Tres cosas que debemos tener en mente antes, durante y después de la campaña de evangelización.

Al son de un himno, después del sermón, yo hacía un llamado para aceptar a Jesús como Salvador personal, narrando cómo abandoné mi vida de disk-jockeyy me convertí en pastor adventista. Al mirar a las personas que habían asistido todas las noches, me preguntaba si alguien respondería al llamado. ¿Funcionaría?

Jesús les encargó a sus seguidores que hicieran “discípulos a todas las naciones” (Mat. 28:19). Incluso así, pastores, líderes y miembros de iglesia todavía se preguntan si el evangelismo público aún funciona. Mi iglesia y yo llegamos a pensar lo mismo cuando dirigí un seminario de Apocalipsis en 2009. En la primera noche, el 11 de septiembre de ese año, me preguntaba si el Señor nos daría éxito.

El primer paso que se debe dar en una campaña de evangelización es definir “éxito”, y asegurarnos de que nuestra definición sea la misma que Dios tiene sobre el tema. Los discípulos compartían el mensaje de que Jesús de Nazaret era el Cristo, el Salvador resucitado. A veces, las personas aceptaban el mensaje y el pueblo de Dios se alegraba (Luc. 10:17; Hech. 8:8). En otras ocasiones, pocos aceptaban y los discípulos eran agredidos físicamente. Sin embargo, aun así, ellos se alegraban (Hech. 5:40, 41). El objetivo de ellos era predicar y hacer discípulos (Mat. 28:18-20). Compartir el mensaje era un éxito; pues dejaban los resultados de ese trabajo al Señor. El éxito del pueblo de Dios es medido por su fidelidad al compartir el evangelio.

Sembrar

Marta caminaba en dirección al altar, mientras yo continuaba con el llamado. Ella y su esposo, Dave, viajaban una hora cada noche para asistir a las reuniones. Marta aceptó las enseñanzas bíblicas más rápidamente que su esposo; pero, cuando cantábamos la última estrofa del himno, Dave también se levantó junto a su esposa. Hasta el inicio de las conferencias, el único contacto de Dave con el cristianismo había sido durante su infancia, cuando él vio cómo su vecino, un pastor, se embriagó y le gritó a su hijo. Después de la reunión, los ancianos y yo nos reunimos con las personas que habían respondido al llamado. Dave me abrazó y me susurró: “Estoy asustado”. Entonces, le respondí: “Me acuerdo de que también sentí eso”.

Pasaron cuatro años desde el primer mensaje que oí sobre Jesús hasta el día en que fui bautizado. Es curiosa la manera en que, a veces, nos damos por vencidos con las personas que imaginamos que van a demorar más en responder al mensaje. Pero debemos invertir tiempo y energía para que las personas respondan al Espíritu Santo. Algunas veces, intentamos cosechar lo que se acaba de plantar. Las reuniones evangelizadoras plantaron la semilla en el corazón de Dave y el de Marta. Ellos comenzaron a asistir a la iglesia, estudiaron la Biblia y, después de algún tiempo, fueron bautizados.

Regar

El evangelismo produce el crecimiento del discipulado. Cristo nos ordenó que hiciéramos discípulos, los que involucra más que solo bautizar a las personas. Las iglesias existen para ayudar a los miembros a crecer en la verdad y en la gracia de Dios. Los miembros que asistieron a las reuniones testificaron que fueron bendecidos al oír nuevamente la antigua historia de Cristo y de su amor.

Una de las grandes preocupaciones de la iglesia es la fuga de jóvenes. Este fenómeno tiene varias causas. Algunos sienten que la iglesia no es relevante. Otros se sienten heridos. Muchos la dejan porque, al procurar ver a Cristo en los hermanos, dicen encontrar hipocresía. El evangelismo y la fraternidad pueden ayudar a unir a los jóvenes con la iglesia.

En forma similar a una planta sin agua, que se comienza a marchitar, algunos cristianos necesitan ser regados para comenzar a crecer. Algunos jóvenes, que no iban a la iglesia durante muchos años, resolvieron asistir a aquellas reuniones y fueron atraídos por el Señor. Necesitaban ser regados; necesitaban saber que la iglesia los amaba y perdonaba. Al oír los mensajes, ellos pudieron ver a Cristo en cada enseñanza. Los miembros antiguos los recibieron con los brazos abiertos, y algunos de aquellos jóvenes volvieron a la iglesia y se comprometieron con la misión.

Cosechar

El evangelismo transforma las vidas para la eternidad. Miré la iglesia llena, sonreí y agradecí al Señor. Desde el fondo del auditorio, un niño de diez años caminaba en dirección a mí. Él había asistido a las reuniones casi todas las noches en la compañía de su padre, ahora, era una de los primeros en responder al llamado.

Su padre, Daniel, lo seguía. Daniel era joven, y había experimentado varios sistemas de creencias, desde la Nueva era hasta el budismo. Después de escuchar las enseñanzas bíblicas, él declaró: “Esto tiene sentido. Se nota que es verdad”. Cuando escuchó de Jesucristo, en los mensajes proféticos, Daniel finalmente encontró lo que buscaba. Padre e hijo fueron bautizados juntos.

El camino del éxito

A fin de que las reuniones tengan éxito, los miembros de la iglesia necesitan ser apoyados e incentivados. En nuestro caso, los hermanos compartieron muchas ideas valiosas. Algunas damas se ofrecieron para hacer un curso culinario. Otro grupo preparó un pequeño ágape al final de las reuniones, para fortalecer el compañerismo.

Sin oración y sin el Espíritu Santo, nuestros esfuerzos habrían sido en vano. Por este motivo, se creó un programa en el cual cada hermano oraba por cinco personas y las invitaba a las reuniones. Cada noche, los ancianos también tenían su grupo de oración en favor del predicador, de los amigos y por el mensaje.

El director de Comunicación sugirió que usásemos Internet para invitar a las personas.

Comenzábamos y terminábamos puntualmente las reuniones. Teníamos reuniones durante cuatro noches por semana, entendiendo que las personas también tienen otros compromisos. Un hermano grababa los sermones y los colocaba en Internet, de modo que las personas pudieran oír nuevamente o captar algo que pudieron pasar por alto.

Cuando dejamos los resultados de nuestro trabajo en las manos de Dios, el éxito está garantizado. Estuvimos orando mucho, con el fin de que Satanás no entorpeciera las reuniones. Cierta noche, mientras permanecía en la puerta, saludando a las personas, una mujer me entregó un anillo con un símbolo satánico y me dijo: “Ahora sé lo que esto significa. No lo quiero usar más. Puede destruirlo”.

Me acuerdo de un matrimonio joven, Brian y Anete. Ella no había faltado ninguna noche, pero luego Anete perdió algunas reuniones por causa de una herida. Cierta noche, mientras predicaba sobre un tema difícil, noté su presencia en el auditorio. Mi corazón latió fuerte, cuando pensé en las posibles reacciones que ella podría tener. Entonces, oré: “Señor, ella está en tus manos”. Brian y Anete se fueron antes de que pudiera hablar con ellos. Me fui a casa y comencé a examinar las tarjetas de decisión que habían sido llenadas en esa noche. Casi no lo pude creer cuando vi la primera tarjeta. Era la de Anete. En ella, estaba su firma, que expresaba su deseo de ser bautizada.

Continuidad

El evangelismo no termina con la ceremonia bautismal. El entusiasmo y la fuerza de las reuniones deben continuar. Las personas que no se bautizaron siguen asistiendo a la iglesia y están matriculadas en la clase de los interesados de la Escuela Sabática. Realizamos con frecuencia, encuentros sociales para involucrar a los nuevos creyentes y los ayudamos a descubrir sus dones espirituales. La iglesia también planifica eventos comunitarios, incluyendo cursos de salud, arte culinario, escuelas bíblicas de vacaciones, programas conmemorativos de fechas especiales, con el objetivo de darse a conocer a la comunidad y prepararla para futuras campañas de evangelización. Hay tres cosas que debemos tener en mente cuando nuestra iglesia planifica eventos futuros de evangelización. Ellas son:

  1. Orar y confiar los resultados, el éxito, al Señor.
  2. Asegurarse de que el evangelismo tenga un toque personal.
  3. Aprender de los errores y nunca dejar de intentar nuevas formas de tocar las vidas de la comunidad.

Mi experiencia

El camino más largo que pude recorrer fue desde mi banca, en la que estaba sentado, hasta la plataforma, al responder a un llamado a comprometer mi vida a Jesús. Aquella iglesia estaba comprometida en una campaña, y sé que ellos habrían hecho lo mismo, con el mismo esmero, aunque hubiese sido por un solo bautismo. El éxito del evangelismo jamás debería medirse por los números. Mi esposa también fue bautizada, y el Señor nos colocó en el ministerio para conducir a otras personas a él. Una vida transformada por Dios es valiosa, porque una vida toca a otra, que toca a otra, la que toca a otra, hasta que el mundo entero sea transformado (Luc. 15:3-7).

Nos alegramos de que, con el poder de Dios, el evangelismo todavía da resultados. Exactamente como fue prometido por Jesús en Mateo 28:18 al 20.

Sobre el autor: Pastor en el Estado de Kansas, Estados Unidos.