Cuando dos tímidos jóvenes se acercan al pastor solicitándole que oficie en la ceremonia nupcial, ofrecen al ministro la oportunidad de aconsejarlos para que puedan conocer todas las diferencias que existen entre un matrimonio feliz y uno que no lo es. Algunos pastores han hecho una regla el no casar a una pareja con la que no hayan mantenido una entrevista previa en la que se discutan las condiciones básicas de un hogar cristiano feliz. Los jóvenes ansían fervientemente ayuda y dirección con el objeto de que su matrimonio tenga éxito, y responderán de corazón si saben que el ministro es capaz, comprensivo, y está realmente interesado en ayudarles sin difundir sus confidencias.
Hoy día, cuando los divorcios y los hogares fracasados son cosa común, cuando miles de matrimonios aparentemente firmes están tambaleándose y permanecen en pie sólo debido a presiones sociales y económicas o a creencias religiosas, es deber del pastor prepararse convenientemente por medio de la lectura y el estudio, para proporcionar la tan necesitada ayuda. Aconsejar y ayudar a la juventud en su preparación y participación de un matrimonio cristiano debiera llegar a ser una parte absolutamente indispensable de la obra pastoral.
Toda pareja, al comprender por anticipado el profundo significado ele la vida matrimonial, anhela que su unión resulte bella y fecunda. Ellos están interesados en saber cuáles son sus probabilidades de éxito en el matrimonio cuando hay tantos hogares infelices y tantos matrimonios fracasan. Cuando los jóvenes piden al pastor que realice la ceremonia o cuando llegan para conversar acerca de los planes de la boda, él puede sugerirles discretamente que está interesado y capacitado para proporcionarles algún consejo. Por supuesto, el valor y resultado de estos procedimientos dependen, naturalmente, de la participación voluntaria de los jóvenes que han de contraer enlace. En su libro titulado “Pastoral Counseling,” Carroll A. Wise dice:
“En esta entrevista el pastor se hace emocionalmente asequible a la pareja. Ha de tratar de desarrollar una amistad que les proporcione confianza y libertad para poner sobre el tapete cualquier problema, si es que desean hacerlo.
Pero él los ha de considerar tales como ellos se ven a sí mismos. El ministro no ha de indagar ni sermonear. Si la pareja pertenece a su iglesia él debiera haber desarrollado ya amistad con ellos por medio de los contactos pastorales. Si la pareja está integrada por desconocidos, será oportuno que les diga que se sentirá feliz de conversar con ellos acerca … de la adaptación conyugal, si lo desean.” (La cursiva es nuestra.)
Cuando se ha establecido tal relación amistosa el pastor puede invitarlos a conversar con él, precisamente en ese tiempo cuando es grande su necesidad de consejo y dirección. Así tendrá oportunidad de traer a colación, con tacto, los problemas que probablemente los jóvenes titubean exponer. Son varios los criterios de los ministros acerca de cuánto debiera decirse de los más íntimos aspectos físicos del matrimonio. Por mi parte, pienso que el mejor procedimiento consiste en dirigir a los jóvenes a un médico que se sepa que es cristiano, preferiblemente uno de nuestros médicos adventistas, casado y con hijos. El estará listo para dar todos los consejos necesarios en lo que se refiere a la preparación y adaptación física para el matrimonio y las relaciones sexuales. Generalmente aconsejo tanto al hombre como a la mujer que efectúen un examen físico general juntamente con el examen prenupcial de sangre exigido en varios países. Si cada pastor pudiera hacer los arreglos necesarios con un doctor capacitado que tuviera deseos de cooperar con este plan, y que cobrara honorarios razonables, se podría hacer mucho bien ayudando a los futuros recién casados.
Prefiero tener dos entrevistas con los novios antes de la ceremonia nupcial. La primera puede efectuarse por lo menos un mes antes del casamiento y la segunda unas dos semanas después de la primera. Una vez que la pareja se siente en confianza para hablar de lo que más les interesa, los animo a interrumpir la conversación en cualquier punto para hacer las preguntas que deseen. Al final de la primera entrevista, después de levantarnos de la oración, entrego a cada uno un buen libro acerca del matrimonio y los insto a que lean ambos libros antes de la segunda conversación. Algunos libros que sirven a este propósito son:
“El Hogar y la Salud,” de Elena G. de White.
“Secretos de un Hogar Feliz,” de Edgar Brooks.
“¿Basta el Amor?” de la Dra. Belle Wood-Comstock.
‘’El Secreto de la Dicha Conyugal,” del Dr. Haroldo Shryock.
En la segunda entrevista menciono algunos de los asuntos tratados en los dos libros que les he entregado y de ese modo se abre el camino para que ellos efectúen las preguntas que puedan haber surgido de su lectura.
Entrevista sugerente
Lo que se sugiere a continuación es una conversación típica, que abarca asuntos que pueden tratarse con provecho en una entrevista con los futuros esposos. Por supuesto, pueden surgir muy variadas preguntas y problemas que se animará a presentar a la pareja en el transcurso de la conversación. Esta puede ser introducida, después de un momento de oración en el que se alentará al novio y a la novia a participar juntamente con el pastor, con las palabras que se registran en Mateo 19:4, 5 (V. M.): ¿Nunca habéis leído que el Creador, desde el principio, los hizo varón y hembra, y dijo: Por esta causa dejará el hombre a su padre y a su madre, y quedará unido a su mujer; y los dos serán hechos una misma carne?”
La mayor felicidad conocida sobre la tierra se encuentra a través del matrimonio en un hogar cristiano. Pero tal felicidad no llega f por azar. Llega a aquellos que desde el mismo | día de sus bodas toman la determinación de tener éxito y de hacer de la edificación de un hogar cristiano su tarea primordial en la vida en común.
Rodeados por los buenos deseos de vuestros ^amigos, los primeros kilómetros de vuestro viaje juntos serán fascinantes. Pero pronto la luna de miel se sumergirá en el inquieto mar de la vida. La escena de “rayos de luna y rosas” se transformará en una de “rayos de sol y platos que lavar”. Entonces os enfrentaréis con las rudas realidades de la vida.
El matrimonio feliz, que es la clase de matrimonio que Dios desea que tengáis, no es algo que os llegará por casualidad o accidentalmente. No. no es algo que sucede en forma inesperada. Por el contrario, es un premio tremendamente precioso que debe alcanzarse con la ayuda de Dios por medio de una vida inteligente, desinteresada y de oración—vivida el uno para el otro.
Se ha dicho con acierto que cuando un hombre y una mujer se unen en el santo matrimonio, su unión puede efectuarse en uno, dos, y tres planos diferentes de vida: el físico, el físico e intelectual, o el físico, intelectual y espiritual. Es el plan de Dios que vuestro matrimonio, para vuestra felicidad más completa, tenga como resultado la unión en esos tres planos.
Cuando el verdadero amor os embarga es tan rico y profundo que se vale de todo lo que sois y de toda vuestra vida para expresar su pleno significado. El amor verdadero santifica y ayuda a controlar el impulso sexual. Debemos recordar siempre que Dios creó el sexo, y todo lo que él ha creado para nosotros es puro y edificante, sagrado y bello, cuando se lo comprende y emplea correctamente. Por supuesto, es cierto que el sexo puede degradarse, pero no es necesario que tal cosa ocurra. Y si vosotros vais al matrimonio sin una adecuada comprensión de la verdad divina del sexo, no estáis plenamente capacitados para dar tal paso. Un escritor cristiano ha declarado que el sexo tiene tres propósitos que llenar en la vida, a saber: el primero, asegurar la perpetuación de la raza humana; el segundo, proporcionar placer al esposo y a la esposa al participar de sus expresiones mutuas de amor; tercero, lograr la identificación de ambos, ya que promueve la armonía y los une hasta que llegan a ser una sola cosa.
Pero esta unión en el plano físico solamente no es suficiente para proporcionar el ideal de felicidad al matrimonio. Vuestros intereses mutuos debieran abarcar, naturalmente, el trabajo del esposo, el cuidado del hogar, el desarrollo intelectual, la música, las recreaciones, los amigos y muchos otros asuntos. Es a los intereses de esta naturaleza a los que me refiero cuando hablo de la unión en el plano intelectual, social y cultural. Es generalmente cierto que un esposo y una esposa que tienen muchos intereses y amigos en común se verán ligados más firmemente y hallarán que la vida les resulta más interesante.
Mientras la esposa se dedica a atender la casa, también debiera ampliar sus horizontes a fin de estar capacitada para hablar inteligentemente de diversos asuntos. La esposa necesita sentido común, el incentivo generoso de la ambición, y capacidad para, comprender el trabajo de su esposo. La mayoría de los hombres no se dan cuenta del papel importante que desempeñan sus esposas en la formación de su propio futuro. Algunos patrones no emplean a un nombre a menos que sepan que su esposa será un elemento de buen éxito. Un destacado hombre de negocios dijo recientemente: “Detrás de cada hombre de éxito hay una mujer que sabe con precisión en qué punto él necesita ser impulsado y cuándo desea ser mimado. Ella debe animarlo cuando está deprimido y tirar de las riendas cuando da señales de estar descaminado, persiguiendo cosas sin valor. Debe estar interesada en la carrera de su esposo, comprendiendo que es su propia carrera, y que ella puede llevarla al éxito o arruinarla.”
Pero por sobre todo recordad que vuestro matrimonio no puede llegar a tener completa felicidad completa si se excluye a Dios de él. El matrimonio es una institución divina. Por eso incluid a Dios en el hogar que estáis por establecer. Leed juntos la Palabra de Dios, y orad juntos cada día. Es una verdad innegable que “la familia que ora unida permanece unida.” No he sabido de ninguna pareja que orara regularmente junta que haya solicitado el divorcio. Por lo tanto, haced que vuestro vínculo de unión más profundo esté en la región íntima del alma donde radica la conciencia y los verdaderos ideales. De ese modo la mano protectora de Dios os conducirá y por medio de su amor eterno el amor que sentís el uno por el otro será fortalecido y afirmado para siempre.
El matrimonio es la más estrecha e íntima de las relaciones humanas, y por esto existe un proceso durante el cual el hombre y la mujer aprenden a vivir en compañía y se adaptar mutuamente. Debido a que no hay—dos personas iguales, se puede esperar que cuando dos individuos que proceden de hogares diferentes y tienen distintos temperamentos y gustos se enamoran, y posteriormente se casan- surjan diferencias y deban, hacerse adaptaciones. Teniendo esto en cuenta resulta perfectamente normal que en ocasiones, los esposos tengan opiniones radicalmente opuestas. A veces tales conflictos en realidad aliviarán la tensión, y el matrimonio se verá fortalecido por esas diferencias cuando se las dirige adecuadamente. Por supuesto, siempre deberá recordarse que existe una diferencia entre los desacuerdos constructivos y los destructivos. No siempre estaréis de acuerdo, -y, por eso será bueno que aprenda a disentir con amor. Un viejo filósofo nos ha dejado estos buenos consejos para tales ocasiones:
“Nunca os enojéis los dos a la vez.
“Nunca habléis despectivamente” el uno de] otro, “ya sea estando solos o en compañía»
“Nunca gritéis a menos que la casa se esté quemando
“Nunca recordéis al otro los errores pasados,
“Nunca os encontréis sin dedicaros una bienvenida amante.
“Nunca “olvidéis las horas felices de vuestro amor primero.
“Esforzaos por acceder tan a menudo como os sea posible a los deseos del otra
“Nunca, hagáis una Observación en público que vaya en detrimento del otro,
“No permitáis que se ponga el sol sobre algún enojo o disputa”
Se cuenta el relato de un esposo y una esposa que estriban siempre altercando y disputando. Finalmente trazaron un plan que les permitiera vivir en paz. Decidieron que cuando a él le fuera mal en la oficina y llegara a la casa con deseos de estallar, se pondría el sombrero ladeado hacia la cara y de ese modo su esposa comprendería. Y no importa lo que él dijera, ella debería mantenerse en silencio sin responder una palabra. Pero en los días en que las cosas hubiesen marchado mal en la casa y fuera ella la que pasara un mal momento, levantarías su delantal, y al ver esto el esposo no debería decir nada, no importa cuántas cosas ella le dijera. Ambos siguieron este plan, y todo parecía ir muy bien. Pero cierto anochecer cuando él regresaba por el sendero del jardín con su sombrero colocado a un lado de la cara vio a su esposa abrir la puerta y salir con su delantal levantado. ¿Qué iba a ocurrir? ¿Qué harían? Hicieron la cosa más cuerda que podía ocurrirseles—se pusieron a reír de buena gana los dos juntos.
Amigos si existe una verdad evidente es ésta: Un matrimonio de éxito es el resultado del propósito definido de tener éxito de parte de ambos. Tenemos que aprender cómo vivir con un esposo o con una esposa. No esperéis perfección en un principio. El matrimonio es el producto de un crecimiento lento y su felicidad no llega de repente. Ambos tenéis que trabajar por ella. La gente no se casa e inmediata y automáticamente es feliz de allí en adelante. Es cierto que al principio el amor romántico tiene mucho que ver y que proporciona una profunda y estimulante experiencia emocional cuando la atracción física obra con fuerza. Pero después de un tiempo comienza a emerger en vuestra relación conyugal un amor estable y seguro, una profunda devoción mutua que os vincula con más firmeza, como resultado de los sinsabores y alegrías compartidos por ambos en la vida diaria. Ambas clases de amor son necesarias. Ambas deben ‘combinarse y complementarse. El amor romántico es deseable y necesario, pero el amor conyugal es absolutamente esencial si el matrimonio ha de perdurar.
Sectores peligrosos
En las relaciones matrimoniales existen ciertos sectores donde se originarán problemas a menos que ambos estéis en guardia. La causa más frecuente de dificultades en cualquier asociación es el dinero. Se ha dicho que las nueve décimas de los problemas y disputas entre los esposos se originan en torno a las finanzas. Una roca por culpa de la cual han naufragado muchos matrimonios es el despilfarro. Para algunas esposas—y esposos—resulta difícil aprender a vivir de acuerdo con el presupuesto familiar. Un esposo tacaño y mezquino que guarda tanto dinero como puede en el banco y que siempre vigila los gastos de su esposa, está dando lugar a dificultades y disputas, tan seguramente como aquel que por causa de su orgullo gasta una cantidad desproporcionada de sus ganancias en cosas para sí mismo. Ambos debéis tener algún dinero de vuestra propiedad exclusiva y que podáis emplear sin dar cuenta al otro. Después de experimentar durante algún tiempo con el manejo del dinero os daréis cuenta de que en la generalidad de los casos la esposa es la más hábil de los dos en ese respecto.
Otro sector que da origen a problemas es el de las relaciones con los parientes. Aunque no os deis cuenta de ello ahora, ya veréis que cuando os casáis no lo hacéis solamente con la persona que amáis sino con toda su familia. Por lo tanto observad bien a vuestros futuros parientes; aprended a apreciarlos y a comprenderlos. Esto no significa de ningún modo sumisión ciega u obediencia a todos sus deseos. Reservad vuestros asuntos privados para vosotros mismos. Resolved vuestros propios problemas tanto como os sea posible. No converséis de ellos con vuestros parientes y amigos.
El Dr. Clifford R. Adams sugiere en su libro “Preparing for Marriage” que os hagáis algunas preguntas:
“¿Tenéis en común muchos intereses y cosas que os gusta hacer juntos?
“¿Estáis orgullosos de vuestro futuro compañero o compañera, y no hay nada de lo que a él o ella atañe de que debáis avergonzaros o pedir excusas?
“¿Sentís un fuerte deseo de agradarle aun cuando esto signifique abandonar vuestras propias preferencias?
“¿Tenéis absoluta confianza en lo que ella o él dice o hace?
“¿Tiene él o ella las cualidades que deseáis ver en vuestros hijos?
“¿Admiran vuestros familiares y amigos íntimos a aquella persona en que tenéis interés, y aprueban ellos vuestro casamiento?
“¿Podéis disentir pero permanecer afables, amorosos y respetuosos el uno para con el otro?
“¿Tenéis muchos amigos en común?
“¿Os habéis preocupado de pensar en los asuntos que se refieren a los dos en lugar de los que se refieren a vosotros exclusivamente?
“¿Habéis planeado ya, por lo menos en vuestra propia mente, la boda y os habéis imaginado lo que será vuestro hogar?”
¿Verdad que éstas son buenas preguntas para conocer el grado de preparación individual para el matrimonio?
Bueno, el tiempo está pasando con rapidez. Pero antes de que os vayáis quiero relataros una historia breve que oí hace un tiempo; una historia de dos recién casados. Estaban abriendo juntos los paquetes que contenían los regalos de la boda, y llegó a sus manos uno que contenía un hermoso par de zapatos de hombre y un par de amorosas chinelas para la esposa. Pero su sorpresa fue mayor cuando descubrieron que en el paquete también había dos pares de zapatos viejos. “¡Oh. éstos son mis zapatos viejos! dijo la señora” ¡Y éstos son los míos!’’ dijo el esposo. Abrieron impacientemente un sobre, que contenía un billete de veinte dólares y una carta del padre del esposo cuyo contenido era:
“Querido hijo: Obsequio estos nuevos zapatos a ti y a tu esposa para que los usen al caminar por el sendero de la vida matrimonial. Al principio el matrimonio, lo mismo que, estos, zapatos, podrá apretar y hacerlos sentir un poco incómodos después de la novedad. Pero a medida que pasen los días, las semanas y los años veras que tu matrimonio va desarrollándose y volviéndose más satisfactorio, más perfecto—tan confortable como resultan los zapatos después que se los ha usado durante un tiempo. Deseo con vehemencia que ambos tengan un feliz viaje juntos.”
Sobre el autor: Evangelista de la Asociación Sur de Nueva Inglaterra.