El 18 de junio [de 1920] salimos de viaje hacia un lugar distante junto al hermano [Clarence] Rentfro. Nuestro destino se encontraba en el interior, cerca del río Corrente, afluente del río San Francisco, que nace en el Estado de Goiás, Brasil. El tramo que va de Río de Janeiro a Pirapora nos llevó poco tiempo. La distancia entre estas dos ciudades es de 1.006 kilómetros. El 22 de junio salimos de Pirapora hacia Bom Jesus da Lapa por vía fluvial. Llegaríamos en cinco días, según el comandante del barco. Aunque esos días fueron agradables y disfrutamos mucho de los bellos paisajes que atravesábamos, el viaje fue tedioso porque teníamos un propósito; pero parecía que este no era el caso con la tripulación del barco, especialmente cuando atracaban en algún puerto fluvial. Fueron ocho días en total para cubrir los 621 kilómetros que hay entre Pirapora y Bom Jesus da Lapa. Allí conseguimos un pequeño bote y navegamos alrededor de 82 kilómetros más, de los cuales más de 72 fueron río arriba. El viernes 2 de julio, justo antes de la puesta de sol, llegamos a Porto Novo do Corrente.

 Estábamos muy ansiosos por saber con qué realidad nos encontraríamos allí. ¿Cómo estarían los creyentes, que por cuatro largos años habían estado sin un ministro? Rápidamente llegamos a la casa del dirigente del grupo, y esa misma noche realizamos un culto edificante al que asistieron los hermanos y algunos desconocidos que habían sido invitados. Las siguientes reuniones fueron muy buenas, y concurridas también. No podíamos, sin embargo, limitar las reuniones a un solo lugar porque los hermanos viven en lugares diferentes. La semana siguiente visité a los creyentes residentes en Santana dos Brejos y allí realicé diferentes reuniones, mientras que el hermano Rentfro continuó hacia Santa Maria da Vitória.

 Al volver, habló del interés que había encontrado allí y de las buenas reuniones que había conducido. Los hermanos no habían estado inactivos; ¡de ningún modo! Ganaron a varios para la verdad, y el sábado 10 de julio cinco personas se bautizaron y dos fueron recibidas en la iglesia por profesión de fe. Esto prueba cuán verdadero es el texto de Juan 15:5. Al estar verdaderamente conectados a la Vid no quedamos desamparados ni sin frutos. Pero si no estamos conectados, de nada sirve la ayuda de todos los ministros. Después de reflexionar cuidadosamente, resolvimos dar un paso más. Dado que encontramos que todos los hermanos estaban bien fundamentados en la verdad y vivían en armonía con todos los puntos de nuestro mensaje, y puesto que había hermanos capaces para los diferentes cargos, sentimos que teníamos el deber de organizar una iglesia.

 ¿No debería esto servir de lección para muchos de nuestros hermanos? Algunos piensan que no pueden pasar un sábado sin la presencia de un ministro, pero aquí probablemente pasaría un año más antes de que un ministro visitara nuevamente a estos hermanos. Ellos decidieron trabajar, y esperamos que siembren la semilla de la verdad en muchos lugares y tengan éxito en su trabajo. Así es como debe ser, hermanos. Si las iglesias y los grupos quisieran tener para sí a los pocos obreros que tiene nuestra denominación, ¿cuánto tiempo llevará completar esta obra mundial? […] ¡Quiera el Señor bendecir ricamente su obra en la gran Misión de Bahía!

Sobre el autor: fue misionero y primer presidente de la antigua Unión Este Brasileña

Referencia

Extraído de Henry Meyer, “No interior da Bahia”, Revista Mensal, diciembre de 1920, pp. 8, 9.