Esté atento a algunos de los engaños espirituales más comunes, a fin de proteger a su iglesia y su ministerio.

    Por muchos siglos, devotos cristianos y creyentes de otras religiones han buscado cercanía espiritual con el Creador a través de penitencias, meditación, aislamiento, o clausura; e, incluso, mediante sacrificios. Los seres humanos han identificado su espiritualidad basados en criterios personales, que no siempre respetan la teología bíblica. En días del Antiguo Testamento, repetidamente Jehová reprendió a personas que sacrificaban a sus propios hijos para granjearse la aceptación de sus dioses (Deut. 12:2;1 Rey. 3:2; 12:31).[1] Este tipo de devoción espiritual no es aceptable para el Dios de la Biblia; pertenece a un género de engaños espirituales que históricamente ha confundido a muchos adoradores.[2]

    La palabra “engaño” es definida como “Falta de verdad en lo que se dice, hace, cree, piensa o discurre”.[3] Un engaño espiritual puede ocurrir por lo menos de dos maneras: la primera, cuando intencionalmente se conduce a otra persona a creer en algo que no es la verdad. Esto ocurre más fácilmente cuando la distancia entre la verdad y la mentira es escasa, y cuando se ha inculcado sistemáticamente la mentira a una persona; actividad vulgarmente conocida como “lavado de cerebro”. Jesús advirtió en contra de falsos profetas que para engañar a las ovejas entrarán en el rebaño “vestidos de ovejas, pero que por dentro son lobos rapaces” (Mat. 7:15).

Por otro lado, existe el autoengaño. Este fenómeno ocurre, en el contexto religioso cristiano, cuando un creyente acepta sinceramente una falsa creencia o práctica como si fuera verdad. El autoengaño es definido como “La acción o práctica de creer en algo falso o que no ha sido validado”.[4] Bajo esta definición, el autoengaño puede representar a personas que intencionalmente han descartado evidencia empírica contraria a la realidad. También representa a personas que creen sinceramente en algo que es incorrecto. Por ejemplo, creer que con matar a ciertas personas se está ejecutando la voluntad de Dios, como predijera Jesús (Juan. 16:2).[5] La gente que busca una conexión espiritual con Dios puede estar engañándose a sí misma haciendo algo incorrecto, pensando que está en lo correcto.

    El apóstol Pablo reprendió a los miembros de la iglesia de Corinto por pretender ser espirituales, siendo que su estilo de vida era similar al del mundo. En esta congregación existían “celos, contiendas y disensiones”. A pesar de ser cristianos adultos, el apóstol tuvo que tratarlos “como a niños en Cristo” (1 Cor. 3:1-3). Pablo encontró problemas similares en la iglesia de Galacia. Miembros de esta iglesia habían abandonado su fe, cediendo a la influencia de falsos maestros.

Dirigiéndose a ellos, les dijo: “¡Oh, gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?” (Gál. 3:1). Los cristianos que no están firmemente cimentados en la verdad pueden ser fácilmente confundidos y descarrilados, al punto de aceptar creencias y prácticas equivocadas.

    Jesús advirtió que antes de su segunda venida muchas personas engañadas reclamarán el Reino de los cielos mostrando señales y prodigios que en su opinión son genuinos, pero que para Jesús son solamente engaños espirituales. Su respuesta será: “Apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mat. 7:23). Lo más alarmante acerca de este veredicto es que algunos “engaños” realizados por estas personas incluirán “echar demonios” en el nombre de Cristo (Mat. 7:22).

    Satanás es un experto en falsificar la verdad para descarrilar a los seguidores de Cristo. Con estos fines usa a elocuentes falsos maestros, quienes engañan “aun a los escogidos” (Mat. 24:24). Hay falsos maestros que, sabiendo que están en el error, engañan a las personas, con fines maléficos. Dentro de la iglesia también existen maestros que se engañan a sí mismos, y que enseñan creencias erróneas, creyendo con sinceridad que están siendo guiados por el Espíritu Santo. Pero el fruto de su trabajo es destructivo.

    Los cristianos autoengañados tienden a ser críticos, acusadores; con frecuencia, causan mucho dolor en la congregación. Las próximas páginas analizan algunos de los engaños espirituales más comunes adoptados por profesos cristianos, que sinceramente piensan que están encaminados en la teoría y la práctica del verdadero cristianismo, cuando en realidad están en el error.

COMPORTAMIENTO EXTERNO

    El comportamiento externo es frecuentemente usado como una de las reglas para evaluar la espiritualidad de las personas. Debido a que aquel es generalmente controlado por lo que el individuo cree y entiende, es natural que se juzgue su vida interior por el proceder externo. Elena de White afirma que las acciones de los seres humanos están determinadas por “la santidad del corazón”. Esta autora añade que es la ausencia de espiritualidad y de santidad “lo que lleva a las malas acciones”, y a “todo pecado ocioso y abominable”.[6]

    A pesar de que las acciones del ser humano son dirigidas por la mente, puede acomodar hipócritamente su conducta para engañar al ámbito social en que vive o para disfrazar su verdadero comportamiento. La Biblia rechaza tal hipocresía, y señala que Dios valora más un corazón puro, y el incorruptible ornato de un espíritu honesto, sincero, afable y apacible (1 Ped. 3:3, 4).

    El comportamiento externo falso es severamente denunciado por las Sagradas Escrituras. Jesús reprendió a los fariseos, quienes oraban elocuentemente en las plazas públicas, diezmaban meticulosamente todos sus ingresos, incluyendo “la menta y el comino”, pero ignoraban cosas más importantes, como “la justicia, la misericordia y la fe” (Mat. 23:23; 6:5). El apóstol Pablo es otro escritor bíblico que advierte en contra del comportamiento censurable encubierto de “apariencia de piedad”, pero que niega la eficacia de la fe. Pastoralmente, el apóstol recomienda a sus lectores que eludan a esas personas: “A estos evita” (2 Tim. 3:1-6). En su primera epístola, Pedro presenta advertencias similares. El apóstol escribe acerca de aquellos creyentes que usan su libertad “como pretexto para hacer lo malo”, y les aconseja que vivan como “siervos de Dios” (1 Ped. 2:16).

    El comportamiento espiritual falso generalmente se caracteriza por la contradicción entre el discurso y la conducta. En contraste, la espiritualidad verdadera es refrendada por la integridad y un comportamiento consecuente. No es suficiente decir que somos buenos, debemos demostrarlo con hechos. El sermón cristiano más elocuente no siempre necesita palabras; puede transmitirse únicamente con acciones motivadas por el amor. Las obras de amor tienen más poder e influencia que la elocuencia de palabras huecas. Elena de White declara que “lo que un hombre es tiene más influencia que lo que dice”.[7]

    El comportamiento externo falso es siempre desenmascarado. Jesús advirtió que el comportamiento falso y encubierto será descubierto, tarde o temprano: “Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse” (Luc. 12:2). Con este mensaje, el Señor animó a sus seguidores a ser veraces y a no temer declarar la verdad públicamente, pues la verdad siempre prevalecerá.

    La verdadera espiritualidad es más que acciones externas pretenciosas; solo puede manifestarse con acciones de amor genuinas, dirigidas por el Espíritu Santo. Las acciones pretenciosas falsas pueden engañar temporalmente a otras personas, pero nunca podrán engañar a Dios, quien todo lo observa.

IDENTIFICACIÓN SUBCULTURAL

    En los días de Jesús, muchos judíos se jactaban de ser descendientes de Abraham (Mat. 3:39). De acuerdo con su creencia, su herencia genealógica del patriarca los hacía más espirituales, y “superiores a otros hombres”.[8] Esta creencia fue criticada por Jesús, quien señaló que su comportamiento no armonizaba con las expectativas divinas señaladas en las Sagradas Escrituras. Lúcidamente, les reveló su verdadera descendencia: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo y los deseos de vuestro padre queréis hacer” (Juan. 8:37-44). Si hubieran sido verdaderos seguidores del padre Abraham, habrían reconocido a Jesús como hijo de Dios y lo hubieran aceptado como Salvador. En vez de eso, rechazaron su autenticidad mesiánica y sus enseñanzas, y trataron de destruirlo mediante subterfugios y mentiras.

    La identificación subcultural es un engaño muy común entre personas que se jactan de su herencia, ascendencia, procedencia, cultura o tradición. Personas cuyos ancestros han abrigado la misma religión durante varias generaciones pueden pensar que son mejores que los demás; sin embargo, debe recordarse que lo que somos es más importante que nuestra procedencia; el carácter es más importante que la herencia y la tradición. Una persona puede ser miembro de la verdadera iglesia de Dios, vestir conservadoramente, mantener las normas cristianas confesionales, asistir regularmente a los servicios de adoración ofrecidos por su iglesia, pero tener al diablo como padre.

    El veredicto de Jesús sobre los fariseos y los saduceos estuvo fundamentado en las pretensiones ambiciosas y el comportamiento hueco de ellos. Lo mismo ocurre, en nuestros días, con cristianos que se jactan de una espiritualidad que no pueden respaldar con la evidencia de los frutos del Espíritu Santo, el verdadero sello de la identidad cristiana. Gente que, como los falsos maestros del Nuevo Testamento, son detallistas en la letra de la Ley pero que olvidan lo más importante de los oráculos divinos: “la justicia, la misericordia y la fe” (Mat. 23:23). La sentencia final de Dios para tales personas será: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mat. 7:22).

PUREZA DOCTRINAL

    El conocimiento teórico de las doctrinas es considerado, con frecuencia, como señal de espiritualidad verdadera. No obstante, las interpretaciones privadas de las doctrinas bíblicas no garantizan la pureza doctrinal ni la dirección de Espíritu Santo. Además, la posesión de la verdadera interpretación bíblica no garantiza un comportamiento cristiano apropiado; de manera que la jactancia en la pureza doctrinal puede ser incluida en la lista de los engaños espirituales.

    La Biblia es la palabra infalible de Dios; sin embargo, las construcciones teológicas individuales no son infalibles. El razonamiento y la imaginación humana son falibles; y su interpretación de las Escrituras, con frecuencia, está sujeta a errores. La gran cantidad de fundadores de confesiones cristianas que supuestamente basan sus creencias en la Biblia indica que la interpretación humana es responsable por el gran número de confesiones cristianas existentes. Se estima que hay más de 41 mil confesiones cristianas en el mundo,[9] que declaran su pureza doctrinal y la dirección del Espíritu Santo.

    La pureza doctrinal significa la cristalización correcta de las enseñanzas bíblicas. La Iglesia Adventista del Séptimo Día (IASD) cuenta con 28 creencias fundamentales, claramente definidas en su Manual de la iglesia. Las creencias fundamentales confieren a la iglesia un frente unido de las principales creencias bíblicas, y constituyen una salvaguarda contra “lobos rapaces” cuya finalidad es subvertir al rebaño y destruir su fe (Hech. 2:29, 30). Además, las creencias fundamentales proveen dirección y estabilidad al cuerpo de Cristo, su iglesia.

    La oposición en puntos de vista doctrinales dentro de una confesión es muy común. Algunas de las creencias usualmente malinterpretadas por ciertos miembros de la IASD tienen que ver con la Trinidad, la encarnación de Cristo, las normas cristianas, la ordenación de la mujer y el tipo de música apropiada para el culto de adoración. Las interpretaciones individuales de la Biblia, con frecuencia, motivan que algunas personas se crean mejores y más espirituales que los demás.

    Diferencias doctrinales han dividido a la iglesia cristiana desde tiempos bíblicos. En sus epístolas a las iglesias de Corinto y de Galacia, Pablo procuró conseguir la unidad en temas doctrinales que causaban división. Algunos creyentes se afiliaban con Cefas; otros, con Apolos; y otros, con Pablo (1 Cor. 1:12; 3:4). Cuán a menudo se ocupan, hoy en día, ciertos fundadores de movimientos disidentes en mostrar cómo son ellos los portadores de la doctrina pura, juzgando a instituciones y a personas basados en juicios finitos, y con frecuencia mal informados respecto de sus conclusiones.

    El Nuevo Testamento señala que en el tiempo del fin algunos seguidores de Cristo serán seducidos por “doctrinas diversas y extrañas” (Heb. 13:9), y que se someterán a preceptos humanos tales como “No manejes, ni gustes, ni aun toques” (Col. 2:21, 22). Pablo observa que acoger tales creencias conducirá a algunos al abandono de la fe (1 Tim. 4:1). Jesús y Pedro también advirtieron en contra del peligro de los falsos maestros y profetas dentro de la iglesia, quienes, reclamando tener la verdad, “introducirán encubiertamente herejías destructoras” (2 Ped. 2:1; Luc. 17:23). ¡Cuán certera ha sido esta predicción!

    Jesús comparó las doctrinas mal interpretadas de los fariseos y los saduceos con la levadura (Mat. 16:11, 12; Luc. 12:1). El uso de levadura, del latín fermentum, no era permitido por la Biblia en ciertas ofrendas de pan (Éxo. 23:18; 34:25; Lev.2:11; 6:17), por el poder de descomposición de ese ingrediente.[10] Una vez diluida, la levadura fermenta lo que entra en contacto con ella. Las enseñanzas falsas de los fariseos y los saduceos tenían una influencia “fermentativa” penetrante, que Jesús apropiadamente comparó con la levadura. Su mala interpretación de las profecías los condujo a rechazar a Jesús como el Salvador, y a imponer la observación de tradiciones humanas. Para ellos, lavarse las manos antes de comer era más importante que la propia vida de Jesús, a quien procuraban matar (Mat. 15:1-3; Juan. 7:1, 2).

    Las creencias fundamentales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día tienen, como meta, mantener la pureza doctrinal y la unidad en el cuerpo de Cristo. Además, resguardan a los creyentes en contra de falsas creencias y de detractores, que reclaman ser más espirituales que los demás.

PARTICIPACIÓN

    Elena de White afirma que si bien es verdad que la fe que nos une con Cristo estimula el alma a la actividad, nuestras “múltiples actividades no nos aseguran la salvación”.[11] La participación activa en la iglesia mientras se descuida a la familia inmediata y la devoción personal es señal de decadencia espiritual. Este engaño espiritual es usado, a menudo, por los cristianos como un velo para ocultar pecados secretos y un comportamiento cristiano inapropiado. Usado de esta manera, se constituye en un mecanismo de defensa para apaciguar una conciencia culpable o para ocultar una vida desbalanceada.

    La participación frecuente en actividades de iglesia, sin importar cuán beneficiosa sea, no puede sustituir a la verdadera espiritualidad y a la armonía con los principios morales divinos. La verdadera espiritualidad combina la devoción vertical con la participación horizontal, caracterizada por el amor. La obediencia y las acciones de amor no pueden reemplazarse por “ninguna actividad diligente, ni el celo desprovisto de Cristo”.[12]

    Elena de White insiste en que “el bullicio y la ostentación” frecuentemente conducen al descuido de la “meditación y la oración”; y que la “actividad intensa” en la iglesia de Dios puede obstruir la mente, al punto de reemplazar “la verdadera bondad, mansedumbre y humildad de corazón” por la “suficiencia propia”.[13]

    La participación como único medio para obtener espiritualidad o como disfraz para encubrir la realidad de la espiritualidad conduce repetidamente a una religión calculadora y fría.

ÉXITO

    De todos los engaños espirituales, el éxito ministerial y cualquier otro triunfo cristiano constituyen el más peligroso, debido a que Dios ha prometido bendecir a sus hijos fieles con éxito (Sal. 1:1-3; Prov. 13:4; 3 Juan 2). Dios prosperó a José en Egipto, y respondió positivamente a Nehemías cuando este oró por “éxito” (Neh. 1:11). ¿Quiere decir esto que todo éxito logrado por los cristianos proviene de Dios?

    El problema con el éxito como evidencia de espiritualidad es la perenne presencia del éxito sin considerar el carácter; el tipo de éxito obtenido a través de estratagemas, engaños y otros medios inmorales. La palabra carácter, del griego dokimé, es usada una vez en el Nuevo Testamento, por el apóstol Pablo (Rom. 5:4), para referirse a cristianos genuinos que han sido examinados, probados y “han pasado el examen”.[14] De esta manera, el éxito espiritual y el carácter son dos aspectos del cristianismo que no pueden separarse.

    El éxito sin tomar en cuenta el carácter es común entre la gente que no teme a Dios y las personas que abiertamente transgreden las leyes divinas para beneficio personal o por deseos privados. Desgraciadamente, la iglesia no es inmune a este tipo de enfermedad espiritual. Para obtener éxito, el cristiano a menudo tiene que vencer la tentación y abstenerse de usar medios antiéticos. Judas, por ejemplo, era un hombre “tenido en alta estima por los discípulos, y ejercía gran influencia sobre ellos”; sin embargo, nunca “renunció a su ambición mundanal o a su amor al dinero”.[15] Su historia presenta el triste final de una vida que pudo haber sido aceptada por Dios pero que, por ambición, terminó en una muerte sin esperanza y sin merecer formar parte del grupo de los doce discípulos. Elena de White asegura que la historia de Judas fue dejada en la Biblia como una “advertencia a todos los que, como él, hubiesen de traicionar cometidos sagrados”.[16]

    Ministros, evangelistas y administradores pueden sucumbir a la presión impuesta por los números y los resultados, y olvidar la importancia del carácter cristiano. Presionados por las exigencias financieras, los tesoreros de las organizaciones pueden dar informes falsos. Apremiado por la tiranía de los blancos bautismales, un evangelista puede olvidar que existen principios bíblicos asociados con la evangelización, tales como el discipulado y la retención de nuevos conversos. Constreñido por el tiempo y por los rigores académicos, un estudiante puede recurrir al plagio y a otras tácticas deshonestas, para completar sus estudios. Este tipo de éxito es común en una sociedad materialista y secular, pero es rechazada por un Dios omnisciente, que todo lo sabe y lo juzga.

    El concepto de espiritualidad proviene de la tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo. De acuerdo con Pablo, “los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios” (Rom. 8:14); de manera que una persona espiritual es aquella que muestra una relación cercana con el Espíritu Santo y que evidencia sus frutos. Pablo asevera que el fruto principal del Espíritu es el amor; del cual emana una serie de características descritas por el apóstol a la iglesia de Galacia (Gál. 5:22,23).

    Muchos engaños se han creado a través de la historia como sustituto de la verdadera espiritualidad. No obstante, la Biblia declara que el fruto del Espíritu Santo, el amor, es la verdadera identidad de las personas que son guidas por el Espíritu. Una persona espiritual es aquella que manifiesta de forma genuina los frutos del Espíritu en su estilo de vida. Otros medios para obtener la espiritualidad pueden caer en la categoría de los engaños espirituales.

Sobre el autor: Profesor de Teología en la Universidad de Andrews, Estados Unidos.


Referencias

[1] Las abreviaciones y las citas bíblicas usadas en este artículo provienen de la versión Reina-Valera de 1960 (RVR 60).

[2] En 1905, Elena de White escribió acerca de falsas doctrinas seductoras, aceptadas como genuinas pero que, en realidad, son “doctrinas de demonios”. Añadió que había recibido un mensaje divino en el sentido de reprobar “un poderoso brote de fanatismo llamándose a sí mismo el testigo del Espíritu Santo” (El evangelismo, p. 432).

[3] Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española (22ª edición).

[4] Concise Oxford English Dictionary, “Self-deception” (http://books.google.com/books?id=4XycA QAAQBAJ).

[5] Otro ejemplo puede ser lo que la Biblia llama pecar “por yerro” (Lev. 4:2); conocido también como pecados desconocidos. Aunque no son intencionales, estos pecados ofenden a Dios, al punto de que, una vez revelados, los ofensores debían presentar a Dios un sacrificio de animal en reconocimiento de su ofensa (Lev. 4:13, 22,23). De manera similar, aquellas personas que buscan la cercanía espiritual con Dios deberían corregir cualquier comportamiento erróneo, una vez que les sea revelado.

[6] Elena de White, Testimonios para la iglesia (Doral, FL: APIA, 1996), t. 2, p. 396. En otro de sus Testimonios, la autora declara que es debido a “nuestro celo decadente y espiritualidad lánguida” que “el amor de muchos se está enfriando” (ibíd, t. 4, p. 527).

[7] ______________, El ministerio de curación (Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association, 1959), p. 372.

[8] Francis D. Nichol, ed. Comentario bíblico adventista del séptimo día, Mat. 3:39 (Boise, ID: Pacific Press Publishing Association, 1987), t. 5, p. 292.

[9] Estudio publicado por Christianity Today en 2011 (http://christianity.about.com/od/denominations/p/ christiantoday.htm)

[10] Geoffrey W. Bromiley, The International Standard Bible Encyclopedia (Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Company, 1986), t. 3, pp. 97, 98.

[11] White, Mensajes selectos (Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association, 1967), t. 2, p. 22.

[12] _____, El discurso maestro de Jesucristo (Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association, 1964), p. 107.

[13] _____, Testimonios para la iglesia (Doral, FL: APIA, 2007), t. 4, pp. 526, 527.

[14] Geoffrey W. Bromiley, ed, The International Standard Bible Encyclopedia (Grand Rapids, MI: William Eerdmans Publishing Company, 1979), t. 1, p. 634.

[15] White, El Deseado de todas las gentes (Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association, 1955), p. 664.

[16] Ibíd., p. 663.