¿Será que realmente la gente no está comprando, o será que no estamos vendiendo? He ahí la gran diferencia que se nota al comparar los talonarios de pedidos de los vendedores, según informa el Instituto Nacional para el Desarrollo de las Ventas, de Estados Unidos.
Con el fin de demostrarles a seis de sus vendedores que vale la pena instar al cliente a firmar el pedido, Cari Kissiah, presidente de una compañía productora de aparatos de calefacción, que funciona en Charlotte, Carolina del Norte, Estados Unidos, le dio a cada uno de ellos veinte dólares y los envió a los comercios para que compraran artículos de cinco dólares de precio o menos, indicándoles que gastaran el dinero comprando todo lo que los dependientes les ofrecieran con verdadero esfuerzo por vender.
“Después de hablar con más de cincuenta dependientes en dos docenas de comercios”, dice Kissiah, “mis hombres sólo gastaron 11,41 dólares de un total de 120 que llevaban. Este fue un experimento muy revelador, que corrobora lo que nos proponíamos enseñarles a nuestros vendedores: sencillamente la importancia que reviste instar al cliente a realizar el pedido”.
¿Ha fallado usted como ministro en pedir a una persona interesada que haga su decisión de bautizarse en una fecha específica?
Elena G. de White ha escrito: “Un ministro puede gozarse en sermonear; porque es la parte placentera del trabajo y es comparativamente fácil; pero ningún ministro debe ser aquilatado por su habilidad como predicador. La parte más dura viene después que deja el púlpito, al regar la semilla sembrada. El interés despertado debe ser cultivado por un esfuerzo personal: visitando, realizando estudios bíblicos, enseñando cómo investigar las Escrituras, orando con las familias y personas interesadas, tratando de profundizar la impresión hecha en los corazones y las conciencias” (Evangelismo, págs. 285, 286).
Si la vida de las personas interesadas está en armonía con nuestros principios, actuemos sin dilación; pidámosles que firmen el pedido si es que desean realizar ahora, no mañana, su decisión en favor de Cristo y de su mensaje final para este mundo. Nos sorprenderemos al ver cuántas personas aceptan la invitación. Pero la responsabilidad de instarlos a que hagan la decisión es nuestra. Sé bien de qué estoy hablando, pues yo fui invitado a decidirme.
Sobre el autor: laico de Nueva York