Cuando el prestigioso New England Journal of Medicine apareció con su informe recienteasociando el café con el cáncer del páncreas,sólo se agregó al coro de voces científicas queactualmente están cuestionando el uso del caféy otros productos que contienen cafeína.
Aunque los 100 millones de norteamericanos que se estima toman café diariamente no han tomado suficientemente en serio estos informes como para reducir su uso en forma significativa, sin duda las manos que sostienen las tazas de café de la nación se han puesto a temblar un poco más de lo usual como resultado de este bombardeo de malas noticias. En verdad, algunos usuarios están sintiendo que su estimulante diario los está aplastando.
Por muchos años ha sido de conocimiento general que la cafeína en el café produce una gran variedad de problemas de salud, desde el insomnio y nerviosismo hasta problemas cardiovasculares. Durante la Segunda Guerra Mundial, experimentadores alemanes aprendieron que “aunque la cafeína era un fuerte estimulante mental, resultó tener un efecto muy indeseable de disminución de la coordinación motora (al tirar al blanco, escribir y en el manejo simulado de autos). Tenía también un efecto residual que hacía que la eficiencia mental, después de haber aumentado, caía por debajo de los valores normales, entre una y tres horas después de tomar el estimulante”.[1]
Luego vino un informe, cuestionado más tarde, del Dr. Philip Colé, de la Escuela de Salud Pública de Harvard, que decía que para las mujeres que bebían una o más tazas de café por día, el riesgo de adquirir un cáncer de vejiga era 2,5 veces mayor que para los que no usaban café. [2]
En 1972, la publicación británica Lancet se agregó al ataque a la bebida que llegó a desplazar gradualmente al té en los Estados Unidos. Informaba de los hallazgos del Programa de Vigilancia de Drogas de Boston que demostró que los que bebían café tenían hasta 2,5 veces mayor riesgo de ataque al corazón que los no consumidores de café. [3]
Luego se hizo presente la Escuela de Medicina de Vanderbilt, con un estudio que indicaba que se observaba un apreciable incremento en la presión sanguínea con el uso de cafeína. Luego, en abril de 1980, The Nation’s Health presentó un estudio de la Food and Drug Administration (FDA) con ratas de laboratorio que indicaba que el alimento y las bebidas que contenían cafeína podían ser responsables de deformaciones fetales. Según el informe, la FDA está considerando la posibilidad de que productos tales como el café y el té tengan en sus envases etiquetas que adviertan a las mujeres embarazadas que debieran limitar su consumo de estas bebidas. [4]
Actualmente se pide a las mujeres embarazadas que eviten los productos que contienen cafeína, porque estudios adicionales han indicado que la droga puede pasar de la corriente sanguínea de la mujer al feto a través de la placenta. La cafeína también aparece en la leche de la madre.
También existe la preocupación por niños menores de ocho años que beben gaseosas que contienen cafeína ya que pueden verse afectados el desarrollo de su cerebro y/o sistema nervioso central.
La evidencia de este daño posible es tan fuerte que el Dr. Sanford Miller, director de la Oficina de Alimentos de la U. S. Food and Drug Administration advierte: “Mi recomendación sería que si usted está en un grupo susceptible -una mujer embarazada o un niño que todavía está en el proceso de su desarrollo cerebral – debería limitar su consumo de cafeína. Es prudente hacerlo ¿Por qué correr el riesgo?”.[5]
El cáncer pancreático ligado al consumo de cafeína
Como si esta creciente evidencia de riesgo para la salud no fuera suficiente para llenar la taza del amante del café hasta el borde con amargura, aparece el reciente informe que asocia el consumo de café con el cáncer pancreático -una enfermedad que causa más de 20.000 muertes cada año en Estados Unidos.
Como resultado del estudio de 369 pacientes con cáncer de páncreas, junto con 644 otros pacientes de control, en cuanto a su uso de tabaco, alcohol, té y café, un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard concluyó que hay “una fuerte asociación entre el consumo de café y el cáncer pancreático”.
Esto era “evidente en ambos sexos”.[6] El riesgo relativo de los consumidores de una o dos tazas de café por día, comparado con los que no beben café era 2,1 veces; para los que beben tres a cuatro tazas por día era 2,8 veces; y para los que beben cinco o más tazas por día, era 3,2 veces. [7]
El hallazgo de que hay una “asociación” no establece una relación causal. Pero los científicos de Harvard observaron que “es importante notar que alguna de las características descriptivas de la epidemiología del cáncer de páncreas parece ser consistente con una relación tal. El aparente incremento en frecuencia de cáncer en el páncreas en décadas recientes y los bajos porcentajes observados en mormones y adventistas del séptimo día serían compatibles con un papel causativo para el consumo de café o de cigarrillos. Sin embargo, el relativamente pequeño exceso de hombres con la enfermedad en proporción a mujeres parecería sugerir una mayor importancia del café que del cigarrillo”. [8]
El cáncer de páncreas es la cuarta de las enfermedades malignas de desenlace fatal más comunes en los Estados Unidos. Los científicos de Harvard estiman “la proporción de cáncer pancreático que es atribuible potencialmente al consumo de café como un poco más del 50%”.[9]
De tal forma, se está acumulando la evidencia que el café es potencialmente perjudicial para la salud. Esto no debiera sorprender a los que se dan cuenta de que hay de 75 a 155 mg de cafeína en una taza de café de unos 150 cm3 (más en café de filtro, menos en el instantáneo). Esta potente sustancia actúa sobre el sistema nervioso central, causando irregularidades del latido del corazón, constriñendo los vasos sanguíneos, haciendo que el cerebro siga trabajando cuando debiera descansar, y produciendo insomnio. También eleva la presión arterial. Pero sus efectos continúan varias horas más tarde con fatiga y disminución de la agudeza mental. El consumo de cafeína en gran cantidad a veces produce temblores, agitación y zumbido en los oídos. La ingestión diaria de un producto químico tan potente como éste no puede dejar de ser perjudicial.
El café no es la única bebida que contiene cafeína. Una taza de tamaño promedio de té incluye de 28 a 44 mg, y una taza de té instantáneo tiene hasta 131 mg. Una lata ó botella de gaseosa con cola contiene de 32 a 65 mg de cafeína. La mayoría de las píldoras para mantenerse despierto, los diuréticos y algunas tabletas para el dolor de cabeza también contienen hasta 40 mg de cafeína. La FDA estima que en los Estados Unidos aproximadamente un millón de kilos de este producto se agrega a los alimentos y bebidas cada año. En realidad, las bebidas con cola deben incluir cafeína para poder llevar ese nombre.
Como usted podría esperar, los fabricantes de productos que contienen cafeína insisten en que los estudios actuales no prueban los peligros potenciales de la cafeína. Tampoco es seguro que sea la cafeína del café la responsable de la asociación entre el consumo de café y el cáncer pancreático. En verdad, un estudio reciente de casos de control encontró que se encuentran más casos de cáncer pancreático entre los que ahora beben café descafeinado. Los investigadores señalan, sin embargo, que el uso de café descafeinado es un fenómeno reciente que refleja generalmente alto consumo de café común en el pasado, y que el factor tiempo involucrado en el desarrollo de este tipo de cáncer podía sugerir que no fue el café descafeinado el que causó el cáncer en los casos observados. [10]
Cómo quebrar el hábito del café
Si usted está entre los que consideran la posibilidad de dejar el café por causa de los interrogantes en cuanto a la salud que surgen ahora, ¿cómo va a hacer para quebrar el hábito del café? Aquí hay algunas sugerencias útiles:
1. Consuma un buen desayuno para mantener altos los niveles de energía durante la mañana.
2. A causa de que sus nervios reaccionarán a la privación de cafeína, usted necesitará toda la vitamina B que pueda obtener de fuentes naturales. Deje los postres y dulces, y coma abundante cantidad de frutas, granos y vegetales.
3. Sustituya el café con infusiones de cereal o té de hierbas por algún tiempo, si fuera necesario. Aún mejor, tome un vaso de agua media hora antes de comer, y luego no beba nada durante la comida. Asegúrese de beber por lo menos seis vasos de agua por día.
4. Deje de fumar -el beber café y el fumar están tan estrechamente asociados para la mayoría de la gente que uno automáticamente va con el otro.
5. En lugar de la habitual pausa para el café, dé un corto y vigoroso paseo, respirando profundamente. Este es uno de los hábitos más beneficiosos que usted puede adquirir.
6. Descanse frecuentemente, duerma lo suficiente, y tome un baño caliente diariamente.
7. Si usted tiene una fe religiosa, ese es el momento para recurrir a la Fuente espiritual. Especialmente cuando el deseo es fuerte, usted debiera detenerse por unos pocos minutos de oración para pedir ayuda divina.
Si usted sigue estas siete sugerencias, pronto encontrará que se siente mucho mejor y con más chispa de lo que alguna vez se sintió mientras usaba café y otros alimentos o bebidas cafeinadas. Estos hábitos de salud le darán un estimulante que nunca lo aplastará.
Referencias:
[1] H. A. de Vries, Physiology of Exercise (Dubuque, lowa: Wm. C. Brown, Publishers, 1966), p. 395.
[2] “What -Coffee, Too?”, Newsweek, Julio 12 de 1971, p. 82.
[3] Coffee Drinking and Acute Myocardial Infarction”, informe del Boston Collaborative Drug Surveillance Program. Lancet, Dic. 16 d 1972, pp. 1278-1281.
[4] American Public Health Association, “Possible Hazards Found in Caffeine”, The Nation’s Health, Abril de 1980, p. 11.
[5] Molly Sinclair, “Americans’ Favorite Caffeine ‘Pick-me-up’ Comes Under Fire”, Washington Post,
Marzo 23 de 1981, p. A-10
[6] Brian MacMahom, M. D., et. al., “Coffee and Cáncer of the Páncreas”, New England Journal of Medicine, Marzo 12 de 1981, p. 630.
[7] Ibid., p 631.
[8] Ibíd., p. 632
[9] Ibid., p. 633
[10] R. S. Lin y H. Kessler, “A Multifactorial Model for Pancreatic Cancer in Man: Epidemiologic Evidence”, JAMA, vol. 245 (1981), pp. 147-152.