Entre todos los hombres, los que debiéramos observar más cuidadosamente las reglas de la ética somos los ministros. Con este fin quisiéramos repasar algunos de los importantes campos en los cuales deberíamos hacer gala de ella. El primero es:

HACIA NUESTROS COMPAÑEROS EN EL MINISTERIO

Hay dos pastores, en especial, hacia los cuales tenemos estrechas obligaciones éticas, a saber, nuestro predecesor y nuestro sucesor. Hablemos un momento del primero:

Al llegar a un nuevo distrito podemos encontrar algunas cosas que, pensamos, podrían haberse hecho mejor. Pero bajo ninguna circunstancia deberíamos revelar esto a los miembros. Realicemos gradualmente todos los cambios que deseamos llevar a cabo. Hallaremos que una forma favorita de adulación usada por algunos miembros es la siguiente: “Nuestro pastor anterior era un buen hombre, pero ciertamente no como usted”. Esto en realidad podría significar cualquier cosa, pero nosotros podemos aceptarlo como significando que nosotros somos superiores. Esto es veneno puro y necesita un antídoto instantáneo. Recordemos que el mismo crítico puede volverse en contra nuestra a la primera oportunidad.

¿El antídoto? Decir lo mejor acerca del otro hombre, llamar la atención hacia sus aspectos favorables y luego hablar de otra cosa. Hay dos clases de predecesores —los que son fáciles de seguir y los que son difíciles de seguir; pero sean cuales fueren sus faltas, nuestra ética nunca nos permitirá una palabra de crítica o un oído atento cuando otros las pronuncien.

UN REQUISITO VITAL

Me acuerdo de un hombre al cual sucedí en mi juventud. Él había apacentado una iglesia durante doce años. Le faltaban, así pensaba yo, la mayoría de los requisitos de la eficiente forma moderna de administración pastoral. Pero antes de pasar allí mucho tiempo me di cuenta de que nunca llegaría al nivel que él alcanzó en el genuino pastorado de la grey, en la tarea de ayudar realmente a los seres humanos. ¿Y no es éste el requisito más importante de todos?

Nuestro sucesor es otro pastor; también hacia él tenemos reglas definidas de ética. Quizá vacilemos en entregar nuestra maquinaria que funciona tan bien a alguien que tal vez no aprecie las bellezas de la vida de iglesia tal como nosotros las vemos. Pero, no nos preocupemos; tal vez nos sorprendamos al saber que los mejores días aún están en el futuro de esa congregación. Por lo tanto, lo que nos corresponde hacer éticamente es dejar la iglesia en las mejores condiciones que podamos —un buen balance financiero, las deudas pagadas o con provisión para pagarlas, y todos los cabos sueltos atados juntamente. Esta es una actitud fraternal hacia él.

DEJAR UN REGISTRO

Luego, deje buenos registros basados en un archivo bien organizado, las actas de la junta de la iglesia al día, los boletines de su pastorado listos para cualquier consulta rápida, la organización de la recolección y la lista de donantes, y un inventario de las propiedades y el equipo de la iglesia. Si usted lo hace, él bendecirá su memoria.

También es un deber de fina ética sentarse con él y emplear algunas horas orientándolo en cuanto a ciertos detalles, si fuere posible. Si él se encuentra a dos mil kilómetros de distancia, hágalo mediante la junta directiva. La última reunión de la junta debería ser dedicada a la lectura cuidadosa de una hoja informativa que indique en qué lugar se pueden hallar las cosas, y una revisión completa de aquellas cosas que solamente el pastor conoce en sus detalles. Estando esto en la mano de todos los miembros de la junta, alguien deberá forzosamente conocer la respuesta a cualquier ítem, cuando sea necesario.

Es también un gesto de consideración dejar un grupo de interesados estudiando, y no bautizar a todo posible candidato antes de partir. El nuevo pastor apreciará tener algunas personas interesadas con las cuales empezar a trabajar.

Y ahora, lo más importante de todo: cuando usted se vaya, váyase de verdad. No escriba, no dé consejos ni tenga ningún contacto, excepto los puramente personales, con esa iglesia. Usted ha terminado su cometido en ese distrito. Si se le piden consejos, remítalos a su sucesor. Si él se los pide es diferente.

En cuanto a las ceremonias fúnebres y a los casamientos debe usarse el buen juicio propio. Ambas son cuestiones emotivas, especialmente la primera, en la cual puede resultar difícil tratar de razonar con los afligidos deudos. Es mejor ponerse en contacto con el sucesor, informarlo del pedido, y si es posible incluirlo también a él en el servicio.

COOPERE CON LOS OTROS PASTORES DE LA ZONA

Hay deberes de ética entre los ministros de la misma zona en la cual quizá una docena de hombres tienen iglesias cercanas entre si y donde deben considerarse en forma conjunta muchos programas y proyectos. Aquí debe imperar una ética especial. Los hombres no deberían planear deliberadamente programas competitivos. Cada uno trabajará con los otros en el plan escolar de la unión, en el evangelismo unido y otros asuntos. Sirva de ejemplo el servicio de la Santa Cena. El día para hacerlo es el duodécimo sábado del trimestre, según una recomendación de la Asociación General. Si cada iglesia de determinada zona coopera

en esto, no habrá muchas visitas de una iglesia a otra a esa altura del trimestre. Simplemente podemos decir a nuestros miembros que se sientan libres de visitar cualquier iglesia el décimo segundo sábado, para que no se priven del servicio de comunión en cualquier lugar que se encuentren.

La ética también contempla cualquier intento de un ministro de acaparar miembros de un compañero pastor de una iglesia vecina. Esta es una manera de aumentar la propia feligresía, pero muy censurable, por cierto.

Y ahora una palabra en cuanto a la ética hacia otro grupo.

CON LOS MINISTROS DE OTRAS DENOMINACIONES

Puede ser que usted esté a kilómetros de distancia de un pastor hermano, pero hay bautistas, metodistas y otros a su alrededor. ¿Qué ética usaremos con ellos? No hay mejor consejo que el que encontramos en el libro Evangelismo, páginas 102 y 103:

“Cuando nuestros obreros entran en un nuevo campo, deben tratar de familiarizarse con los pastores de las diversas iglesias del lugar. Mucho se ha perdido por descuidar de hacer esto. Si nuestros pastores se muestran amigables y sociables y no actúan como si estuvieran avergonzados del mensaje que llevan, ello tendrá un excelente efecto, y puede dar a estos pastores y a sus congregaciones, una impresión favorable para con la verdad”.

¿Estamos siguiendo de veras esto? ¿O estamos tentados a decir: Yo creo todo lo que dice el espíritu de profecía, menos esto? La admonición es tan clara: nuestro deber es orar y trabajar “por los pastores honestos que han sido educados a interpretar falsamente la Palabra de vida” (Id., págs. 362, 363).

Tenemos indicaciones según las cuales muchos de esos hombres aceptarán nuestro mensaje —pero, ¿no es cierto que nuestra relación con ellos ahora puede significar mucho en cuanto a su determinación sobre la posición que asumirán más tarde? Notemos estas palabras:

“Nuestros ministros deben procurar acercarse a los ministros de otras denominaciones. Oren por estos hombres y con ellos, pues Cristo intercede por ellos… Como mensajeros de Cristo, debemos manifestar profundo y ferviente interés en estos pastores del rebaño” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 386).

Resumiendo, pues, la cosa más ética que podemos hacer es eliminar la incomprensión entre esos hombres. Muchos de ellos nos miran con suspicacia, pensando que somos estrechos de miras, heréticos, peculiares, fanáticos y que tenemos métodos poco ortodoxos para trabajar. Ellos piensan que somos poco amigables, reticentes a toda cooperación, presumidos, autosuficientes y altaneros. Es nuestro privilegio remover estas impresiones y reemplazarlas con la verdad. Con esta finalidad es apropiado unirse a ellos.

Ahora veremos otro punto vital en la ética ministerial.

HACIA LOS DIRIGENTES DE NUESTRA ASOCIACION

En primer lugar, debemos poner aquí el secreto y la solidaridad profesional. Por necesidad tenemos informaciones que sólo nosotros conocemos. Nunca demos parte de ella a nuestros feligreses. Los detalles en cuanto a los procedimientos de la asociación, los planes y acciones de la junta, son confidenciales. Cuando deban hacerse públicos, la asociación dará el primer anuncio.

La ética apropiada indica que nosotros no debemos comprometer a la asociación; no digamos que la asociación hará esto o aquello a menos que tengamos la autorización debida. No llevaremos a cabo planes que deberían haber sido sometidos primero a los dirigentes.

El respeto por la organización en la cual servimos implica que nunca mencionaremos cualquier discrepancia que tengamos. No nos quejaremos de nuestro estado financiero ni haremos que otros manifiesten su simpatía hacia nosotros a expensas de la asociación. Si no podemos ser leales no deberíamos estar en el servicio activo. Por esto mismo estaremos dispuestos a recorrer grandes distancias para acallar cualquier rumor que llegue a nuestros oídos.

Y ahora unas palabras en cuanto a la ética en relación con:

LOS MIEMBROS DE NUESTRA PROPIA IGLESIA

Quizá necesitemos de la ética en ésta como en ninguna otra área: las muchas relaciones con nuestros miembros de iglesia. Veamos primero la ética en las visitas pastorales.

Surge la pregunta: ¿Es correcto que el pastor haga visitas inesperadas a las casas de sus miembros o debería anunciarlas, aunque sea pocos minutos antes por teléfono?

Algunos piensan que la visita inesperada revela la verdadera vida de hogar, porque de otro modo los miembros tendrán listo un tratamiento de circunstancia para nosotros. Esto puede ser cierto, pero, ¿qué ganaremos si entramos en una casa y encontramos el televisor sintonizado en un programa inconveniente, o vemos sobre la mesa un libro que no debería estar allí? ¿Acaso nuestra visita no anunciada reformará a la familia? Lo dudo mucho. Lo más probable es que usted provoque un resentimiento que durará todo el tiempo que sea su pastor. Probablemente esa ama de casa, que generalmente administra bien su hogar, tuvo simplemente un día difícil y se sentirá molesta cada vez que lo vea porque la única vez que usted la visitó ella no estaba preparada y hubiera querido dejar en usted un recuerdo de su hogar tal como ella lo deseaba.

En una reciente encuesta callejera realizada por un rotativo, se hacía esta pregunta al azar: “¿Le gustaría que el pastor cayera en su casa sin avisar, o con anuncio previo?” El noventa y nueve por ciento indicó que deseaban saber de antemano cuándo recibirían al ministro.

AMISTAD Y FAMILIARIDAD

En nuestro trato con las mujeres nuestra ética es de lo más vital. Muchos ministros han experimentado de cerca el problema de que una persona del otro sexo se le pegaba y buscaba continuamente su consejo, y siendo indebidamente atenta con él de otras maneras. Este es un terreno peligroso; hagámosle frente. Si una mujer necesita consejo más de tres veces, conviene que esté presente la esposa del pastor en la cuarta sesión. Quizá lo que a ella le interesa no es tanto su consejo como su persona.

Hay una línea muy tenue entre la amistad y la familiaridad. ¡No la cruce! Esto se hace tantas veces en el mundo que nos rodea que ellas pueden acercarse al ministro en la misma forma sin darse cuenta del peligro. ¡Los mejores hombres han caído por esto! De nuevo tenemos un excelente consejo del espíritu de profecía: en Joyas de los Testimonios, tomo 2, página 234, la familiaridad es llamada “terreno prohibido”, y debemos mantenernos alejados de todo lo que dé siquiera apariencia de ello.

En Consejos para los Maestros, página 201 se encuentra una notable declaración: Cristo “poseía una reserva que inhibía cualquier familiaridad”. Deberíamos orar para tener esta virtud capital.

¿Cuál es la ética de nuestras relaciones sociales con los miembros? ¿Debemos visitar repetidamente a algunos miembros? Si la misma familia nos invita más de una vez, ¿deberíamos rehusarnos la segunda por temor de ser acusados de favoritismo dentro de la familia de la iglesia? Aquí solamente nuestro buen juicio innato puede dar la respuesta. No se nota esto tanto en un grupo mayor como en uno pequeño. Lo que hacemos es más impersonal en congregaciones numerosas. Pero lo importante es no tener amigos especiales descuidando a otros, porque así la obra se resentiría.

VISITAR A LOS ENFERMOS

Nuestras visitas de emergencia a los que están enfermos o tienen algún problema es un asunto de especial consideración. Aquí nuestra ética requiere una acción rápida, no dejando que nada nos distraiga de acudir en seguida, ya sea a medianoche como de mañana temprano. Condúzcase de tal forma que los médicos puedan recomendarle con confianza que visite a sus pacientes.

Todos estos puntos de ética, y muchos más, serán cumplidos en forma natural por el ministro si éste guarda en su vida personal la ética suprema de la más elevada vocación del mundo —oración privada, lectura, estudio, meditación y una completa dedicación a su obra.

Sobre el autor: Pastor, Mountain View, California