La preparación para el regreso de Jesús no está fundamentada en lo que sabemos acerca de ella, sino en a quién conocemos

¡Odio esperar! Soy de esas personas que consideran muy importantes el tiempo y la puntualidad. Tal vez, este sea un hábito que adquirí durante el tiempo en que fui editor. Los editores administran la vida a través de plazos. Por más de 25 años, los plazos fueron el pulsar de mi trabajo. Para mí, perder un plazo era como si el corazón omitiese un latido, o incluso se parase. ¡Y ese sentimiento no era bueno!

Así, cuando soy obligado a esperar a personas atrasadas, parece que vuelvo a experimentar el mismo sentimiento. Jaime White escribió que “estar en suspenso no es lo más feliz para nadie”.[1] Pero el Pr. White se refería al “estar en suspenso” que experimentamos al esperar el regreso de Jesucristo. En este caso, existe algo que necesito aprender sobre la espera. Hay algo que muchos de nosotros necesitamos aprender.

Una de las parábolas más conocidas de Jesús aborda el tema de la espera del regreso de Cristo. Es la parábola de las diez vírgenes (Mat. 25:1-13). “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo”, dice el primer versículo. Todos los que esperan el regreso de Jesús pueden ser comparados con las diez vírgenes que aguardaban la llegada del novio. En efecto, somos invitados a una fiesta de bodas.

Cristo nos aconseja permanecer en vigilancia, “porque no sabemos el día ni la hora” (vers. 13). Además, el mismo Jesús, según las Escrituras, no conocía el día exacto de su regreso al mundo (Mat. 24:36). Mientras esperamos, tenemos que velar. Pero, ¿qué significa eso?

En noviembre de 1989, miles de alemanes derribaron el muro de Berlín, señalando el primer paso hacia la reunificación de Alemania. Al día siguiente, un hombre que había vivido en Berlín Oriental apareció frente al balcón de la Biblioteca Memorial Norteamericana, en Berlín occidental. Traía en sus manos libros que había tomado prestados exactamente unos 28 años antes de que el muro fuera construido. Durante todo ese tiempo, había guardado los libros con la esperanza de tener la oportunidad, algún día, de devolverlos. ¿Puede imaginar el peso de esa deuda en ese corazón?

Estoy seguro de que los bibliotecarios debieron haber desistido de cobrar la multa por atraso. Pero, de cierta forma, vivimos hoy la misma situación vivida por ese hombre antes de la caída del muro de Berlín. Cautivos en nuestra propia tierra, esperamos el día en que el muro de separación entre nosotros y Dios, levantado por Satanás, caerá para siempre. Entonces, finalmente seremos capaces de ocupar nuestro legítimo lugar como ciudadanos del Cielo.

Estamos hablando de algo más que una mera reunificación nacional. ¡Nos estamos refiriendo a nuestra reunificación final con Cristo! De la misma forma en que las cinco vírgenes prudentes de la parábola, debemos estar preparados para la llegada del novio. Seguramente, debió haber habido tiempo, durante esos 28 años, en que el usuario de la biblioteca dudó de poder tener la oportunidad de devolver los libros. Pero su fe en la libertad fue tan fuerte, que estaba listo para la primera oportunidad que le fuera dada.

Con el pasar de los años, hemos sido inspirados y motivados por las palabras del himno: “Siervos de Dios, la trompeta tocad, ¡Cristo muy pronto vendrá!” Por otro lado, debemos admitir que, a veces, hemos desconfiado de que vaya a venir en breve. Cuando enfrentamos las aflicciones y los chascos, tan comunes a la vida, podemos desanimarnos. En tiempos como estos, nuestra relación con Cristo se hace más importante. Entonces, podemos fortalecer nuestra fe en el hecho de que los muros caerán y pronto podremos llegar al eterno hogar.

Se nos informa que “en la parábola todas las vírgenes salieron a recibir al esposo. Todas tenían lámparas y vasijas para aceite. Por un tiempo parecía no haber diferencia entre ellas. Tal ocurre con la iglesia que vive precisamente antes de la segunda venida de Cristo. Todos tienen el conocimiento de las Escrituras. Todos han oído el mensaje de la pronta venida de Cristo, y esperan confiadamente su aparición. Pero, así como ocurrió en la parábola, ocurre hoy en día. Interviene un tiempo de espera, la fe es probada; y cuando se oye el clamor: ‘He aquí, el esposo viene; salid a recibirle’, muchos no están listos. No tienen aceite en sus vasijas para las lámparas. Están destituidos del Espíritu Santo”.[2]

Conocimiento y sabiduría

Jesús no dijo que las cinco vírgenes estaban “bien informadas” o “instruidas”; dijo que eran prudentes. Hay una gran diferencia entre los dos conceptos. Se nos dice que, en el tiempo del fin, “la ciencia se aumentará” (Dan. 12:4). Francis Bacon dijo que el conocimiento es poder. Si ese fuera el caso, ¿cómo es posible que, con tanto conocimiento disponible, las personas hoy corren desorientadas de un lado hacia el otro? Si el conocimiento es progreso, ¿no debería ser mejor nuestro mundo? Acaso, ¿no debería haber menos confusión y caos? El mundo, ¿no debería estar caminando cada vez más hacia la perfección? ¿No se ha sorprendido por la posibilidad de que, en el tiempo del fin, las personas estén corriendo de aquí para allá porque aumentó el conocimiento?

De hecho, hoy estamos ante más conocimiento del que nos es posible utilizar. Todo, porque vivimos en la así llamada era de la información. El filósofo Jean Baudrillard afirmó que “los medios están tan saturados de información, que ya no es más posible saber lo que conoces o quieres”.[3] La radio, la televisión, los periódicos, Internet, todos dicen estar presentando novedades y hechos. Los entrevistadores y los comentaristas hábilmente oscurecen la línea de separación entre opinión y hecho. E Internet provee tanto material, que satura la mente. Ya no vivimos en la era de la información, sino en la era de la “obesidad informativa”.

En un episodio de un programa de televisión, centrado en la vida personal y profesional de un grupo de abogados en Boston, una pequeña empresa de abogacía enfrentó en un tribunal, en condiciones desiguales, a otra empresa más influyente y prestigiosa. La empresa mayor representaba a una corporación internacional con recursos tan astutos que parecían desafiar la gravedad. Cuando la empresa vencida intimó legalmente a la gran corporación, en busca de algunas informaciones, esta envió una cantidad innecesaria de informes. Eso fue un claro intento de desanimar a la firma acusadora en la búsqueda de informaciones específicas El material contenía tantos datos y documentación, que la empresa menor no tuvo los recursos necesarios para hacer la evaluación.

Ya sea que el mundo de la jurisprudencia realmente emplee esta estrategia o sea solo fruto de la imaginación de un guionista de ficción, esto muestra que es posible encubrir la verdad en medio de muchas informaciones inútiles. Si Satanás tiene su forma de actuar, esto es lo que los medios literalmente hacen en relación con nosotros: sumerge la verdad en una inmensa extensión de datos totalmente nocivos.

Así, es inevitable concluir que mucha de la información que consumimos ha estado motivada por nuestra hambre de más datos, no de más verdad. La escritora cristiana Dorothy Sayers expresa lo siguiente: “Al público no le importa si está siendo informado de verdad o no”.[4] Y esto fue hace setenta años, regresando en la máquina del tiempo a un lugar en que no existían las maravillas de la cibernética actual. En sus comienzos, Internet fue recibida como el más democrático de los medios. Daba acceso, a todo el mundo, a informaciones valiosas. Sus defensores aseguraban que, finalmente, habíamos llegado juntos a un futuro dorado.

Pero, nada de esto toma en cuenta el elemento humano. La verdad es que la mayoría de nosotros no confía en los medios para buscar una equilibrada gama de informaciones; vamos a ella sencillamente para reforzar nuestras presuposiciones. Se convirtió justamente en otro instrumento de polarización. La disponibilidad de toda esa fantástica información no nos ha dado un cambio mejor. En verdad, nos hemos transformado en lo más extremo de nuestro antiguo “yo”. “Hay razones para pensar que Internet probablemente promueva más la fragmentación social que el consenso social”.[5] Ningún otro segmento de los medios puede ser categorizado como mejor. Aun la información supuestamente transmitida como noticia tiene su base en alguna ideología.

Mientras nos exponemos a tales fuentes de información, debemos preguntarnos continuamente: ¿Qué importancia tienen estos hechos en la apreciación cósmica? ¿Cuánto tiempo debo dedicar a acceder a estos hechos, o noticias, a expensas de algo eterno, trascendente o más importante? Si estoy dedicando dos o tres horas, cada noche, ante la televisión o la pantalla de la computadora, y tengo solo diez o quince minutos para leer superficialmente la Biblia, ¿no me estoy convirtiendo en un obeso informativo?

Después de todo, ¿cuán crucial es estar informado de que determinada película es la más taquillera, o que algún famoso gastó mucho dinero comprando automóviles de lujo, que algunos gobernantes cayeron en la corrupción o en aventuras extramatrimoniales? ¿Cuán indispensables son las noticias transmitidas por los noticieros televisivos? ¿Es posible que sea “pobre, ciego y desnudo” (Apoc. 3:17), mientras que soy rico en informaciones y bienes materiales?

Conocimiento y preparación

Todas las diez vírgenes de la parábola de Cristo sabían lo que necesitaban conocer para estar preparadas. El simple conocimiento no era suficiente. Aun las que fueron descritas como insensatas sabían todo lo que necesitaban conocer, pero no fueron transformadas por lo que sabían. Mientras aguardamos el regreso de Jesús, no sabemos el plazo; estamos en suspenso. Según nuestro punto de vista, al menos, el tiempo está expirando.

Cuando leemos las profecías bíblicas, es difícil llegar a cualquier otra conclusión más que la de que estamos en el límite del fin. Y esa interpretación no es exclusiva de los adventistas del séptimo día. El eminente científico y matemático Sir Isaac Newton, en 1704, escribió un manuscrito en el que, por medio del análisis del libro de Daniel, predijo que el fin del mundo ocurriría aproximadamente 1.260 años después del establecimiento del Imperio Romano. ¿Nos suena familiar?

No hace mucho tiempo, alguien expresó a través de Internet cuán inquietante es esto: “Cuando piensas en Isaac Newton, te viene a la mente el padre de la física y la astronomía moderna, un científico racionalista, no un alarmista apocalíptico […]. Te hace sentir incómodo recordar que las predicciones de Newton acerca de la ley de la gravedad y del movimiento de los planetas probaron ser correctas”.[6]

Si esperamos que el apocalipsis sea nada más que el fin completo de la existencia humana, podríamos quedamos cortos al decir que eso nos hace sentir incómodos. Pero, para el cristiano, la segunda venida de Cristo es algo que nos hace gozar, porque nuestro conocimiento de este evento tiene un poder transformador en nuestra vida, en la manera en que nos conducimos en el trabajo, en las distintas relaciones interpersonales, en la familia, hasta en nuestros momentos de soledad. La naturaleza humana desea planificar por anticipado, especialmente en lo que se refiere a las cosas que aguardamos con un sentimiento de anticipación.

Conocer y estar preparado

Aquí está la cuestión crucial: “Muchos profesan ser prudentes, pero ¿tienen al Espíritu Santo? Como pueblo, profesamos conocer la verdad, pero ¿de qué nos valdrá esto si no aplicamos sus principios a nuestra vida?”[7] En las Escrituras, el conocimiento va más allá de los simples hechos. El amor de Dios es más vasto que la medida de la mente humana.

Jesús continuó, en su parábola: “Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta” (Mat. 25:10). ¿Cómo pudo suceder eso? ¿Cómo fue posible que una parte de las invitadas no estuviese preparada, aun sabiendo cómo debía prepararse? Jesús nos advirtió que, antes de su segunda venida, falsos profetas y falsos cristos aparecerían en la tierra, realizando señales y milagros tan impresionantes que nos pondrían en peligro de ser engañados; y de perdernos. Si Hollywood hoy puede hipnotizar a millones de personas con historias como la de Harry Potter, aun cuando saben que todo esto es ficción, seguramente el demonio tiene la capacidad de comunicación, y los medios a disposición, que puede usar “de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mat. 24:24).

A pesar de todo, las buenas nuevas son que el mismo Jesús describió su segundo advenimiento. Nos informó de algunas características gráficas y explícitas de su venida, con el fin de que permanezcamos bien despiertos. Y, si nuestra preparación está firmemente enraizada en el estudio serio de su Palabra, no seremos engañados por las artimañas de Satanás. Por lo tanto, conocer los hechos objetivos que la profecía bíblica nos provee acerca del regreso de Jesús es una parte de nuestra preparación. Y todavía hay algo más.

“Sin el Espíritu de Dios, un conocimiento de su Palabra no tiene valor. La teoría de la verdad, cuando no va acompañada del Espíritu Santo, no puede avivar el alma o santificar el corazón. Uno puede estar familiarizado con los mandamientos y las promesas de la Biblia, pero a menos que el Espíritu de Dios grabe la verdad, el carácter no será transformado. Sin la iluminación del Espíritu, los hombres no podrán distinguir la verdad del error, y caerán bajo las tentaciones maestras de Satanás”.[8]

Nuestra preparación para el regreso de Jesús-la llegada del novio- trasciende lo que es meramente factual. En verdad, debemos buscar estar bien informados acerca del cumplimiento de las profecías, para no ser engañados. Pero, también debemos conocer experimentalmente a Jesús. La preparación para su segunda venida no puede ser comprada ni conseguida por préstamo a último momento. Cada uno de nosotros debe tener una relación personal, experimental, con nuestro Salvador.

La preparación para el regreso de Cristo es relacional: no está fundamentada en lo que sabemos, sino en a quién conocemos. Notemos las palabras del novio, dirigidas a las vírgenes insensatas que clamaban que las puertas fueran abiertas: “De cierto os digo, que no os conozco” (Mat. 25:12). No había una relación. Al regresar Jesús, nuestras lámparas deben estar bien llenas del aceite del Espíritu. Solo así estaremos listos para ir al hogar con él, ¡para siempre!

Tal experiencia significará un tipo de existencia completamente nueva, que ninguno de nosotros conoció antes. Será un regreso al Edén hace mucho tiempo perdido. Será un tiempo y un lugar en que “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apoc. 21:4). Las “primeras cosas” y la condición de espera ya no existirán. Será la eternidad con Jesús.

Sobre el autor: Director asociado de Ministerio Personal y Escuela Sabática de la Asociación General de la IASD.


Referencias

[1] Jaime White, Life Incidents (Battle Creek, MI: Steam Press of the Seventh-Day Adventist Publishing Association, 1868), t.1, p. 337.

[2] Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro, p. 337.

[3] Glenn Ward, Postmodernism (Londres: Hodder & Stoughton Educational, 1997), p. 82.

[4] The Mind of the Maker (San Francisco: Harper San Francisco, 1941), p. 11.

[5] Gordon Graham, The Internet: A Philosophical Inquiry (Londres: Routledge, 1999), p. 83.

[6] http://thin-kingshift.wordpress. com/2007/06/23/ newtons-secret

[7] Elena G. de White, Signs of the Times (1º de agosto de 1892).

[8] Palabras de vida del gran Maestro, pp. 337, 338.