Al vivir de una manera muy expuesta, el pastor necesita estar atento a los peligros inherentes a su condición.
Todo lo que el pastor hace o deja de hacer queda en evidencia a los ojos de todos. Esta realidad exige que él tome ciertos cuidados especiales, y que sea muy vigilante. Este grado de exposición puede ser un estímulo para su ego, pero también conlleva muchos riesgos, especialmente para su vida espiritual.
Existen otras profesiones y vocaciones que exponen a quienes las practican, pero pocas se comparan con el ministerio pastoral. Como líderes espirituales, estamos empeñados en promover los quehaceres del Reino de Dios, libertando a las personas de las garras de Satanás y transportándolas a la libertad de ese Reino. Esto nos expone, de manera constante, a muchos peligros. El enemigo trabaja en todo tiempo y lugar para asestarnos un golpe; o actúa por medio de sus agentes, a quienes les confiere esa misma tarea.
Peligro a la vista
El apóstol Pedro demostró que era consciente de los peligros que existen en el ministerio pastoral. Escribió: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Ped. 5:8). La palabra “sobrios” es la traducción de la palabra nephos, que significa “mantener la mente limpia, ser sabio, abstenerse del vino”. A su vez, la palabra “vigilante” proviene de gregoreo, que significa “estar despierto todo el tiempo”. Estas palabras están en tiempo aoristo, por lo que indican que son acciones que deben efectuarse todo el tiempo.
Los leones cazan en su territorio, por lo que no siguen a las manadas migratorias. Conocen bien el terreno y los vientos; se colocan en dirección contraria al viento, de tal manera que las manadas no perciban su presencia. Observan con detenimiento a la manada que se acerca, buscando los animales más jóvenes, o a los más viejos y enfermos; esos son presa fácil.
Una vez que asustan a la manada y todos comienzan a correr, los leones se olvidan de los demás y solo se concentran en el animal escogido.
- A esto se refería Pedro. Satanás busca destruir a los seguidores de Cristo. Por esto, se requiere permanecer muy vigilantes, por medio de la oración. Lamentablemente, muchos creen que orar es una pérdida de tiempo; el pastor no puede contarse entre quienes piensan de esta forma. Para vencer en los conflictos espirituales, el pastor debe cultivar una vida de oración; no hacerlo puede resultar fatal. Jamás debe sucumbir ante la presión de atender a las necesidades de todos los demás en perjuicio de sus momentos individuales de comunión personal.
- Otro factor de riesgo para el ministerio es el relativismo moral imperante. La línea de separación entre lo santo y lo profano es muy tenue, y la distinción entre lo uno y lo otro no es tan fácil. Muchos consideran que el instinto biológico debe ser el ente regulador para el comportamiento humano, que el ser humano puede establecer sus propios valores. El siervo de Dios no puede compartir esa idea; mucho menos permitir que eche raíces en la iglesia. La moralidad del cristiano se basa en la Revelación divina, la que trasciende el plano humano.
- Los recuerdos del pasado también pueden constituir un peligro para el pastor. Todos conocemos la experiencia de Jefté, debido al voto alocado que hizo, que involucró a su hija (Juec. 11:1-8). ¿Por qué realizó ese voto? La respuesta es simple: por causa de su pasado cananeo. El “pasado cananeo” es el talón de Aquiles de muchos pastores. De forma innegable, Satanás también usa los recuerdos del pasado con la intención de perjudicar nuestro presente. Sin embargo, eso no debería representar un gran problema pues, según Pablo: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Cor. 5:17). Necesitamos mantener nuestro “pasado cananeo” clavado en la cruz de Cristo, con el fin de que no se convierta en un arma en las manos de nuestro adversario.
Estrategia victoriosa
En 2001, el mundo esperaba que la guerra entre los Estados Unidos y el régimen talibán durara varios meses o años. Los talibanes juraban que eran especialistas en guerrillas de montaña y que poseían millares de cavernas como escondite. Incluso la prensa comenzó a creer en esta hipótesis, y se declaró que los Estados Unidos tendrían muchas dificultades en el conflicto. Pero, eso no fue lo que ocurrió. Ellos lograron ganar la guerra en poco tiempo. Esa victoria fue, en buena medida, gracias al apoyo aéreo masivo.
La vida pastoral también necesita del “apoyo aéreo”. Sin la ayuda del Cielo, jamás venceremos; por eso debemos buscarla sin cesar, al estar en sintonía ininterrumpida con Dios. En una relación tal, creceremos espiritualmente y saldremos ilesos en un ataque tras otro.
Todo pastor, al buscar el Espíritu Santo, necesita desarrollar una experiencia personal con Dios (Rom. 8:26). Cualquier intento de crecer en la santificación sin la actividad del Espíritu es en vano. La presencia del parákletos es la que produce los frutos espirituales en nuestra vida. Su ausencia produce frutos carnales, que descalifican al pastor (Gal. 5:19-26).
Ha llegado el tiempo en que debemos contemplarnos, que veamos lo expuestos que estamos y que corramos al abrigo de la comunión con Dios. De esta manera seremos fortalecidos, y venceremos en la lucha en contra de los poderes de las tinieblas.
Sobre el autor: Secretario ministerial de la Unión Centro- Oeste Brasileña.