La iglesia sólo puede funcionar como tal cuando todos los que la constituyen se unen a los demás para cumplir el propósito por el cual ésta existe.

Como movimiento profético, los adventistas creemos que Daniel 8:14 y Apocalipsis 14:6-12 se refieren a dos acontecimientos importantes, uno en el cielo y el otro en la tierra, que ocurrirían al fin de los 2.300 días proféticos (años) de Daniel 8:14. Esta profería nos lleva al 22 de octubre de 1844. El acontecimiento del cielo, según creemos, se refiere a una nueva etapa en el ministerio de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote, lo que los adventistas llamamos el comienzo del juicio investigador. En la tierra, el Señor suscitaría un remanente para que proclamara ante el mundo el evangelio eterno (Apoc. 14:6-12), con énfasis en el juicio final.

De acuerdo con Apocalipsis 14:6, el remanente es un pueblo identificado con un propósito: “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6, la cursiva es nuestra).

A menudo, nos olvidamos de la preposición para. Pero esta palabra define la razón de nuestra existencia como pueblo remanente de Dios en los últimos días. Los adventistas aparecieron en el escenario profético de 1844 para cumplir un propósito determinado en el plan divino de la redención. Ese propósito era predicar el evangelio eterno en el contexto del juicio: “Diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquél que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (vers. 7).

El remanente posee el evangelio eterno no sólo para comunicarlo, estudiarlo, analizarlo u oírlo, sino para predicarlo. Pedro entendió claramente este concepto de la predicación: “Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” Esto es lo que somos, pero ¿para qué? “Para que anunciéis las virtudes de aquél que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Ped. 2:9).

“La iglesia es el medio señalado por Dios para la salvación de los hombres. Fue organizada para servir, y su misión es la de anunciar el evangelio al mundo. Desde el principio fue el plan de Dios que su iglesia reflejara al mundo su plenitud y suficiencia”.[1]

Toda la iglesia dedicada a la proclamación

Dios invita a toda la iglesia a participar en la tarea de cumplir la misión. Toda la iglesia significa todo el mundo: grandes y chicos, dirigentes y dirigidos, hombres y mujeres, instituciones y departamentos. “Si los cristianos actuaran de concierto, avanzando como un solo hombre, bajo la dirección de un solo Poder, para la realización de un solo propósito, conmoverían al mundo”.[2]

¿Cómo se puede movilizar la iglesia como un solo hombre? Pablo nos da un indicio: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo” (1 Cor. 12:12).

Imagínese a alguien que cruza una carretera muy transitada y sin semáforos. Cada miembro u órgano del cuerpo de esa persona lleva a cabo su función específica al cruzar la carretera. Los ojos no contemplan las aves que surcan el cielo, sino a ambos lados de la carretera; las piernas ayudan al cuerpo a cruzar tan pronto como sea posible, sin detenerse y sin ir de un lado al otro; los oídos están atentos a los ruidos que provienen de los vehículos que se aproximan.

¿Qué sucedería si los ojos, los oídos y las piernas no actuaran armoniosamente concentrados en la principal función del momento, y decidieran irse cada uno por su lado? El objetivo de cruzar la carretera no se podría cumplir y la vida de la persona estaría en serio peligro.

Lo mismo ocurre con la iglesia: ésta puede funcionar como una unidad sólo cuando todos los que la constituyen se unen para cumplir el propósito por el que existe.

Apliquemos este principio a las instituciones y los departamentos de la iglesia. Tienen dos propósitos: primero, uno bien específico, relacionado con la función de la institución o el departamento. Segundo, uno general, relacionado con la misión fundacional de la iglesia.

Esto significa que no se espera que un colportor se dedique a curar enfermos ni que un médico se ponga a vender libros; pero ambos deben hacer todo lo posible por cumplir la misión principal de la iglesia, que es predicar el evangelio. Si bien es cierto que cada departamento e institución de la iglesia debe cumplir su función específica, el cumplimiento de esa función debe estar siempre relacionado con la misión y el propósito de la existencia de la iglesia: la proclamación del evangelio. Cuando esta colaboración con la misión gobierna todas las partes que constituyen la iglesia, aparece el Evangelismo integrado.

Evangelismo integrado: un modelo sudamericano

¿Cómo funciona el Evangelismo integrado en la División Sudamericana?

“El secreto de nuestro éxito en la obra de Dios se hallará en el trabajo armonioso de nuestro pueblo. Debe haber acción concentrada. Todo miembro del cuerpo de Cristo debe desempeñar su parte en la causa de Dios, de acuerdo con la capacidad que Dios le ha dado”.[3]

La actividad armoniosa y la acción concertada son elementos importantes para el éxito de la empresa de la evangelización. Eso es lo que tratamos de hacer cuando organizamos una campaña de evangelización en Sudamérica. A continuación, presentamos un resumen del modelo que seguimos:

1. Un año antes de la campaña: ADRA lanza un proyecto de servicio social en la ciudad elegida para la campaña. El departamento de Publicaciones envía equipos de colportores para distribuir libros y revistas con nuestro mensaje. El departamento de Mayordomía promueve campañas de reavivamiento y semanas de oración en la ciudad, incentivando a los miembros de iglesia a dedicarle a Dios su tiempo, sus talentos y sus recursos financieros.

2. Ocho meses antes de la campaña: El departamento de Ministerios Personales ofrece cursos de entrenamiento y organiza a la iglesia en Grupos pequeños y parejas de misioneros. Estos instructores bíblicos y evangelistas voluntarios preparan el terreno para la campaña y la cosecha.

3. Seis meses antes de la campaña: El departamento de Salud dicta cursos acerca de cómo dejar de fumar y cómo controlar el estrés, además de otros proyectos relacionados con la salud. El departamento de Comunicaciones interviene con los medios masivos en la ciudad y establece contacto con las autoridades, anunciándoles la inminente campaña de evangelización, para crear buena voluntad en la comunidad.

El departamento de Jóvenes lleva a cabo campamentos juveniles y campañas de donación de sangre. Los jóvenes visitan los hospitales para llevar a los pacientes “una rosa con amor”. En el Día de la Madre, visitan a las madres de la ciudad para cantarles y honrarlas mediante la entrega de una tarjeta. El departamento de Educación organiza clases bíblicas en todas las escuelas para padres y alumnos que no son miembros de iglesia.

4. Tres meses antes de la campaña: El departamento de los Ministerios de la Mujer ofrece cursos de entrenamiento para las recepcionistas que colaborarán con la campaña. También movilizan a las damas de la iglesia para que participen en la campaña de evangelización.

Finalmente, el evangelista dirige la campaña de evangelización, con la participación activa de todas las iglesias, y sus diferentes instituciones y departamentos.

Al terminar la campaña, nadie podrá decir que la tarea fue sólo del evangelista: ha sido una tarea armoniosa, porque todos hicieron lo que mejor saben hacer. Al mismo tiempo, ha sido una acción concentrada y concertada, porque todos tenían el mismo objetivo. En otras palabras, el cuerpo cumplió su propósito con la participación de todos sus miembros.

Sobre el autor: Secretario de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana


Referencias:

[1] Elena G. de White, Los hechos de los apóstoles (Buenos Aires: ACES, 1977), p. 9.

[2] Servicio cristiano (Buenos Aires: ACES, 1973), p. 95.

[3] Ibid.