Consejos de una hija de pastor sobre lo que un ministro NO debe hacer.

Toda vez que las puertas de nuestra iglesia estaban abiertas, yo estaba allá. Mi familia estaba muy comprometida porque mi padre era el pastor y nosotros vivíamos al lado de la iglesia.

 Ser vecino de la iglesia y estar muy implicado en la vida de la congregación llevó a mi padre a un estado de estrés, sobrecarga y agotamiento. Cuando llegué a la edad adulta, comencé a ayudar a mi pastor en tareas triviales. Sin embargo, esas actividades comunes crecieron, al punto de demandar que una persona se dedicara tiempo de completo a ellas. Fue entonces que me di cuenta de algo muy importante: hay algunas cosas que los pastores no deben hacer.

 Limpiar la iglesia: Esa tarea insume muchas horas durante la semana. Eso no es lo que Dios los llamó a hacer.

 Llenar el bautisterio con agua o preparar los emblemas de la Santa Cena: Esas tareas toman tiempo. Mi hermanamás pequeña, mi hermano y yo siemprelimpiábamos y llenábamos el bautisteriocuando mi padre lo necesitaba; eso nosllevaba algunas horas. Los diáconos debenresponsabilizarse de esa tarea. La nocheanterior a la predicación, el pastor debededicar mucho tiempo en oración.

 Planificar eventos sociales: A mi padre le gustaba planificar y organizar las cosas, pero sé que algunas personas de nuestra iglesia tenían habilidades de organización y de gestión. Muchos miembros, incluso, hacen eso diariamente en sus trabajos; pero cuando se trata de la iglesia, no siempre desean ayudar. Si alguien tiene disponibilidad para planificar eventos sociales, sería bueno que esa persona ayudara, pues el pastor, sin duda alguna, no tiene tiempo extra para preocuparse por la organización de esas actividades.

 Operar el sistema de audio y video: Ese es el lugar en el que yo actuaba, y todavíaactúo, para ayudar tanto a mi padrecomo a mi pastor actual. Esa actividad nodemanda mucho tiempo para ser aprendida.Es un trabajo entre bastidores, ideal paravoluntarios discretos como yo. El pastorno debería tener que preocuparse por esosdetalles técnicos.

 Trabajar siete días por semana: Los pastores trabajan todos los días de la semana. Estudian, se preparan para brindar estudios bíblicos y predicar sermones, hacen llamadas telefónicas, visitan familias y actúan como consejeros. Nunca paran de trabajar. En nuestra familia, el teléfono permanecía conectado día y noche, lo que significaba que, si mi padre recibía una llamada a las 2:30 de la madrugada, sin lugar a duda saldría para cuidar de alguien. ¿Cuánto tiempo resiste el cuerpo trabajando 24 horas por día, los siete días de la semana? Mi actual pastor aparta un día libre por semana, y creo que todo ministro debería hacer eso. Ese tiempo es necesario para que el cuerpo y la mente puedan relajarse y ser capaces de funcionar de la mejor manera.

 Cancelar un período de vacaciones en virtud de pequeñas emergencias: Generalmente,el pastor no es la única persona capazde solucionar situaciones de emergencia. Élno está de vacaciones con frecuencia, porlo tanto, cualquier contingencia debe serevaluada por los dirigentes de la iglesia local,a fin de cerciorarse de que no haya nadiemás que pueda resolver el problema que seplanteó. Los pastores se vuelven adictos altrabajo, por su amor por las personas y porla obra de Dios. Sin embargo, el trabajo sinpausa no es saludable, y ellos necesitantener un tiempo de descanso.

 Predicar sin el apoyo de intercesores: El pastor queda entre el enemigo y la iglesiatodo el tiempo, constantemente bajo la presióny los ataques de Satanás. Sabiendo ladiferencia que genera el tener el auxilio deintercesores, ¡los miembros jamás deberíancesar de orar por su pastor!

 Hacer todo: Un pastor no debe tener que hacerlo todo. Su principal actividad es compartir las Sagradas Escrituras con quienes no conocen a Cristo. Es hora de que nosotros, miembros de iglesia, dejemos de creer que nuestros pastores deben hacer todo el trabajo. Debemos quitar de sus hombros las tareas cotidianas, a fin de que ellos puedan concentrarse en lo que Dios los llamó a hacer: ¡predicar la Palabra!

Sobre el autor: profesora en Phoenix, Estados Unidos.