Dios necesita personas que estudien las Escrituras, que las expliquen, enseñándolas con tal poder que motiven a otras personas a crecer en la fe.

Entre las actividades más frecuentes en el Templo y en las sinagogas judías, estaba la lectura y la explicación de la Ley de Dios, realizadas por los rabinos para el pueblo. Después del regreso del cautiverio babilónico a Jerusalén, la nueva generación había perdido la influencia de la lengua hebrea, razón por la cual se necesitaban traductores y personas que explicaran el texto original en el idioma del pueblo, que era el arameo. Así, el capítulo 8 del libro de Nehemías relata que el sacerdote Esdras y los levitas comenzaron a leer, por causa del pedido de “los hijos de Israel”, a fin de que entendieran las Escrituras.

La palabra meforash, que destaca la principal actividad de los levitas luego del exilio, se encuentra en Nehemías 8:8, versículo clave de este estudio. Esa palabra es entendida de diversas maneras, dependiendo de la traducción. Algunos léxicos y diccionarios la traducen como adverbio; otras fuentes, como participio o infinitivo constructo. Las preguntas que buscaremos responder en este artículo son: ¿Cuál es la mejor forma de traducir y entender esta palabra? ¿Cuáles son sus funciones y semejanzas en los contextos mediato e inmediato? ¿Cuáles eran las principales actividades de los levitas y sus implicaciones para los sacerdotes que ministran en el siglo XXI?

ANÁLISIS DEL TEXTO

El capítulo 8 del libro de Nehemías está dividido en tres partes: la primera (vers. 1-8) es el tema de este estudio; la segunda (vers. 9-12) y la tercera (vers. 13-18) revelan lo que sucede después del relato de la primera parte. De acuerdo con la versión Reina-Valera de 1960, el texto de Nehemías 8:8 dice: “Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura”. La traducción literal del hebreo al español sería: “Y leyeron en el rollo, en la ley de Dios, claramente, dando explicaciones, de manera que entendieran acerca de la lectura”.[1] Muchas versiones interpretan meforash como adverbio: “claramente”, “distintamente”. Pero, dado que está en participio, que define las actividades de los levitas, debe ser entendida como “traduciendo” o “explicando” la Ley.

Nehemías no perdió tiempo, en su propósito de congregar al pueblo en un solo lugar. Luego de terminar la construcción de los muros de Jerusalén, el pueblo se reunió en la plaza, en una plataforma de tamaño considerable, ante la puerta de las Aguas (Neh. 8:1), cerca del Templo, y pidió que Esdras tomara el Libro de la ley de Moisés. “Si bien no fue un impulso repentino, era claramente un deseo general y, en ese sentido, espontáneo; no una formalidad impuesta por el liderazgo”.[2]

Así, Esdras y los levitas leyeron y explicaron el libro de la Ley de Dios ante el pueblo, desde el amanecer hasta el mediodía. Pasado ese gran momento, el pueblo lloró de tristeza, y luego fue consolado y motivado a regocijarse.

En este pasaje, el verbo “leer” es traducido del término qarah, cuyo sentido básico es “llamar”, si bien en muchos contextos significa leer en público, frecuentemente, en voz alta. Probablemente, esa forma de recitación de las Escrituras podía ser cansadora y monótona para quienes no entendían, como era el caso de los niños. Por eso, se cree que el público reunido en la plaza estaba compuesto por personas que podían comprender el idioma hebreo o que soportaran un largo período de monotonía y explicación en arameo.[3] La interpretación tradicional del pasaje ha sido que Esdras tradujo o parafraseó el texto hebreo en arameo, lo que habría facilitado una mejor comprensión por parte de los judíos que habían regresado de Babilonia. El texto no permite afirmar que hubo una traducción directa; pero se entiende bien que hubo una explicación, pues esta era la función de los levitas y los rabinos: transmitir la Palabra de Dios a las personas.[4]

LECCIONES

Con esto en mente, podemos extraer algunas lecciones de las actividades de los levitas en el tiempo de Esdras, y su aplicación al ministerio pastoral en los días actuales.

Autoridad de las Escrituras. La tradición oral[5] era bien conocida, pero tuvo su fuerza todavía más destacada por medio del énfasis que le fuera dado por Esdras y sus ayudantes. Esta también debe ser nuestra práctica hoy.

Amor por la lectura de la Palabra. Los hijos de Israel aceptaban el libro de la Ley como Escritura Sagrada no en virtud de algún decreto que Esdras y los levitas hubiesen promulgado, sino porque su contenido arrebató su corazón.[6]

Ley de Dios. Es posible percibir claramente que la Ley de Dios era un patrón de fe y comportamiento. Nehemías 8:8 es de gran importancia para la teología del carácter de Dios, según es revelado por sus mandamientos.

Predicación y enseñanza de la Palabra. Dios necesita personas que estudien las Escrituras, que las expliquen, enseñándolas con tal poder que motiven a otras personas a crecer en la fe. Repetidas veces las Escrituras mencionan la necesidad de personas que sean separadas para ayudar en el crecimiento espiritual de sus hermanos. Como pastores, ¿estamos entrenando, inspirando y capacitando al “sacerdocio real” para realizar el trabajo? ¿Estamos predicando profundamente la Biblia o solo nos limitamos a comentarios superficiales?

Templo. El templo es un lugar en el que las personas buscan a Dios, escuchan la explicación de su Palabra y la entienden. En la Biblia, aparece el concepto del Templo como centro de encuentro del pueblo con Dios. Así, además del encuentro entre hermanos en la fe, la iglesia debe ser un lugar central de estudio de las Sagradas Escrituras.

Que el Señor nos conceda un cada vez mayor entendimiento de su Palabra, y que lo honremos por medio del compromiso de presentarla y enseñarla con fidelidad.

Sobre el autor: Pastor de distrito en Salvado, Bahía, Rep. del Brasil


Referencias

[1] William J. Holladay, Léxico Hebraico e Aramaico do Antigo Testamento (São Paulo, SP: Vida Nova, 2010), p. 424; Bruce Waltke, M. P. O’Connor, Introdução à Sintaxedo Hebraico Bíblico (São Paulo, SP: Cultura Cristã, 2006), p. 619; P. Joüon, Y. Muraoka, A Grammar of Biblical Hebrew (Roma: Biblical Institute Press, 2006).

[2]  Derek Kidner, Esdras e Neemias: Introdução e Comentário (São Paulo, SP: Vida Nova, 1985), p. 113.

[3] D. J. A. Clines, Ezra, Nehemiah, Esther (Grand Rapids, MI: Eerdmans Publ., 1992), p. 195.

[4]  Ibíd., p. 184.

[5]  Ibíd., p. 185.

[6] J. D. Douglas, ed., O Novo Dicionário da Bíblia, 3ªed. (São Paulo, SP: Vida Nova, 2006), p. 197.