A comienzos de 1850, una pregunta generó incomodidad en las filas adventistas: ¿Era lícito alimentarse de carne porcina? Determinado a poner un punto final a la polémica, Jaime White publicó, en noviembre de ese año, una investigación fundamentada en Hechos 10 y en otros pasajes bíblicos. En esa publicación, defendió que la ingesta de carne de cerdo es perfectamente aceptable en la era cristiana (The Present Truth, noviembre de 1850).
A pesar de esto, sus argumentos no cerraron el asunto, y algunos hermanos continuaron reprobando el uso de esta clase de alimentos entre adventistas. El 21 de octubre de 1858, Elena de White aconsejó: “Vi que sus ideas concernientes a la carne de cerdo no causarían ningún perjuicio si ustedes las guardaran para sí mismos; pero su juicio y opinión han convertido este asunto en una prueba […] Si es deber de la iglesia abstenerse de consumir carne de puerco, Dios lo revelará a más de dos o tres personas” (Testimonios para la iglesia, t. 1, pp. 189,190).
Pasados cinco años, luego de recibir la visión acerca de la reforma pro salud, ella escribió: “El cerdo, aunque constituye uno de los artículos más comunes del régimen alimenticio, es uno de los más perjudiciales. Dios no prohibió que los hebreos comiesen carne de cerdo únicamente para mostrar su autoridad, sino porque no era un alimento adecuado para el hombre. […] Dios nunca se propuso que se consumiese cerdo en circunstancia alguna” (Mensajes selectos, 12, p. 481).
Actualmente, hay quien evalúa ese cambio de postura como una demostración de inconsistencia doctrinal y fragilidad en el don profético entre los adventistas. Engaño. En verdad, ese es un ejemplo del desarrollo progresivo, de acuerdo con el paso a paso de los justos en la comprensión de las verdades bíblicas: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Prov.4:18).
Jaime White pensaba de ese modo, al escribir en la Review and Herald el 31 de diciembre de 1857, que “la Palabra es como una lámpara que brilla claramente donde estamos, y no tan claramente en el sendero a la distancia” A su vez, Elena de White fue clara al afirmar que “debe haber un desarrollo de la comprensión, pues la verdad es pasible de constante expansión […] Nuestra exploración de la verdad es incompleta. Hemos alcanzado solo unos pocos rayos de luz” (Carta a P. T. Magan, 27 de enero de 1903). De esa manera, ambos dejaron en claro que el conocimiento de la verdad es dinámico y progresivo.
Es bajo este presupuesto que debemos evaluar el establecimiento de las creencias fundamentales de la iglesia, entre las que se incluye la Trinidad. Aun cuando sea verdad que, en los comienzos del movimiento, los pioneros tomaron una posición contraria, el pasar del tiempo fue testigo de una inversión en el pensamiento adventista con respecto a esta doctrina. En su artículo de esta edición de Ministerio, Gerhard Pfandl describe la trayectoria recorrida. Todavía existen puntos poco claros; pero, si nos mantenemos en la senda de los justos, nuestra comprensión del asunto será iluminada, aun cuando tengamos que esperar a la eternidad, cuando todos los misterios serán develados.
Sobre el autor: Director de Ministerio, edición de la CPB.