Después de realizado el servicio religioso en la casa mortuoria, se emprende el viaje hacia el cementerio. Una vez allí, la costumbre impone que el féretro sea llevado por los parientes más cercanos, precedido por el pastor con la Biblia en la mano. Se coloca el ataúd cerca de la tumba abierta para dar lugar al servicio religioso, cuyo orden sugerimos:
1. Canto especial, cuarteto o coro, cuya letra se adapte a la circunstancia.
2. Oración, a cargo de un anciano o pastor.
3. Discurso, en voz alta y solemne, en el cual se debe hacer resaltar la bienaventurada esperanza y la vida perdurable en el reino de Dios. Pónganse de relieve la vida efímera del hombre en este mundo y la vanidad de las cosas de esta tierra, en contraste con la resurrección y la eternidad del reino de Dios.
4. Otro canto especial o canto congregacional.
5. Durante este canto se procede a bajar el ataúd a la fosa.
6. El pastor lee estos textos: Juan 11:25; Apoc. 1:17, 18; 14:13.
7. Inmediatamente después pronunciará las siguientes palabras: “Por cuanto ha sido la voluntad de nuestro Dios todopoderoso llamar a nuestro querido hermano …………………………….. al descanso de la tumba, entregamos tiernamente este cuerpo mortal a su postrer morada: la tierra a la tierra, el polvo al polvo, la ceniza a la ceniza, para esperar aquí el cumplimiento de la segura esperanza de una gozosa resurrección para vida eterna mediante Cristo Jesús, nuestro Señor, y su transformación a semejanza de su cuerpo glorioso”.
8. A continuación el pastor oficiante puede echar unos pétalos sobre el ataúd, después de lo cual los sepultureros procederán al entierro.
9. Mientras se echa la tierra, se puede cantar otro himno.
10. Puede leerse al final Apoc. 21:1-5.
11. Oración final.
12. El pastor estrechará con simpatía la mano de los deudos, expresándoles palabras de ánimo, consuelo y resignación.
Sobre el autor: Director de Publicaciones de la Misión Uruguaya.