Interesantes estudios e investigaciones se han estado realizando en nuestra iglesia en los últimos años. Entre los temas que están siendo examinados, está el papel que jugó Elena G. de White en la vida de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. En este terreno como en todos los otros, queremos conocer todo lo que puede ser conocido, porque la verdad tiene en sí una manera de vigorizar al creyente.

Por algún tiempo han circulado algunos informes expresando que Elena G. de White, especialmente en su ministerio escrito, extrajo una “alarmante” cantidad de material de fuentes no inspiradas. Muchos, si no todos estos libros se sabe que estaban en la biblioteca de la hermana White, y algunos de ellos han sido mencionados en sus libros y cartas. Los que han estado investigando este tema incluyen las opiniones de Walter Rea, uno de nuestros pastores de la Asociación Sur de California. En los años pasados él invirtió gran cantidad de tiempo y esfuerzo para investigar este asunto. El 28 y 29 de enero, G. Ralph Thompson, vicepresidente de la Asociación General, se reunió con una comisión de 19 miembros compuesta por estudiosos de la Biblia y de otros campos, profesionales adventistas y administradores. La comisión sesionó en la sala de reuniones del Hospital Adventista de Glendale en California para revisar no sólo la cantidad sino también la calidad de la obra hecha por el pastor Rea.

El informe inicial de esta competente comisión indica que en sus escritos, Elena G. de White usó fuentes no inspiradas más extensamente de lo que hasta ahora sabíamos o habíamos reconocido. La comisión, sin embargo, advierte contra la liviandad con que se emplearon términos tales como “dependencia literaria”, y “extensa copia y parafraseado”. Cuando tales frases no están clara y precisamente definidas su uso puede traer como resultado conclusiones equívocas e irresponsables.

Aun cuando he leído cuidadosamente el informe y he analizado los procedimientos de esta comisión, en este comunicado no tengo el propósito de evaluar los útiles comentarios de sus miembros. Esto lo haré, a su debido tiempo, junto con ciertas recomendaciones positivas. En lugar de ello, escribo para dar mi reacción personal a ésta y a otras posiciones que deben ser enfrentadas honesta y abiertamente. Puedo identificarme con los miembros de la comisión especial y con el apóstol Pedro cuando afirmó: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas” (2 Ped. 1:16).

A pesar de lo que algunos quisieran hacer creer, no hay divisiones internas, o grandes crisis en la Iglesia Adventista. Esta es la iglesia de Dios, y él se ha hecho responsable de su éxito. No hay razón para estar escandalizados, nerviosos, o para tener pánico. Por otro lado, no quiero adormecerlos con una falsa y confortable seguridad. Aún hay lecciones de verdad y de fe, las que seremos llamados a aprender y ejercitar. Es evidente que los miembros de la iglesia como individuos necesitan comprender más claramente la doctrina de la inspiración y cómo Dios se revela a sí mismo a su pueblo, para que su confianza en la Biblia y en el espíritu de profecía permanezca inconmovible.

Los artículos de Arthur White en la Adventist Review (enero y febrero de 1978; julio y agosto de 1979, disponibles ahora en reimpresión) fueron especialmente útiles. En los artículos de 1978 el pastor White revisó la doctrina de la inspiración como la entiende generalmente la Iglesia Adventista. En la segunda serie (1979) revisó el método de Elena G. de White para preparar sus publicaciones. La forma en que usó a sus asistentes editoriales y a otras personas, en su esfuerzo por presentar su material al público libre de imperfecciones literarias, es una historia fascinante. Observando la metodología de un profeta moderno, somos capaces de entender mejor cómo Dios usó en el pasado, a los hombres y las mujeres para revelar su gracia al mundo perdido y necesitado.

Otros investigadores adventistas nos han hecho llegar sus estudios por medio de varias publicaciones. Algunos han expresado sus puntos de vista, pero nos parece que todos contribuyen a aumentar nuestros conocimientos. De hecho, mi corazón se regocija con cada nuevo estudio que nos entrega un nuevo enfoque de la forma en que Dios usó a Elena G. de White como su mensajera para los últimos días. Quisiera compartir con ustedes lo que estos estudios me están diciendo. Sin duda mi comprensión continuará ampliándose y profundizándose, pero algunos puntos están claros

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  1. La originalidad no es prueba de inspiración.

El uso que un profeta hace de fuentes ajenas a las visiones no invalida o disminuye la autoridad de la enseñanza del profeta. Elena G. de White comenta que el Espíritu Santo “guió la inteligencia de ellos [ los escritores bíblicos ] en la elección de lo que debían decir y escribir” (El Conflicto de los Siglos, pág. 9). Explica también cómo fue asistida en la selección o el rechazo de información de los materiales existentes. En la maravillosa operación de la revelación, Dios da el pensamiento “muchas veces y de muchas maneras” (Heb. 1:1), y entonces inspira al mensajero humano con conceptos mediante los cuales pueda completar el “mensaje” con la información disponible. Esta función tutelar del Espíritu Santo protege al mensajero de usar materiales que pudieran tergiversar la intención del mensaje que le fue dado directamente.

Los escritos bíblicos también nos han dado una comprensión profunda acerca de cómo ellos escribieron sus obras que, eventualmente, fueron reconocidas como documentos inspirados. En el prefacio a su evangelio, Lucas explica a Teófilo su inquietud. Aparentemente, varios informes estaban siendo escritos respecto de Jesús, y él sentía la compulsión, “después de haber investigado con diligencia todas las cosas. . . escribírtelas por orden… para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido” (Luc. 1:3, 4).

Lucas no fue un testigo; utilizó los materiales disponibles. Una de estas fuentes, aunque no menciona su deuda para con él, fue el Evangelio de Marcos, mucho del cual fue directamente copiado, a menudo palabra por palabra. El producto final de Lucas fue un relato más amplio y completo de la vida de Jesús que incluye material que no se encuentra en Mateo, Marcos, o Juan. La profunda comprensión de Lucas, como médico, se refleja en la forma en que describe algunos sucesos. (Luc. 4: 38; 5:12; 8:43, etc.)

Los compiladores de los libros de Reyes y Crónicas señalan fuentes extra bíblicas para su obra (1 Rey. 11: 41; 1 Crón. 9:1). Otros autores bíblicos como Judas e Isaías dan evidencias de que han tomado prestado tanto de otras fuentes inspiradas como no inspiradas.

En otras palabras, los escritores de la Biblia frecuentemente usaron materiales de otros según la necesidad. El Espíritu Santo los asistió en la selección apropiada de materiales. Y este mismo principio de resguardo y guía del Espíritu Santo se observa en la experiencia de la mensajera de Dios en estos últimos días.

2.     Dios inspira personas, no palabras.

Los adventistas no aceptan la inspiración verbal. Nunca han creído que el Espíritu Santo, de alguna manera, ha dictado al profeta las palabras exactas que aparecieron en sus trabajos. Se identifican con quienes creen que Dios inspiró conceptos por medio de sueños, visiones o llamados directos (excepto en raras ocasiones) y no la forma de expresión por la cual aquellos pensamientos habrían de ser transmitidos a otros. El mensajero operó con su propia capacidad mental y espiritual, y usó su estilo de expresión, instruido o común, siempre protegido por el Espíritu Santo de tergiversar el mensaje revelado.

Este principio, por cierto, nos alivia de toda ansiedad cuando sabemos que un mensajero del Señor ha usado materiales existentes, aún frases de otros. No nos escandalizamos cuando descubrimos que un profeta usa editores para mejorar el estilo, o especialistas en ciertos temas para revisar la información pertinente.

Este principio de la inspiración de pensamientos es un ejemplo de que Dios no hace por la persona lo que ella puede hacer por sí misma. Dios creó hombres y mujeres que pudieran responderle con amor y apreciarlo por la libertad implícita en el amor. El nos pudo haber creado de tal manera que no pudiéramos pecar, pero entonces tampoco podríamos amar. Después del pecado, podría haber subyugado nuestra rebelde voluntad para probar su poder soberano, pero esto no nos habría dejado ser seres responsables. Simplemente nos llama para que respondamos a su ofrecimiento de gracia, amor y perdón, para aceptar que su poder haga lo que desee con nosotros. La respuesta está en nuestras manos. Dios hace posible que respiremos, pero nosotros debemos hacer la inspiración. Dios permite que podamos tener fe, pero debemos confiar y sometemos.

Casi de la misma manera, Dios da a su mensajero el mensaje, pero no como un telex  celestial; da el concepto, pero no la enciclopedia para chequear todos los datos históricos, o el diccionario para saber cómo deletrear las palabras. Dios no provee necesariamente lo que hombres y mujeres pueden proveerse por sí mismos. Pero él guía y protege a sus mensajeros por medio del Espíritu Santo, quien guardará la integridad del mensaje pensado.

3.     El Espíritu Santo ayuda al mensajero a seleccionar el material cuidadosamente.

Frecuentemente, mientras analizamos la forma en que Elena G. de White empleó a hombres tales como William Hanna o John Harris al escribir El Deseado de Todas las Gentes, descubrimos que ella no solamente no usaría mucho de lo que ellos escribieron, sino que a veces, después de usar parte de un párrafo, tomaría posiciones contrarias a los escritos de ellos. Esta sabiduría selectiva es otra muestra del rol conductor y protector del Espíritu Santo. No hay interrogantes acerca de ello; profetas, antiguos o modernos, seleccionaban bien su material. Elena G. White utilizó autores de calidad reconocida tales como Geikie, Farrar, Hanna, Clarke, y Edersheim. Esto me dice que donde ellos ayudaban a completar lo que se le había mostrado como una verdad, los utilizó sabiamente; cuando ellos mostraron evidencias de no ver la verdad completa, ella simplemente citó los hechos como le habían sido revelados por el Espíritu Santo.

4.     El uso de materiales existentes no significa necesariamente que el profeta dependa de esas fuentes.

No; el profeta comienza con el mensaje que recibió; el mensajero sabe lo que debe decir. En general la estructura del pensamiento se la dio Dios. Pero la responsabilidad de encontrar los antecedentes históricos, hacer la ampliación descriptiva, y el esclarecimiento de las ideas es del mensajero. El empleo de otros autores para hacer atractivo y convincente el mensaje no implica que el profeta dependa de otros.

  1. Dondequiera veamos las similitudes debemos ver también las diferencias.

Probablemente éste es el descubrimiento más importante que he hecho, a través de los años, al meditar acerca de cómo Elena G. de White empleó las fuentes existentes. El principio también se aplica a los escritores bíblicos.

Los escritores bíblicos, al igual que Elena G. de White, publicaron una contribución teológica que es más amplia, más completa, y más integrada que los autores que utilizaron para hacer la ampliación descriptiva. Las diferencias entre Elena G. de White y los autores que ella utilizó a veces son de clase y no de grado.

Ella simplemente juntó aquellas joyas del pensamiento que habían permanecido prácticamente desconectadas a través de los siglos. El sistema teológico de Elena G. de White, su principio organizador -el gran tema de la controversia-, es original en el continuum de la teología histórica. Su concepto de la verdad en relación con el desarrollo del pecado; el por qué Jesús vino a la tierra; el rol integral del Espíritu Santo en su vida y en la del creyente; la doctrina del santuario ilustrando cómo opera el plan de salvación: todo esto da un carácter especial a su enseñanza y a su autoridad profética en estos últimos días.

Nuestra responsabilidad es escuchar la verdad desde donde Dios hable. Juan escribió: “El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz” (Juan 3:33). El salmista habló por experiencia: “La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples” (Salmo 119:130). Dios nos creó con la posibilidad de escucharle, tanto a través de la palabra interna del Espíritu Santo (1 Juan 3:24; 4:13) como por la palabra externa de la Biblia (2 Tim. 3:15, 16).,

Después de traducir durante 25 años el Nuevo Testamento al inglés moderno, J. B. Phillips, escribió un testimonio memorable relativo a su experiencia como traductor, titulado El Sonido de la Verdad. Se lamentaba por la nueva generación, que conoce tan poco acerca del cristianismo genuino, principalmente porque no le ha prestado a la Biblia la atención debida.

Concuerdo con el Dr. Phillips en que “tenemos en el Nuevo Testamento, palabras que portan la marca de la pura realidad y el sonido de la verdad” (pág. 125). Tal ha sido mi experiencia y la experiencia de muchas personas que he conocido. La misma experiencia se aplica a los que han escuchado el “sonido de la verdad” en los escritos de Elena G. de White. Nadie puede sacar este “sonido” del alma. Ninguna información “nueva” puede zarandear esta experiencia autenticada por el conocimiento personal.

Pero si nuestro conocimiento de la Biblia y de Elena G. de White es sólo teórico, como lo sería con un libro de anatomía o con el diario de la tarde, entonces muchos de los alegatos en contra de la Biblia o Elena G. de White nos escandalizarán, o bien serán otra razón para dudar.

Puede ser que ciertas cosas que he escrito en este artículo sonarán nuevas para algunos. Reconozco que no todos estamos en el mismo lugar del camino de la información o de la experiencia, pero les puedo asegurar que la confianza que podemos tener en estos agentes que Dios ha usado para revelar la verdad a los hombres y las mujeres estará en proporción a cuanto aprendamos y aceptemos de la Biblia y de Elena G. de White.

Yo he escuchado el sonido de la verdad en la Biblia y en los escritos de Elena G. de White. Nuestro mandato es predicar de la Biblia y enriquecer nuestros sermones con el profundo conocimiento del Evangelio que hallamos en los escritos del espíritu de profecía. Creo con todo mi corazón que Elena G. de White fue una mensajera inspirada de Dios. Basado en mi comprensión de la revelación e inspiración como las enseña la Iglesia Adventista, debo concluir que, en su enseñanza, ella es una autoridad digna de confianza y que es parte de la continua revelación y corroboración de la doctrina y la verdad que realiza Dios.

Como dijo el salmista: “Gustad y ved” (Sal. 34: 8). Y como Samuel respondió: “Habla, Jehová, porque tu siervo oye” (1 Sam. 3: 9). Y como Josafat estableció: “Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados” (2 Crón. 20:20).

Sobre el autor: Neal C. Wilson es el presidente de la Asociación General.