Los miembros están más que dispuestos a desafiar la autoridad del predicador. No estamos seguros de cómo hacer para enfrentar la cambiante faz de nuestras congregaciones.

 Y también está el “cambio de paradigma” de nuestra cultura: tendencia a poner a un lado las “viejas formas”, sin una clara idea de lo que debe hacerse en su lugar. Esto, en sí, no es del todo malo, y su impacto en las iglesias puede hasta ser una especie de reformador (si vemos fluir un poco de aire fresco del evangelio a nuestras vidas y a las de nuestras congregaciones); por otra parte, podría ser destructivo (si estos cambios amenazaran nuestra integridad, nuestra identidad, y misión, como iglesia).

 La educación continua puede desempeñar un papel en esta nueva dinámica, puede ayudar a los ministros a hacerle frente al desafío de la cambiante congregación y al “cambio de paradigma”. Puede ayudamos a enfocar nuestras prioridades respecto del ministerio.

 Lo que sigue, son algunos de los asuetos prácticos de la educación continua.

Prioridades del ministerio

 El encuentro con la Escritura. La primera prioridad es el auténtico encuentro de los ministros con las Escrituras. Elena de White advierte: “Entre todos los hombres que viven sobre la faz de la tierra, los que proclaman el mensaje para este tiempo deben ser los que mejor comprendan la Biblia, y conozcan cabalmente las evidencias de su fe. Aquel que no posea el conocimiento de la Palabra de vida, no tiene derecho a intentar instruir a otros en el camino al cielo”.[1]

 Stanley Hauerwas y Will Willimon, en su penetrante análisis del ministerio, Resident Aliens. escriben: “En la medida en que la iglesia y sus líderes estén dispuestos a ser tenidos como responsables de la historia, que es el evangelio, el ministerio es una gran aventura de ayudar a crear un pueblo digno de contar la historia y de vivirla. El fiel pastor sigue llamándonos a volver a Dios”.[2] Elena de White declara: “Cesarán los sermones tibios y tediosos. Las verdades fundamentales del evangelio serán presentadas en una nueva luz. Habrá una nueva percepción de la verdad, una claridad y un poder que todos discernirán. Aquellos que tengan el privilegio de ser los beneficiarios de tal ministerio, sentirán… el poder vivificador de una nueva vida”.[3] A decir verdad, el éxito en el ministerio se verá en “la familiaridad del obrero con la Palabra de Dios y su sumisión a la voluntad divina, es lo que da éxito a sus esfuerzos”[4]

 Esta “familiaridad con la Palabra de Dios” apunta a la necesidad crítica del ministerio de exponerse constantemente a una erudición necesaria, emocionante y refrescante que trae nuevas y desafiantes percepciones a nuestra comprensión de las Escrituras. Tales encuentros con la Palabra pueden salíamos. Es aquí donde el ministerio, que sufre de agotamiento y alta presión, puede enfocar de nuevo su existencia en la Fuente de vida y energía.

 Willimon arguye en Clergy and Laity Bumout, [Colapso nervioso de clero y el laicado] que el agotamiento del ministerio no es tanto el resultado del estrés, sino de la pérdida de significado en lo que hacemos.[5] Esta es una diferencia importante. Aleja a los pastores de las artimañas y las técnicas, y los guía hacia el mismo corazón de la fe. Nos renovamos cuando encontramos la obra de Dios fresca, y a través de la Palabra experimentamos a Dios de nuevo en nuestras vidas. Escuchemos a Elena de White: “El predicador que hace de la Palabra de Dios su compañera constante, sacará continuamente de ella verdad de nueva belleza. El Espíritu de Cristo descenderá sobre él, y Dios obrará por su medio para ayudar a otros. El Espíritu Santo llenará su mente y corazón de esperanza, valor e imágenes bíblicas, y todo se comunicará a aquellos que reciban sus instrucciones”.[6] “El corazón que recibe la Palabra de Dios no es como una laguna que se evapora, ni como una cisterna rota que pierde su tesoro. Es como los manantiales de las montañas, alimentados por fuentes inagotables, cuyas aguas frescas, chispeantes, saltan de roca en roca, refrescando al cansado, al sediento, y al cargado”.[7]

 Modelos de “extra dependencia“. La segunda prioridad es la instrucción de modelos de “extra dependencia”. Esto se refiere a métodos por medio de los cuales damos nueva energía a nuestros cuerpos, mentes y espíritus, para hacer frente a la demanda diaria de la feligresía.

 Estos modelos comprenden el uso pleno de las oportunidades de la educación continua, que tienen como propósito suplir las necesidades de los pastores de iglesias. Los seminarios no han prestado mucha atención a los ministros después que abandonan las aulas. De hecho, no han tenido una conexión más o menos estrecha con la iglesia, situación que sólo puede tener un impacto negativo sobre el ministerio.

 Entre los modelos de “extra dependencia”, yo incluiría seminarios de dos días a una semana de duración, sobre estudios bíblicos, predicación y tendencias actuales en el pensamiento teológico, así como asuntos prácticos tan serios como el manejo de conflictos, habilidades de liderazgo para el siglo XXI, ministerio de los laicos como el pueblo de Dios, y la forma en que un ministerio tal impacta nuestra manera tradicional de hacer las cosas como personas de autoridad en la iglesia (personalmente, siento que me ha beneficiado grandemente el Instituto Alban, la Academia de Ministros de Iglesia, el Colegio de Predicadores, e Insights on the Male-Female Continuum que Roy Oswald provee en su Clergy Development Instituto bianual).

Dificultades prácticas

 Una de las cosas más difíciles, con respecto a la educación continua, es el seguimiento hasta el final. No basta tomar una semana, o algo así, y llenarse uno de ideas novedosas y emocionantes. Con demasiada frecuencia, apenas usted habla a uno de los ancianos acerca de esta nueva gran idea, le cae encima un enorme barril de agua fría.

 Una segunda dificultad es el financia- miento. Las iglesias y los seminarios descuidan el asunto del financiamiento en la educación continua. ¿Sería demasiado sugerir que en los países desarrollados las iglesias apartaran un mínimo de $1,500.00 dólares al año, como una apropiación para educación continua para cada uno de sus ministros, y dieran pasos definidos en el establecimiento de fondos para ayudar a los ministros de los países en desarrollo, a fin de que asistan a programas internacionales, que harían un impacto en su ministerio?

 Ciertamente, algunos de los cursos son costosos (para gente de negocios pueden costar hasta $10,000.00 dólares o más). Sin embargo, la misma gente que autorizaría tales programas para sus propios administradores, no los consideraría efectivos (menos, su costo) y accesibles para sus ministros.

 En el futuro, la educación continua será considerada mayormente como consulta y apoyo para personas en su situación particular; tratará las necesidades, no sólo de los ministros, sino también de los miembros. En una situación tal, la iglesia tendrá que dejar de considerar a los ministros como titulares del poder, y permitir, más bien, que los laicos asuman su rol necesario y correcto en la iglesia como su ministerio de avanzada. Esto implicaría el aprendizaje de una nueva forma de liderazgo y trabajo, una forma de eliminar cosas que han hecho que los ministros se sientan indispensables, de modo que los laicos lleguen a ser lo que Dios los ha llamado a ser.

 Necesitamos aprender a enseñar la Biblia a los laicos. Necesitamos enseñarles a pensar teológicamente. Necesitamos ser capacitado- res, y no hacedores de todo. Debemos alentar fuertemente a los laicos a participar en los cursos de educación continua. La respuesta de los laicos a programas como El Ministerio de Entrenamiento de Esteban en Cuidado Pastoral y Estudios Religiosos en las Universidades, muestra que están listos para participar en programas agudos y sustantivos que se dirigen a los laicos donde están.

 El ministerio de los laicos, como el pueblo entero de Dios, es la dirección largo tiempo descuidada de la iglesia, y sólo un laicado equipado y desafiado puede responder. Hace cien irnos Elena de White observó que “la obra de Dios se ha retardado por causa de una incredulidad criminal en su poder para usar a la gente común para llevar a cabo su obra con éxito”.[8]

Conclusión

 Frente a todos estos cambios y nuevas demandas, la educación continua misma necesitará cambiar. Tendrá que redefinirse a sí misma para involucrarse más en la iglesia, para estar más en contacto con el ministerio donde esté más necesitado y debilitado; para ser más consciente de que el laicado necesita los mejores recursos posibles, y por sobre todo, consultar más con el ministerio y el laicado.

 Para nosotros esto tiene consecuencias escatológicas: “La obra de Dios en esta tierra nunca será terminada hasta que los hombres y las mujeres que componen la feligresía de la iglesia se unan en la obra y unan sus esfuerzos con los de los ministros y los oficiales de la iglesia”.[9] La conexión entre la educación continua y la misión de la iglesia es inexorable, especialmente si ya vemos asomarse el nuevo rostro del siglo XXI.

Sobre el autor: D. Min., es director de educación continua en la Asociación Ministerial de la Asociación General


Referencias

[1] Elena G. de White, Obreros evangélicos, pág., 262.

[2] S. Hauerwas y W. Willimon, Resident Aliens (Nashville: Abingdon Press, 1992), pág. 142.

[3] White, 265

[4] Ibíd

[5] W. H. Willimon, Clergy and Laity Burnout, Creative Leadership Series, Lyle E. Schaller, ed. (Nashville: Abingdon Press, 1989), pág. 25.

[6] White, pág. 266.

[7] Id. Pág., 265.

[8] White, Review and Herald. tomo 72, No. 27 (16 de julio de 1895).

[9] White, Obreros evangélicos, pág. 16.