A inicios de los 90, ante las transformaciones geopolíticas resultantes del período posterior a la Guerra Fría, los profesores de liderazgo estratégico del Army War College, en los Estados Unidos, percibieron que el mundo pasó a ser más volátil, incierto, complejo y ambiguo. Lo llamaron “mundo VUCA”. Esa parece haber sido la realidad en los últimos 30 años, hasta que vino la pandemia del nuevo coronavirus y trastornó el orden de las cosas.

En este nuevo escenario, el antropólogo norteamericano Jamais Cascio presenta una nueva manera de visualizar el mundo; sugiere otro acrónimo para caracterizar la situación actual: el mundo BANI: brittle (frágil), anxious (ansioso), nonlinear (no lineal), e incomprehensible (incomprensible). En su artículo “Facing the Age of Chaos” (2020), él explica el sentido de cada término. El autor afirma que “la fragilidad es una fuerza ilusoria. […] Un sistema frágil en un mundo BANI puede estar indicando, todo el tiempo, que está bien, fuerte y capacitado para continuar, aunque esté al borde del colapso”. Esta condición “ilusoria” genera una actitud ansiosa, y “la ansiedad lleva consigo una sensación de impotencia, un miedo de que no importa lo que hagamos, siempre será una equivocación”.

A su vez, “en un mundo no lineal, causa y efecto están aparentemente desconcertados o desproporcionados”. De este modo, “pequeñas decisiones resultan en consecuencias masivas, buenas o malas. Y enormes esfuerzos generan pocos resultados”. Finalmente, “intentamos encontrar respuestas, pero las respuestas no tienen sentido”. En esta realidad, “más datos –incluso big data– pueden ser contraproducentes: sobrecargan nuestra capacidad de entender el mundo, dificultando la distinción entre ruido y señal. La incomprensibilidad es, en efecto, el estado final de la ‘sobrecarga de información’ ”.

Podemos no estar de acuerdo con él, pero debemos reconocer que las observaciones de Cascio merecen atención. Si, en líneas generales, la caracterización del mundo BANI fuera correcta, ¿cuáles serían los impactos sobre la iglesia y su misión? Es difícil presentar respuestas definitivas; pero la Palabra de Dios presenta principios para nortear nuestras acciones en este contexto desafiante.

Para una sociedad frágil, en lo emocional, social y estructural, necesitamos señalar a la fuerza que viene de Dios. Ante las dificultades, el Señor promete ser “nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Sal. 46:1). Las condiciones pueden ser adversas, y las respuestas para las inquietudes contemporáneas pueden ser inadecuadas, pero “desde el siglo y hasta el siglo”, él es Dios (Sal. 90:2).

Para un mundo ansioso, impotente ante problemas cada vez más difíciles, debemos presentar a aquel que dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mat. 11:28). Es Cristo quien nos enseña a no estar ansiosos por nada, sino a buscar el reino de Dios y su justicia, confiando que él suplirá todas nuestras necesidades (Mat. 6:25-34).

Para un entorno no lineal e inestable, tenemos que mostrar que en el Señor tenemos la estabilidad que necesitamos. A fin de cuentas, él es la Fuente de todo conocimiento (Dan. 2:20), aquel que está dispuesto a darnos sabiduría generosamente (Sant. 1:5) y señalar el camino que debemos seguir. “Ya sea que te desvíes a la derecha o a la izquierda, tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: ‘Éste es el camino; síguelo’ ” (Isa. 30:21, NVI).

Para un escenario incomprensible, repleto de información, aunque confuso en cuanto a qué hacer con ella, debemos presentar el fundamento de la verdad, así como es en Jesús (Juan 17:17). Es el filtro de la revelación divina que nos ayudará a leer el mundo adecuadamente e interpretarlo, de modo que nuestras acciones reflejen su perspectiva del pasado, del presente y del futuro (2 Tim. 3:16, 17).

A fin de cuentas, debemos llevar a las personas que viven en el mundo BANI a visualizar, conocer y desear el mundo eterno.

Sobre el autor: editor de la revista Ministerio, edición en portugués.