Para muchos predicadores, la predicación sencillamente es una oportunidad para hablar. Fallan al no reconocer que los predicadores efectivos necesitan escuchar atentamente a sus oyentes. Puede ser que Dios le esté diciendo algo, a través de los que escuchan el sermón. Todo oyente provee valiosas respuestas durante el sermón, y los predicadores inteligentes aprenderán a escucharlas atentamente, para conectarse más efectivamente con la congregación.

Respuesta verbal

En algunos escenarios culturales, la respuesta verbal espontánea de los oyentes, durante el sermón, no solo es aceptada, sino también fomentada. Por ejemplo, el componente principal de la predicación afroamericana puede ser descrito como el proceso de “llamado y respuesta”, o “llamado y retorno”. Este proceso requiere la respuesta verbal de una congregación participativa. El autor Henry Mitchell sugiere que “si la tradición de la predicación negra es única, entonces esa singularidad depende en parte de la singularidad de la congregación negra, que habla al predicador como parte natural del culto”.[1]

Esta respuesta verbal de los oyentes se convierte en una dinámica poderosa. La respuesta verbal común, agregada al tradicional “Amén”, incluye expresiones como “Señor, ¡ayúdanos!”, “Aclara ese punto”; “Sí, ¡es correcto!”; entre otras. Con esas respuestas verbales, que son más que un mero reconocimiento superficial al predicador, los oyentes realmente le predican a él. Mitchell nota que “muchos predicadores de toda cultura deberían recibir alegremente tales estímulos y hasta fomentarlos”.[2]

De hecho, cuando estoy predicando, soy estimulado por la respuesta verbal reflejada. En cierta ocasión, mientras predicaba en una iglesia grande, una parte de la congregación se mostraba particularmente más responsiva, y proveía este tipo de respuesta. Me sentía tan ligado a ese pequeño grupo de adoradores que era preciso tener cuidado de no ignorar al resto de los oyentes.

A veces, el predicador hasta puede hacer una variedad de apelaciones a fin de conseguir la respuesta verbal. Por ejemplo, puede sugerir: “¿Alguien quiere dar un testimonio?”; o “¿Puedo escuchar algún ‘Amén’?” Cuando ocurre la comunicación verbal entre el predicador y los oyentes, las dos partes deben permanecer mutuamente atentas. Esa respuesta puede ayudar al predicador a conectarse más eficazmente con los oyentes.

El predicador también puede fomentar la respuesta verbal construyendo el diálogo dentro del propio sermón. Un modo de hacerlo incluye preparar el mensaje como una conversación entre dos o más personas ante la congregación. Los participantes pueden ser el predicador, especialistas en el tema abordado y representantes de la congregación.

Experimenté esa forma interactiva de sermón en cierta oportunidad en que prediqué acerca de las relaciones familiares saludables. Tres adolescentes, una pareja y un consejero familiar se unieron a mí en la plataforma, para una discusión en vivo. El impacto de ese sermón interactivo fue profundo. En ese contexto, la congregación se interesó totalmente y fue incluida de una forma que no sería posible con la forma de un monólogo.

Algunos predicadores han buscado aumentar la respuesta verbal de los oyentes agregando un tiempo para la discusión al final del mensaje. Los oyentes pueden ser divididos en grupos pequeños con líderes elegidos anticipadamente, y cada grupo discute cuestiones surgidas durante el sermón. Luego, la congregación se reúne nuevamente para escuchar los informes de los grupos y terminar el culto. Otra opción puede ser dar oportunidad para que algún oyente que lo desee aclare dudas. El predicador debe reconocer el problema, aclararlo y, entonces, continuar la predicación.

La manera más interactiva de predicación debe incluir la discusión libre entre el predicador y los oyentes, con respecto al significado del alcance de un pasaje de las Escrituras o un tema bíblico. Los oyentes podrían ser animados a estudiar un texto durante la semana y, en el culto del fin de semana, presentar preguntas relacionadas con aquel. Evidentemente, se deben establecer criterios para el análisis como, por ejemplo, número de preguntas por persona, limitación del diálogo al tema estudiado, entre otros. Esto tiene como objetivo preservar el orden y la espiritualidad del ambiente. Esta forma de predicación interactiva no solo anima el estudio personal de las Escrituras, sino también hace participar a los oyentes del mismo sermón.

Respuesta no verbal

Junto con la sugerencia de buscar escuchar las respuestas verbales de sus oyentes, los predicadores necesitan escuchar también las respuestas no verbales. Aun en la forma convencional de predicar, en la que solo una persona habla, los oyentes comunicarán indefectiblemente respuestas no verbales. Esta clase de respuestas incluye expresiones faciales, gestos con manos y brazos, postura corporal, posición y varios movimientos de cuerpo, piernas y pies.

La respuesta no verbal provista por los oyentes generalmente es más confiable que la verbal. Una investigación realizada por Albert Mehrabian concluyó que el 55% de la comunicación abarca la expresión facial y el lenguaje corporal; el 38% incluye el tono de voz y solamente el 7% las palabras.[3] En el caso de que las respuestas resultaran inconsistentes; es decir, si las respuestas verbales y las no verbales fueran incongruentes, Mehrabian afirma: “El comportamiento no verbal de una persona tiene mayor peso que sus palabras, tratándose de comunicación de sentimientos o actitudes en relación con otra persona”.[4] El comunicador eficaz estará atento a las respuestas no verbales y aprenderá cómo decodificar esos mensajes silenciosos. Mucho de la respuesta no verbal probablemente será involuntario e inconsciente. Tal vez, el indicador no verbal más notable de la falta de participación del oyente es el cuchicheo durante el sermón. Algunos jóvenes bajan la cabeza casi hasta las rodillas. Otros indicadores no verbales típicos de falta de participación incluyen el movimiento de piernas y pies, arreglo de la ropa, manipulación del llavero y ajustes en la postura corporal.

Entre las señales de participación creciente están la disminución de la distancia, la orientación corporal más directa, mayor expresión facial, postura corporal descontraída y atenta, al igual que señales de asentimiento con la cabeza. Todo predicador se alegra cuando ve que los oyentes se sonríen y afirman con la cabeza.

El contacto visual, o la falta de él, también puede ser un indicador. Como regla general, el aumento de contacto visual entre usted y sus oyentes ocurre como indicador positivo de que está efectivamente ligado a ellos. Recuerdo un joven, en una iglesia que pastoreé, que siempre se sentaba en los primeros bancos. Era evidente, de sus respuestas verbales y no verbales, que estaba buscando fervorosamente una relación íntima con Dios. Mientras escuchaba el sermón, se dividía entre acompañar atentamente la lectura de la Biblia y mirar al predicador. Su contacto visual le decía al predicador que ambos estaban ligados. Hoy, también es un predicador.

Por otro lado, el contacto visual no puede ser interpretado independientemente de otros indicadores faciales. Por ejemplo, si el oyente lo mira con los ojos bien abiertos, la frente arrugada y una sonrisa, eso aparentemente indica un sentimiento positivo o, tal vez, una invitación a la interacción. Si el oyente mira con expresión seria, es más probable que esté señalando una respuesta negativa. Las señales faciales son el canal por el que los mensajes emocionales verbales o no verbales son más clara y frecuentemente enviados. El escritor Calvin Miller señala que “el lenguaje corporal nos dice no solo si estamos siendo escuchados, sino también si estamos siendo comprendidos”.[5]

La respuesta no verbal puede variar, dependiendo de la cultura, aun cuando existan muchas semejanzas de movimientos expresivos entre diversas culturas, como sonreír y llorar. Guiñar los ojos y levantar las cejas son señales consideradas indecentes entre algunos pueblos. Permanezca atento a su contexto cultural, para interpretar correctamente las señales no verbales de sus oyentes.

Comunicación efectiva

No siempre sus oyentes enviarán señales verbales mientras predica, pero enviarán señales silenciosas: expresiones faciales y lenguaje corporal; aprenda a leer estos mensajes silenciosos o hablados, de manera que pueda estar ligado afectivamente a ellos. Las dos clases de respuestas pueden llevarlo a cambiar la ruta del sermón, reafirmar un punto importante o agregar alguna frase, para aclarar mejor. El blanco es sencillo: comunicar de la mejor manera el mensaje que desea entregar a la congregación.

Tal vez se pregunte: ¿Cómo puedo permanecer atento a estas respuestas y, al mismo tiempo, acompañar el bosquejo del sermón? Es aquí que liberarse de sus manuscritos se convierte en un punto esencial para cualquier predicador que desee permanecer atento a las respuestas de sus oyentes.

Una vez que comprenda que la predicación incluye más diálogo que monólogo, jamás ignorará la importancia de las respuestas verbales y las no verbales. Así, se convertirá en un mejor predicador y será más hábil para comunicar la Palabra de vida.

Sobre el autor: Pastor adventista en Apopka, Florida, Estados Unidos.


Referencias

[1] Henry H. Mitchell, Black Preaching: The Recovery of Powerful Art [La predicación negra: Recuperación de un arte poderoso] (Nashville, TN: Abingdom Press, 1990), p. 100.

[2] Ibid.

[3] Albert Mehrabian, Silent Messages [Mensajes silenciosos] (Belmont, CA: Wadsworth Publishing Company, 1971), p. 43.

[4] Ibíd., p. 44.

[5] Calvin Miller, The Empowered Comunicator: Seven Keys to Unlocking an Audience [El comunicador capacitado: Siete claves para descifrar una audiencia] (Nashville: Broadman & Holman Publishers, 1994), p. 184.