La “Teología de la liberación” no es sólo una moda pasajera, como la de la “muerte de Dios”. Originada en el tercer mundo, es un intento serio de dar un nuevo enfoque a la teología occidental tradicional y descartar las tradiciones que han estado asociadas a las iglesias de clase media del occidente capitalista.

Por supuesto que hay muchas opiniones diferentes entre los teólogos de la liberación, algunos de los cuales son católicos, y otros protestantes. Algunos tienen un alto concepto de las Escrituras. Para otros, su concepto es bajo. Algunos ejercen su ministerio dentro de la iglesia, otros repudian esa actitud. Dadas estas circunstancias, es difícil entrar en generalizaciones: pero este riesgo debe ser asumido si uno intenta presentar una definición elemental acerca de su consenso, o de sus principales ideas.

A continuación presentamos una lista de declaraciones simplificadas que en general, pero no en su totalidad, reflejan el carácter de la teología de la liberación y una reacción evangélica hacia ella.

  1. La mayoría de las teologías comienzan a “hacer teología” sobre la base de algunos supuestos filosóficos acerca del conocimiento, la revelación, la existencia de Dios o la experiencia cristiana personal. La teología de la liberación insiste que todo intento de hacer teología debe comenzar con el compromiso de liberar a los oprimidos – un punto de partida de praxis y no de teoría.

2.    Si la lucha por la liberación es el punto de partida, es importante entender su historia, los antecedentes y las implicaciones de tal lucha. De esta manera la historia pasa a ser la forma en que Dios nos habla en la actualidad y los historiadores, sociólogos y economistas, nuestros profetas.

3.    Es imposible hacer teología fuera de contexto. El teólogo siempre impone su propio contexto en sus análisis y al expresar sus ideas. Esto es inevitable. Los teólogos occidentales han hecho inconscientemente teología en el contexto de su status quo capitalista. Por consiguiente, han estado generalmente cegados para poder ver las fuerzas que oprimen, alienan, deshumanizan y marginan a la mayoría, con excepción de unos pocos afortunados. Una teología para las masas no puede desarrollarse en tal contexto, sino que requiere un compromiso previo a la liberación de los oprimidos.

4.    La teología de la liberación reafirma una visión totalizadora del hombre, en contraste con la tendencia dicotómica de la teología occidental (que abreva en las fuentes de la filosofía griega). De acuerdo al molde helénico nuestra lógica está limitada por la tesis y la antítesis, la teoría y la práctica, espíritu versus materia, alma versus cuerpo, y de la misma forma en el resto.

El dualismo de los primeros filósofos griegos ha deformado nuestro análisis de las Escrituras. Generalmente hemos entendido las expresiones bíblicas ya sea como “espirituales” o “materiales” en su aplicación, pero no ambas. Pero éste es el punto de vista griego más que la forma hebrea de ver las cosas. Una vez que hemos comprendido este hecho, es fácil de entender por qué los teólogos de la liberación han sido capaces de agregar importantes dimensiones a la exégesis de los conceptos bíblicos incluyendo la justicia, la paz, la justificación, el reino, la pobreza.

Obviamente estas breves definiciones no pueden describir a la teología de la liberación. Pero sí pueden ayudar a demostrar que es una escuela teológica que sostiene a la vez valores positivos y riesgos peligrosos para aquellos que la abrazan sin un sentido crítico. Hay algunas partes de sus enseñanzas en las cuales el cristiano evangélico se siente forzosamente muy incómodo, y otras que deben considerarse directamente heréticas. Por otro lado, muchos de sus puntos de vista son un aporte positivo para el Evangelio.

5.    Para los teólogos de la liberación, la historia tiene un lugar indisputable en la teología. Pero es la historia humana, no la revelación divina, la que hace inclinar la balanza. Oímos a Dios hablándonos en primer lugar a través de los acontecimientos contemporáneos. La dinámica social se comprende mejor al aplicar los principios del marxismo. El hombre tiene su futuro en sus propias manos. La praxis de la liberación es el corazón de la salvación. Este es el carácter de la historiología de la liberación.

Tal forma de ver las cosas parece colocar a la historia fuera de foco. Esta debe ser evaluada no en términos de la actividad del hombre, sino de los hechos de Dios. Es preferible la definición de historia que da Moltmann: “Todo lo que ocurre entre la promesa de Dios y su cumplimiento”. ¡El propósito de Dios es la vara de medir!

6.    El lugar positivo que ocupa el sufrimiento, el martirio y la “cruz” en la experiencia cristiana es pasado por alto o minimizado. El sufrimiento pasivo, injusto, no puede hallar cabida dentro del esquema de cosas de la liberación, excepto, tal vez, si transforma en ídolo a un héroe de la Causa, como Camilo Torres o el Che Guevara. La bienaventuranza de los vilipendiados y perseguidos llega a ser el grito de batalla de liberación. No es una Ética sino una Causa.

Moisés tuvo que aprender en la forma más difícil cuán equivocada es esta forma de ver las cosas. Sus motivos eran buenos cuando trató de superar la inercia de la liberación al matar al egipcio; pero los esclavos israelitas todavía tenían cuarenta años más de injusta tortura y esclavitud por delante. La opresión y la tiranía -así como la enfermedad y el sufrimiento- pueden ser parte del plan disciplinario de Dios para su pueblo. Esto no disminuye la maldad de la injusticia social, pero tampoco la apoya. Simplemente reconoce que hasta que Cristo regrese el trigo y la cizaña deben crecer juntos, y la salvación debe ser evaluada en términos más permanentes y totalizadores que meramente los de la liberación socioeconómica.

7.    En la mayoría de las expresiones de la teología de la liberación no se reconoce la activa presencia del Espíritu Santo -ni de lo sobrenatural. La devoción personal, el misticismo, los ejercicios de piedad, la oración y meditación son también algo incidental a la embestida de la teología de la liberación.

8.    Otra cosa que es desagradable para el punto de vista evangélico es la tendencia que existe entre los teólogos de la liberación a ignorar, rechazar o marginar a la iglesia. El ISAL (Iglesia y Sociedad en América Latina) fue el primer ejemplo de esto. Cuando la teología de la liberación se hizo cargo, este grupo comenzó a ver a la iglesia solamente como una base política segura para una ideología izquierdista de avanzada. La iglesia finalmente desconoció el movimiento y el ISAL fue disuelto.

Es verdad que algunos de los teólogos de la liberación mejor orientados bíblicamente han tratado de mantener a la iglesia en la escena. Este esfuerzo, por supuesto, es encomiadle. Pero a menudo parece que ellos adoptan una postura elitista a la vez que hacen de la iglesia la base de su actividad. Pareciera ser que su interés es primeramente el de “concientizar”, o el de crear un conocimiento de los problemas socioeconómicos de un pueblo oprimido que frecuentemente ignora su propia situación de opresión y esclavitud.

Tales teólogos deberían escuchar a la iglesia así como ellos tienen el derecho de hablarle; de otra forma pueden caer en la trampa de establecer un “magisterio” – al estilo católico- que niega el sacerdocio y profetismo universal de todos los creyentes. Este tiene la palabra final al confeccionar la agenda teológica.

9.    Aun más chocante es el concepto de la salvación, que es definido en términos colectivos, excluyendo virtualmente la redención individual. Este representa la necesidad de corregir la idea tradicional de salvación que quizás ha sido demasiado beata y egoísta. ¡Pero la teología de la liberación parece que ha tirado al bebé junto con el agua del baño!

La mayoría de los liberacionistas igualan virtualmente a la salvación con la liberación política y socioeconómica. Esta es una experiencia fuertemente pelagiana con el evangelio del “hágalo Ud. mismo”. La opresión es el punto de partida, la historia humana es el escenario y una raza humana que ha sido despertada (o “concientizada”) es la esperanza de liberación. Dios está trabajando, dicen, en la sociedad secular -la que él está haciendo. Pero en el grado en el que la salvación es definida en términos de liberación de la opresión y política, en este grado, el evangelio” pasa a ser universalista. Esto ocurre porque la obra de Dios se ve —dicen— en el mundo antes que en la iglesia, y toda la sociedad está luchando por la liberación (esto es, “salvación”).

Los evangélicos tienen buenas razones para desconfiar de este tipo de soterología – porque es un retorno directo al “modernismo” y al “evangelio social” de la generación pasada. Socava el encuentro personal con Jesucristo y la “justificación por la fe” que han sido siempre las preciadas verdades distintivas de los evangélicos.

10.    El fundamento de las distorsiones precedentes es el concepto de la Biblia que tienen los teólogos de la liberación. Generalmente, no difiere mucho de lo que uno puede esperar de los teólogos católicos o protestantes liberales.

Hugo Assman es uno de los liberacionistas más radicales, pero continúa siendo uno de sus voceros respetados, y un líder con el que la escuela de la teología de la liberación está públicamente identificada. Su posición es: “La Palabra de Dios ya no es un absoluto inamovible, una proposición eterna que aceptamos antes de analizar los conflictos sociales y antes de comprometernos a la transformación de la realidad histórica. Los requerimientos de Dios, la Palabra de Dios en la actualidad, surgen del proceso colectivo de concientización histórica, de análisis y compromiso, es decir de la praxis. La Biblia y la totalidad de la tradición cristiana no nos hablan en forma directa en la situación en que nos encontramos. Pero permanecen como una referencia básica para ver cómo Dios habló en otros contextos diferentes, que pueden ¡luminar su palabra actual en nuestro contexto.

“Es verdad que este tipo de hermenéutica histórica puede destruir la falsa seguridad en la Palabra de Dios dada una vez para siempre, lo absoluto de la Palabra de Dios. La Palabra no existe para nosotros en ese sentido” (Torres y Eagleson, Theology in America Teología en América , Orbis, 1975, pág. 299).

Y aquí hemos vuelto a nuestro punto de partida. ¿Debemos comenzar con la praxis de la opresión o con la revelación divina? Los liberacionistas dicen que no podemos comenzar a interpretar la Palabra de Dios hasta que no nos hemos ubicado nosotros mismos en el contexto que hemos elegido, ¡porque la naturaleza de nuestro contexto determinará cómo interpretamos la Palabra! Debemos escoger, primeramente, identificarnos con la batalla de los oprimidos. Entonces, y sólo entonces, podemos “hacer teología”.

Los evangélicos responden que el contexto, si bien es importante, es algo accidental: Dios le habla al hombre en el Egipto de Moisés, en el Israel de David, en la Nínive de Jonás, en la Persia de Daniel, en la Roma de Nerón, en los Estados Unidos de Nixon y en la Nicaragua de Somoza. El contexto es muy importante y no puede ser pasado por alto. Pero ninguna cosa puede llegar a ser un a priori ante la revelación de Dios, que es para todos los hombres en todo lugar. Debemos contextualizar nuestra teología, pero no podemos permitir que el contexto usurpe la autoridad q la universalidad de la Palabra de Dios misma. ‘

11.    Finalmente, no estamos de ninguna manera satisfechos con la forma en la que los liberacionistas entienden la persona y el ministerio de Jesucristo, alguien a quien ven en una  dimensión mesiánica (con “m” minúscula), pero que no glorifican como el Mesías. Los relatos del Evangelio son adaptados hasta el punto de presentar a Jesús como un revolucionario político tolerante de la violencia (el incidente suscitado al limpiar el templo) cuando es usada en contra de la injusticia. Muchas de sus enseñanzas son ignoradas, al igual que la cristología de las epístolas paulinas. La imagen del héroe de la teología de la liberación parece adecuarse más a Judas Macabeo que a Jesús de Nazareth.

La pregunta crítica acerca de la teoría de la liberación es entonces: ¿Podemos aceptar algunos de sus puntos de vista y contribuciones obvias sin tragarnos todo el resto, con sus matices de humanismo, pelagianismo, universalismo y radicalismo? Nuestra respuesta podría ser: ¡Quizá, pero…!

Ciertamente, uno puede aceptar sus valores a la vez que rechaza sus herejías. Naturalmente, esto es un riesgo, pero el riesgo siempre ha sido la sombra permanente de la teología. Y hay demasiadas cosas valiosas en la teología de la liberación como para que desechemos todo. De esta forma seríamos nosotros quienes estaríamos arrojando al niño junto con el agua del baño.

Pero los evangélicos deben ser tan selectivos como si estuvieran separando oro. Deben insistir en la autoridad normativa y final de la Palabra de Dios. Porque el liberacionismo y los principios evangélicos analizados exhaustivamente no son realmente compatibles. Los evangélicos no. pueden aceptar un a priori que tenga precedencia sobre la Palabra de Dios. Esto distorsionaría o parcializaría inevitablemente la verdad. Nuestra lealtad, en primer lugar, debe ser siempre a Jesucristo y el Evangelio. La sociología, la economía y la ciencia política bien pueden ser asistentes del Evangelio, pero esta relación no puede invertirse.

¡Aquí es donde los teólogos de la liberación se han apartado del camino!

Sobre el autor: W. Dayton Roberts es vicepresidente de la Misión Latinoamericana, y vive en San José, Costa Rica. Este artículo fue traducido de Christianity Today, del 19 de octubre de 1979.