderno” significa “actual”, “ahora”; algo que pertenece al tiempo presente. Así, podemos definir la expresión posmoderno como “más allá del tiempo presente”; es decir, identifica a personas que viven la experiencia de constante cambio. Tal vez, la definición literaria más concisa de “posmodernismo” haya sido dada por Jean-François Lyotard, quien lo definió como “incredulidad hacia las metanarrativas”.[1] Las metanarrativas son historias o verdades abarcadoras, que son como el paraguas para todo en la vida, como la existencia de Jesucristo como Hijo de Dios y su plan de salvación, por ejemplo.

Frecuentemente, el posmodernismo es mal comprendido. Mezclamos las palabras “secular”, “posmoderno”, “pluralista” y “contemporáneo”, pero no tienen idéntico significado. Una persona secular no cree en Dios; una pluralista cree en muchos dioses o verdades; una persona contemporánea, sencillamente, vive en nuestra época; pero alguien posmoderno es algo más complejo. Los posmodernos no niegan necesariamente a Dios; lo que no tienen es una creciente relación con Dios. No rechazan la verdad, pero no están seguros de dónde pueden encontrarla, ni que la Biblia tenga la verdad.

El posmodernismo reacciona a los fracasos del modernismo, rechazando la universalidad de la verdad y valorando la tolerancia como virtud suprema.[2] Pero, eso tiene fronteras contradictorias, que conduce a un sistema de tolerancia selectiva. Steven Connor escribió: “Lo que llama la atención es, precisamente, el grado de consenso en el discurso posmoderno de que ya no existe la posibilidad de consenso alguno; el anuncio impositivo de la desaparición de la autoridad final; y la promoción de una condición cultural en la que la totalidad ya no es imaginable”.[3] En otras palabras, el posmodernismo parece estar seguro de que no hay manera de estar seguro con respecto a las verdades absolutas.

La incomprensión más común del posmodernismo se centra en el hecho de que el posmodernismo niega completamente la verdad absoluta, relativizando así cada cosa. Los posmodernos no niegan la verdad y la realidad objetiva; en su lugar, cuestionan la posibilidad de distinguir entre la verdad y lo que no es verdad. El posmodernismo es un movimiento reaccionario en contra del abordaje arrogante que el modernismo atribuyó a la autoridad y a la “prueba” científica.

Oportunidades

Con el final del concepto del absolutismo de la razón humana y de la ciencia del modernismo, lo sobrenatural volvió a tomarse en consideración. Por el hecho de que los posmodernos consideran que la espiritualidad está íntimamente ligada con la experiencia sobrenatural, los cristianos que han experimentado el Espíritu Santo tienen grandes oportunidades de hacer amigos entre los posmodernos, y de compartir con ellos la historia de un Dios personal que ha realizado milagros en la vida de esos mismos cristianos.

La intuición y las emociones son otro camino por el cual los posmodernos pueden descubrir la verdad. Dado que estos experimentan varios encuentros espirituales, incorporan un nuevo estilo de vida cuando encuentran un grupo al que pertenecer. Una invitación personal como, por ejemplo, “experiméntalo” (es decir, experimenta el evangelio), debe ser nuestro mensaje hacia ellos. Las personas anhelan pertenecer. Y la comunidad cristiana ofrece un ambiente de apoyo que puede ayudarlos a descubrir un significado más profundo y más completo de lo que significa ser un discípulo de Jesús.

Considerando las investigaciones actuales acerca de la prevalencia de la cultura posmoderna, las iglesias deben adoptar métodos que atraigan a los adeptos a esa mentalidad. Richard Halverson escribió: “¡El dogmatismo y la fe no son idénticos! El dogmatismo es como la roca; la fe es como una semilla. La fe, con frecuencia, lucha contra las dudas. […] El dogmatismo es un túnel. La fe es el pico de una montaña […]. El dogmatismo insiste en las máximas. La fe conoce a Cristo. El dogmatismo genera intolerancia. La fe estimula la comprensión”.[4] Eso no significa que debamos diluir el mensaje de las Escrituras, en un intento por entretener. Significa que debemos reajustar la orientación de nuestra estrategia de testificación, centrándonos en el ejemplo que Jesús nos dejó acerca de la manera de vivir.

Por el hecho de que el cristianismo reivindica tener la verdad absoluta, está destinado a ser impopular en un ambiente posmoderno. Así, si bien el evangelismo relacional es considerado la mejor técnica de abordaje, nuestras “técnicas” no pueden ser deshonestas. El evangelio se aplica a todas las épocas, en todos los países y las culturas. Enfrentamos un peligro: mientras buscamos “hacer relevante el evangelio”, podemos omitir la realidad de que ya es relevante. El evangelio jamás será irrelevante mientras haya personas sufrientes, que necesitan encontrar paz en la dádiva divina de la salvación.

Las Escrituras no deben ser comprometidas ni oscurecidas por ninguna metodología evangelizadora, preocupada por el crecimiento de la iglesia u obsesionada por los bautismos. En verdad, debemos permanecer atentos a las personas y a sus necesidades de relacionamiento, apoyo y sustento. A fin de alcanzar a la generación posmoderna, necesitamos volver a lo básico: vivir los principios bíblicos; desarrollar amistades auténticas; atender a las necesidades del prójimo; y dar a los nuevos discípulos una oportunidad para creer a través de la pertenencia a un grupo. Debemos vivir nuestra fe, porque “es esta clase de fe que los posmodernos pueden aceptar; incluso más, por la que pueden dar la vida”.[5]

Modelo de discipulado

Con el propósito de ofrecer un abordaje culturalmente más sensible, presentamos aquí un modelo de discipulado que incluye una visión estratégica a fin de hacer que los cristianos adventistas participen de la construcción de una auténtica amistad con personas de mentalidad posmoderna, en nuestras comunidades. Se trata de llevarlas a Cristo y de proporcionarles esperanza, por medio del apoyo y la nutrición espiritual.[6] Esta visión está fundamentada en tres principios bíblicos para el evangelismo en el mundo posmoderno.

Pertenecer, antes de creer. La estrategia evangelizadora más ampliamente adoptada es enseñar a las personas el evangelio, verificar si se conducen de acuerdo con las doctrinas y, finalmente, aceptarlas para que pertenezcan al cuerpo simbólico de Cristo. Ese método ha resultado ineficaz en el mundo occidental posmoderno. Hoy, las personas buscan relaciones honestas y genuinas. Jesucristo es el mayor y más perfecto ejemplo de cómo establecer amistades. “Solo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía a sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: ‘Seguidme’ ”.[7] Eso requiere planificación y sacrificio, porque todos estamos ocupados. En este ambiente, hablar y participar es algo crucial. Debemos recordar que el acto de hablar incluye el acto de la escucha. Ayudar a los posmodernos a comprender la historia de Cristo requiere mucho tiempo y paciencia. Tenemos que ser comprensivos, honestos, y no asumir la postura de jueces.

Una comida juntos es algo muy importante. Ese gesto construye y sustenta las relaciones humanas, y simboliza solidaridad. Expresa la naturaleza de las relaciones humanas; incluso, llega a ser un estilo de vida. Jesús comió y bebió con las personas, incluso con los más viles pecadores (Mat. 11:19; Mar. 2:15-17; Luc. 15:1, 2). Él sabía que, al estar con las personas alrededor de una mesa, podría influenciarlas por sus palabras y sus actos.

Si el principal objetivo del evangelismo es producir “creyentes”, entonces llamamos la atención de las personas hacia las cosas y las verdades que necesitan conocer. Si el principal blanco del evangelismo es cambiar “comportamientos”, llevamos a las personas a centrarse en ellas mismas y en sus hábitos personales. Si la principal meta del evangelismo es la “pertenencia”, entonces llevamos a las personas a convertirse en discípulos de Cristo, incorporándolas a la comunidad cristiana y compartiendo con ellas las bendiciones de la amistad cristiana.[8] “Pertenecer antes de creer” no significa que la persona sea espiritualmente integrada al cuerpo de Cristo, sino que es aceptada en el proceso de transformación, que abarca la obra del Espíritu Santo.[9]

“Un sentido de pertenencia coloca a los interesados en la posición de observadores- participantes, de modo que puedan aprender lo que el evangelio significa. Ellos pueden observar bien de cerca cómo impacta en la vida de las personas y modela una comunidad. A través de este proceso, el interesado llega a conocer cuándo está listo para tomar la decisión personal de identificarse plenamente con el Señor y con el cuerpo de Cristo, la iglesia.”[10]

Muchas personas desean pertenecer a un lugar al que puedan llamar hogar, con el que puedan identificarse. Actualmente, el mundo navega en las aguas del modernismo, en el que el Iluminismo creó autonomía, individualismo y aislamiento, dirigiéndose hacia el posmodernismo, por el cual las personas están buscando identidad y comunidad. Hoy, tenemos la realidad virtual; una experiencia real en su efecto, pero no lo es de hecho.[11] Dado que esas personas luchan en la miseria de la soledad y buscan identidad, los cristianos deben crear una comunidad que abrace y ayude a esas personas a encontrar su identidad, al igual que a convertirse en discípulos de Cristo. Dios creó una comunidad (Gén. 2:18), y el propio Jesús escogió vivir en una pequeña comunidad (Mar. 3:14). Eso debe convertirse en un modelo para el ministerio en el mundo posmoderno: un ambiente en el cual las personas se sientan lo suficientemente cómodas como para compartir sus alegrías, sus sufrimientos y su angustia.

El evangelismo como proceso. En los Evangelios, leemos que cuando Jesús comenzó su misión, entró en el mundo de doce hombres, se identificó con ellos y con sus condiciones, comprometiéndose a comenzar el proceso de evangelizarlos. Los discípulos dedicaron más de tres años a crecer en la comprensión de Jesús: primeramente como Maestro, luego como Mesías e Hijo de Dios. Eso claramente sugiere un proceso, no solo un evento. Si bien estamos acostumbrados a la comida instantánea, bebidas instantáneas, cajeros automáticos instantáneos y mensajes instantáneos, no podemos evangelizar de esa manera; especialmente, a la nueva generación. Para los posmodernos, es inaceptable el abordaje con una verdad en forma de un gran esquema dogmático, propuesto en tiempo limitado.

La evangelización es un proceso, y lleva a la persona a una trayectoria espiritual que nosotros, como cristianos, conocemos muy bien, con sus altibajos. En esta travesía, nuestro trabajo es avanzar paso a paso, en el tiempo. El trabajo del Espíritu Santo es convencer a las personas y llevarlas a la conversión. Nuestra responsabilidad es ponernos a disposición, como instrumentos que Dios usará a fin de completar su obra. Debemos seguir el ejemplo de Jesús. Eso nos ayudará a experimentar el milagro de andar sobre las aguas, a semejanza de Pedro (Mat. 14:29).

Jimmy Long identifica seis pasos en el proceso de conversión de un posmoderno: “1) Desencanto de la vida. 2) Confusión acerca de un propósito. 3) Contacto con cristianos. 4) Conversión a la comunidad. 5) Compromiso con Cristo. 6) Llamado a una visión celestial de Dios”.[12] Es importante recordar que eso no siempre sucede exactamente en esa secuencia. Tiempo, lugar y rapidez dependen de cada individuo. Puede ser que una persona sea más rápidamente receptiva al proceso que otra, o incluso hasta se saltee alguno de los pasos. Pero eso todavía continúa siendo un proceso, porque la generación posmoderna requiere más tiempo hasta avanzar hacia un compromiso.[13]

El proceso ayuda al interesado a ver el evangelio en acción en el ambiente de la comunidad cristiana. El proceso moldea el corazón, no la mente, del interesado. Lo lleva a la madurez cristiana integral. Lo transforma en discípulo. Habilita a este nuevo discípulo a ser un discipulador.

El evangelismo como narrativa. Una historia tiene el poder de provocar nuestros pensamientos, emociones, alegrías y acciones. Una historia tiene el poder de crear una visión que, a su vez, cambia el carácter. Una historia puede cambiar la mente de una persona y afectar sus actitudes, su cosmovisión y su ser. Jesús comprendía el poder de una historia. Por eso, “con muchas parábolas”, él “les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír. Y sin parábolas no les hablaba” (Mar. 4:33, 34).

La nueva generación busca encontrar un modelo. Cuando las personas de mentalidad posmoderna observan a cristianos que viven sus historias en una comunidad fiel, responden a un modelo vivo. Eso proporciona esperanza, para una generación que la ha perdido. Ayuda a esas personas en su vida diaria y las nutre en su crecimiento espiritual. “La ‘historia’ que debe ser contada es la vieja historia de un Dios que cuida del ser humano individualmente. Pero, esa historia debe ser transmitida en términos más atractivos y, por eso mismo, revelarse de manera más plausible en nuestro tiempo. Nuestra generación posmoderna está más dispuesta que nunca a escuchar esa historia con nuevos oídos. ¿Por qué? Por causa del vacío y de la ilusión de la vida posmoderna”.[14]

“Ve y cuéntales”

Cuando el joven que había estado bajo posesión demoníaca fue liberado, Jesús le dijo: “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti” (Mar. 5:19). Con eso, el Maestro nos enseñó los principios del evangelismo. Él espera que volvamos a nuestra comunidad y que establezcamos vínculos con las personas que nos rodean donde vivimos, trabajamos y nos divertimos, a fin de que podamos compartir con ellas la maravillosa historia de nuestra experiencia de liberación.

La comunidad cristiana tiene recursos peculiares, que pueden ser utilizados para alcanzar a los posmodernos. Al contrario de lo que muchos piensan, ellos proveen de un escenario más favorable a las posibilidades espirituales y teológicas. No es suficiente comprender nuestro mundo a la distancia; no es suficiente tener innumerables estrategias por medio de las cuales cumplir la misión. Necesitamos mezclarnos, y vivir a la par de aquellos a quienes deseamos alcanzar para Cristo. Al igual que la contextualización ejemplificada por Pablo en sus días, necesitamos estar dispuestos a convivir con los posmodernos en los términos de ellos, no en los nuestros.

Dijo el apóstol Pablo: “A pesar de que soy un hombre libre y sin amo, me he hecho esclavo de todos para llevar a muchos a Cristo. Cuando estaba con los judíos, vivía como un judío, para llevar a los judíos a Cristo. Cuando estaba con los que siguen la ley judía, yo también vivía bajo esa ley. A pesar de que no estoy sujeto a la ley, me sujetaba a ella para poder llevar a Cristo a los que están bajo la ley. Cuando estoy con los gentiles, quienes no siguen la ley judía, yo también vivo independiente de esa ley para poder llevarlos a Cristo; pero no ignoro la ley de Dios, obedezco la ley de Cristo. Cuando estoy con los que son débiles, me hago débil con ellos, porque deseo llevar a los débiles a Cristo. Sí, con todos trato de encontrar algo que tengamos en común, y hago todo lo posible para salvar a algunos” (1 Cor. 9:19-23, NTV).

Eso establecerá la base para que pueda darse una real y eficaz comunicación del evangelio.

Sobre el autor: Director del Ministerio para los Posmodernos de la División Transeuropea de la Iglesia Adventista.


Referencias

[1] Jean-François Lyotard, The Possmodern Condition: A Report on Knowledge (Minneapolis: MN: University of Minnesota, 1984), p. 24.

[2] “Postmodernism” http://www.public-domaincontent.com/Architeture/Postmodernism.shtml (mayo de 2005).

[3] Steven Connor, Postmodernist Culture: An Introduction to Theories of the Contemporary (Oxford, UK: Blackwell, 1998), p. 24.

[4] Richard Halverson, Somewhere Inside of Eternity (Portland, OR: Multnomah Press, 1978), p. 50.

[5] McLaren, p. 169.

[6] Para más informaciones, ver www.lifedevelopment.info.

[7] Elena de White, El ministerio de curación, p. 102.

[8] Richard Rice, Believing, Behaving, Belonging: Finding New Love for the Church (Roseville, CA: Association of Adventist Forums, s/d), pp. 120, 121.

[9] Gibbs, p. 194.

[10] Ibíd.

[11] Jimmy Long, Generating Hope: A Strategy for Reaching the Postmodern Generation (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1997), p. 73.

[12] Ibíd., p. 206.

[13] Ibíd., p. 208.

[14] Ibíd., p. 190.