¿Son anacrónicos los consejos de Elena de White relativo a los deportes? Las declaraciones que formulo ¿Se pueden considerar como principios o como sugerencias?

Recientemente en los colegios adventistas se ha dado mucha atención al tema de la práctica de deportes. Muchos de nuestros colegios de nivel secundario y terciario desarrollan competencias interinstitucionales, y la Asociación General ha nombrado una comisión destinada a investigar el papel de los deportes en la educación adventista. Es posible, entonces, que haya llegado el momento de revisar el fundamento histórico de nuestra norma eclesiástica y aplicar esos principios a las prácticas de nuestro tiempo.

El incidente de Battle Creek

Durante la última parte de la década de 1860, varios años después que seis campos locales hablan formado la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día en Battle Creek, Michigan, los miembros sintieron la necesidad de elaborar la postura educacional de la iglesia. Goodloe Harper Bell, que había asistido al Colegio Oberlin, en 1868 abrió un pequeño colegio en Battle Creek con doce alumnos.

En enero de 1872, Elena de White escribió su primer tratado mayor sobre la educación, “La educación debida”,[1] en el que puso énfasis sobre la ubicación rural de los colegios adventistas. La enseñanza agrícola e industrial debía combinarse con una educación fundada en las Escrituras. Afirmaba que este tipo de preparación capacitaba a los alumnos para el aprendizaje de una segunda vocación y los ayudaba a cuidar su salud. “Con el propósito de preservar el equilibrio de la mente, el trabajo y el estudio debieran estar unidos en los programas educativos de los colegios”.[2] Esta perspectiva se desarrolló muchos años después que los educadores americanos se habían alejado del programa de instrucción manual de los estudiantes.[3] En respuesta a las reformas educacionales iniciadas en Europa por Locke, Rousseau, Pestalozzi, y von Fellenberg entre 1700 y 1830, los educadores americanos del siglo XIX fueron atraídos por el concepto de proporcionar trabajo útil a los estudiantes durante la época de educación secundaria y universitaria. La labor educativa manual concitó gran entusiasmo a comienzos de 1820. Alcanzó un gran apogeo a comienzos de la década de 1830 y poco después declinó rápidamente. Los que proponían el nuevo sistema argumentaban que el trabajo manual sería un ejercicio natural para los alumnos, promovería el desarrollo del carácter, disminuiría los costos educativos y reduciría las diferencias de clases.

La rápida disminución de trabajo manual en los colegios en la década de 1840 resultó de una variada gama de factores complejos, incluyendo los problemas económicos y administrativos, la inversión de tiempo, el surgimiento de la revolución industrial (lo que quitó atractivo al trabajo manual), y la aparición de colegios sostenidos por impuestos que tornaba innecesario que los alumnos trabajaran para cubrir los costos educativos.

El Colegio de Oberlin, fundado en 1832, fue un caso típico de muchos otros colegios que comenzaron a desarrollar tareas manuales.[4] Este fue el primer colegio coeducativo en los Estados Unidos y el primero también que admitió “alumnos de color’’; fue de avanzada en los derechos femeninos, en las relaciones raciales, en la reforma de la salud y en la educación práctica. El Colegio de Oberlin, utilizando el lema: “Aprender y trabajar”, requirió que sus alumnos trabajaran unas cuatro horas por día. Pero “durante la mayor parte de las dos décadas se realizaron toda clase de experimentos provisorios e infructuosos para llevar a cabo este rasgo más destacado de la institución”.[5]

El primer gimnasio

A medida que se incrementó la matriculación, los administradores tuvieron dificultades para suministrar tareas diarias manuales, y finalmente el programa ceso en1852.  En 1860 se construyó el primer gimnasio y esta habilitación permitió que se pudieran desarrollar las clases gimnásticas según la tradición europea. Hacia fines de siglo, el Colegio de Oberlin, junto a otros colegios de los Estados Unidos, comenzó a practicar deportes.[6] Esta tendencia hacia los deportes universitarios coincidió con el momento en que se organizaron formalmente la mayoría de nuestros deportes actuales.[7]

Cuando en 1872 —varias décadas después del auge de la educación en favor de la educación manual en los Estados Unidos— Elena de White entregó su tratado sobre el tema, experimentó una resistencia inusitada ante la idea.[8] Al no percibir la urgencia que ella transmitía de ubicar la institución en una zona rural, la Asociación General pagó 16,00 dólares por unas cinco hectáreas en Battle Creek (una población de 7.000 habitantes), directamente frente al instituto de salud (Battle Creek Sanitarium) que pronto dirigiría John Harvey Kellogg. En la distante California, Elena de White no pudo hacer otra cosa que llorar cuando se enteró de la compra.

El colegio de Battle Creek se dedicó formalmente en 1875, y Sidney Brownsberger le imprimió el típico esquema académico greco- latino, con clases de Biblia como materias opcionales. En respuesta a los repetidos testimonios de Elena de White, se hicieron esfuerzos decididos para ofrecer educación manual a los alumnos en ese colegio asentado en medio de una población. Finalmente, en 1889, los alumnos de Battle Creek iniciaron un “debate monstruoso”, acerca de si era adecuado o no este tipo de preparación, y como consecuencia se abolió esta clase de programa educativo.[9]

Entre 1890 y 1893, los alumnos de Battle Creek formaron equipos de béisbol, de rugby y de boxeo que compitieron con los equipos de Battle Creek Sanitarium, de la casa editora Review and Herald y de otros colegios e instituciones educativos. Los equipos lucían camisetas, se entregaban premios y toda esta actividad despertaba mucho entusiasmo.

Elena de White, que se había trasladado a Australia para ayudar a los pioneros en la obra local, recibió cartas de algunos estudiantes australianos y neozelandeses que estaban asistiendo al Colegio de Battle Creek. PoMare un alumno maori de Nueva Zelanda, se quejaba de haber abandonado el fútbol americano y otros deportes porque no podía estar en comunión con Dios mientras practicaba esos deportes.[10] Le preguntó a la Sra. de White qué ventajas ofrecía Battle Creek con respecto de las otras instituciones educativas que había dejado en Australia

El 5 de septiembre de 1893, al día siguiente de recibir la carta de PoMare, Elena de White escribió una carta al presidente del Colegio de Battle Creek, William Warren Prescott.[11] “¿Acaso la práctica de torneos, la entrega de premios, y el empleo de guantes de boxeo, no significa educar y preparar según la dirección de Satanás? El tiempo está cargado de señales del conflicto inminente como para estar educando a los jóvenes en los juegos y los entretenimientos”.

En tanto Elena de White estaba respondiendo la carta de PoMare, los estudiantes de Battle Creek formaron dos equipos llamados “American” y “British”, que jugaron un emocionante partido de rugby. Una reportera de un periódico local hizo referencia al encuentro y lo tituló “El gran partido internacional de fútbol americano”. Uno de los jugadores del equipo de los “British” envió una copia del artículo a sus padres radicados en Australia quienes, a su vez, compartieron la información con Elena de White, quien volvió a escribirle una carta al presidente Prescott.[12]

“Quiero decirle que he visto a Satanás triunfando porque introdujo su propio ingenio en estos juegos. Estos planes los empleará para conducir a las almas a la ruina eterna… Hay formas en las que el tiempo de los estudiantes puede emplearse de tal modo que el celo y el fervor juvenil sean utilizados para la gloria de Dios”.

Ese mismo día Elena de White le escribió una carta a Edgar Caro, hijo de un dentista australiano.[13]

“Hay cosas completamente útiles y necesarias que hacer en nuestro mundo que harían que el placer por los entretenimientos fuera casi totalmente innecesario… una clase superior de ejercicios… el trabajo misionero”.

 El presidente Prescott compartió la misiva con el cuerpo docente del colegio, con los alumnos, y luego la respondió.

“Decidimos no volver a practicar ningún tipo de partidos en los campos de juego. Nuestra recreación se planificará de tal modo que podamos obtener el beneficio físico deseado sin suscitar un espíritu de contienda, y sin fundamentarlo en base a los deportes atléticos. Ya habíamos visto en forma suficiente el daño que ocasionan estas prácticas y habíamos decidido que no debíamos permitir ningún tipo de juego entre los alumnos del nivel terciario, pero habíamos planificado permitir que jugaran con el personal del Battle Creek Sanitarium y el personal de oficina de la Review; sin embargo, luego de recibir su carta, hemos decidido cancelar esta actividad en todas sus formas”.[14]

Elena de White también envió un testimonio especial a todos los maestros y alumnos del Colegio de Battle Creek. En esa carta puso énfasis en que toda actividad necesita cierto grado de ejercicio y que “Dios había señalado que esta actividad debía consistir en un trabajo práctico útil, pero ustedes se alejaron del plan de Dios, y siguieron las invenciones humanas”.[15] “Por amor a Cristo inviten a los hermanos del Colegio de Battle Creek para que se detengan y reflexionen en la influencia que ejerce en el corazón y en el carácter, y en los principios de estos entretenimientos que son una copia de la moda de otros colegios. .. Es esencial un estudio diligente y también un fuerte trabajo diligente… Jugar no es algo esencial… No puedo encontrar una ocasión en la vida de Cristo en la que hubiera dedicado tiempo al juego y al entretenimiento”.

En respuesta a la carta de Prescott, Elena de White lamentó que el programa de deportes hubiera ayudado a eclipsar el reaviva- miento espiritual del colegio: “Entre los jóvenes la pasión por los partidos de fútbol y otras gratificaciones egoístas han tenido una influencia lamentable, y no se ha mantenido la actitud de velar y orar y la consagración diaria a Dios… Actúan como si el colegio fuera un lugar en el que deben perfeccionarse en los deportes, como si este fuera una rama importante de su educación, y se arman y equipan para esta clase de entrenamiento. Esto es un error, desde el principio al fin… La preparación y la disciplina a la que se deben someter para tener éxito en el juego no armoniza con la disposición a ser fieles soldados de Jesucristo… El dinero que se gasta en equipos para hacer más vistoso el espectáculo es tanto que se podría utilizar para que avance la causa de Dios en nuevos lugares… Necesitamos comenzar de nuevo. Será esencial que echemos el fundamento de los colegios según el modelo de la escuela de los profetas. Es muy fácil caer en planes, métodos y costumbres del mundo”.[16]

Desafortunadamente, cualquier reforma en Battle Creek destinada a detener el programa deportivo tuvo poca vida. En 1896, sólo tres años después que Elena de White destinó los testimonios, el periódico local Battle Creek Daily Journal informó nuevamente los resultados de los eventos deportivos que se realizaron en el Colegio de Battle Creek. El 12 de junio 1896, por ejemplo, el periódico informó que “el equipo de béisbol del nivel secundario de Battle Creek había vencido al del nivel universitario 14 a 9”.

El incidente de Avondale

El 10 de octubre de 1896, aproximadamente cinco años después que Elena de White había partido para Australia, ella echó el fundamento del primer edificio del Colegio de Avondale. Durante estos años había luchado para establecer un programa educativo que fuese un modelo a seguir por otras instituciones. Ella se trasladó a una casa de ocho habitaciones (Sunnyside), a un kilómetro y medio del colegio, para dirigir personalmente la organización de la institución.[17]

Durante los primeros años de Avondale el programa “modelo” consistió en cuatro fases: las reuniones religiosas (1 ó 2 horas diarias), las clases (cuatro horas), los períodos de estudio (dos horas), y el trabajo (entre dos y tres horas). Los alumnos construyeron edificios, prepararon la madera para la edificación, plantaron huertos y viñedos, y comenzaron varias industrias. Recibieron instrucciones sobre impresión editorial, encuadernación, carpintería, tareas domésticas y jardinería. El estudio de la Biblia jugó un papel predominante en el programa académico, que incluyó la instrucción con respecto a salud, administración, enfermería, educación y labor misionera.

Durante estos años formativos, Elena de White escribió varios artículos urgiendo a lograr una norma más elevada en Avondale.[18] La Sra. de White se propuso firmemente a que la experiencia de Battle Creek no se repitiera en Avondale. El 20 de diciembre de 1896 escribió desde Sunnyside:

“En la sesión de la noche algunas cosas se presentaron delante de mí en relación con la obra y el colegio que pronto se abrirá en esta localidad… Se me advirtió a no recorrer el camino que muchos de los maestros en Battle Creek transitaron en su experiencia. El asunto del entretenimiento se presentó allí bajo un manto de engaño… Si en ciertos aspectos la educación que ofrecemos en nuestros colegios no fuese diferente, no necesitaríamos invertir en compras de tierra y en levantar edificios escolares… A los alumnos que se envían a los colegios con el propósito de recibir una educación para que lleguen a ser evangelistas, pastores y misioneros en países extranjeros, se les transmitió la idea de que los entretenimientos son esenciales para que mantengan la salud física, en tanto que el Señor les ha presentado que el mejor modo es que se dediquen a su labor educativa manual en lugar de que se consagren a los entretenimientos”.[19]

Más tarde sostuvo: “Revela cobardía moverse tan perezosa e inciertamente en el trabajo, ése que dará la mejor clase de educación… Trabajar el suelo es una de las mejores tareas, pues incita a la acción muscular y al descanso mental. El estudio de la agricultura debiera ser el abecedario de la educación que se ofrece en nuestras escuelas”.[20]

En enero de 1897 William W. Prescott, entonces secretario del departamento de educación de la Asociación General, regresó de Australia, donde había dialogado con Elena de White referente a los planes que ella tenía para Avondale. En abril de ese año, la Asociación General sesionó en Lincoln, Nebraska, donde la sesión invitó a la reforma educativa. Edward A. Sutherland, quien desde 1892 se había esforzado por seguir los consejos de Elena de White en el Colegio de Walla Walla, llegó a ser presidente del Colegio de Battle Creek.[21]

Entre 1897 y 1901, Sutherland, el presidente del colegio, con el respaldo de John H. Kellogg, Alonzo T. Jones y Percy T. Magan, intentó reformar el Colegio de Battle Creek. El colegio reestructuró completamente su programa académico y compró una finca de 32 hectáreas que estaba a un par de kilómetros al norte del colegio. Para simbolizar una ruptura con el pasado, Sutherland sacó el arado, Magan dirigió el equipo, y Justus G. Lamson se sentó en la viga mientras araban el campo de juego del colegio y plantaban un jardín en su lugar.[22]

Las reformas fueron tan abrumadoras que la matriculación se redujo. Sutherland decidió que debían trasladar el colegio fuera de los “límites de la ciudad, del ambiente ciudadano y lejos de los profesores de mentalidad citadina”. Elena de White sugirió que el plan se pospusiera por un tiempo.

Entretanto, el 28 de abril de 1897 comenzaron las clases en Avondale. Por octubre el nuevo colegio tenía 81 alumnos. Cassius B. Hughes, quien se había graduado de Battle Creek en 1892, era el director general y presidente del consejo directivo. En abril de 1899 se construyó un edificio central que albergaba la capilla, y en ese año la matrícula alcanzó a 153 alumnos.[23]

En febrero de 1900 la administración del colegio decidió permitir que los estudiantes jugaran al cricket los domingos por la tarde, para evitar que anduvieran “caminando entre los arbustos”. Al acercarse el aniversario de la erección del edificio central de Avondale, el Sr. Hughes, presidente del colegio, decidió conságralo día feriado. Le solicitaron a Elena de White que predicara un tema en la mañana y el resto de la jornada lo dedicarían a jugar.

La Sra. de White predicó fervientemente esa mañana y luego salió sin saber cuáles serían las siguientes actividades de la jornada. Los alumnos se dedicaron el resto del día a jugar tenis (se habían comprado equipos para las damas), cricket, carreras de embolsados y otros juegos.

Esa noche, Elena de White no pudo dormir hasta pasada la una de la mañana. Estaba agobiada por una pesada carga. Entonces, tuvo una visión.

“Fui testigo de lo que ocurrió en el predio del colegio… Se presentó delante de mí una visión en la que los alumnos estaban jugando tenis y cricket. Luego se me dio instrucción con respecto al carácter de estos entretenimientos. Me fueron presentados como una especie de idolatría, como los ídolos de las naciones”.[24]

A la mañana siguiente, muy temprano, Elena de White se dirigió a la residencia de Hughes, el director general del colegio, y le expresó que quería hablarle al cuerpo docente antes de hablar con los alumnos acerca de la forma en que se había pasado el día anterior. Tanto el Sr. Hughes como los miembros del personal se indignaron al saber lo que la Sra. de White pretendía decirles a los alumnos, por lo que se suscitó un debate acalorado. El cuerpo académico consideraba que era más prudente esperar un día antes de hablarles a los alumnos, por lo que Elena de White regresó a su casa entristecida por la respuesta que había recibido del cuerpo de profesores.[25]

Aquella misma tarde Elena de White tuvo una visión en la que se le mostró que “estas cosas son una repetición de la conducta de Aarón, quien al pie del Sinaí permitió un primer comienzo de mala conducta al dejar que penetrase en el campamento de Israel un espíritu de jolgorio y vulgaridad”.[26]

El viernes por la mañana, Elena de White les habló a los jóvenes y, posiblemente, “nunca les dio un testimonio tan apropiado”. Ella leyó muchos de sus testimonios dirigidos al colegio de Battle Creek. Su hijo Willie informó que “todos estábamos sorprendidos de lo apropiado que era lo que mamá había escrito, y mucho más por el fervor desplegado al protestar contra los deportes”. Después de sus afirmaciones, los alumnos permanecieron sentados en silencio sin responder.[27]

El director del colegio, Sr. Hughes, se sintió penosamente probado y comenzó a albergar dudas acerca de Elena de White. Más tarde informó que aquél “fue el principio de una de las experiencias más oscuras de mi vida. Sentí que la Hna. White era irracionalmente extremista con respecto al asunto”.[28] Los alumnos estaban incómodos y el domingo por la tarde continuaron con el habitual juego de cricket.

El lunes, Willie White habló a los alumnos con respecto a cómo se debía recibir el consejo de “los ministros del Señor, especialmente cuando nos exponen pensamientos novedosos y que no armonizan con nuestros deseos y sentimientos”.[29] Elena de White también se sintió muy “apenada” acerca del asunto, y en su diario privado escribió: “Se ha comprendido en todas nuestras filas que estos juegos no forman parte de la educación apropiada que se debe ofrecer en nuestros colegios. El Colegio de Avondale debiera ser un modelo para las demás instituciones educativas que se deben establecer en medio de nuestro pueblo. Los juegos y los entretenimientos son la maldición de las colonias, y no se debieran permitir en nuestro colegio”.[30]

El jueves, el Espíritu de Dios había obrado en Cassius B. Hughes, en el cuerpo docente, y en los alumnos. Luego de otra disertación de Elena de White, la mayoría expresó su deseo de seguir el camino que el Señor aconsejaba. Willie White informó que “al fin de esta reunión, sintió que se había logrado una gran victoria, de que la administración del colegio, el cuerpo de profesores y los alumnos habían visto las cosas desde una perspectiva más clara como resultado del estudio y de la oración realizados durante la semana”.[31]

El equipo de tenis se vendió y las ganancias se destinaron al fondo misionero, y cesaron los juegos de cricket. Un gran número de estudiantes comenzó a estudiar las Escrituras por las tardes y a hablar de su amor por Dios a la comunidad circundante.

El Colegio Misionero Emanuel

Más tarde, en el transcurso de ese año, Elena de White regresó a los Estados Unidos. Con su apoyo vigoroso y activo, la Asociación General votó el 12 de abril de 1901 reubicar el Colegio de Battle Creek en el campo. En mayo, el equipamiento se cargó en 16 vagones y el colegio se trasladó a su nuevo lugar, a unos 140 kilómetros, en la localidad de Be- rhen Springs, y allí se lo nombró como el Em-manuel Missionary College (EMC).[32] Percy T. Magan le escribió a Elena de White que “este nuevo colegio debía ser el Avondale de América”.

El Colegio Misionero Emanuel

Más tarde, en el transcurso de ese año, Elena de White regresó a los Estados Unidos. Con su apoyo vigoroso y activo, la Asociación General votó el 12 de abril de 1901 reubicar el Colegio de Battle Creek en el campo. En mayo, el equipamiento se cargó en 16 vagones y el colegio se trasladó a su nuevo lugar, a unos 140 kilómetros, en la localidad de Berhen Springs, y allí se lo nombró como el Emmanuel Missionary College (EMC).[33] Percy T. Magan le escribió a Elena de White que “este nuevo colegio debía ser el Avondale de América”.

Con una matriculación que se había reducido casi unos dos tercios durante el primer año en el nuevo territorio, los alumnos y los profesores unieron sus esfuerzos en el trabajo de la granja y en la edificación mientras dirigían las clases. Los alumnos trabajaban todo el día, luego tomaban tres horas de clases por las noches. Las opciones académicas cubrían seis áreas: ministerial, maestro misionero, premedico, administración cristiana, música y preparación manual.

En mayo de 1904 las tensiones entre el Dr. John H. Kellogg y los dirigentes eclesiásticos llegaron a un punto crítico. Magan y Sutherland fueron también acusados de “Kelloggismo” —es decir, de sostener un criterio de independencia respecto de la denominación—, de institucionalismo y de panteísmo. Entonces se suscitaron algunos conflictos, y Sutherland y Magan terminaron renunciando y transladándose a Nashville, Tennessee, donde abrieron el Nashville Agricultural and Normal Institute en una granja de unas 160 hectáreas. De esta manera se inició una red de colegios de autosostén que hasta ahora ha puesto énfasis en la educación fundamentada en la labor manual sin desarrollar ninguna clase de deportes. Aunque Elena de White pensó que Sutherland había claudicado en un momento inoportuno, apoyó su iniciativa de comenzar un nuevo colegio, e integró su junta directiva.[34]

Por 1910, sólo seis años después que Sutherland había dejado el EMC, los alumnos comenzaron a solicitar al cuerpo de profesores que se les permitiese participar en juegos organizados de pelota. Cuando los profesores respondieron desaprobando la organización de equipos de béisbol en el predio del colegio, los alumnos comenzaron a efectuar los partidos fuera del predio de la institución.

 La aplicación a nuestra época

Elena de White murió en 1915. Hasta el A mismo fin permaneció firmé en su postura de favorecer un programa educativo basado en el estudio y el trabajo y sin la práctica de deportes. Unos pocos años antes de su muerte reiteró su punto de vista: “El sentimiento de la gente es que el trabajo manual es degradante, sin embargo, los hombres pueden esforzarse como lo hacen al elegir el cricket, el béisbol o las contiendas pugilísticas sin que se lo considere degradante… Mientras los jóvenes llegan a ser expertos en juegos que no tienen un valor real en sí mismos o para otros, Satanás está jugando el juego de la vida buscando conquistar sus almas… El enemigo busca acaparar y absorber la mente de un modo tan completo que Dios desaparezca de los pensamientos”.[35]

Luego de la muerte de Elena de White, nuestros colegios experimentaron muchas décadas de incertidumbre al implementar estos conceptos. La acelerada revolución industrial, la creciente mecanización y urbanización, y el tremendo crecimiento de los deportes en la sociedad y en los colegios públicos, crearon una atmósfera en la que tomar estas decisiones llegó a ser muy difícil. Por ejemplo, comenzando por 1920 en el EMC, los juegos de pelota se permitían en ocasiones festivas y reguladas por normas cuidadosas. Durante 1930 y 1940 se permitieron ciertos deportes moderados como el patinaje sobre hielo y sobre ruedas, el vólibol y el pimpón. Un cambio definido ocurrió el 11 de marzo de 1949, cuando se efectuó la ceremonia inaugural del edificio de educación física, que inició una era de juegos internos y de educación física.[36] La experiencia del EMC resultó un modelo para muchos de nuestros colegios, a pesar de la repetida desaprobación de varios dirigentes adventistas.[37]Actualmente, los deportes individuales, duales, de equipos son comunes en las clases de educación física tanto en el nivel secundario como superior, y los alumnos emprenden en nuestros colegios deportes de competición internos. Además, muchos colegios avanzaron a un territorio prohibido anteriormente, los deportes inter escolares.

Los incidentes protagonizados en Avondale y Battle Creek indican claramente que Elena de White fue guiada por Dios para abogar poderosamente en favor de un programa de educación basado en el trabajo manual sin deportes organizados. Este ideal, tan difícil de enfrentar para los dirigentes, resulta más confuso ahora. En la actualidad, ¿abogaría Elena de White por un programa semejante? En 1904 afirmó: “Dios quiere que tengamos sentido común, y que razonemos con sentido común. Las circunstancias alteran las condiciones. Las circunstancias cambian la relación de las cosas”.[38] Por otra parte, ella también afirmó: “Los grandes principios de la educación son inmutables. Están ‘afirmados eternamente y para siempre’ (Sal. 111:8), porque son los principios del carácter de Dios”.[39]

El principio de que los estudiantes deben trabajar durante los años de estudio posiblemente constituye el concepto más vigoroso que Elena de White haya desarrollado con respecto a nuestros colegios. Actualmente, muchas de nuestras instituciones educacionales tienen programas de trabajo en los cuales los estudiantes pueden ganar dinero para los gastos de sus estudios. Sin embargo, con la tecnología moderna, el tipo de trabajo no permite un ejercicio adecuado. He observado que aún en las instituciones de auto sostén, la mayoría de los alumnos no desarrollan ejercicio suficiente mientras trabajan por causa del empleo creciente de mecanismos destinados al ahorro de trabajo. Gran parte de

nuestros colegios preparan a los alumnos para ingresar en lugares de trabajo que emplean tecnología, lo que es, según creo, vitalmente importante. No debemos alinearnos con una “mentalidad maoísta”, que evite la tecnología moderna, y que ande con el paso cambiado respecto del resto del mundo.

Nuestro dilema surge de proporcionar a nuestros alumnos cierta forma de ejercicio adecuado. Esto no resulta claro de la experiencia del colegio de Battle Creek ni del colegio de Avondale. Elena de White nunca favoreció la idea de que los alumnos debieran enrolarse en actividades deportivas para realizar ejercicio. La Sra. de White explicó: “No condeno el ejercicio sencillo del juego de pelota; pero aun esto, con toda su sencillez, puede ser llevado a la exageración”,[40] pero ella condenó vigorosamente que el colegio favoreciera la actividad deportiva. Este aspecto, tan confuso para nuestros primeros dirigentes, le ha dado aún más consternación a los actuales educadores.

Nuestros colegios se orientaron con sorprendente rapidez hacia los deportes organizados. Con tacto hemos intentado regular los deportes en nuestros colegios, poniendo énfasis en el desarrollo, las relaciones humanas apropiadas, el respeto por la autoridad, la obediencia de ciertas reglas, la vida saludable, el estado físico adecuado y la cooperación. Algunos colegios, como es el caso del Pacific Union College (Colegio Unión del Pacifico, California, Estados Unidos), asocian el testimonio con la competición, como lo hizo por años el equipo de Athletes in Action. Posiblemente, la pregunta sea: Este tipo de desarrollo, ¿representa un avance legítimo en nuestro ámbito educativo, o intenta apaciguar los movimientos confusos e inciertos hacia normas menos rígidas?

Muchos dirigentes de la rama educativa entienden que los deportes “regulados cuidadosamente” proporcionan un compromiso adecuado entre los consejos definidos de Elena de White y las presiones de una sociedad centrada en los deportes y los ambientes hogareños adventistas que distan de ser ideales. Otros argumentan que regular el deporte es como “hacer carne kosher”. Según este razonamiento, la carne puede ser “salvaguardada” si se le quita la grasa y la sangre, pero el producto dista mucho de ser ideal.

Arthur Spalding aclaró este punto en su libro, Who is the Greatest? “Si quiero un lugar donde el trigo crezca alto, o lograr jugosas sandías, no voy a elegir el quemante desierto del Valle de la Muerte”.[41] En otras palabras, mientras que la educación que favorece el deporte regulado y la participación, podrían ser positivos para el desarrollo del carácter, el logro de un físico adecuado y para promover el desarrollo espiritual, todo esto representa una “preocupación por lo secundario” (un error muy común del antiguo Israel). Por esta razón, el tema de los deportes no es tanto un tema de lo correcto en contraposición de lo incorrecto, sino de lo que es mejor en contraposición con lo que simplemente es bueno.

Nadie que escuche los informes de los medios de comunicación podría negar que existe un daño potencial si los colegios ponen énfasis en los deportes. En forma constante aparecen informes de preocupación excesiva por alcanzar el triunfo que conducen a la brutalidad, el riesgo de lastimarse, el uso de drogas y el reclutamiento ilegal. Algunos colegios han terminado sus programas deportivos intercolegiales tanto por razones financieras como por razones académicas. Algunos autores cuestionan la idolatría deportiva, por la glorificación de los jugadores. Muchos americanos encaran los deportes con un vigor y una dedicación inusuales.

De este modo, en los programas deportivos típicos, dice Spalding, se debe realizar un gran esfuerzo para producir una cosecha atrofiada, reclamando una desproporcionada cantidad de orientación para aliviar los problemas inherentes. Sostiene Spalding que si ejerciéramos la misma proporción de esfuerzo en un suelo más fértil, lograríamos una cosecha maravillosa.

Debemos evitar el dogmatismo con respecto al tipo de actividades que constituyen hoy un suelo fértil, pues no aparecen respuestas fáciles. Mi opinión personal es que si las oportunidades de labor manual se limitan por causa de nuestra sociedad mecanizada y urbanizada, las actividades destinadas a mejorar la condición física individual proporcionarán un buen sustituto. Los ejercicios aeróbicos como el trote (jogging), el paso enérgico, la natación y el ciclismo, combinados con las actividades músculo-óseas como los ejercicios de flexibilidad, los ejercicios calisténicos y el levantamiento de pesas, todos ellos mejoran la condición física.

En una era en que las enfermedades circulatorias y la obesidad alcanzaron una proporción epidémica, el énfasis en la actividad física es muy importante. Millones de norteamericanos han afrontado el desafío de mejorar su condición física, y llegaron a ser participantes activos de la mayor revolución concretada en beneficio de la condición física.

Elena de White promovió el ejercicio que favorece la condición física apropiada; ella misma realizó caminatas con paso enérgico y ejercicios de calistenia. Si bien ella sostuvo que “el agricultor encuentra en su labor todos los movimientos que siempre se practicaron en el gimnasio”,[42] favoreció vigorosamente la caminata a paso vivo. “Hay pastores, maestros, estudiantes y otros que hacen trabajo mental, que enferman a consecuencia del intenso esfuerzo intelectual, sin ejercicio físico compensativo. Estas personas necesitan una vida más activa… los de hábitos sedentarios deberían, siempre que el tiempo lo permitiera, hacer ejercicio cada día al aire libre, tanto en verano como en invierno. La marcha a pie es preferible… pues pone en ejercicio mayor número de músculos. Los pulmones entran así en acción saludable, puesto que es imposible andar aprisa sin llenarlos de aire”.[43]

Las actividades recreativas al aire libre como la náutica, el canoísmo, la supervivencia

en el desierto, el camping, la caminata con mochila, debieran tener un lugar más definido en los programas educativos. Las artes modernas “aplicadas” debieran recibir más atención y destreza vocacional en nuestro currículo educacional y ayudar para que nuestros alumnos calificaran en su búsqueda de segundas vocaciones. Estos programas combinados con un énfasis en la condición física, podrían proporcionar la actividad que nuestros alumnos necesitan, así como desarrollar rasgos de carácter como la disciplina, el trabajo con objetivos y el amor por la actividad al aire libre. Por supuesto, aunque estas actividades puedan ser competitivas y absorbentes, es posible que su potencial de abuso sea menor.

Algunas personas entienden que, por causa de que muchos aspectos de la vida son competitivos (la búsqueda de buenas notas, del compañero de la vida, del trabajo), la participación exitosa en los deportes proporciona una buena preparación. Otros consideran a los cristianos como “peregrinos en la tierra”, “ciudadanos” del reino de Dios (Fil. 3: 20), que no deben conformarse “a este siglo” (Rom. 12:2). Razonan que el pecado de la mudanza, de la lucha por la supremacía y la grandeza, es un error muy común de los seres humanos, uno que determinó que Cristo siempre tuviera que aconsejar a sus discípulos. Y, precisamente, El, que no “estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse” (Fil. 2:6), sostuvo que “el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande” (Luc. 9: 48).

Watchman Nee, en su libro Love Not the World, advirtió que como cristianos no podemos conducirnos en la forma en la que lo hace la gente del mundo. “Los cristianos son realmente extranjeros, viven aquí en un elemento que no es natural para ellos. Un nadador puede bucear en lo profundo del mar, pero sin una ropa especial y sin un conducto de oxígeno que lo conecte con su atmósfera, él no podría estar allí. La presión es tan grande que debe respirar el aire del mundo al que pertenece”.[44]

¿No sería posible que los deportes distorsionen la verdadera comprensión del concepto bíblico de verdadera grandeza? La participación en los deportes puede ser algo excelente para las personas del mundo, porque la vida es muy competitiva. Pero para el pueblo de Dios, la arena artificial de los deportes podría significar una muy lamentable preparación para el estilo de vida que Dios espera de su pueblo.-”La levadura de la verdad no producirá espíritu de rivalidad, ambición, deseo de primacía”.[45]

La participación regular en los deportes, “¿no llegaría a confundir nuestra comprensión; del placer de lo divino, ese placer que consiste en conocer a Dios y comunicarnos con Él? Cómo escribió el salmista, “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre” (Sal. 16: 11). El placer por los deportes puede reducir nuestra capacidad de disfrutar el gozo que significa conocer a Dios. Si hay algo que debiera inspirar nuestro entusiasmo, nuestro gozo, nuestro deleite, ¡debiera ser la cruz de Cristo!

Cualquier reforma en estas áreas necesita ser considerada cuidadosamente. Cualquier discusión con respecto a los deportes en nuestros colegios debiera estar comprendida en el contexto de nuestra iglesia. Lamento que nuestros colegios se asemejan cada vez más a los colegios públicos. Las modernas estrategias de mercado hacen que nuestras instituciones deban ocupar posiciones en el mercado, ofreciendo un servicio singular a cierto grupo. Pero es posible que nuestra juventud no perciba nuestra singularidad espiritual, y esto ayuda a entender porqué más de la mitad de nuestros jóvenes eligen recibir cualquier tipo de educación. Nuestra labor real es asegurarnos de que estemos siguiendo el plan de Dios y no el nuestro.

Elena de White tenía puestas grandes esperanzas en nuestros colegios. En 1894, mientras estaba en Australia ayudando a establecer el programa educativo en Avondale, escribió: “Nuestras instituciones educativas pueden sucumbir a la conformidad mundanal. Puede que avancen paso a paso hacia el mundo; pero ellas son prisioneras de esperanza, y Dios las corregirá y las iluminará, y las conducirá a una posición en que se diferencien del mundo. Velo con profundo interés y espero ver a nuestros colegios henchidos de un espíritu de verdad y una religión sin mácula. Y cuando los alumnos son embuídos de esta manera, verán que hay una gran obra por hacer en las líneas donde Cristo trabajó, y el tiempo que dedicaron a los entretenimientos será destinado a realizar una ferviente labor misionera”.[46]

Sobre el autor: David C. Nieman es profesor asociado de la Escuela de Salud de la Universidad de Loma Linda y director del programa doctoral en ciencias de la salud.


Referencias

[1] Elena de White, Joyas de los testimonios, 1.1, págs. 314 a 318.

[2] Testimonies for the Church, t. 3, págs. 131-169.

[3] F. E. Leonard, G. B. Affleck, The History of the Physical Educatión (Philadelphia, Pennsylvania: Lea y Febiger, 1947). Véase también J. Brubacher, A History of the Problems of Education (Nueva York, McGraw-Hill Book Co., Inc., 1947); E. P. Cubberly, The History of Education (Cambridge, Ri- verside Press, Houghton Mifflin Co., 1948); C. W. Hackens- mith, History of Physical Education (Nueva York, Harper & Row, 1966). R. F. Butts, A Cultural History of Western Education (Nueva York, McGraw-Hill Book Co., Inc., 1955); J. Mulhern, A History of Education: A Social Interpretation (Nueva York, The Ronald Press Co., 1958); E. A. Rice, J. L. Hutchinson, y M. Lee, A Brief History of Physical Education (Nueva York, The Ronald Press., 1958)

[4] F. E. Leonard, G. B. Affleck, The History of Physical Education.

[5] Ibíd.

[6] E. A. Rice, G. L. Hutchinson, y M. Lee, A Brief History of Physical Education.

[7] Spears, Swanson, y Smith, History of Sport and Physical Activity in the United States (Dubu- que, lowa, Wm. C. Brown, 1978).

[8]Emet K. Vande Vere, The Wisdom Seekers.  

[9] Ibíd.

[10] Archivo de documentos White, 249d. Fajo de correspondencia entre Elena de White en Australia y William W. Prescott referente a asuntos de la institución educativa en Battle Creek, especialmente deportes y entretenimiento archivados en Loma Linda Uni- versity Heritage Room.

[11] Ibíd.

[12] Ibíd.

[13] Mensajes selectos, t. 2, págs. 370 a 379

[14] Archivo de documentos White, 249d.

[15] Fundamentáis of Christian Education, págs. 220-230.

[16] Archivo de documentos White, 249d.

[17] W. J. Gibson, The History of Seventh-day Adventlst Education in Australia and New Zeland (tesis para la Universidad de Melbourne; se la puede encontrar en Loma Linda Univer- sity Heritage Room). Véase también C. H. Schowe, The History of Avondale College (Loma Linda University Heritage Room).

[18]Fundamentals of Christian Education, págs. 310-327; 416424. Véase también Testimonies for the Church, t. 6, págs. 126218. 

[19] Elena de White, carta a “The Friends of School”, 29 de diciembre de 1896. L-60a-1896, Loma Linda University Heritage Room.

[20] Fundamentals of Christian Education, págs. 310-327; 416424. Véase también Testimonies for the Church, t. 6, págs. 126 a 218.

[21] E. K. Vande Vere, The Wisdom Seekers.

[22] ibíd.

[23] w. J. Gibson, The History of Seventh-day Adventist Education in Australia and New Zealand; C. H. Schowe, The History of Avondale College.

[24]

[25] White Document Files 250a.

[26] Elena de White, Consejos para los maestros, padres, y alumnos, págs. 336.

[27] Archivo de documentos White 250d, “Backgrounds on Sports and Recreation”, carta de W. C. White a W. L. H. Baker, 24 de abril de 1900.

[28] Archivo de documentos White 250a.

[29] Archivo de documentos White 250a.

[30] Manuscrito 553, “Amusements at Avondale College”, extractos del diario de Elena de White del 16 al 18 de abril de 1900.

[31] Archivo de documentos White 250d.

[32] E. K. Vande Vere, The Wisdom Seekers.

[33] H. Christman y G. Christman, Madison, God’s Beautiful Farm (Mountain View, California, Pacific Press Publishing Assoc., 1979).

[34] e. K. Vande Vere, The Wisdom Seekers.

[35] Elena de White, Review & Herald, 3 de octubre de 1912.

[36] E. K. Vande Vere, The Wisdom Seekers.

[37] w. E. Howell, “Working to the Pattern in Christian Education”, Review and Herald, 25 de marzo de 1926, pág. 9. Véase también la serie de artículos sobre deportes y recreación de A. W. Spalding, Review and Herald, 11, 18 y 25 de septiembre y 2, 9 y 16 de octubre de 1947.

[38] Mensajes selectos, t. 3, pág. 247.

[39] La educación, pág. 30.

[40] El hogar adventista, pág. 453.

[41] A.Spalding, Who Is the Greatest? (Mountain View, California, Pacific Press Publishing Assoc., pág. 96.

[42] Fundamentáis of Christian Education, pág. 72 a 75.

[43] El ministerio de curación, págs. 182, 184.

[44] W. W. Nee, Love Not the World (Fort Washington, Christian Literature Crusade, 1968), pág. 77.

[45] Palabras de vida del gran Maestro, pág. 72.

[46] Fundamentals of Christian Education, pág. 29.