Si una creencia o práctica no influye en la vida diaria más allá de un asentimiento intelectual, no estamos realmente alcanzado el objetivo del evangelio con los nuevos creyentes en cuanto a experimentar una nueva vida en Cristo.
El proceso de adoctrinar a los interesados puede ser tan necesario para su alegría de mantener una relación con Jesús como las informaciones que les transmitimos. La observancia del sábado es un ejemplo de esto.
Una cosa es enseñar correctamente la vigencia del sábado como día señalado por Dios para el reposo de toda la humanidad, como lo testifican los patriarcas, los profetas, los apóstoles y el mismo Señor Jesucristo, y otra cosa es enseñar a los creyentes a experimentar los beneficios de la observancia del sábado, de tal manera que puedan decir con el salmista: “Probad y ved que el Señor es bueno”.
Estoy más convencido de la necesidad de enfatizar los beneficios de la experiencia personal que de la responsabilidad de proporcionar información con respecto a Cristo y su día santo. Nunca deberíamos temer los resultados de desarrollar experimentalmente la confianza en la dirección divina. Al contrario, deberíamos buscar nuevas maneras y caminos innovadores para animar a otros a probar y ver por sí mismos las maravillas de Dios.
La observancia del sábado es un excelente laboratorio para evaluar la eficacia de este enfoque. En lugar de invitar a la gente a aceptar el sábado como un mero concepto intelectual, ¿por qué no invitarla a que descubra por experiencia propia las bendiciones que contienen las promesas de Dios?
De esa manera, en vez de correr el riesgo de que alguien rechace una teoría, estaremos realmente ayudándole a construir su fe, al proporcionarle oportunidades para probar personalmente lo que enseñamos. La verdadera experiencia se construye sobre la base de una cantidad de pruebas realizadas con una mente libre de prejuicios, y sin la influencia de opiniones y hábitos preconcebidos.
En su libro The Different Drum (El tambor diferente), M. Scott Peck dice que el aprendizaje puede ser pasivo o experimental. El aprendizaje experimental es más exigente, pero es
más eficaz. Como toda otra cosa, las reglas de la comunicación se aprenden mejor de manera experimental.
Personalmente he descubierto grandes bendiciones al enseñar los principios de la observancia del sábado extraídos del mismo mandamiento divino. Pero trato de dirigirlos al campo del descubrimiento experimental, de la vivencia personal con otras personas que intentan conocer y experimentar lo mejor que Jesús ofrece.
En lo que se refiere al cuarto mandamiento de la ley de Dios, se destacan tres principios distintos, que invitan a disfrutar de una experiencia maravillosa relativa a su observancia. Son los siguientes:
Preparación. El concepto bíblico que expresa la orden: “Acuérdate del día de reposo” (Éxo. 20:8) trae a la mente el hecho de que durante toda la semana debemos estar dedicados a preparamos para tener el sábado un encuentro especial con nuestro Creador. El viernes se convierte así en un anticipo especial del gran día de reposo. Por lo demás, la Biblia lo llama “día de la preparación” (Luc. 23:54). Nuestro tiempo, nuestras prioridades profesionales, nuestro programa de trabajo, nuestro tiempo libre y otras actividades seculares, todo debe transcurrir en el contexto de la preparación para el encuentro sabático con Dios.
Santidad. “Acuérdate del día de reposo para santificarlo”, ordena el Señor, las Escrituras relacionan el culto con la santidad: Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad”, dice la Palabra de Dios (Sal. 96:9). Y refiriéndose a los creyentes: “No dejando de congregamos” (Heb. 10:25). Experimentar la comunión con los hermanos en la fe nos confirma en la necesidad de comulgar con nuestro mejor Amigo, Jesús, el Señor del sábado.
Reposo. Seis días bastan para que hagamos todo lo que está anotado en nuestra agenda. Necesitamos el reposo provisto por el sábado, que es un verdadero santuario constituido por una porción de tiempo. la observancia del sábado no es una carga legalista. Se trata de un seguro reposo en Cristo, en vez de descansar en nuestras propias obras para conseguir la salvación. Además de eso, es un reposo físico, mental y espiritual que implica a nuestros familiares y hermanos en la fe, en una relación con el que nos invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mat. 11:28).
Sobre el autor: Secretario de la Asociación Ministerial de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.