Un panorama del debate teológico sobre el lugar en el que ocurre la Expiación

Una de las preguntas que ha atraído mucha atención en las recientes investigaciones sobre Hebreos es: ¿Fue completa la Expiación en la Cruz? Este tema tomó nuevo auge con la publicación de la tesis de David Moffitt, en 2011, sobre la relación entre la resurrección y el concepto de expiación en Hebreos,[1] y más recientemente, con la obra de Robert Jamieson sobre la “ofrenda celestial” de Jesús en Hebreos.[2]

Es verdad que la mayoría de los estudiosos aún reduce la Expiación al evento de la crucifixión, pero muchos autores no adventistas recientemente han situado la Expiación como un evento que ocurre en el Cielo. El retrato del debate actual es: (1) la ofrenda celestial de Hebreos es solo una metáfora de la Cruz (en la Tierra); o (2) el libro retrata una secuencia sacrificial que comienza en la Cruz y termina en el Cielo.

En el medio evangélico, se consideraba la segunda posición como “socinianismo”.[3] Sin embargo, Socino no inventó ese concepto bíblico, defendido por muchos cristianos a lo largo de la historia y que ha encontrado muchos defensores actualmente. Robert Jamieson mapeó las principales visiones académicas sobre el asunto e identificó cinco posiciones principales, de las cuales dos entienden que la Expiación ocurre en el Cielo.[4] Este artículo presenta un breve panorama de las investigaciones que sobre este tema realizaron autores no adventistas.

Santuario en el Cielo

Un importante número de investigadores ha afirmado que, en Hebreos, el Santuario celestial es un lugar real, no un producto del idealismo platónico helenista,[5] pues los “arquetipos celestiales tienen existencia real”.[6]

Para estos autores, la correspondencia vertical entre el Santuario terrenal y el Santuario celestial en la literatura apocalíptica judaica sugiere que el autor de Hebreos cree en un Santuario celestial que tiene dos compartimentos,[7] tal como el Santuario israelita, pues “el tabernáculo terrestre y sus ofrendas son modelados sobre las realidades que existen en el cielo”.[8] Ellos también creen que los destinatarios originales de Hebreos estaban familiarizados con el concepto de un Santuario en el Cielo, con dos compartimentos, ya que un Santuario de dos compartimentos era “un componente básico e inmutable en todas las estructuras del Santuario del antiguo Israel”.[9]

En síntesis, el Santuario celestial de Hebreos sería un concepto que se encuentra ampliamente en la literatura y el pensamiento judaicos, especialmente en el Antiguo Testamento.[10] La relación conceptual entre Hebreos, el Antiguo Testamento y la literatura apocalíptica judaica hace posible concluir que Hebreos refleja el concepto de un Santuario celestial real (no metafórico o platónico) en el Cielo (no es el Cielo en sí), con dos compartimentos, y donde hay actividad sacerdotal, a diferencia del modelo judaico de un Santuario escatológico inactivo.

El cambio de paradigma comenzó en 1970, cuando Ronald Williamson refutó la idea de que Hebreos sería una obra platónica/filosófica, y los investigadores comenzaron a buscar otras fuentes que sirvan como telón de fondo del libro.[11] Por lo tanto, continuar afirmando que Hebreos es un texto platónico parece ser más una opción que defiende una presuposición que el resultado de un análisis de las evidencias provistas por las investigaciones más recientes.

Lugar de la Expiación

Podemos encontrar la idea de que el sacrificio expiatorio de Jesús fue una realidad celestial posterior a la resurrección desde los primeros siglos hasta casi el final del primer milenio, en autores como Ireneo de Lyon, Hipólito de Roma, Orígenes, Gregorio Nacianceno,[12] Teodoro de Mopsuestia,[13] Teodoreto de Ciro[14] y Focio.[15]

Luego del surgimiento del adventismo, William y George Milligan, teólogos reformados del siglo XIX, propusieron que tenemos que mirar “la ofrenda de Cristo como un todo”, y que la Cruz era “la preparación necesaria para esa obra, no la obra en sí”. La “ofrenda de muerte” debía completarse con la “ofrenda de vida [la sangre]”, en el cielo.[16] Y el “Consumado es”, declarado por Cristo en la Cruz, se refiere a su obra consumada en la Tierra, no a la Expiación en general. Por eso, la resurrección y la glorificación de Jesús no fueron solo una recompensa, sino parte del acto expiatorio.[17] A fin de cuentas, él fue “resucitado para nuestra justificación” (Rom. 4:25); y hay otro clamor: “Hecho está”, que proviene exactamente del Santuario celestial (Apoc. 16:17).

Todavía en el siglo XIX, Franz Delitzsch también argumentó que la obra de la Redención “no se limitó al momento en el que la carne y la sangre estaban externamente separados en la Cruz”, sino que la presentación antitípica de la sangre que se hizo en el Cielo es la “conclusión eterna y el sello de ratificación de la obra de la Redención”.[18] Como Sumo Sacerdote, Jesús tiene que presentar una ofrenda (Heb. 8:3), y “el lugar de tal ofrenda no puede ser terrenal; por lo tanto, debe ser celestial”.[19]

Recientemente, ha ganado fuerza entre algunos teólogos el entendimiento de que, en Hebreos, la Expiación sucede en el Cielo.[20] Para estos autores, la entrada de Jesús en el Santuario celestial es expiatoria. Destacan que Cristo “entró en el Santuario […] y obtuvo eterna redención” (Heb. 9:12), como afirman de diferentes formas las versiones NVB, NTV, NVI, BLPH y RVC (entre otras), y no que “entró […] habiendo obtenido eterna redención”, como proponen RV60 y LBLA. El orden es importante: Jesús entró en el Santuario, y así obtuvo eterna redención, pues “el lugar de ofrenda de Cristo estaba en el cielo”.[21] La entrada de Jesús en el Santuario celestial “también es un acto litúrgico, un componente de su sacrificio”[22] y “un acto de gran sacrificio sacerdotal”.[23]

Así, el sacrificio de Jesús no comienza y termina en la Cruz, sino que es un proceso que incluye la Cruz y el Santuario celestial.[24] Siguiendo el modelo levítico de ofrenda sacrificial, un sacrificio solo es expiatorio si la sangre se presenta a Dios. Por eso, lo que ocurre después de la muerte de la víctima es determinante para la “efectiva expiación en el Santuario celestial”.[25] En el ritual levítico, el énfasis no estaba en la inmolación de la víctima, sino en la posterior manipulación de la sangre, en el quemado y en el acto de comer la carne sacrificada.[26] Así, en sentido amplio, la ofrenda de Cristo en Hebreos se entiende como “su vida, su muerte y su entrada en el cielo”.[27]

Hebreos “lleva el evento sacrificial […] al Santuario celestial”, y allí “asegura la ‘eterna redención’ (9:11-14)”.[28] De esta manera, la “ofrenda expiatoria de Jesús […] fue presentada en el Tabernáculo celestial, no en el mundo terrenal (Heb. 8:2; 9:1-28)”.[29] La Ley exige que la sangre sea asperjada; en el caso de Jesús, eso ocurrió “dentro de la realidad celestial”, y “este no es un argumento abstracto”.[30] Por lo tanto, el sacrificio no apuntaba solo a la muerte de la víctima sacrificial, sino también a la obtención de la sangre inocente para su posterior aplicación.[31]

La muerte voluntaria de Cristo fue “el primer componente de un itinerario sacrificial mayor”, que continuó en su ascensión al cielo y su entrada en el Santuario celestial;[32] que, a su vez, es “el principal lugar de realización cultual de Jesús, su ofrenda de sacrificio”.[33] Él ofrece un sacrificio superior en un Santuario superior.[34]

Es necesario destacar que, al poner de relieve el ministerio sacerdotal de Cristo en el Santuario celestial, estos autores no están disminuyendo la importancia de la Cruz: “La ubicación celestial de la ofrenda de Jesús, no obstante, no significa que la muerte de Jesús en la Tierra no sea sacrificial”.[35] El hecho es que, después de morir, Cristo “tenía que resucitar y ascender al cielo para ofrecer su sangre en el Santuario celestial”,[36] pues esa ofrenda celestial “lleva a la purificación de los creyentes (y a la purificación del Santuario celestial)”.[37]

En los textos de Hebreos en los que la muerte de Cristo es el sujeto (Heb. 2:9- 14; 5:7-10; 6:6; 9:15; 12:2; 13:11-13), el verbo prosférō (“ofrecer”) y otros semejantes no aparecen; y la entrada de Jesús en el cielo se describe como prosférō, como si fuera el evento crítico, en lugar de su muerte (Heb. 9:7, 25, 28).[38] La Cruz es un “componente” del sacrificio de Cristo que “permitió su entrada en el Santuario celestial con su sangre”; y “el hecho del sacrificio de Jesús incluye su presentación de la sangre de su sacrificio para su entrada en el Santuario celestial”.[39] Como estos autores consideran el Trono divino como el lugar de la Expiación (hilastērion), un “lugar de misericordia” (Heb. 4:16; 9:5, cf. Lev. 16:2-14), entonces “Cristo hará expiación ante el Trono de la gloria en el Templo eterno en los cielos”.[40]

Conclusión

Es curioso que tantos autores no adventistas defiendan algo muy semejante a lo que enseñan los adventistas hace bastante tiempo. Sin embargo, esto no significa que estos autores crean personalmente en ello, ni que estén defendiendo la posición adventista. Solo reconocen que el concepto de expiación en Hebreos apunta a una obra efectuada en el Santuario celestial, después de la Cruz y la resurrección.

Hay, sin embargo, una marcada diferencia entre lo que enseñan y la creencia adventista. Generalmente, estos autores ven al antitípico Día de la Expiación como algo que ya estaba ocurriendo en los días del autor de Hebreos.[41] En aquel Día de la Expiación escatológico, la sangre de Jesús es la que obtiene la “remoción de la impureza de los pecados del Santuario celestial”,[42] pues la eliminación del pecado ocurre por la aplicación de sangre inocente.[43] Para ellos, la entrada de Jesús en el Lugar Santísimo celestial (y no en el Santuario, como sería la mejor traducción de Hebreos 9:12) sería la consumación de la secuencia sacrificial del Día de la Expiación, que comenzó en la Cruz, pero cuya ofrenda se realiza realmente en el Cielo.[44]

Hasta donde fue posible analizar, estos autores no creen que Jesús desarrolle un ministerio sacerdotal bifásico en el Santuario celestial. Esa parece ser una de las contribuciones únicas del adventismo. Es curioso notar que tantas voces se eleven para afirmar que Hebreos presenta las “actividades sacrificiales celestiales de Jesús”.[45] En palabras muy parecidas a las que utilizó Elena de White para describir la inauguración del ministerio en el Santuario celestial,[46] se dice que “Jesús entró en el Reino celestial, asperjó su propia sangre en el altar y fue entronizado al lado de Dios, asegurando ‘eterna redención’ (Heb. 9:11, 12)”.[47] Este panorama de la investigación en Hebreos representa una invitación a los adventistas para que expongan aún más osadamente su comprensión sobre el ministerio sumosacerdotal de Cristo en el Santuario celestial, pues hay un interés creciente en el asunto, y la teología adventista puede hacer una gran contribución.

Sobre el autor: profesor de Teología en UNASP, Engenheiro Coelho.


Referencias

[1] David Moffitt, Atonement and the Logic of Resurrection in the Epistle to the Hebrews (Leiden: Brill, 2011).

[2] Robert B. Jamieson, Jesus’ Death and Heavenly Offering in Hebrews (Cambridge: Cambridge University Press, 2021).

[3] Fausto Socino fue un antitrinitario que argumentó, en 1578, que Cristo no realizó la Expiación en la Cruz, sino al ofrecerse a sí mismo en el Cielo después de la resurrección.

[4] R. B. Jamieson, “When and where did Jesus offer Himself? A taxonomy of recent scholarship on Hebrews”, Currents in Biblical Research, t. 15, Nº 3 (2017), p. 343.

[5] S. D. Mackie, Eschatology and Exhortation in the Epistle to the Hebrews (Tübingen: Mohr Siebeck, 2007), p. 159; C. K. Barrett, “The Eschatology of the Epistle to the Hebrews”, en W. D. Davies; D. Daube (eds.), The Background of the New Testament and its Eschatology (Cambridge: Cambridge University Press, 1956), p. 388; cf. Jamieson, “When and where did Jesus offer Himself?”, p. 350.

[6] O. Michel, Der Brief an die Hebraer (Güttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 1966), p. 288.

[7] Benjamin J. Ribbens, Levitical sacrifice and heavenly cult in Hebrews (Wheaton: Wheaton College, 2013, tesis de doctorado), p. 142.

[8] Moffitt, Atonement and the Logic of Resurrection, p. 224.

[9] J. A. Barnard, The Mysticism of Hebrews: Exploring the Role of Jewish Apocalyptic Mysticism in the Epistle to the Hebrews (Tübingen: Mohr Siebeck, 2012), pp. 110, 111.

[10] Elias Brasil de Souza, O Santuário Celestial no Antigo Testamento (Santo André, SP: Academia Cristã, 2015).

[11] Ronald Williamson, Philo and the Epistle to the Hebrews (Leiden: E. J. Brill, 1970). Ver también Barrett, “The Eschatology of the Epistle to the Hebrews”, pp. 363-393; R. P. C. Hanson, Allegory and Event: A Study of the Sources and Significance of Origen’s Interpretation of Scripture (Richmond: John Knox Press, 1959).

[12] David Moffitt, “Jesus’ Heavenly Sacrifice in Early Christian Reception of Hebrews: A Survey”, Journal of Theological Studies, t. 68, Nº 1 (2017), p. 54.

[13] Alphonse Mingana (ed.), Commentary of Theodore of Mopsuestia on the Lord’s Prayer and on the Sacraments of Baptism and Eucharist (Cambridge: Heffer & Sons, 1933), pp. 74, 78-83.

[14] R. C. Hill (trad.), Theodoret of Cyrus: Commentaries on the Letters of St. Paul (Brookline: Holy Cross Orthodox Press, 2001), t. 2, pp. 169, 172, 173, 175.

[15] Moffitt, “Jesus’ heavenly sacrifice”, p. 54, nota 17.

[16] G. Milligan, The Theology of the Epistle to the Hebrews: With a Critical Introduction (Edinburgh: T & T Clark, 1899), p. 152.

[17] W. Milligan, The Resurrection of Our Lord (Nova York: Macmillan, 1917), pp. 136, 141, 142.

[18] Franz Delitzsch, Commentary on the Epistle to the Hebrews (Edinburgh: T & T Clark, 1887), p. 89.

[19] Ibíd., p. 290.

[20] Para una exposición más detallada sobre este tema, ver I. Malheiros, “Expiação: Na terra ou no Céu? Um panorama da pesquisa sobre o conceito de expiação celestial em Hebreus”, Kerygma, t. 12, Nº 2 (2018), pp. 73-103.

[21] G. H. Guthrie, “Hebrews”, en G. K. Beale; D. A. Carson (eds.), Commentary on the New Testament Use of the Old Testament (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2007), pp. 1.131-1.222, 1.194.

[22] R. D. Nelson, “He offered Himself: Sacrifice in Hebrews”, Interpretation, t. 57, Nº 3 (2003), p. 256; D. A. DeSilva, Perseverance in Gratitude: A Socio-Rhetorical Commentary on the Epistle to “the Hebrews” (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2000), pp. 305-307.

[23] L. T. Johnson, Hebrews: A Commentary (Louisville, KY: Westminster John Knox, 2006), p. 222.

[24] Jonhson, Hebrews, p. 71; Michel, Der Brief an die Hebraer, p. 293; Ribbens, Levitical Sacrifice and Heavenly Cult in Hebrews, pp. 178, 179.

[25] Nelson, “He Offered Himself”, p. 255; cf. pp. 54, 55, 254-256.

[26] W. E. Brooks, “The perpetuity of Christ’s sacrifice in the Epistle to the Hebrews”, Journal of Biblical Literature, t. 89, Nº 2 (1970), pp. 208, 209.

[27] John H. Davies, “The Heavenly Work of Christ in Hebrews”, Studia Evangelica, t. 4 (1968), p. 387.

[28] Mackie, Eschatology and Exhortation, p. 95; cf. J. J. Cervera i Vallis, “Gran Sacerdot i Víctima en Hebreus: Una Teología Judeocristiana de la Mediació i de l’Expiació”, Revista Catalana de Teologia, t. 34, Nº 2 (2009), p. 485.

[29] G. H. Guthrie, Hebreos: Del texto bíblico a una aplicación contemporánea (Miami, FL: Vida, 2014), p. 217, cf. pp. 106, 404.

[30] A. N. Chester, “Hebrews: The Final Sacrifice”, en S. W. Sykes (ed.), Sacrifice and Redemption: Durham Essays in Theology (Cambridge: Cambridge University Press, 1991), pp. 65, 66.

[31] I. Willi-Plein, “Some Remarks on Hebrews From the Viewpoint Of Old Testament Exegesis”, en G. Gelardini (ed.), Hebrews: Contemporary Methods – New Insights (Leiden: Brill, 2005), p. 33.

[32] Nelson, “He Offered Himself”, pp. 254, 255.

[33] S. D. Mackie, “Heavenly Sanctuary Mysticism in the Epistle to the Hebrews”, The Journal of Theological Studies, t. 62, Nº 1 (2011), p. 78.

[34] E. F. Mason, You Are a Priest Forever: Second Temple Jewish Messianic and the Priestly Christology of the Epistle to the Hebrews (Leiden: Brill Academic Publication, 2008), pp. 194, 195.

[35] Ribbens, Levitical Sacrifice and Heavenly Cult in Hebrews, p. 145. Énfasis en el original.

[36] J. M. Vis, The Purification Offering of Leviticus and the Sacrificial Offering of Jesus (Durham: Duke University, 2012, tesis de doctorado), p. 257.

[37] Ibíd., p. 257.

[38] Davies, “The Heavenly Work of Christ in Hebrews”, pp. 386, 387.

[39] Mason, You Are a Priest Forever, pp. 35, 39.

[40] T. Eskola, A Narrative Theology of the New Testament: Exploring the Metanarrative of Exile and Restoration (Tübingen: Mohr Siebeck, 2015), pp. 390, 226; Barnard, The Mysticism of Hebrews, p. 116.

[41] Mackie, Eschatology and Exhortation, pp. 95, 96; D. A. DeSilva, “The Invention and Argumentative Function Of Priestly Discourse in the Epistle to the Hebrews”, Bulletin for Biblical Research, t. 16, Nº 2 (2006), pp. 308-311.

[42] DeSilva, “The invention and argumentative function”, p. 308.

[43] Willi-Plein, “Some remarks on Hebrews from the viewpoint of Old Testament exegesis”, p. 33.

[44] Cervera i Vallis, “Gran Sacerdot i Víctima en Hebreus”, p. 479.

[45] J. C. Calaway, The Sabbath and the Sanctuary Access to God in the Letter to the Hebrews and Its Priestly Context (Tübingen: Mohr Siebeck, 2013), p. 28.

[46] Elena de White, “With power and great glory”, Signs of the Times (19/4/1905).

[47] Calaway, The Sabbath and the Sanctuary, p. 76; cf. pp. 155, 156.