El ejemplo de Jesucristo nos impulsa a evangelizar

Sin que lo supieran, tres diferentes pueblos (griegos, romanos y judíos) terminaron desempeñando un papel importante en la preparación del mundo para el nacimiento de Jesús y la difusión de su evangelio. Los griegos difundieron su lengua y su cultura en el mundo mediterráneo; transmitieron el interés por la sabiduría y por el aprendizaje. Filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles ejemplificaron el amor por la verdad y la importancia de buscarla. Esa apertura a nuevas ideas fue muy útil para los evangelistas de la iglesia cristiana primitiva.

Los romanos establecieron la paz en toda la región del Mediterráneo, lo que no solo proporcionó una atmósfera de seguridad y orden para que la iglesia cristiana se desarrollara, sino además hizo más seguros los viajes para los primeros misioneros y evangelistas.

A su vez, los judíos primeramente establecieron sinagogas en casi todas las grandes ciudades del Mediterráneo. Esas sinagogas se convirtieron en centros de enseñanza que no solo beneficiaban a los judíos de la comunidad sino también atraían la atención de los gentiles. En segundo lugar, los judíos difundieron el Antiguo Testamento en la región. Cuando este fue traducido al griego, los judíos proclamaron su creencia en un único Dios verdadero y en la venida del Mesías.

JESÚS, EL EVANGELISTA

Entonces, “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gál. 4:4). Al ejercer su ministerio, Jesús practicó el evangelismo, tanto personalmente como por medio de la predicación pública. Fue un predicador con un mensaje objetivo y directo, claro: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mar. 1:15). Si bien el Maestro demostró y ejemplificó equilibrio en la triple misión de enseñar, curar y predicar (Mat. 4:23), también afirmó haber venido al mundo como predicador: “Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido” (Mar. 1:38). ¿De qué manera Jesús se relacionó con el evangelismo? Aquí van algunos ejemplos:

• Él enfatizó la prioridad del evangelismo al enseñar que la salvación es el mayor bien disponible para el ser humano. Sus parábolas sobre la perla de gran precio y sobre el tesoro escondido en el campo ilustran ese principio: “Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró” (Mat. 13:44-46).

• Jesús llamó y entrenó a sus discípulos, teniendo en mente la evangelización del mundo. Antes de darles la Gran Comisión, envió primeramente a los Doce y, después, a los Setenta, con la misión de predicar (Mat. 10; Luc. 10).

• El estilo de vida mantenido por Cristo era evangelizador. En los evangelios, existen decenas de relatos sobre personas directamente evangelizadas por él. El estudio de esos casos revela que aprovechó todas las oportunidades, y contextualizó su presentación del mensaje para diferentes clases de audiencias. Incluso así, no todos los que lo escucharon lo aceptaron como Salvador.

• A los discípulos, el Maestro les asignó la Gran Comisión de hacer discípulos y evangelizar. Cada narrativa de los evangelios y del libro de los Hechos tiene, como base, la Gran Comisión (Mat. 28:18-20; Mar. 16:15; Luc. 24:47, 48; Juan 20:21; Hech. 1:8).

Ante esto, no podemos prescindir de la evangelización. Es nuestra misión a la que fuimos llamados como pastores, e instituidos como iglesia. No podemos solo hacer evangelismo, debemos ser evangelistas, multiplicando en todos los niveles de la iglesia, incluso en la iglesia local, por medio del discipulado y del establecimiento de escuelas de evangelismo.

Trabajemos a fin de que se cumpla entre nosotros el principio inspirado de que “cada verdadero discípulo nace en el Reino de Dios como misionero” (El ministerio de curación, p. 70).

Sobre el autor: Evangelista de la División Sudamericana de la Iglesia Adventista