“Mi pastor y yo hemos hecho en estos días algunas visitas a los hogares de nuestros miembros —me escribía hace poco el primer anciano de una de nuestras grandes iglesias— y encuentro que nuestro pueblo está literalmente padeciendo por la falta de la visita bondadosa del pastor del rebaño”.

 “Me uní a la Iglesia Adventista en 1939 —me decía hoy otro amigo— y desde entonces nunca he recibido una visita pastoral. Sería realmente hermoso sentir que el pastor se interesa por nuestro bienestar espiritual, aunque nos vea cada semana en la iglesia”.

 Todos hemos oído comentarios similares y sabemos que no se trata de simples quejas o críticas sino de genuinas expresiones de un corazón hambriento de ayuda espiritual. Como pastores, ¿qué podemos hacer para satisfacer esas necesidades espirituales? La mayoría de nuestros pastores se hallan hoy sobrecargados con múltiples responsabilidades. Cada uno debe ser evangelista, administrador, constructor, financista, asistente social tanto como pastor o supervisor. Yo he sido pastor de iglesias grandes y pequeñas y conozco algunos de los problemas a los que usted hace frente.

 Conozco también por experiencia cuánto necesitan nuestros miembros de consejo y orientación espiritual en sus hogares. Me sentí animado por una carta que recibí hace poco de un hermano laico. Ese dirigente local no sólo pedía ayuda sino que también ofrecía algunas sugerencias útiles.

 “Estoy convencido -escribía- de que los pastores deben ser liberados de las cargas de las campañas y ofrendas especiales. Esa debiera ser tarea de los laicos. Para que el plan tenga éxito la junta de la asociación deberá aceptar el trabajo de los laicos. Por ejemplo, el blanco de la ofrenda evangélica de mi iglesia es de S 14.000. Si alcanzamos sólo S 12.000 y hace falta insistir un poco, eso debiera hacerlo el laico encargado en vez de colocar esa carga sobre los hombros del pastor.

 “Si los laicos podemos aliviar al pastor del grueso de las tareas antes mencionadas —continuaba—, entonces nuestros ministros tendrían tiempo para hacer aquello para lo cual Dios los ordenó. El resultado sería que gran parte de nuestro pueblo permanecería fiel en vez de alejarse y no caminar más con nosotros. ¿Qué esfuerzo evangelístico mayor podríamos intentar?”

EVANGELISMO Y VISITACION

 Mientras era presidente de una asociación cierto día recibí una interesante carta firmada por varios miembros de una de nuestras iglesias. Tenían un pastor muy responsable, que atendía las necesidades espirituales de sus fieles. Los había “preparado bien”. Ese grupo de miembros anhelaba que el pastor condujera una campaña de evangelismo en su comunidad, pero también conocían las exigencias de la Recolección Anual que estaba por comenzar. “Que nuestro pastor predique el mensaje en la campaña de evangelismo —rogaban— y nosotros alcanzaremos el blanco de la recolección”. Nuestra junta votó concederles el pedido. El pastor llevó a cabo una fructífera campaña y la feligresía cumplió con su palabra. Alcanzaron el blanco de la recolección.

 Este caso indica que la predicación evangélica está incluida entre las tareas del pastor, y que cuando la iglesia se ocupa de sus departamentos y campañas el pastor queda libre para dirigir el avance en pos del aumento de la feligresía. Pero ahí surge uno de los grandes problemas del pastor: el de la distribución equilibrada de su tiempo entre la predicación evangélica y la visitación pastoral.

 Como pastores y dirigentes de campos debiéramos estar continuamente inspirando e instruyendo a nuestros miembros en el arte de llevar responsabilidades de la iglesia de modo que podamos disponer de más tiempo para predicar el mensaje y visitar los hogares de nuestro pueblo a fin de llevarles consejo espiritual y ánimo. Un programa bien estudiado de visitas a ¡os hogares de nuestros miembros ¡hace efectiva nuestra prédica y nuestra instrucción!

 Cuando nuestros creyentes están tan necesitados de atención pastoral que están dispuestos a asumir responsabilidades regularmente desempeñadas por el pastor, ¿no debiéramos realizar cualquier esfuerzo para darle a esa atención personal la prioridad que merece en nuestros planes?

 Incluidas en la instrucción que Dios le ha dado al pastor se hallan las palabras: “Debe visitar todas las familias”. Es un encargo tremendo, especialmente para pastores con congregaciones numerosas. Se requiere ¡a distribución cuidadosa del tiempo. La única esperanza de poder cumplir es la fijación de un orden de prioridades y la realización de cada cosa en su momento. Demandará quizá muchos meses, exigirá perseverancia pero resultará en abundantes recompensas.

ORGANIZACION DE LA VISITACION

 Como joven pastor de una iglesia de casi 900 miembros tuve que hacer frente al problema de la visitación. Con la cooperación de la junta de la iglesia resolvimos el problema de un modo satisfactorio mediante la organización del territorio de la iglesia en distritos y la asignación de las visitas regulares a los diáconos y diaconisas. Los ancianos aceptaron gustosos el privilegio de visitar a los interesados y a los casos más difíciles. ¿Y yo, como pastor, qué hice? Hice tres cosas. Visité los hogares que los diáconos, las diaconisas y los ancianos me indicaron. Hice visitas en el hospital. Y emprendí la visitación sistemática de todos los miembros durante un período de un año o cosa así. Fue una experiencia sumamente provechosa para todos.

 Esas visitas de casa en casa no deben degenerar en meros contactos sociales. Sería la manera más fácil de cumplirlas. Lea otra vez la cita de Evangelismo que figura al comienzo de este articulo y note bien el propósito de la verdadera visitación pastoral. Si perdemos de vista esos objetivos fracasaremos en nuestro impacto sobre los miembros de la iglesia.

 “El pastor tiene que vérselas con una interminable variedad de temperamentos; y es deber suyo llegar a conocer los miembros de las familias que escuchan sus enseñanzas, a fin de determinar qué medios ejercerán sobre ellos la mejor influencia para llevarlos en la debida dirección” (Obreros Evangélicos, pág. 353).

 ¿Cómo podemos predicar que se ha de ayudar a la gente sin estar en sus hogares? Por lo general los sábados no hay tiempo ni oportunidad para que descarguen su corazón o compartan sus problemas con nosotros. ¿Cómo podemos saber cuándo animar, cuándo y cómo amonestar, cuándo consolar, cuándo persuadir a menos que estemos cerca de nuestra gente?

 “Es de suma importancia que un pastor tenga trato frecuente con sus feligreses, y así llegue a conocer las diferentes fases de la naturaleza humana. Debe estudiar los modos de obrar de la mente, a fin de poder adaptar sus enseñanzas al intelecto de sus oyentes. Así aprenderá a ejercer esa gran caridad que poseen únicamente aquellos que estudian detenidamente la naturaleza y las necesidades del hombre” (Id., pág. 199).

 La mensajera del Señor resume la exigencia y las recompensas de la visitación personal en los hogares en estas palabras inspiradas, que deben leerse con todo cuidado:

 “Su obra [la del ministro] no es solamente estarse en su escritorio. Allí no hace sino comenzar. Debe ir a las diferentes familias y llevarlas a Cristo, llevar allí sus sermones, conducirlos por sus hechos y sus palabras. Al visitar una familia debiera preguntar por la condición de la misma. ¿No es el pastor del rebaño? El trabajo de un pastor no se hace todo en el escritorio. Debiera conversar con todos los miembros del rebaño, con los padres para conocer ¡a posición que mantienen, y con los hijos para conocer la de ellos. Un ministro debiera alimentar al rebaño sobre el que Dios lo ha puesto como supervisor. Sería agradable quedarse en casa y estudiar; pero si hacéis esto descuidando la obra que Dios os ha encomendado que realicéis, estáis obrando mal. Nunca visitéis una familia sin invitar a que se reúnan todos y os inclinéis y oréis con ellos antes de salir. Preguntad por la salud de sus almas. ¿Qué hace un médico hábil? Averigua los pormenores del caso y luego piensa en recetar remedios. Así el médico del alma debiera inquirir por las enfermedades espirituales que aquejan a los miembros de su rebaño para luego administrarles los remedios apropiados, y pedir al Gran Médico que venga en su ayuda. Dadles la ayuda que ellos necesitan” (Testimonies, tomo 2, págs. 618, 619).

 ¿Por qué no hablar de los problemas y de las exigencias con los líderes de su iglesia? Con seguridad encontrará a algunos voluntarios prestos a cargar con muchas actividades pastorales de rutina de modo que usted pueda disponer de más tiempo para predicar el mensaje con sentido evangelizador y, muy importante, para que usted pueda llevar bendición a los hogares de nuestros miembros adventistas mediante la visitación personal y espiritual.

Sobre el autor: Presidente de la Asociación General.