Hace algunos años la señora de Chiang Kai-Shek escribió lo siguiente en la Missionary Review of the World: “Más de un gran movimiento se ha retardado debido a que no ha logrado compenetrarse en la imaginación y atraer el entusiasmo de los que marchan en sus líneas.”
La historia confirma la exactitud de esta declaración. Hay movimientos que no sólo han retardado su desarrollo, sino que han muerto, debido a la falta de entusiasmo espiritual por parte de sus adherentes.
Ningún movimiento de importancia puede progresar como debiera si falta el entusiasmo en sus filas. Si el movimiento adventista está destinado a despertar y conmover al mundo, debe inflamarse de un consagrado entusiasmo. Y si los miembros han de encenderse en el servicio de Dios, el pastor debe hacerlo primero que todos.
En “Prophets and Kings,” pág. 263, leemos: “El éxito que se alcanzará estará en proporción al entusiasmo y perseverancia con los que se impulse la obra.” Dicho con otras palabras: nada de entusiasmo, nada de éxito; poco entusiasmo, poco éxito; mucho entusiasmo, mucho éxito.
Cuando los discípulos vieron actuar a Jesús, recordaron lo que se había escrito acerca de él: “Porque me consumió el celo de tu casa.” Dios permita que el ministerio del movimiento adventista pueda inflamarse de nuevo en un celo santo, en un entusiasmo divino por la terminación de la obra.