Daniel Webster muchos años ha expresó el pensamiento que seguidamente consignamos:

“Si el poder del Evangelio no es sentido a lo ancho y a lo largo de la tierra, la anarquía y el desorden, la degradación y la miseria, la corrupción y la oscuridad reinarán por doquiera sin paliativo ni fin.”

¡Cuánta verdad encierran las palabras precedentes! La razón de las guerras “frías.” “tibias” y “calientes” actualmente tan en boga reside en el hecho de que los hombres se han rebelado contra Dios y sus mandamientos.

Lo que el mundo necesita en esta época en que todas las fuerzas morales y espirituales se están desmoronando es el evangelismo en todas sus formas. La sierva del Señor dice:

“La obra evangélica, la tarea de abrir las escrituras a otros, el amonestar a hombres y mujeres acerca de lo que sobrevendrá al mundo, ha de ocupar más y más el tiempo de los siervos de Dios.”—“Evangelismo” pág. 16.

En esta hora decisiva de la historia, cuando está por cumplirse la promesa de la segunda venida de Cristo, la proclamación del Evangelio a un mundo que no conoce la solución de sus problemas debe ser la primera tarea, el primer deber de cada pastor adventista.

Considerando la predicación del Evangelio como una guerra dirigida contra el mal, el apóstol Pablo afirma:

“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; destruyendo consejos, y toda altura que se levanta contra la ciencia de Dios, y cautivando todo intento a la obediencia de Cristo” (2 Cor. 10:4, 5).

El ministro que se apropia el poder de Dios puede arrebatar las almas del pecado y llevarlas a la obediencia de la verdad. Además, un alma que se gana para Cristo puede marcar un punto decisivo en la propia vida del pastor y también en la de su iglesia. La Hna. White declara para nuestra orientación:

“Han de organizarse iglesias y elaborarse planes de trabajo para que los lleven a cabo los miembros de las iglesias recién constituidas. Esta obra misionera evangélica ha de continuar expandiéndose, anexando nuevos territorios, y ampliando las porciones cultivadas de la viña. El círculo ha de ensancharse hasta circuir el mundo.”—“Evangelismo” pág. 18.

Cada pastor que tenga a su cargo una iglesia grande o un distrito podrá celebrar un esfuerzo público en armonía con los recursos disponibles y contando con la ayuda de los miembros, para dar así cumplimiento al mandato divino de anexar nuevos territorios y organizar nuevas iglesias.

Estudio del territorio

A fin de poder llevar este plan a la práctica, el pastor deberá en primer término estudiar su distrito y luego elegir el punto en que haya mayor número de posibles interesados, pues allí es donde le conviene celebrar el ciclo de conferencias. Al acometer obra pública debe darse preferencia a los lugares que ofrecen mayores probabilidades de buen éxito.

Dios quiere que se siga esta línea de conducta en la elección de la población o barrio para las conferencias públicas. Pero resulta deseo-razonador notar que a veces son excesivamente dejados de lado aquellos lugares donde sería casi segura una buena cosecha de almas, para dirigirse a otra parte que no promete casi nada.

El salón de conferencias

Decidido el lugar, se debe proceder a la búsqueda de un salón adecuado. Este debiera ser presentable y gozar de buena reputación pues el público culto nunca asistirá a un salón donde se celebran bailes de dudosa moralidad en los días que no se dictan conferencias.

También deben rehuirse los salones usados por los partidos políticos para no correr el riesgo de ser identificados con ellos.

Por otra parte, no debe alquilarse un salón demasiado grande si se desea que todo el público pueda recibir amplia atención en forma de visitas y estudios bíblicos.

Si no se consigue un salón apropiado, podrá alquilarse una casa cuya construcción sea tal que derribando dos o tres paredes se pueda obtener una buena sala para conferencias. En tal caso deberá especificarse en el contrato de alquiler que al vencimiento del plazo respectivo la casa será devuelta en las condiciones en que fue recibida.

Labor de los colportores en relación con el esfuerzo

La experiencia ha demostrado vez tras vez que, si el pastor de iglesia o de distrito en trance de celebrar un esfuerzo público en un lugar determinado hace arreglos con el director de colportaje del campo local para que envíe dos o tres buenos colportores consagrados, de buena apariencia, que sientan pasión por las almas y tengan espíritu de perseverancia en el trabajo, con la misión de preparar el terreno con la página impresa, tiene prácticamente asegurado el éxito de las conferencias.

Los colportores deberán empezar su actividad con unos dos meses de anticipación al comienzo del esfuerzo y hacer las entregas un mes antes de su iniciación. Deberán anotar cuidadosamente el nombre y la dirección de todos los que hayan comprado libros, haciendo mención especial de las personas que hayan mostrado interés en el Evangelio, y enviar esta lista al pastor. De esta manera, cuando empiece el fuerzo— es decir cuatro semanas más tarde—se les podrán enviar a esas personas invitaciones especiales.

Con esta medida se consigue encauzar el interés despertado por los colportores, evitando que sea desviado hacia alguna de las sectas evangélicas. Más adelante, durante el transcurso de las conferencias será necesario visitar esos interesados en orden a establecer contacto directo con ellos. Solamente así podrán cosecharse los frutos del trabajo de los fieles colportores.

Colaboradores del pastor evangelista

Declara la sierva del Señor que en la obra evangélica nadie debe trabajar solo. Tal vez el pastor pueda conseguir que el campo local envíe un obrero que lo acompañe a lo menos durante los tres primeros meses del esfuerzo, o quizá pueda obtener la colaboración de una obrera bíblica por un tiempo que varíe entre seis y nueve meses.

Si ni el campo local puede cooperar en este sentido por falta de recursos ni el pastor cuenta con la ayuda de una obrera bíblica, siempre le queda a este último el recurso de escoger entre los miembros de su iglesia colaboradores que actúen como ujieres o distribuidores de publicaciones o bien como auxiliares en las clases bíblicas y—¿por qué no? —aun dando estudios en los hogares.

Conviene tener presente lo que sigue en la elección de estos colaboradores: que sean personas responsables, que tengan una personalidad agradable y sean perseverantes. Así podrán ayudar al pastor hasta el fin del esfuerzo. Ninguna iglesia carece de este elemento dispuesto a apoyar en las conferencias a un pastor resuelto a salir en busca de las ovejas perdidas.

Es necesario que el evangelista tenga reuniones semanales con sus colaboradores voluntarios, empezando a hacerlo por lo menos dos meses antes de iniciarse el esfuerzo, con el propósito de habilitarlos para las actividades que han de desarrollar, a fin de que cuando se dé comienzo a las conferencias puedan desplegar una labor inteligente en favor de las almas.

La música y el canto en el esfuerzo evangélico

A veces es difícil conseguir un coro cuyos miembros puedan asistir noche tras noche a las reuniones, pero nunca faltará un grupo de hermanos que puedan formar dúos, cuartetos y tríos, y hasta se podrá conseguir algún solista.

Si los que integran este grupo no disponen de medios para pagar sus gastos de viaje—en caso de que las conferencias se celebren en algún punto alejado del distrito—la hermandad deberá proveer a solventar el importe de ellos.

Conviene que los que cooperen en los cantos realicen una práctica semanal que podrán iniciar con unos dos meses de anticipación para evitar los apremios de último momento.

Es recomendable además averiguar quiénes son los miembros que saben tocar algún instrumento a efectos de alternar los cantos con música instrumental. Sería superfino insistir en la necesidad de disponer de una buena pianista.

Donde fuese absolutamente imposible contar con aporte de música instrumental o vocal, en última instancia se podrá hacer uso de un tocadiscos conectado a un altoparlante para la transmisión de música clásica solemne y cantos religiosos. Pero es preferible no recurrir a la música mecánica dado que no llega al corazón del público en la misma medida que la vocal o instrumental.

En caso de no tener un tocadiscos, se pueden celebrar las conferencias sin música alguna, lo cual no influirá mayormente en el ánimo de la asistencia siempre y cuando el orador presente su mensaje en forma cautivante y persuasiva bajo la dirección del Espíritu Santo.

Las publicaciones y el esfuerzo

El pastor caerá en la cuenta de que cuanto mayor sea el número de las publicaciones vendidas u obsequiadas durante el esfuerzo, tanto más abundante será la cosecha y mejor la preparación de los que acepten la verdad. No se puede realizar campaña evangélica alguna sin asignar a nuestros buenos libros y revistas el lugar que les corresponde. Uno de los factores que contribuyen al éxito en las conferencias consiste en que antes de iniciarse el ciclo ya estén pedidas todas las publicaciones, y que se las tenga a mano y bien clasificadas para cuando se las necesite. Con esto se evitan la nerviosidad y recriminaciones que se producen a último momento.

Las publicaciones deben sin falta comprender:

1. Un buen número de ejemplares de las Sagradas Escrituras para ofrecer en venta durante el esfuerzo. Conviene tener unos pocos encuadernados en cuero por si alguien desea uno de mejor calidad.

2. Una cantidad considerable de los folletos titulados Mensajes de Esperanza, precioso auxiliar de los evangelistas, que podrán ir distribuyéndose entre el público una vez conseguidas las direcciones y a medida que se vayan predicando los temas sucesivos del mensaje. Es aconsejable tener en existencia de cada uno de los números de dicha publicación un conjunto no inferior al de las direcciones que el pastor piensa obtener.

3. Un stock suficiente de folletos que versen sobre los distintos puntos del mensaje, como también números atrasados de la revista El Atalaya o El Centinela que no contengan artículos sobre doctrinas aún no tratadas en las conferencias.

4. Una buena existencia de libros de poco volumen, como “El Camino a Cristo,” y otros que desarrollen temas doctrinarios y de salud para ofrecer en venta en momento oportuno.

Si el orador desde el púlpito presenta con habilidad los libros, muchos los comprarán y leyéndolos en relación con las doctrinas expuestas, se afirmarán más en el mensaje.

No conviene ofrecer en venta las publicaciones hasta que no haya sido presentado el tema sobre la Biblia. Realizado lo último, arréglese un mostrador o mesita cerca de la entrada del salón o en otro lugar visible con varios ejemplares de las Sagradas Escrituras colocados en forma agradable a la vista, para que el público pueda hacer sus compras. A partir de esa fecha en cada reunión se deben tener volúmenes de la Biblia destinados a la venta.

Más adelante podrá agregarse alguna obra como la mencionada, que discurra sobre un tema ya presentado al público, y a medida que las conferencias sigan su curso se podrán ir añadiendo más libros a los que ya estén en exposición.

Reuniones semanales del orador y sus colaboradores

Es muy conveniente que el pastor reúna una vez por semana a todos sus colaboradores. En estas ocasiones deben hallarse presentes: el ayudante del pastor, la instructora bíblica, los hermanos que están a cargo de la música, los encargados de la venta y distribución de las publicaciones, los acomodadores y los miembros del coro o cuarteto.

Unidos todos en un mismo propósito y anhelo, eleven fervientes oraciones al Altísimo pidiéndole ayuda para alcanzar y sobrepasar el blanco de almas. Además el pastor, como hombre comprensivo, agradezca la colaboración de cada uno pues así los impulsará a realizar un trabajo aún mejor y contribuirá a mantener en alto la moral del grupo.

Es asimismo necesario que explique ante el conjunto los planes a desarrollar durante la semana y que les haga sentir cuál es la medida de colaboración que espera. El evangelista deberá aprovechar estas reuniones para distribuir las direcciones de los interesados, asignando las visitas y los estudios de la semana. De hacerlo, habrá armonía en el grupo y se podrá llevar a cabo una labor más inteligente y por lo tanto más eficaz.

La clase bíblica semanal

A partir de la tercera semana conviene que el pastor-evangelista organice una clase bíblica e invite al público a asistir. Así éste podrá ir familiarizándose con el manejo de las Sagradas Escrituras.

Sugerimos que los primeros 20 minutos de cada una de estas clases se dediquen a la enseñanza del manejo de la Biblia. Y agregaremos que es bueno comenzar por el Nuevo Testamento y tomar en cada clase cuatro libros del mismo, considerando el nombre y la personalidad del autor, el año aproximado en que fueron escritos y el pensamiento central de cada uno. Es recomendable pedir al público que aprenda de memoria el orden de los libros de la Biblia a medida que son presentados en las clases. Explíquese que cada uno está subdividido en capítulos y éstos a su vez en versículos. Mucha gente no conoce estos datos y por orgullo o timidez no pide explicaciones. Si el pastor va obviando las dificultades, el público estudiará con más gusto la Palabra de Dios.

Los cuarenta minutos restantes se usarán para el estudio bíblico propiamente dicho.

Es muy importante que en estas clases los colaboradores del pastor-evangelista estén estratégicamente ubicados entre el público para ayudar a los presentes a encontrar los versículos demandados por el estudio, de manera que cada uno pueda leerlos en su propia Biblia. Pídase que toda la clase lea en voz alta el texto clave del estudio, pues esta práctica ayudará a imprimir más profundamente la verdad en la mente y el corazón de los interesados.

La oración y el esfuerzo público

Antes de abrir al público las puertas del salón, es menester que el pastor-evangelista y sus colaboradores realicen una ferviente reunión de oración con el propósito de pedir al Señor que bendiga a los que asistan a las conferencias, como también al orador, a fin de que le sea dado impartir el mensaje en forma clara, convincente y persuasiva.

Después de la conferencia téngase otra corta sesión de oración para pedir a Dios que por medio de su Santo Espíritu haga fructificar el mensaje predicado.

Además es muy conveniente invitar a todos los miembros de la iglesia a que oren tres veces por día en favor del blanco de almas. Los sábados de mañana el pastor podrá recordarles el blanco y contarles algún incidente relaciona- nado con el esfuerzo, lo cual tendrá la virtud de mantener ardiendo en todos la llama de la cooperación.

Duración del esfuerzo

La duración del esfuerzo propiamente dicho puede variar entre dos y tres meses, durante los cuales se deberán dictar de dos a tres conferencias semanales, en armonía con aquel viejo proverbio que dice: “Cuando el hierro está encendido, entonces ha de ser batido.”

Además no hay que olvidarse de la clase bíblica semanal, que se comenzará a partir de la tercera semana.

Después de exponer la doctrina del sábado se pueden reducir las conferencias a una por semana, aparte de la clase bíblica, y seguir así hasta fin de año.

Cada pastor, por pocos dones de orador que tenga, puede hacer algo en el campo del evangelismo en proporción con su fe en Dios y la confianza que tiene en sí mismo y sobre todo en el poder del Espíritu Santo, que suplirá todas las necesidades del que se pone sin reservas bajo su dirección.

Cuando el ministro de Dios quiere hacer algo por la salvación de las almas mediante “la locura de la predicación,” siempre encontrará medios para llevar sus planes a la realización. ¡Qué se celebre mayor número de esfuerzos públicos pequeños! Por su medio se dará vida a muchas iglesias dormidas, se salvarán más almas y el mensaje triunfará más rápidamente, y ello significará que podremos ir antes a nuestro hogar eterno.