Un versículo de la Biblia que pocas veces se usa en los sermones, es el que encontramos en Rut 4: 11, especialmente la frase que dice: “Como a Raquel y a Lea, las cuales dos edificaron la casa de Israel.” La casa a que se refiere es a la familia: la familia de Israel.

Podría parecer extraño que la Sagrada Escritura no dijera que Abrahán, o Isaac o Jacob edificaron la casa de Israel. No, se dice que fueron Raquel y Lea, estas dos, quienes edificaron esa casa famosa. El significado evidente es que estas dos mujeres fueron madres en la casa de Jacob. Notemos que a este respecto no fueron los padres sino estas madres las edificadoras: ¡estas dos!

Pero en otro sentido todas las verdaderas mujeres cristianas son constructoras de hogares. Esto es especialmente cierto respecto a las esposas de los pastores. Construyen o derriban. Y ésta no es una idea nueva, porque hace más de tres mil años un agudo observador escribió: “La mujer sabia edifica su casa: más la necia con sus manos la derriba.” (Prov. 14:1.) Y esta declaración es hermosa o triste, según qué parte de ella se considere. ¡Constructoras o derribadoras! ¡Una o la otra cosa!

El pastor puede elevarse o hundirse, según con quién se case. Afortunadamente, la mayor parte de ellos se beneficia, recibe ayuda, llegan a ser hombres de éxito, y reciben bendición y consuelo como resultado de la obra de una buena mujer en el hogar.

Hay ocasiones en que la Sra. Pastora puede ser la dirigente de alguna actividad especial, relacionada con la iglesia y el servicio cristiano. Hay excepciones en todos los casos, pero, en la mayor parte de ellos, la mejor ayuda para un pastor es la esposa consagrada que trabaja discretamente para mantener a su esposo en las mejores condiciones físicas, mentales y espirituales. Al ayudarle a tener éxito, ella no edifica sólo su propia casa, sino la de Dios. Puede ser que no se encuentre en la actualidad al frente del escenario, pero se encontrará junto al trono de Dios en el más allá. No solamente se levantarán sus hijos y la llamarán bienaventurada y la alabará su esposo (especialmente en el hogar) sino que el Señor le dirá: “¡Bien hecho!” y esto es lo mejor de todo. Al mantener un hogar feliz para su predicador, edifica una casa que durará mucho más que las pirámides y que resplandecerá como el sol.

¿Puede haber ambición más elevada o realización más completa que la de ministrar al ministerio?

Raquel y Lea: ¡estas dos!

En la actualidad cientos y miles de Raqueles y Leas edifican la casa de Israel. ¡Sigan construyendo hasta que esté terminada la gran mansión!

Sobre el autor: Orador de la Voz de la Esperanza.