La reforma pro-salud y la obra médico-misionera
Un estudio publicado en la revista Cancer en 2020 señala que, comparados con el resto de la población estadounidense, los adventistas del séptimo día presentan un menor índice de cáncer y de todos los otros tipos de enfermedades.[1] Históricamente, los adventistas del séptimo día son mundialmente conocidos por su preocupación respecto del área de la salud. Varios estudios han demostrado que el estilo de vida que siguen muchos adventistas hace que tengan un menor índice de problemas físicos, emocionales y sociales.[2]
Al mirar el comienzo de la historia adventista, entre 1844 y 1863, es posible notar que no había una mejora en la expectativa de vida entre los adventistas y la sociedad de su tiempo. Analizando los obituarios presentes en la Revista Adventista de la época (1857-1863), puede notarse que un poco más del 25 % por ciento de los adventistas morían antes de los siete años de edad, mientras que otro 25 %, entre los 10 y los 29 años, y se tenía una expectativa
de vida de aproximadamente 30 años. En este periodo, las principales causas de muerte eran enfermedades como la fiebre tifoidea, la diarrea y otras relacionadas con la nutrición y la higiene.
Comparando la realidad de esa época con la actualidad, ¿qué fue lo que cambió? ¿Por qué los adventistas aumentaron la expectativa de vida y lograron disminuir los índices de enfermedades? ¿Cómo fue el proceso de evolución y aceptación del mensaje de salud entre los adventistas del séptimo día? ¿Cuál fue el rol de Elena de White en este contexto? El objetivo de este artículo es analizar el desarrollo histórico del mensaje de salud dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Contexto histórico y cultural
Las condiciones sanitarias de la población de Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX rozaban el límite de la precariedad, convirtiéndose en un terreno fértil para la proliferación de enfermedades. La mayoría de los procedimientos médicos se basaba en presupuestos erróneos en relación con la naturaleza de las enfermedades. Sustancias, que actualmente son consideradas nocivas para la salud, como el opio, el mercurio y otros estimulantes, eran comúnmente usados para tratar enfermedades.[3] Los hábitos alimenticios no eran los adecuados para el desarrollo de una buena salud. En la década de 1830, la dieta estadounidense estaba basada, principalmente, en carne, pan blanco, tortas, frituras y alimentos con alto nivel de grasa.
Los problemas de salud de esta población, junto a un modo de vida inmoral, hicieron que muchas personas se involucraran en terapias naturales y en movimientos de reforma en el siglo XIX. Los movimientos pro temperancia defendían la reducción del consumo de alcohol. Sin embargo, las instituciones naturistas buscaban una reforma de salud un poco más amplia. Los principales puntos defendidos por los reformadores de la salud apuntaban hacia una reforma en la dieta, a la ingesta y el uso externo del agua, al ejercicio físico, al descanso, y la abstención del consumo de bebidas alcohólicas, té y café.
Joseph Bates
Entre los pioneros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Joseph Bates fue el primero en adoptar una reforma de salud. Aun antes de aceptar el cristianismo, Bates ya había dejado el alcohol y el tabaco. Luego de su conversión, organizó una sociedad de temperancia en su congregación local. Luego de su jubilación, dejó de consumir té, café, y realizó cambios en sus hábitos alimenticios.
Bates era el más saludable entre los dirigentes adventistas sabatistas. Para nuestra sorpresa, él nunca intentó imponer su estilo de vida a los demás. Fue solamente después de las visiones de Elena de White que comenzó a defender de manera directa la reforma de salud.
Las visiones de Elena de White
Elena de White recibió cuatro visiones específicas sobre la reforma pro salud. En sus obras, encontramos varios conceptos importantes sobre este tema. Paralelamente, en sus cuatro visiones encontramos el núcleo del mensaje adventista sobre la reforma de salud. Y, teniendo como base estos conceptos, fue posible trazar el desarrollo del pensamiento adventista sobre la salud.
La primera visión de Elena de White data del otoño de 1848.[4] Los puntos principales de la visión estaban relacionados con los efectos negativos del tabaco, el té y el café. En la visión, el ángel le dijo que el tabaco es un ídolo y que aquellos que no lo abandonaran no serían sellados. En esta visión, quedó establecido el fundamento para una teología escatológica de la salud, vinculado con la espiritualidad, la salud y la preparación para la segunda venida de Cristo.[5] Aunque la visión de Elena de White condena de forma clara el uso del tabaco, relacionándolo con el mensaje del sello de Dios, su consumo fue tolerado hasta 1853.[6] Fue en 1855 que la iglesia llevó el asunto a una votación en la que se determinó que los miembros que no abandonaran ese hábito serían excluidos de la congregación.[7]
La segunda visión de Elena de White, ocurrió el 12 de febrero de 1854.[8] En esta visión, habló sobre el adulterio en la iglesia, la falta de higiene personal adecuada entre los guardadores del sábado, la necesidad de un control del apetito, el lenguaje inadecuado (malas palabras), la negligencia de algunos padres con relación a los hijos y los matrimonios imprudentes de la juventud. Es importante destacar la conexión presentada entre la salud y la espiritualidad. Un buen cristiano es una persona temperante.
La tercera visión de Elena de White sobre la reforma pro salud es más extensa. En ella, se enfatizaron algunos conceptos y se presentaron otros nuevos. Elena de White recibió esta visión el 6 de junio de 1863, en Otsego, Michigan. Había sido invitada a ministrar en un grupo de oración y, mientras oraba, tuvo una visión que duró 45 minutos.[9] La visión se dirigió, primordialmente, a la restauración de la salud de James White, pero también se dirigió a la iglesia en general.[10] El contenido de esta visión podría resumirse en diez puntos:[11]
Kellogg y el trabajo médico-misionero
En la época de la visión de Elena de White sobre la reforma pro salud, muchos líderes adventistas del séptimo día no gozaban de buena salud. Por esta razón, el mensaje fue muy importante para ellos. Motivados por la relevancia de la reforma de salud y su compresión como parte del mensaje del tercer ángel, los dirigentes publicaron The Health Reformer y se inició la construcción del Western Health Reform Institute.[12] El médico de mayor renombre que trabajó en esta institución fue John H. Kellogg; este recibió el apoyo de los esposos White en sus estudios. Trabajó como editor de The Health Reformer. Cuando lo nombraron director del Instituto, realizó el cambio de nombre a Sanitarium.[13]
Luego de un discreto inicio, el sanatorio tuvo un crecimiento tan grande que se convirtió en un referente mundial en tratamientos naturales y fuente de tratamiento médico natural para la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Elena de White declaró que el ministerio adventista debería combinar el ministerio de curación con la predicación del evangelio, tal como Jesús lo hacía.[14]
En 1877, luego de la inauguración del nuevo edificio, el doctor Kellogg y sus socios abrieron la School of Hygiene (Escuela de Higiene), que promovía una instrucción básica sobre nutrición e higiene para las personas interesadas por el trabajo médico- misionero y la predicación del evangelio. También organizaron la American Health and Temperance Association (Asociación Americana de Salud y Temperancia), de la que, desde su punto de vista, todos los adventistas del séptimo día debían ser miembros activos.[15]
El Dr. Kellogg se convirtió en un arduo defensor de la reforma pro salud. Su objetivo era preparar a todos los obreros adventistas a fin de que tengan conocimientos de fisiología, nutrición, y tratamientos sencillos de las enfermedades a través del uso de hidroterapia, masoterapia, ejercicios y reformas dietéticas.[16]
Sin embargo, los esfuerzos realizados por el Dr. Kellogg para la capacitación de obreros médico-misioneros, según Elena de White, dejaron al margen un aspecto importante. Kellogg puso demasiado énfasis en la dimensión fisiológica, y en la mayoría de las ocasiones dejó de lado la conexión existente con el mensaje del tercer ángel.
Kellogg tenía un carácter fuerte, y grandes dificultades para delegar responsabilidades y escuchar la opinión de demás. Su manera independiente de trabajar y los problemas entre el trabajo médico-misionero y el evangélico provocaron una fuerte crisis en la iglesia. Además de los problemas administrativos, Kellogg tuvo problemas teológicos con el liderazgo de la iglesia. Su libro The Living Temple [El templo viviente] poseía ideas panteístas. Si no fuera por la intervención de Elena de White, habría convencido a las autoridades de que publicaran su libro en la Review and Herald, con el objetivo de recaudar fondos.[17] Los conflictos administrativos y teológicos de Kellogg resultaron en su separación de la iglesia.
Apostasía alfa
Comentando sobre la apostasía del Dr. Kellogg, Elena de White dijo que esa era la apostasía alfa y que en un futuro vendría la apostasía omega. Ella dijo: “Se me ha instruido que hable con claridad. ‘Hazle frente’, es el mensaje que se me ha dado. ‘Hazle frente firmemente y sin demora’. Pero no hemos de hacerle frente sacando a nuestros obreros del campo para que investiguen doctrinas y puntos de diferencia. No hay tal investigación que debamos hacer. En el libro Living Temple se presenta el alfa de herejías mortíferas. La omega seguirá, y será recibida por los que no estén dispuestos a prestar atención a la amonestación que Dios ha dado”.[18]
La historia de la apostasía de Kellogg nos da las bases para comprender las advertencias de Elena de White acerca de la apostasía omega. Algunos puntos en la vida y las suposiciones teológicas de Kellogg son indicadores de lo que será esa apostasía.
El primer punto enfatizado por Elena de White es la visión espiritualista de Dios. Es interesante notar que, para ella, la compresión teológica de Kellogg era una mezcla de error y acierto. “Hay en él opiniones que son completamente verdaderas, pero están mezcladas con error. Se usan pasajes bíblicos fuera de su contexto para apoyar teorías erróneas”.[19]
El modo independiente de trabajo del Dr. Kellogg y la promoción de sí mismo es el segundo peligro de la apostasía alfa. “Desde el inicio de la carrera de John Kellogg, Elena de White le aconsejaba cambiar ciertas acciones y trazos de personalidades. Le había aconsejado ser más humilde, estar más dispuesto a aceptar consejos de otros, cuidar mejor de su salud personal, delegar autoridad y compartir recursos del Sanatorio de Battle Creek, en vez de usarlos para aumentar continuamente las instalaciones de la institución”.[20]
Aparentemente, Kellogg aceptó los consejos de Elena de White. Sin embargo, adoptó una posición de independencia en relación con los líderes de la iglesia y persuadió a muchos a seguirlo. Ese espíritu de independencia y autopromoción lo llevó al tercer elemento de la apostasía alfa: el rechazo del Espíritu de Profecía. A esa postura siempre le sigue el rechazo de otros pilares de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Un cuarto punto está relacionado con el modelo de la obra médico-misionera propagado por Kellogg. Él defendía un modelo alineado con el evangelio social, es decir, la promoción de la justicia social. Para él, llevar el mensaje de salud y el evangelio significaba ir a las calles a atender a las poblaciones que viven al margen de la sociedad. Era “predicar sin palabras”, solamente manifestar el amor en la práctica. Una manera mística de sentir a Dios y promover esa “relación con Dios” para otros.
En 1900, Elena de White escribió un artículo titulado “El trabajo para este tiempo”, exponiendo sobre los peligros de las ideas de Kellogg y dando orientaciones de cómo debería realizarse el trabajo médico-misionero. Ella presenta que la obra médico-misionera es un medio de alcanzar a las personas, una manera de abrir puertas para la predicación del mensaje de los tres ángeles. El enfoque debe estar en preparar un pueblo para la venida de Jesús, y no en resolver problemas, como injusticias sociales, igualitarismo, defensa de minorías, etc.
Expansión del trabajo médico-misionero
Luego de la pérdida de las instalaciones médicas que estaban bajo la dirección de Kellogg, la iglesia abrió una nueva escuela de medicina en Loma Linda, California, en 1910. En aquella época, Loma Linda ya contaba con el Instituto de Reforma de la Salud y una escuela de capacitación de enfermeras. La escuela de Loma Linda se convirtió en un centro educacional para el trabajo médico-misionero. La reforma de salud avanzó más allá de los límites de Loma Linda. En muchos lugares del mundo, se construyeron clínicas, hospitales e industrias alimenticias. En 1922, la Asociación General organizó un departamento médico para coordinar las instituciones en todo el mundo.
No obstante, la reforma de salud aún no alcanzó su objetivo de ayudar a preparar a un pueblo para encontrar a su Señor. Aún existe una gran obra que debe realizarse en la vida de cada creyente, a fin de que sea una luz para otros. Como Elena de White escribió: “El Salvador aprovechaba cada curación que hacía para implantar principios divinos en la mente y el alma. Tal era el propósito de su obra. Prodigaba bendiciones terrenales para poder inclinar el corazón de los hombres para recibir el evangelio de su gracia”.[21]
Sobre el autor: Profesor de Teología en la Universidad Adventista del Amazonas.
Referencias
[1] E. Fraser, et al., “Lower Rates of Cancer and All-Cause Mortality in an Adventist Cohort Compared with a Us Census Population”, Cancer, vol. 126 (2020), pp. 1102-1111.
[2] “Adventist Mortality Study”, Loma Linda University Health, disponible en: adventisthealthstudy.org/ studies/adventist-mortality-study.
[3] Dores E. Robinson, Revolução na Saúde: Origem e Desenvolvimento da Obra Médico-Missionária Adventista (Tatuí, São Paulo: CPB, 2018), pp. 7-16
[4] La fecha de 1848 para la visión sobre tabaco, té y café se encuentra en el artículo de James White en la Review and Herald del 8 de noviembre de 1870.
[5] Elena de White, Manuscript Releases: From the Files of the Letters and Manuscripts (Washington, D. C.: Ellen G. White Estate, 1981), t. 5, p. 377.
[6] Dores E. Robinson, The story of our health message: the origin, character, and development (Nashville, Tennessee: Southern Publishing Association, 1965), p. 66.
[7] Ibíd., p. 67.
[8] White, Manuscrito 1, 1885.
[9] Robinson, Story of Our Health Message, p. 76.
[10] Ibíd., p. 77.
[11] White, Spiritual Gifts (Washington, D.C.: Review and Herald, 1945), pp. 120-152.
[12] Robinson, Story of Our Health Message, pp. 148, 149.
[13] Richard W. Schwarz y Floyd Greenleaf, Light bearers: A history of the Seventh-day Adventist Church (Nampa, Idaho: Pacific Press, 2000), pp. 111, 112.
[14] White, Testimonios para la iglesia (Doral, Florida: APIA, 2007), t. 4, pp. 222, 223.
[15] Schwartz y Greenleaf, Light bearers, p. 158.
[16] Ibíd., p. 201.
[17] Ibíd., p. 270.
[18] White, Mensajes selectos (Florida: ACES, 2015), t. 1, p. 244.
[19] Ibíd., p. 243.
[20] Richard W. Schwarz, John Harvey Kellogg, M.D. (Nashville, Tennessee: Southern Publishing Association, 1970), p. 178.
[21] White, El ministerio de curación (Florida: ACES, 2008), p. 13.