Una reflexión sobre las tensiones emocionales que cercan el trabajo pastoral

A semejanza de otros trabajadores, el ministro evangélico es constantemente sometido a estímulos externos e internos, que se van acumulando gradualmente. Esta retención causa una acumulación en el aparato psíquico, pudiendo producir una carga de sentimientos de displacer y tensión. De esa manera, especialmente en esta actividad vocacional, existe la necesidad de encontrarse vías de descarga, siendo la psíquica una de las más importantes.[1]

Psicodinámica del trabajo El abordaje de la psicodinámica del trabajo tiene como núcleo la relación entre el sujeto y la organización del trabajo, y cómo esa relación puede determinar el placer o el sufrimiento psíquico.[2]

Si el trabajador dispone de libertad y de autonomía sobre su tarea, tiende a realizarse al cumplirla y a ser revitalizado por ella.

En esas situaciones, el trabajo generalmente ofrece vías de descarga más adaptadas a sus necesidades, favoreciendo su homeostasis. Este tipo de actividad es denominado por la psicodinámica del trabajo como un trabajo equilibrador.

 Por otro lado, cuando en determinada actividad no existe la posibilidad de utilización de la vía de descarga psíquica, la energía pulsional acaba por acumularse, transformándose en una fuente de sufrimiento, tensión y displacer. De esa manera, la relación hombre-organización del trabajo se dificulta, y el sufrimiento, antes ocasional, se hace dominante.[3]

 Por esta razón, es fundamental comprender la manera en que se elaboran los dos lados de la organización del trabajo; es decir, aquel que es fuente de sufrimiento y el que es fuente de placer. Tal análisis es    indispensable para intentar realizar una interpretación más específica de los lazos entre trabajo y salud, y también para encontrarse alternativas satisfactorias.

Trabajo y sufrimiento Los líderes religiosos son especialmente afectados por las presiones de lo cotidiano. Diversos autores han suscitado discusiones que involucran la salud física y la emocional de los pastores. Aunque trabajen para una institución religiosa, las incertidumbres, los miedos y las angustias presentes en su espacio de trabajo, y hasta el desarrollo de algunas enfermedades, aproximan a los ministros, cada vez más, a otros trabajadores de contextos diferentes.[4]

Como el ministerio es, generalmente, reconocido como una actividad estresante, su naturaleza intrapersonal no solo proporciona oportunidad para un alegre intercambio con otras personas, sino también acarrea ocasiones de luchas y tristezas. Presentarse ante un público cada vez más exigente, liderar administrativamente un número creciente de iglesias, atender a los enfermos y a los enlutados, obligarse a mostrarse como ejemplo de familia ajustada, todo eso contribuye al estrés. Por eso, conocer los propios límites y contar con un acompañamiento emocional adecuado son vitales para un ministerio eficaz.[5]

 Un estudio presentado en la Guía para ministros adventistas del séptimo día mostró que el 75% de los pastores experimentan períodos de gran agotamiento, caracterizados por un conjunto de reacciones físicas, emocionales y mentales, resultante de la reiterada agitación emocional derivada de la constante necesidad de involucrarse con las cuestiones espirituales de las personas. El pastor, de manera general, tiene más cosas para hacer de lo que es capaz, pues se espera que sea hábil en el mayor número de áreas de lo que le es posible. Además de tener menos recreación que la mayoría de las personas, el ministro queda atrapado entre las expectativas de sus congregaciones y las de sus líderes administrativos; y, desgraciadamente, tales expectativas no siempre coinciden. Al final, tal situación provoca un efecto “reloj de arena”, que lleva al pastor a sentirse presionado desde todos los ángulos.[6]

 Algunos textos de la Biblia confirman esa tendencia al dolor y el sufrimiento en el ejercicio del ministerio (Hech. 9:15, 16, Rom. 5:3-5; 8:35-39). Sin embargo, no parece coherente que se deje al pastor a merced de esa amargura, sin un aliento que lo motive a continuar inspirado en la ejecución de su vocación con la necesaria resiliencia. Trabajo y placer

 Por otro lado, los estudiosos también se refieren a las experiencias de placer vividas por muchos ministros en la convivencia alegre con las familias y sus iglesias; en la valoración y el reconocimiento de su trabajo; en el cumplimiento de la misión de transformar vidas; en ayudar a los matrimonios en sus relaciones conyugales; en ver a su iglesia creciendo en dones y en actividades espirituales; y en sus días libres bien aprovechados.[7]

 Por ejemplo, los pastores adventistas son incentivados a utilizar las mañanas para estudiar. Además de eso, reciben ayudas adicionales que les permiten una vida digna en lo económico. Muchos de ellos, en función de sus habilidades, reciben becas de estudios para cursos de posgrado, a fin de que amplíen su esfera de utilidad en la iglesia.

 Diferente de otras confesiones, en la Iglesia Adventista existe una clara equidad en relación con los salarios recibidos, que son pagados de acuerdo con una escala patrón. De esa manera, no existen diferencias significativas entre la remuneración del pastor general de determinada Asociación/Misión y el salario del pastor de la iglesia más humilde de su Campo, siempre que estén con la misma puntuación en la escala. Los líderes espirituales de los pastores, los secretarios ministeriales, son orientados a proveerles importantes servicios, tales como visitas pastorales, consejería y asistencia espiritual.

 Elena de White, una de las fundadoras de la Iglesia Adventista, defendía la idea de que la recreación es necesaria para los que se encuentran ocupados en esfuerzos físicos, y más aún, para aquellos cuyo trabajo es especialmente mental. Ella decía que mantener la mente en continuo y excesivo trabajo, aunque sea sobre temas religiosos, no agrada a Dios. Además de esto, la autora destacaba que es un privilegio y un deber de todo ministro buscar revigorar la mente y fortalecer el cuerpo por medio de buenas recreaciones.[8]

 El mosaico de alegrías, consolaciones y desafíos observado en este artículo también puede ser encontrado en las advertencias que el apóstol Pablo daba a sus discípulos Tito y Timoteo (Efe. 4:10-13; 1 Tim. 6:11, 12; Tito 2:7, 8).

 Parece claro que cuidar de la iglesia de Dios y lidiar constantemente con el pecado de las personas es un oficio que envuelve al pastor en circunstancias, muchas veces, estresantes. De esa manera, el ministerio contemporáneo proporciona un alegre intercambio con otras personas, pero también ocasiones de luchas, decepciones y tristezas. Acompañamiento psicológico

 Muchos pastores que están ahogándose en las profundidades del mar del desánimo o saliendo del ministerio por variadas razones, podrían ser rescatados o atenuar su sufrimiento si pudieran ser ayudados, en su ministerio y en sus relaciones de trabajo, por un acompañamiento psicológico adecuado.

 Para Hernandes Dias Lopes, hay pastores emocionalmente enfermos en el ministerio. Entre ellos, muchos deberían estar siendo pastoreados, pero están pastoreando. Desdichadamente, este es un sufrimiento común para muchos. Además de esto, la soledad y la propia naturaleza del ministerio pastoral pueden impedir al pastor que comparta sus desafíos, sus dolores y sus luchas, incluso con alguien que tenga el bagaje suficiente para ayudarlo como amigo o como pastor ministerial.[9]

 Una encuesta realizada por Francisco Lotufo Neto muestra que hay un gran índice de enfermedades mentales entre pastores protestantes, si son comparados con la población mundial general.[10] Pérsio Ribeiro Gomes de Deus, al investigar sobre la incidencia de la depresión entre pastores evangélicos, constató que en su muestra de estudio, el 26% del total de los pacientes atendidos eran ministros protestantes.  En relación con la causa de sus enfermedades, algunos relacionaron su enfermedad con el estrés por el ejercicio de la vida pastoral, los problemas de relación conyugal, el pecado y la falta de fe.[11]

 Una encuesta realizada con pastores adventistas revela cierta similitud con los resultados de los estudios mencionados.[12] Las presiones identificadas interfieren en la vida emocional del ministro de manera tal que, sin ayuda psicológica, tiende a comprometer su salud física y psíquica, perjudicando, como consecuencia natural, sus funciones ministeriales.

 En resumen, los testimonios de los pastores señalan como elementos de placer en su actividad pastoral la valorización y el reconocimiento de la iglesia por su trabajo, la conversión de las personas, las familias auxiliadas, las mañanas libres para estudio y los concilios de familia. Por otro lado, la mirada de los pastores revela que son comunes las diversas vivencias de sufrimiento, como la sensación de desesperación, la impotencia frente a las demandas complejas del trabajo, la sobrecarga de actividades, el intenso desgaste físico y psíquico, y especialmente, la falta de un acompañamiento psicológico en el desempeño de la función.[13]

 El trabajo frecuente con las adversidades psicosociales de la iglesia y de la comunidad, las exigencias morales por todos lados y la dedicación exclusiva al ministerio proporcionan una tremenda carga psíquica al pastor. Es necesario entender que la religión es un campo complejo de actividad para cualquier profesional. Por eso, la iglesia, el psicólogo cristiano, la familia, los amigos y el propio ministerio tienen importantes papeles en ese proceso, pues los pastores son llamas de fuego y vasos elegidos para preservar y llevar el nombre de Cristo, en cualquier circunstancia, delante de creyentes y de gentiles (Sal. 104:3, 4; Prov. 27:23, 24; Hech. 9:15, 16)


Referencias

[1] Christophe Dejours, Dominique Dessors y François Desriaux, “Por um trabalho, fator de equilíbrio”, Revista Administração de Empresas, t. 33, Nº 3, pp. 98-104.

[2] Christophe Dejours, A Loucura do Trabalho: Estudo de Psicopatologia do Trabalho (San Pablo: Cortez, 1992).

[3] Ibíd.

[4] Ibíd.

[5] Asociación Ministerial de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Guía para ministros adventistas del séptimo día (Buenos Aires: ACES, 2010), p. 30.

[6] Asociación Ministerial de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Guía de procedimientos para ministros (Buenos Aires: ACES, 1995), pp. 48, 49.

[7] Mike Murdock, O Ministro Fora do Comum (Río de Janeiro: Central Gospel, 2007); Samuel Costa, Psicologia Pastoral (Río de Janeiro: edición del autor, 2005); J. Macarthur, Ministério Pastoral (Río de Janeiro: CPAD, 2007).

[8] Elena de White, El ministerio pastoral (Buenos Aires: ACES, 2012).

[9] Hernandes Dias Lopes, De Pastor a Pastor (San Pablo: Hagnos, 2010).

[10] Francisco Lotufo Neto, Psiquiatria e Religião: A Prevalência de Transtornos Mentais entre Ministros Religiosos (tesis de libre docencia), Facultad de Medicina de la USP, 1996.

[11] Pérsio Ribeiro Gomes de Deus, “Um Estudo da Depressão em Pastores Protestantes”, Ciências da Religião-História e Sociedade, t. 7, Nº 1, pp. 189-202.

[12] Felipe Mancilha Gondim, Fabiano AndradeLyra y Luiz Carlos Lisboa Gondim, “Vivências de Prazer e Sofrimento no Trabalho de Líderes Religiosos: Um Estudo com Pastores da Igreja Adventista do Sétimo Dia”, Revista Brasileira de Psicologia, t. 3, Nº 1, pp. 173-188.

[13] Ibíd.