Contribuciones del Antiguo Testamento para la comprensión de 1 Pedro 4:17.
“Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” (1 Ped. 4:17). A lo largo del tiempo, esta declaración del apóstol Pedro despertó el interés y la curiosidad de diferentes investigadores de las Sagradas Escrituras. En particular, en los últimos 160 años, los intérpretes adventistas han hecho un extenso uso de este pasaje como texto-prueba para defender el Juicio Investigador en el contexto del Santuario celestial. Sin embargo, muchas veces se hace esta afirmación sin tener en cuenta el contexto del versículo o las influencias que ejercieron los textos del Antiguo Testamento en la composición del pasaje. El objetivo de este artículo es analizar el significado de la afirmación de que el juicio comienza “por la casa de Dios” al considerar su contexto y sus conexiones intrabíblicas con los pasajes de Ezequiel 9:6 y Malaquías 2:17 al 3:5.
Consideraciones exegéticas
En primer lugar, es necesario comprender la naturaleza del juicio que menciona Pedro. Entre los estudiosos del pasaje parece haber una amplia tendencia a interpretar el texto a partir de una perspectiva escatológica. Por ejemplo, Paul Achtemeier entiende que las palabras griegas to krima (“el juicio”) se refieren al juicio final, del cual el sufrimiento presente de los cristianos hace parte, siendo, en realidad, su comienzo.[1] Paralelamente, John Barton y John Muddiman (2001) observan que el énfasis en el tema del sufrimiento percibido en la perícopa de 1 Pedro 4:12 al 19 se debe, en parte, a la clara interpretación escatológica del autor, que consideró las aflicciones de los cristianos como la primera etapa del juicio final.[2]
Con relación al orden del juicio, Achtemeier identifica precedentes en la literatura judía para la noción de que la actividad judicial divina comienza con el pueblo de Dios. Cita, por ejemplo, los textos de Ezequiel 9:6, Jeremías 25:29, Isaías 10:11 y 12 y Malaquías 3:1 al 6.[3] En armonía con esta idea, John Hart enfatiza que el nuevo Israel (la iglesia) tiene la precedencia, así como el antiguo Israel, incluso en lo que se refiere a la condenación.[4]
En cuanto al propósito del juicio, los intérpretes identifican diferentes posibilidades. Algunos entienden que el juicio se relaciona con el efecto purificador de la persecución y del sufrimiento.[5] Otros, a la función purificadora, le suman el aspecto predictor, que indica el inicio del juicio para todos los pueblos.[6] También hay estudiosos que creen que las persecuciones que Pedro menciona son permitidas por Dios como juicios disciplinares temporarios, que son consecuencias naturales del pecado.[7]
En el contexto de esta discusión, es necesario considerar la siguiente pregunta hecha por D. A. Carson: Dado que las aflicciones que los lectores de Pedro sufren a manos de sus opresores son injustas, y el juicio escatológico de Dios –retratado en textos correlacionados del Antiguo Testamento (Eze. 9:5, 6; Zac. 13:9 y Mal. 3:1-3)– es justo, ¿estaría el apóstol afirmando que los destinatarios de su carta merecen la opresión a la que son sometidos?[8]
Como respuesta, Carson y otros autores destacan que la manera en la cual Pedro alude a los textos de Ezequiel, Zacarías y Malaquías invierte el sentido primario de estos pasajes.[9] Entonces, el apóstol, en su declaración, se hace eco de la enseñanza bíblica acerca del juicio de Dios sobre su pueblo y el mundo contenido en los mensajes de los profetas Jeremías, Ezequiel y Amós.[10] Sin embargo, sugiere un fuerte contraste: Israel y Judá sufrieron el juicio divino por rechazar el mensaje que el Señor envió por medio de sus profetas; los cristianos del primer siglo, por otro lado, sufren el juicio en su condición de inocentes, por amor a Jesús. De este modo, este juicio no tiene carácter condenatorio (como se evidencia por el uso de la palabra “juicio” en lugar de “condenación”), sino de exoneración, en el sentido de redención.[11]
En cuanto a la ocasión del juicio, Ênio Mueller recuerda que el término que utilizó Pedro es kairós, que “indica tiempo en una perspectiva de momentos especiales o críticos para determinada cosa”.[12] Según Russell Champlin, ese juicio ocurrirá en la parousia o segundo advenimiento de Cristo, pero Pedro lo visualiza como comenzando en la iglesia de Dios, por medio de la persecución contra los fieles.[13]
Finalmente, en relación con las fuentes bíblicas usadas por Pedro, Dennis Johnson argumenta que Malaquías 3:1 al 5 –que habla sobre la presencia divina del fuego purificador– fue más relevador para la composición de 1 Pedro 4:17 que Ezequiel 9:6, defendido por William Schutter como principal antecedente de la declaración petrina.[14] De acuerdo con Johnson, aunque Ezequiel 9:6 pueda haber influido 1 Pedro 4:17 lingüística/textualmente, Malaquías 3:1 al 5 influyó conceptual/teológicamente.[15]
Edmund Clowney está de acuerdo con Johnson y afirma que la perícopa de 1 Pedro 4:12 al 19 alude a la profecía de Malaquías 3:1 al 3, que desarrolla el tema de la purificación del pueblo de Dios y la destrucción de los malos.[16] Para él, la metáfora aplicada por Pedro a sus lectores al llamarlos “casa espiritual” (1 Ped. 2:4, 5) se completa con la imagen de la casa de Dios siendo purificada por el fuego, extraída de Malaquías. De acuerdo con el autor, las pruebas que enfrentan los cristianos equivalen al fuego refinador de Dios y anticipan la severidad del castigo que se aplicará a los desobedientes.
Específicamente, en cuanto a la interpretación adventista de 1 Pedro 4:17, las tres obras que se mencionan a continuación representan, de manera general, el modo en el cual los teólogos de la denominación han interpretado el texto.
El Comentario Bíblico Adventista declara que la afirmación de que el juicio comienza con la casa de Dios es un eco de Ezequiel 9:6; y se entiende que la expresión “casa de Dios” se refiere a la iglesia, con base en el texto de 1 Timoteo 3:15.[17]
Por su lado, la Biblia de Estudio Andrews también considera la influencia de Ezequiel 9:6 en 1 Pedro 4:17, pero reconoce algún eco de Malaquías 3:1 al 6 en la afirmación apostólica. Así, la relación entre los pasajes de Ezequiel y 1 Pedro refleja el doble aspecto del juicio divino. Por un lado, ese juicio elimina a los hipócritas, como se evidencia en Ezequiel 9; por otro lado, vindica y libera al pueblo de Dios, como indica el contexto de 1 Pedro 4.[18]
Finalmente, el Tratado de Teología cita 1 Pedro 4:17 tres veces, siempre en el contexto del Juicio Investigador. Se utiliza el versículo para fundamentar la idea de que Dios comienza el juicio por su pueblo y entonces prosigue a juzgar a los impíos.[19] Otras producciones adventistas que mencionan el texto en cuestión generalmente lo usan de modo semejante.
En estas breves consideraciones exegéticas, fue posible observar que, en la mayoría de los casos, especialmente en la literatura adventista, no se explora con la suficiente profundidad las conexiones entre 1 Pedro y los principales textos paralelos, ni la estrecha relación entre el juicio y el santuario/templo presente en los tres pasajes más íntimamente relacionados: Ezequiel 9:6; Malaquías 2:17 al 3:5 y 1 Pedro 4:17.
La relación entre los textos de Ezequiel, Malaquías y Pedro
La lectura atenta de los tres pasajes principales en estudio revela semejanzas significativas entre ellos. Una de las correspondencias más obvias es el santuario/templo como un lugar en el cual Dios ejecuta el juicio. Esa relación entre la justicia divina y el santuario no es exclusiva de estos autores bíblicos.
Al inicio de la historia de Israel como nación organizada, la corte suprema funcionaba en el Santuario, lugar en el que los sacerdotes también desempeñaban funciones judiciales (Deut. 17:8; Éxo. 18). Este sistema derivaba de la propia teocracia israelita, en la cual “Dios era el Juez supremo, no solo de su pueblo, sino de toda la Tierra. Él era el único que podría devolver justicia, armonía e integridad a la sociedad y a la Tierra”.[20] Y dado que se consideraba al santuario como el lugar de la habitación de Yahweh (Éxo. 25:8), y este ocupaba una posición central en el campamento israelita (Núm. 2:2), no es de extrañar que el tabernáculo fuera el centro, no solo religioso, sino también judicial de la nación.
De modo semejante, la Biblia presenta el Santuario celestial como el lugar en el que el Señor juzga/evalúa los acontecimientos terrestres y de donde él da sus veredictos y realiza las debidas intervenciones (Sal. 11:4; 102:19, 20; Miq. 1:2, 3). Elias Brasil de Souza recuerda que “una función prominente del templo/santuario celestial es ser un lugar de juicio. […] El hecho de que varios textos mencionan explícitamente el templo/santuario celestial (o algún otro término análogo) como el lugar desde el que Yahweh emite sus juicios parece enfatizar la importancia del santuario/templo como el locus de las actividades de Yahweh”.[21]
Es importante recordar el ceremonial del Día de la Expiación, que se realizaba anualmente, con acceso al Lugar Santísimo, y se consideraba, tanto en la Biblia como en la tradición judía, como un día de decisión y purificación, con fuertes connotaciones de juicio (Lev. 16:29, 30; 23:27, 29).[22]
Todo este cuadro cultural y teológico constituye la urdimbre que sirve de telón de fondo para las escenas en Ezequiel 9 y Malaquías 3, y para la declaración en 1 Pedro 4:17. Los tres pasajes hablan de un juicio centrado en el Santuario y que lleva a la purificación y separación entre las personas piadosas y las impenitentes, retratado por medio de diferentes metáforas.
El orden que se sigue en el juicio es otro punto en común entre los textos. El foco principal del proceso judicial divino es siempre el pueblo de Dios –portador de faltas y necesitado de purificación–, ya sea a través del exterminio de líderes y miembros corruptos, de la purificación de la clase sacerdotal o del sufrimiento bajo la opresión de los oponentes. Después de juzgar al pueblo escogido, el juicio se dirige contra aquellos que representan la oposición al reino de Dios, aquellos que no respetan su alianza y desconsideran sus mensajes de misericordia y sus llamados al arrepentimiento.
Este juicio bidireccional o bifásico es de naturaleza escatológica en los tres pasajes, pues se asocia, por alusión o referencia directa, al conocido “día de Yahweh”, ocasión en la que el Señor intervendrá en la historia humana para exterminar el mal y vindicar definitivamente el bien y su carácter.[23] Además, queda claro el reaprovechamiento del lenguaje de Ezequiel y Malaquías en la literatura apocalíptica neotestamentaria (Eze. 9//Apoc. 7; Mal. 3:3//Apoc. 6:17), así como la notable expectativa de Pedro respecto del inminente “fin de todas las cosas” (1 Ped. 4:7; cf. 1:20; 4:5).
Por lo tanto, podemos decir que, en última instancia, el juicio representado en Ezequiel, Malaquías y 1 Pedro está relacionado con la parousia, aunque no de forma directa en todos los pasajes. Aunque los juicios de Ezequiel 9 y Malaquías 3 se refieren a momentos concretos de la historia de Israel, no podemos negar que la amplitud de sus escenas y su lenguaje alcanzan también una dimensión apocalíptica, sirviendo de microcosmos de realidades más amplias y de trascendencia universal que se cumplirían en el tiempo del fin.[24]
Aunque puedan existir otras relaciones textuales o temáticas, las principales conexiones intrabíblicas entre los pasajes analizados pueden sintetizarse conforme se expone en la tabla a continuación.
Conclusión
Considerando el análisis presentado en este artículo, es posible concluir que el Juicio Investigador, como estamos acostumbrados a concebirlo (en el contexto de Daniel 7 y 8 y de las 2300 tardes y mañanas), posiblemente no formara parte del repertorio de Pedro. Su noción de juicio parece haber sido mucho menos elaborada que la que tenemos hoy, con el entendimiento de las profecías de Daniel, franqueadas para quienes viven en el tiempo del fin (Dan. 12:4).
Sin embargo, aunque Pedro probablemente no tuviera en mente la concepción que tenemos hoy al hablar del juicio de Dios, él sintetizó y enunció en una única frase un principio teológico que está presente en toda la Biblia: que el juicio divino comienza por el pueblo de Dios; e hizo esto apropiándose del lenguaje y de las imágenes presentes en dos de los principales pasajes que presentan ese principio en acción: Ezequiel 9:6 y Malaquías 2:17 al 3:5, aplicándolos a un escenario específico: la hostilidad sufrida por los cristianos. El propósito del apóstol parece haber sido confortar a sus lectores con la idea de que el sufrimiento que enfrentaban no era solo un crisol para purificarlos (1 Ped. 1:6, 7; 4:12), sino también una señal del inminente juicio divino y de que los impíos opresores ciertamente recibirían la severa y debida punición (4:17, 18).
Es interesante que los dos pasajes que utilizó Pedro como telón de fondo para sus afirmaciones presenten fuertes indicios de que los juicios mencionados en ellos son de naturaleza investigadora, dado que presentan al Señor aproximándose a su pueblo en un proceso de verificación de obras, con la subsecuente emisión de un veredicto que distingue a los justos de los impíos. Del mismo modo, ambos textos revelan vínculos muy estrechos con el ceremonial del Día de la Expiación, considerado el antitipo del juicio celestial previo al advenimiento.
De esta forma, no sería justo alegar que los adventistas distorsionan el significado de 1 Pedro 4:17 a fin de favorecer la doctrina del Juicio Investigador pues, de hecho, como puede inferirse de un estudio detallado de Daniel 7 y 8 y otros pasajes, el juicio previo al advenimiento parece concentrarse en el pueblo de Dios, especialmente con el objetivo de la vindicación (cf. Dan. 7:22). Además, las fuentes utilizadas por Pedro realmente presentan el juicio desde una perspectiva escatológica e investigadora.
Sin embargo, el error de muchos adventistas en relación con el uso de 1 Pedro 4:17 está en su énfasis en ese texto bíblico como “prueba” de que el Juicio Investigador comienza por el pueblo de Dios. Dado que el juicio previo al advenimiento, según lo entendemos, no parece ser exactamente el que Pedro tenía en mente cuando escribió su carta –aunque su declaración tenga un tenor innegablemente escatológico y judicial– es un tanto difícil colocar tamaño peso de evidencia en este pasaje, como si toda la doctrina del Juicio Investigador dependiera de un único versículo.
Tal vez, la postura más apropiada sería reconocer que Pedro está declarando o reproduciendo un principio que se evidencia de modo consistente en todas las Escrituras y que puede aplicarse perfectamente al Juicio Investigador. Del mismo modo, sería interesante explicar que las fuentes aludidas por el apóstol presentan juicios de naturaleza investigadora que ilustran el juicio que se realiza en el cielo antes de la venida de Jesús e indicar, al mismo tiempo, otros textos que confirman el principio de que el juicio comienza por el pueblo de Dios.
Sobre el autor: Coordinador editorial en la Casa Publicadora Brasileira.
Referencias
[1] Paul J. Achtemeier, 1 Peter: A Commentary on First Peter (Mineápolis, MN: Fortress Press, 1996), p. 315.
[2] John Barton y John Muddiman, eds., Oxford Bible Commentary (Nueva York: Oxford University Press, 2001, Biblioteca Digital Libronix).
[3] Achtemeier, ibíd.
[4] John Henry A. Hart, “The first epistle general of Peter”, en W. Robertson Nicoll, ed., The Expositor’s Greek Testament: Commentary (Nueva York: George H. Doran Company), t. 5, p. 75.
[5] Allen Black y Mark Black, 1 & 2 Peter, The College Press NIV Commentary (Joplin, MO: College Press, 1998, Logos Bible Software); Craig S. Keener, The IVP Bible Background Commentary: New Testament (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2014), p. 696.
[6] Erland Waltner y J. Daryl Charles, 1-2 Peter, Jude, Believers Church Bible Commentary (Scottdale, PA: Herald Press, 1999), p. 141.
[7] John Walvoord y Roy B. Zuck, The Bible Knowledge Commentary: An Exposition of the Scriptures (Wheaton, IL: Victor Books, 1985), v. 2, p. 855.
[8] D. A. Carson, “1 Pedro”, en G. K. Beale y D. A. Carson, eds., Comentário do Uso do Antigo Testamento no Novo Testamento (San Pablo: Vida Nova, 2014), p. 1.275.
[9] D. A. Carson, “1 Pedro”; Karen H. Jobes, 1 Peter, Baker Exegetical Commentary on the New Testament (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2005), p. 292.
[10] Simon J. Kistemaker y William Hendriksen, Peter and Jude, New Testament Commentary (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1987), p. 180.
[11] Ibíd.
[12] Ênio Mueller, 1 Pedro: Introdução e Comentário (San Pablo: Mundo Cristão, 1988), p. 250.
[13] R. N. Champlin, O Novo Testamento Interpretado Versículo por Versículo (San Pablo: Hagnos, 2002), t. 6, p. 161.
[14] William L. Schutter, “Ezekiel 9:6, 1 Peter 4:17, and apocalyptic hermeneutics”, Society of Biblical Literature Seminar Papers, n. 26, 1987, pp. 276-284.
[15] Dennis E. Johnson, “Fire in God’s house: Imagery from Malachi 3 in Peter’s theology of suffering (1Pe 4:12-19)”, Journal of the Evangelical Theological Society 36, n. 1, 1993, pp. 285-294.
[16] Edmund P. Clowney, The Message of 1 Peter: The Way of the Cross (Leicester: InterVarsity Press, 1988), p. 194.
[17] Francis D. Nichol, ed., Comentario bíblico adventista del séptimo día (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1996), t. 7, p. 600.
[18] Biblia de Estudio Andrews (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana; Florida: Inter-American Division Publishing Association; Idaho: Pacific Press Publishing Association, 2014), p. 1.555.
[19] Raoul Dederen, ed., Tratado de teología adventista del séptimo día (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2009).
[20] Ángel Manuel Rodríguez, “La justicia bíblica”, Adventist World, octubre de 2012, p. 26.
[21] Elias Brasil de Souza, O Santuário Celestial no Antigo Testamento (Santo André, SP: Academia Cristã, 2014), pp. 425, 426.
[22] Don Neufeld, ed., “Día del Señor”, en Diccionario bíblico adventista del séptimo día (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2002), pp. 318, 319; Neufeld, Diccionario bíblico adventista, “Día de la Expiación”, pp. 319, 320; The Jewish Encyclopedia (Nueva York: Funk & Wagnalls, 1902), t. 2, p. 286.
[23] Neufeld, Diccionario bíblico adventista, “Día del Señor”, pp. 318, 319.
[24] William Shea, Selected Studies on Prophetic Interpretation (Washington, DC: Review and Herald, 1982), p. 15.