Una evaluación critica de los conceptos de la teología de la prosperidad

    Hay un falso evangelio que está siendo predicado que deja de lado a Cristo y su Cruz, y que destaca, en su lugar, promesas de riqueza, salud y felicidad con frases del tipo: “Determine que todo aquello fiel al ofrendar, y Dios lo va a recompensar”.[1] Ese evangelio espurio defiende la fuerza de una confesión positiva que genera fe, y de esa manera constriñe a Dios a que derrame bendiciones sobre la vida del ofertante, en forma de prosperidad financiera y vida saludable.

    Todo eso reforma parte de la llamada Teología de la Prosperidad. Esa teología, egocéntrica y egoísta, afirma que la prosperidad puede ser disfrutada aquí y ahora por todo aquel que cree en Dios. Robert Tilton, un representante de ese movimiento, afirma: “Creo que sea la voluntad de Dios que todos prosperen porque veo eso en la Palabra de Dios, no porque haya funcionado poderosamente en otra persona. No pongo mis ojos en los hombres, sino en el Dios que me da poder para obtener riquezas”.[2]

Contexto histórico

    Un análisis del fenómeno muestra que entre los años 1940 y 1970 comenzaron a surgir algunas vislumbres de la Teología de la Prosperidad entre grupos pentecostales. Sin embargo, es casi imposible definir con exactitud el inicio de ese movimiento, aunque sea adecuado indicar que su origen “es el resultado de una mezcla de doctrinas que fueron perfeccionadas por Essek William Kenyon, A. A. Allen, Kenneth Hagin, Benny Hinn”, entre otros.[3]

    De hecho, “las raíces de esa teología se relacionan con el marco incomparable del boom económico posterior a la Segunda Guerra Mundial, después de los años 1960”.[4] Actualmente, ese movimiento se encuentra en las esferas neo pentecostales y también en algunos círculos bautistas, presbiterianos, metodistas, etc. Los principales seguidores de la Teología de la Prosperidad están en Estados Unidos, aunque actualmente sus ideas estén presentes también en América Latina, África, Asia y Europa.[5]

    Entre los grandes exponentes de la Teología de la Prosperidad está Kenneth Hagin. Su ministerio fue fundado en 1962, en Estados Unidos, y se caracterizó “por trances, visiones, profecías, revelaciones y experiencias sobrenaturales”. Hagin decía tener diálogos con Jesús en revelaciones en el cielo y, a veces, en el infierno. Para justificar sus posiciones teológicas, cierta vez afirmó que “Jesús lo haría rico a cambio de su obediencia”. Él argumentaba que Cristo no tiene nada en contra de aquellos que enriquecen; la cuestión era cuidarse, para no convertirse en una persona codiciosa.[6]

Principales ideas

    El movimiento originado en Estados Unidos se expandió en la década de 1980, especialmente en América Latina, en países como Brasil, Argentina, Colombia y Guatemala, donde experimenta un gran éxito.

   En su estructura conceptual, la Teología de la Prosperidad defiende que sus adeptos deben disfrutar de bienestar material y de riquezas, ya que Dios llamó a los creyentes a que sean “reyes y sacerdotes”. Además de esto, utilizan predicaciones motivacionales, cuyo tema principal es la prosperidad financiera, la felicidad y el éxito, al tiempo que rechaza la pobreza, considerándola resultado de la falta de fe, puesto que los hijos de Dios deben ser bendecidos materialmente.

    Generalmente, sus templos están en regiones centrales de las ciudades y los cultos ocurren en un clima de espectáculo televisivo, donde son abundantes las manifestaciones de curación, euforia y música extravagante.[7]

   Sus principales presupuestos teológicos son:

   Como Dios es el dueño del mundo y los seres humanos son sus hijos, como herederos, ellos tienen el permiso de reclamar sus derechos sobre el mundo.

    Las bendiciones prometidas en la Biblia son materiales y pertenecen a “todo aquel que se une a Dios e invierte en sus proyectos”.

    La prosperidad se obtiene por medio de la fe. Quien pide con fe recibe. Si no recibe, es porque no tiene fe. Los demonios son quienes causan la pobreza.

    El secreto está en la ofrenda. “Cuanto mayor sea su ofrenda, mayor demostración de confianza usted le dará a Dios; de esa manera, mayores serán sus ganancias”.

    Es por este motivo que pastores y “televangelistas” tienen el objetivo de exhibir su vida de lujo como evidencia de su santidad y de la bendición divina. Construyen grandiosos imperios económicos, “buscando cadavez más poder e influencia en los medios de comunicación”.[8]

Evaluación crítica

    La teología de la prosperidad es una doctrina que considera “la riqueza material y la prosperidad económica como consecuencias auténticas de la fidelidad cristiana”. Por medio de una exégesis completamente equivocada, presenta a Cristo como “un hombre rico y próspero”, que desde su nacimiento recibió presentes carísimos, y llegó al punto de tener responsables por su dinero, ropas caras, etc. Ya que Jesús fue alguien rico, quienes proponen esta creencia entienden que cualquier persona puede alcanzar esa condición, siempre que pueda controlar su fe, pues la palabra del creyente mueve la mano de Dios.[9]

    Este evangelio “degrada a Dios, para deificar al hombre”. La consecuencia de esta idea es una tendencia a la idolatría del ego que esclaviza al hombre y lo destruye, haciendo que se fije en sí mismo más que en los demás. El cristianismo se caracteriza por el servicio y el amor al prójimo, mientras que la Teología de la Prosperidad conduce a una actitud egoísta y egocéntrica.[10]

    Además de esto, esa doctrina presenta la pobreza como pecado, “mientras la riqueza material debe ser entendida como un reflejo de una vida espiritualmente abundante”.[11] El texto bíblico jamás condena la pobreza, sino que es contundente al afirmar que el pecado es “la transgresión de la ley” (1 Juan 3:4). De esta manera, no siempre la prosperidad y las riquezas pertenecen a los más consagrados.

    El escaso conocimiento bíblico de los seguidores de este movimiento permite que sus promotores se aprovechen de ellos y enseñen un evangelio distorsionado, con el objetivo de ampliar cada vez más su poder financiero.[12] Como si todo esto fuera poco, todavía no llegó lo peor. Esa doctrina perjudica a la teología en sí, por “sacar versículos bíblicos de su contexto literario e histórico y llegar a conclusiones perversas y equivocadas, completamente extrañas a la intención inspirada del autor” inspirado. De hecho, tal procedimiento afecta considerablemente a los que creen en este movimiento, ya que se decepcionan y apostatan de la fe. En última instancia, la Teología de la Prosperidad es un obstáculo para todos aquellos que predican las buenas nuevas de la salvación, porque compromete el avance del “reino de Dios en la Tierra”.[13]

    Es verdad que la abundancia “puede representar una bendición de Dios”, pero las Sagradas Escrituras hablan acerca de administrarla con sabiduría. El Antiguo Testamento afirma que el temor al Señor trae bienes y riquezas (Sal. 112:1-3); sin embargo, la autosuficiencia trae peligro. Por eso es fundamental mantener la dependencia de Dios. El Antiguo Testamento también amonesta a los fieles a que no acopien riquezas, ni se olviden de que es Dios quien prospera a sus hijos (Deut. 8:17-18).

    Por su parte, el Nuevo Testamento enfatiza los peligros de la prosperidad, aunque no condena el tener posesiones. En las parábolas y en las varias enseñanzas de Jesús y de los apóstoles, uno de los mayores énfasis está en no depositar las esperanzas en las riquezas terrenales, “sino en Dios” (1 Tim.6:18). Hay un interés espiritual y un patrón más elevado que debe ser alcanzado: tener riqueza de carácter. “Pues, ¿de qué le sirve al hombre si gana el mundo entero y pierde su vida?” (Mat. 16:26, RVR-2015). Jesús enseñó que su Reino no es de este mundo; esto no quiere decir que no desee bendecirnos, sino que nuestra mirada debe dirigirse a las cosas del cielo.[14]

    El verdadero sentido de la prosperidad dentro de las Sagradas Escrituras “no es la acumulación egoísta de bienes, sino la solidaridad con los necesitados”. Dios nos bendice para que podamos bendecir a otros. La pobreza no es pecaminosa bajo ninguna hipótesis, sino que se trata de un llamado a la solidaridad. Incluso existe un dilema para los adeptos de la Teología de la Prosperidad: la riqueza de los malos y la pobreza de los justos. Por lo tanto, “la riqueza no siempre es un premio a la fe y a la santidad, ni la pobreza es siempre el resultado del pecado o de la falta de fe”.[15]

Conclusión

    A lo largo de los años, la Teología de la Prosperidad se ha adentrado de una manera más que significativa en nuestras sociedades. Muchas personas, sin embargo, decepciona- das con esa doctrina, acaban abandonando la fe cristiana. De acuerdo con las Sagradas Escrituras, ser pobre no es sinónimo de que esa persona sea incrédula o que le falte la fe. El texto bíblico, además, asevera que los impíos pueden tener riquezas y éxito.

    Dios es amor, y él nos bendice para que podamos bendecir a los demás. Las bendiciones, por su parte, no siempre son materiales, tal como pretende enseñar la Teología de la Prosperidad.

    En resumen, esa doctrina espuria se fundamenta en textos sacados de su contexto, desvirtúa el sentido que el autor inspirado les quiso dar, y está muy distante de cualquier doctrina bíblica. Sus resultados prácticos son dañinos, y apartan a sus adeptos del verdadero sentido bíblico de la prosperidad espiritual.

Sobre el autor: Alumno de Teología en la Universidad Adventista de Chile.


Referencias

[1] David J. Jones y Russell S. Woodbridge, ¿Salud, riquezas y felicidad? Los errores de la Teología de la Prosperidad (Michigan: Editorial Portavoz, 2011), p. 17.

[2] Ibíd., p. 19.

[3] Josué Capcha, La miseria de la Teología de la Prosperidad (San José, Costa Rica: Universidad Bíblica Latinoamericana, 2012), p. 17.

[4] Arturo Piedra, Teología de la Gracia y Teología de la Prosperidad: El desafío permanente de las teologías populares (San José: Universidad Bíblica Latinoamericana, 2004), pp. 6-8.

[5] Luis Eduardo Cantero, “¿Qué de la Teología de la Prosperidad?”, en <https://goo.gl/KGoiAJ>.

[6] Capcha, p. 19.

[7] Miguel Ángel Mansilla, Wilson Muñoz y Carlos Piñones-Rivera, “El Pospentecostalismo. La concepción de los migrantes peruanos y bolivianos evangélicos (quechuas y aymaras) sobre el Pentecostalismo chileno”, Diálogo andino, No 51, 2016, pp. 81-91.

[8] Miguel Pastorino, “Teología de la Prosperidad: El evangelio de la avaricia”, en <https://goo.gl/9tDk3m>.

[9] Antonio Cruz, Sociología: Una desmitificación (Barcelona: Editorial Clie, 2001), pp. 564-565

[10] Ibíd., p. 567.

[11] Ibíd., p. 565.

[12] Ibíd.

[13] Ibíd., p. 566.

[14] A. Lockward, Nuevo diccionario de la Biblia (Miami, Florida: Editorial Unilit, 1999), pp. 888, 889.

[15] Juan Stam, “¿Es bíblica la Teología de la Prosperidad?”, en <https://goo.gl/SUtygL>.