Las iglesias y los pastores constantemente están preguntándose: “¿Cómo puede crecer mi iglesia? ¿Cómo podemos ser más efectivos en el ministerio?” Creo que la respuesta se halla en Marcos 3:14 y 15: “Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios”.

Reconoce quién te ha llamado

¡La persona que nos llamó es importante! Jesús llamó a sus discípulos hace dos mil años, pero tenemos que estar seguros hoy del origen de nuestro llamado. Debemos entender que, a fin de llegar hacia donde vamos, necesitamos saber de dónde venimos. Una clara comprensión de nuestro llamado es especialmente importante en estos tiempos difíciles porque, a veces, lo único que tenemos es el llamado. Incluso cuando no existe una manifestación visible de éxito, tu llamado te sustentará al enfrentar problemas económicos y a gente difícil de tratar.

Tal como la planta que se sembró en la tierra, los resultados, a menudo, no son inmediatos o visibles. En donde vivo, una iglesia fue visitada por un representante de la Asociación. Ese sábado en particular solo había una persona en la iglesia. El obrero estaba predicando con todo el corazón cuando, de pronto, el único feligrés pidió permiso para ir al baño. Poco después, el sermón pudo continuar cuando el miembro de iglesia regresó. Estos son casos extremos, pero el punto es este: tarde o temprano, enfrentarás tiempos difíciles. Al llegar esos momentos, debes saber con toda claridad quién te llamó.

Cuando tenía cuatro años de experiencia ministerial, me pidieron que ayudara a una pequeña congregación mientras estudiaba un plan de posgrado. El primer día asistieron seis personas. La señora que dirigió la Escuela Sabática daba la bienvenida, relataba el misionero y, prácticamente hacía todo lo demás. La iglesia estaba bastante retirada de nuestro hogar, era extremadamente helada y el sótano se inundaba, lo que causaba un mal olor. El pueblo estaba rodeado de plantaciones de árboles frutales y tenía un solo semáforo, y muchos de los hispanos que vivían allí iban y venían dependiendo de las cosechas. Aunque era desalentador, especialmente los sábados, vimos la mano de Dios en acción. Estuve ahí por poco tiempo, pero pude experimentar el poder de Dios como lo he visto en pocos lugares. La lección aprendida en esos meses duros y fríos de invierno es muy sencilla: Dios trabaja en todas partes. Vimos la conversión de adictos a las drogas y la reconciliación de familiares, y se estableció un grupo activo de jóvenes pudo establecerse. Dios obra aun cuando no vemos los resultados. Él no te llamó para que fracases.

Reconoce por qué te llamó

Por qué te llamó es muy importante. En la Tierra, Jesús llamó a sus discípulos para que, principalmente, estuvieran con él. Creo que los milagros que obraron fueron el resultado de una relación profunda con Jesús. Su predicación poderosa, las sanidades oportunas y otros ministerios, fueron el resultado -y no el objeto- de su ministerio.

Luego de su llamado, los discípulos expulsaron demonios, predicaron y sanaron. Estas son obras grandiosas; sin embargo, ¿son las razones fundamentales por las que Jesús los llamó? ¿Esta es la razón por la que nos llamó?

Me temo que a veces, en el cristianismo moderno e impulsado por las estadísticas, el verdadero propósito del llamado de Jesús se pierde. Nos interesa más contar ovejas que cortejar al Espíritu. Sin embargo, él nos llama a estar con él. Desde que nos creó y hasta la eternidad, Dios tiene un profundo deseo de estar con nosotros. ¡Parece una locura, lo sé!, pero ¡es verdad! El Dios del universo profundamente enamorado de mí. ¡Qué concepto! El propósito de nuestra creación no es solamente para que pases tiempo trabajando por él, sino que pases tiempo con él. ¿Recuerdas cómo se sentía pasar tiempo con alguien de quien estabas enamorado? ¿Recuerdas la expectativa que había, cómo anticipabas ese momento?

El pastor Alejandro Bullón nos cuenta de una anciana que se acercó a él después de un sermón. Ella señaló hacia un hombre canoso y dijo: “¿Ve a ese hombre? Ha sido mi esposo por cuarenta años. Nunca lo he amado”.

Qué trágico. Vivir con alguien que no amo debe ser lo que más desearía evitar. Piénsalo. La mujer de este incidente era una buena esposa. Nunca le fue infiel. Dedicó tiempo a prepararle la comida. Le planchó las camisas para que se viera bien. Recibió los invitados en ocasiones especiales. Tomó vacaciones y celebró los cumpleaños con él. Y, con todo, faltaba la pieza fundamental. No lo amaba.

¿Nos podría pasar lo mismo a nosotros? ¿Estamos demasiado ocupados en preparar sermones impresionantes sobre Jesús, que lleven sanidad a muchos hogares y que sirvan para combatir los males de la sociedad en su nombre y, sin embargo, nuestra relación con Dios es pobre?

Reconoce que él también llamó a otros

Debes saber que las otras personas a quienes él llamó también son importantes. Desde el inicio, Jesús estableció el concepto de “equipo” en el ministerio. No es un show de una sola persona, aunque podría haber sido, sino que se trató de una comunidad, una actividad colegiada.

Mirar más de cerca la personalidad de los discípulos revela cualquier cosa menos uniformidad. Todos eran diferentes, y eso era algo bueno. Distintos trasfondos y diferentes estratos sociales. Políticas opuestas y diferentes ocupaciones y oficios. Un revolucionario judío y un simpatizante de los romanos. Uno con mente inquisidora, otro de respuestas rápidos y otro muy callado. Algunos se interesaban más en la posición y el rango que en la predicación, y otro siempre estaba queriendo sacar una tajada para sí mismo. ¿Qué mensaje nos estaba tratando de transmitir Jesús por medio de la selección de estos discípulos? Simplemente esto: no se trata de ti, tiene que ver con nosotros.

Cumplir el ministerio junto a personas de distintas razas, trasfondos, y estatus económico me recuerda el arca de Noé. Las similitudes con nuestras congregaciones son numerosas. El arca tenía muchas características que mantenían el nivel de confort al mínimo. Solo tenía una ventana y albergaba a los matrimonios con su familia política por un considerable período de tiempo. Los lugares estrechos tienden a sacar lo peor de las personas, y estoy seguro de que, aunque Noé tenía una fe fuerte, muchas preguntas pasaron por su mente al mirar hacia afuera y ver su antiguo hogar cubierto de agua.

Ministrar a las personas tiene sus buenos momentos, pero la tarea pastoral también tiene días de lluvia y situaciones deprimentes. Administrar diversos egos, lidiar con actitudes infantiles, sostener conversaciones con personas sensibles, y estar pendiente de las tendencias extremistas en ambos extremos del espectro teológico pueden generar días -y también noches- incómodas.

¿La realidad? Tenemos una sociedad polarizada, y este fenómeno se filtra dentro de la iglesia. Nos relacionamos con personas basándonos en sus afinidades y, en varias ocasiones, es más fácil catalogar a alguien y dar vuelta la página antes de abordar el problema asociado a ellas. Pero, este no era el modo de actuar de Dios.

Imagina que te toca limpiar un lugar donde hay miles de animales, por más de cien días. Solo el olor ya sería suficiente para aturdirte. La iglesia es similar a esto. El ministerio tiene sus desórdenes que hay que limpiar. La gente no siempre es veraz ni se mantiene fiel. La planificación puede parecer una jugada diseñada por un entrenador, pero que fracasa miserablemente en el campo de juego. Se deben realizar ajustes y se deben considerar las diferentes opiniones. Me retuerzo cada vez que escucho a un “experto” que dice que, si implementamos “estos sencillos principios”, tendremos la iglesia que andas buscando. Pero, nunca resulta tan fácil. Cuidar de una iglesia sería espectacular ¡si no fuera por la gente!

Conclusión

Volviendo al paralelismo con el arca de Noé, probablemente hubo cientos de personas que ayudaron a construirla, pero solo ocho se salvaron. Que trabajes por Dios no quiere decir que tengas una relación salvadora con él. Tal como solía decirme un amigo: “No es tan importante trabajar para Dios, como lo es trabajar con Dios”.

Al desarrollar esta nueva jornada ministerial recuerda, por favor, las palabras de Jesús y hazlas el objeto principal de tu vida: estar con él.

Sobre el autor: Es coordinador de Ministerio Hispano y de Evangelismo de la Asociación de Oregón, Estados Unidos.