“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Rom. 13:11).

La hora cero de la historia se está acercando. El reloj profético hace sentir incesantemente su tic-tac. Estamos viviendo en “el tiempo del fin” y pronto “una gran voz del templo del cielo, del trono” proclamará: “Hecho está” (Dan. 12:9; Apoc. 16:17).

Este anuncio de Dios que repercute a través del cielo y la tierra termina para siempre la oportunidad del hombre de proclamar y recibir la salvación. Hace años dijo la sierva del Señor: “Lenta pero seguramente está girando la rueda de la Providencia. No sabemos cuán pronto nuestro Señor dirá: “Hecho está”. Su venida se acerca. Pronto nuestras oportunidades para trabajar habrán pasado para siempre. Sólo se nos permitirá trabajar un poco más” (Testimonies, tomo 7, pág. 235).

CALAMIDADES COMO INCENDIOS EN LA PRADERA

Ya están cayendo gotas de las copas de la ira de Dios sobre este mundo produciendo en abundancia los vientos de la destrucción que culminan en el devastador y ensordecedor crescendo descripto en Apocalipsis 16:17-21 y 2 Pedro 3:10-12.

Por todas partes se están desatando calamidades como incendios en la pradera en un caluroso día de verano, y sólo el poder de Dios las está restringiendo, para evitar una hecatombe mundial. Cada mañana alarmantes titulares sobrecogen y deprimen a los lectores de diarios: guerra, crímenes, desastres y desórdenes sociales.

Para aumentar los problemas de los estadistas, cada día 180.000 personas se añaden a la población mundial, un aumento anual de 65 millones. Para el año 2000 la población del Asia será mayor que la población mundial de hoy.

Una plaga sigue a la otra, y en la actualidad el espectro del hambre se cierne sobre el horizonte. Cada día mueren de hambre unas doce mil personas, más de cuatro millones por año. “Dentro de una década”, dice el presidente de Pakistán, Ayub Khan, “los seres humanos se comerán entre sí en el Pakistán”.

DESINTEGRACIÓN MUNDIAL

A pesar de las osadas conquistas del hombre moderno en e1 espacio y a la contribución de la ciencia en alargar el promedio de vida, el mundo en el cual vive el hombre parece estar desintegrándose ante sus ojos. La peligrosa contaminación del aire y el agua sigue aumentando cada vez más. En los diez segundos que Ud. tarda en leer este párrafo un promedio de 140 toneladas de suelo fértil habrá sido arrastrado al mar por el río Misisipí y sus tributarios. Mañana a esta hora los Estados Unidos habrán perdido más de dos millones de toneladas en el Atlántico, el Pacífico y el Golfo de México. Multipliquemos esto varias veces, debido a lo que ocurre en todos los continentes, y veremos cómo disminuyen las perspectivas de que haya suficiente alimento para las poblaciones en explosión.

Como una vestidura ajada, la tierra parece estar haciéndose jirones. Los científicos calculan que ocurren por lo menos un millón de terremotos anualmente, de los cuales 150.000 de cierta intensidad. Usando detectores apropiados registran no menos de cuatrocientos temblores cada día, y parece que no se acaban. No hace falta mucha fe para creer que el predicho “terremoto tan grande, cual no hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra” echará literalmente abajo las ciudades de la tierra, hundirá toda isla y nivelara cada montaña.

Por lo tanto, si éste no es el tiempo en el cual el ministerio adventista debe evangelizar al mundo, pregunto, ¿cuándo vendrá ese tiempo? No sólo tiempo ha pasado, sino que el mundo está por estallar. La humanidad está aterrorizada y se pregunta: ¿Qué significan estas cosas? Esta es nuestra oportunidad de levantarnos, y entregar las respuestas bíblicas.

CONFUSIÓN ESPIRITUAL

En forma paralela a la conmoción física, una confusión espiritual está haciendo presa de la cristiandad. El protestantismo liberal ha desplazado la Biblia de su lugar central de autoridad y no puede ya hacer frente a la vigorosa competencia de la Iglesia Católica. A fin de edificar una estructura de poder comparable a la de la Iglesia Romana se ha precipitado en el movimiento ecuménico. Este movimiento tiende no sólo a unir a las iglesias protestantes mayoritarias, sino también, mediante la aceptación del naturalismo evolucionista y las pretensiones de la alta crítica, a desacreditar la Biblia, poniendo de esa manera una base teológica para la reunión con Roma, a su debido tiempo.

Con toda seguridad, a medida que la anarquía y los problemas mundiales vayan en aumento, las iglesias cristianas dominantes tratarán de dar razones por las calamidades. Cómo y por qué lo harán está gráficamente descripto por la sierva de Dios en la siguiente declaración:

“Ahora mismo [Satanás] está obrando. Ejerce su poder en todos los lugares y bajo mil formas: en las desgracias y calamidades de mar y tierra, en las grandes conflagraciones, en los tremendos huracanes y en las terribles tempestades de granizo, en las inundaciones, en los ciclones, en las mareas extraordinarias y en los terremotos. Destruye las mieses casi maduras y a ello siguen la hambruna y la angustia; propaga por el aire emanaciones mefíticas y miles de seres perecen en la pestilencia. Estas plagas irán menudeando más y más y se harán más y más desastrosas. La destrucción caerá sobre hombres y animales…

“Y luego el gran engañador persuadirá a los hombres de que son los que sirven a Dios los que causan esos males. La parte de la humanidad que haya provocado el desagrado de Dios lo cargará a la cuenta de aquellos cuya obediencia a los mandamientos divinos es una reconvención perpetua para los transgresores. Se declarará que los hombres ofenden a Dios al violar el descanso del domingo; que este pecado ha atraído calamidades que no concluirán hasta que la observancia del domingo no sea estrictamente obligatoria; y que los que proclaman la vigencia del cuarto mandamiento, haciendo con ello que se pierda el respeto debido al domingo y rechazando el favor divino, turban al pueblo y alejan la prosperidad temporal” (El Conflicto de los Siglos, págs. 647, 648).

Los sucesos mundiales que se están desencadenando, se unen para convencer al más escéptico que el escenario está preparado para este último acto en el drama entre Cristo y Satanás.

NO PODEMOS QUEDARNOS SENTADOS CON LAS MANOS CRUZADAS

En tiempos como éstos, ¿podemos quedarnos sentados de manos cruzadas como si el tiempo fuera a seguir indefinidamente? Si algo exige estos tiempos, es una toma de conciencia individual y colectiva de la responsabilidad principal de la iglesia que resulte en un llamado de clarín para sus dirigentes en todos los niveles a una empresa evangelística sin precedentes en 1969.

Los resultados de la ganancia de almas en años anteriores son apreciables, pero bajo el poder del Espíritu Santo, al sacudir la iglesia su letargo para ponerse las vestiduras de salvación, los nuevos resultados recordarán al Pentecostés. Este es el tiempo para el reavivamiento y la unidad fraternal. Este es el tiempo para que las instituciones denominacionales, los departamentos, revistas, periódicos y libros de la iglesia reajusten su propósito y sus objetivos con la gran comisión del Señor. Este es el tiempo para que la iglesia de Dios se levante y se dedique en forma unificada a la terminación de la obra de Dios, porque “en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas” (Apoc. 10:7).

Finalmente, este es el tiempo en que el Señor ha de venir. La profecía señala nuestros días, nuestro tiempo. Hagamos nuestra parte en esperar y apresurarnos “para la venida del día de Dios” (2 Ped. 3:12).

Sobre el autor: Teodoro Carcich, Vicepresidente de la Asociación General.